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2 •|Lágrimas|•

Respiro de una forma errática viendo la hora para salir por fin de la jauría que se llama colegio e ir directo a buscar a Gema por una explicación.

Felipe ya hasta no hizo bromas al respecto luego de dejarle claro de forma educada que, no me rompiera los huevos porque ando más que enojado. Pero un mensaje poco después del cuarto de hora que había pasado, es esa chica rubia que amo y me está traicionando.

«bb, te espero en tu casa después de clases. Te amo»

«Bueno.»

«Amor, ¿pasó algo?»

«Hablamos luego. Tengo exámen. Besos.»

"Está bien, hablamos después
PD: ¡Éxitos, amor! —emoticón de corazones."

Para cuando me había dado cuenta ya era medio día, significaba que en 15 minutos, tocarían timbre para poder irnos todos cada quien a su casa. Pensé en todas las posibilidades de que significara la foto. Como el que sea un ex antes que yo, que bien pudo ser que la obligaran pero poco sabía de su vida más que la que me permite saber. El camino luego de salir se me hizo eterno. Frente a casa, meto la llave en el la hendidura de la puerta, giré el metal y el clic hace que sede a entrar. Ahí estaba Gema, con su falda azul escocesa distinta a las de mi colegio que son de color bordo.

—Vamos a mi pieza —digo bruscamente. Acata desconcertada, lo veía en su mirada.

Tiro mi mochila en un rincón y la encaró con el celular en mano, la foto iluminando su rostro confundido, hasta que cae en cuenta de lo que está viendo y me mira con preocupación o más bien culpa.

—¿Cuándo pensabas decirme, cuando todos se enteraran que mí novia me pone los cuernos más grandes como a Will Smith? ¿En qué estabas pensando, Gema? —Quiebra mi voz—. Por qué mierda fue, Gema. Decime. Así puedo entenderlo. Me hubieras dicho, no sé, eu Ethan ya no quiero estar más contigo.

—Amor, yo no tengo excusa. Lo que hice estuvo mal.

—¡Horriblemente mal! —grité con impotencia. Dañado me siento en mí cama hundiendo mi rostro con mis manos. Sin llorar—. Sabes que te hubiera dejado en paz si ya dejaste de sentir algo por mí, Gema. Sabes cómo soy contigo, no soy nada tóxico. ¿Pero siquiera pensaste en mis sentimientos o, pensaste en los tuyos nomás?

—Me divertía y solo pasó —repone, entre incómoda y llorosa.

—Puedes irte Gema, esto es todo.

Escucho la puerta abrirse y cerrarse. Me encierro bajo llave, llorando señores y señoras porque no podía creer que al final de imaginar mil de cosas negativas solo una confirmación tan banal y pobre fuese cierta.

Este era el error que no hubiera querido cometer ni por mucho, que me pasara. Que me enamorara perdidamente de alguien que solo pudiera hacerte trocitos todo tu ser con unas palabras o unas simples acciones que jamás creerías que harían.

Vaya mierda. Mi mente divaga, trato de no imaginarme su rostro sonrojado por el llanto, que sus labios estén rosados, mordidos y sorbe su nariz por la mucosidad. Su cabello dorado cayendo a los lados de su mejilla, esa que tantas veces tomé entre manos para unir tantas veces mis labios contra los de ella. Dejarle desperdigados tantos besos que se riera por dejarle un poco de baba, volviéndola a besarla con todo mí ser.

Apretujarle entre mis brazos, que rodee mis caderas y de vueltas en el lugar, riéndonos mientras nos miramos. Ese color ámbar tirando a un dulce de leche, mi caramelo favorito.

Me remuevo en la cama, recordando más momentos bonitos; torturando mi cabeza por todo aquel bien que ella me hacía.

Un mensaje salta en mí celular, sacándome de mi auto tortura y leo:

"Ethan, necesito tu ayuda por favor. Soy Mabel."

Levanto el culo como un meteorito, meto el celular en mi bolsillo del pantalón diciéndole en un audio que iba en camino de una patada. Mientras, sin importar el uniforme que aun traía puesto, tomé un buzo encima por si venía de noche, las llaves de la casa, y la bicicleta del galpón.

¿Qué es lo que ahora le habrá pasado a esa tonta? —pregunto a la nada.

Mabel a pesar de habernos separado por los años, seguía siendo mi amiga sin importar lo que ella dijera. Es una amistad rara de por sí, pero eso es de lo de menos cuando es, por lo menos, sincero de verdad. Vive a más de 20 manzanas de casa y los músculos de mis piernas se resienten el estar pedaleando frenéticamente con la cautela de no ser atropellado a la vez.

Veo afuera a un Lucas aporreando la puerta de ella e inmediatamente tiré la bicicleta en la vereda, me acerco y escucho sus insultos, más el llanto de ella en algún lado de la casa. Lo agarré del brazo para que note mi presencia. Poco esperaba que quisiera meterme un gancho, que tomé su brazo y le hice la llave, inmovilizándolo en el suelo.

—¿Qué mierda te pasa, hijo de puta? —grité ante su reacción.

—Ya me voy. Esa zorra mentirosa de seguro el bastardo que tiene es de alguien más o tuyo. Por qué cómo es que viniste tan rápido, Ethan.

—Es mi amiga, y no te permito que hables así de ella con tu boca sucia —lo señalo con el dedo índice—. Salí de acá porque en cualquier momento viene la patrulla y los vecinos van a decir lo que vieron.

La amenaza parece surtir efecto porque de pronto no solo éramos nosotros dos, sino dos pares de vecinos en la entrada mirando a Lucas de forma poco agradable. Este recule, alzando los brazos al aire, recoge papeles del suelo y me avienta que lo tomé por culo en tanto se va airado. Poco después de perderlo de vista, agradecer el apoyo de los dos hombres, meter la bicicleta al jardín delantero de la casa, una muy angustiosa Mabel no paraba de llorar a moco tendido en la sala.

Para resumir, dándome respiro de todo lo que le estaba pasando a ella, es que técnicamente iba a tener un hijo no deseado con planes de aborto. La cuestión es que Lucas reaccionó de mala manera el malnacido porque creyó que sería un obstáculo para su vida cuando ni siquiera la dejó terminar que quiso golpearla.

—¡Te advertí que ese malparido es una cara bonita nada más! —alcé la voz y me arrepentí. Lo único que debía hacer ahora en vez de regañarla era darle contención. Y eso hice—. Ya, lo siento. Sabes que te ayudaré en la decisión que tomes. No te voy a juzgar por si quieres abortarlo o no. Eres mi amiga; te quiero mucho; no diré nada, ¿sí?

—Ethan, no tengo alternativa, solo tengo 16 y mis padres me echarán de la casa —solloza.

—Sé por lo que tuvo que pasar tu otra hermana. No tienes que decirme de por qué...

Escucho la puerta tratando de abrirse con llave, que inmediatamente pego un salto para irme a la habitación de Mabel y esconderme bajo la cama. ¿Por qué?, su padre es muy estricto con que haya hombres en la casa a solas con su hija menor. Poco podía hacer más que dejar de traerle problemas. Escucho a lo lejos que conversan y se ríen mientras me quedo aquí por un buen rato hasta que ella me diga.

Para esas largas horas que habían pasado, mi celular había quedado sin batería y ella no volvía. El jaleo de que había gente en la casa me daba alerta roja de que seguían aquí. Agradecía que la habitación de Mabel tuviera alfombra de peluche en el suelo así no sentiría frío mientras tomaba una de las pequeñas almohadas de la cama y me echaba una siesta.

Qué mala idea, los sueños se convirtieron lagos de lágrimas y el vaso roto lleno de agua que cayó bajo los pies de alguien me puso alerta.

—¿Pero qué...? —fue la grave voz del padre.

Estaba frito.

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