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Capitulo 3






Camino por las calles de los mina haciéndome recordar todo lo que viví en este barrio. Acelero los pasos para evitar que un señor mayor me llamase a preguntarme de Helena. Esa era la esquina en donde siempre se juntaba con sus amigos para jugar dominó, mientras Luis y yo nos moríamos de hambre.

El corazón se me comprimió al recordarlo, y es que cuando recuerdo pequeños flashes en mi mente, me siento divagar por los aires sin retorno a la realidad, paso horas así. Muchas veces me encierro en mi habitación para que mi hermano no me escuche sollozando.

Fue en vano porque su voz me hizo estremecer de gran magnitud que juraría que mis pies casi brincaron. Me detuve y poco a poco fui dándome la vuelta para ver su rostro repugnante, a todo que me recuerda a ella me repugna de tal modo que lo que quiero es vomitar.

—Tengo días que no sé de tu madre.—lo escucho decir.—me dijeron que se ha ido.

¿Es enserio? ¡Pero qué desfachatez,la de este señor! Lo único que esa pregunta provocó es que le reventara mis nudillos en su horrorosa cara, hasta aquí puedo aspirar el olor en el cual está impregnado, olor a ron, ese mismo el cual odio de solo recordar las veces en el que Helena me hizo beber en muchas ocaciones.

Ese día fue unos de los más peores de mi vida. Eran las doce en punto de la noche cuando llegó con sus amigos, la voz de uno de ellos hizo que me despertara sobresaltada.
Mire a Luis, era un alivio que mi hermanito tuviera sueño profundo para que no presencia toda esa asquerosidad. Me acerqué hacia la cortina que se hacia pasar de puerta de mi habitación, pudiendo ver cómo se sentaban en las sillas plásticas. Ahí fue cuando ella me encontró espiándolos. Recuerdo que me jaló fuerte del brazo derecho y me empujó hasta donde ellos haciendo que yo me inmovilizara ante su presencia, no sabía cómo actuar y ese momento fue en el que me odie a mí misma porque lo que quería era tener las agallas de correr lejos de allí hasta que mis pies me llevarán hasta la autopista donde se encontraba una patrulla de policía.

—Helena, pero tu hija es muy hermosa. ¿Cuántos años tiene?—preguntó unos de ellos los cuales eran tres; tres grandísimos asquerosos de mierda.

Vi por el rabillo del ojo que sacaba no sé qué cosa de la nevera, se acercó a mi lado dándome una palmada a mi hombro izquierdo, ese día estaba tan asustada que pensé que mi corazón iba a explotar.

—Diecisiete. Ah no, no te permitiré que la toques después de haberte singado a Claudia hace una hora, ni si quiera te bañaste y eso quiere decir que tienes ese olor a pólvo malo encima.—el tipo me veía como si fuera un bizcocho de chocolate, ¡que asco!

Se quedó mirando de arriba hacia abajo con esa mirada famélica deseosa por una mujer, ya saben cómo. Trato de evadir su mirada hacia el otro chico que ya casi estaba, ya casi no! Ya estaba borracho que es muy distinto.

—¿y por qué mal, si estuvo riquísimo? Claudia tiene un buen culo.—dijo a lo que yo abrí los ojos grandes como los de un búho. Ok, estoy acostumbrada a soportar que mis oídos escucharan palabras obscenas a cada rato. Digo a cada rato por qué Miriam mi vecina de al lado siempre vive diciendo "tu maldita madre" y lo que me da risa en ocasiones es que se lo dice a su propio hijo.

No tiene lógica, se está maldiciendo ella misma, pero que va; los dominicanos son así todo el tiempo.

—Esta demasiado desarrollada como para llevármela, ¿Qué dices Ramón?—preguntó con una sonrisa maquiavélica dándole a un codazo al hombre que tenía al lado.

—Si, te la llevaras pero a ningún lado, Karen está para cuidar de su hermano.—respondió Helena sentándose en el piso.

—¿Tomas?

—No, no me gusta.—le respondí.

—Tienes que hacerlo, Karen. Así ningún hombre podrá emborracharte para aprovecharse de ti. Así que cogelo y date un trago largo.

—No haré eso, sabes que no me gusta.—en ese momento supe que tenía que arrepentirme por hablarle así, de contradecirle. Se paró del piso y me agarro de los cabellos y me hizo beber largos tragos de ese ron. Mi garganta quemaba a paso que tragaba ese maldita bebida, me ardía y recuerdo que ese día me dejaron en muy mal estado.

Me había intoxicado y pare en un hospital, la señora Inés me había ayudado a sanarme. Nunca se fue de mi lado y eso es algo que siempre agradezco que personas como ellas existen para ayudar a otras.

—Yo tampoco sé dónde esta ni me interesa.—confieso mirándolo fijamente a sus ojos. ¿Se asombra, en serio que se asombra? Que novedad porque todavía sigue sin importarme nada que provenga de ella.

—pero que malcriada estas.—escuche cuando ya me di la vuelta para seguir mi trayecto.

Cuando llegue me encontré con aquella mirada tan tierna que tiene Luis, esta vez no era tan tierna y debe ser porque tiene hambre.

Y lamentablemente eso me entristeció porque no tengo ni un peso como para darle de comer. No se imaginan lo que eso me parte el alma y me arrastra a un abismo de oscuridad del que no tiene escapatoria por más que trate.

—estoy más que segura que conseguiré ese trabajo, me dijeron que mañana vuelva de nuevo. Así que vamos acostarnos que bien temprano debo de estar aya.—noto cómo se queda mirándome parado mientras ve como yo arreglo la cama, sé que a que se debe; y eso provoca que esa punzada reviva en mi corazón otra vez.

—Pero no cenamos y tengo hambre.—¿En serio dijo eso? Eufórica me lancé sobre él y lo llene de besos sonoros por toda su carita, el no suele decir tantas palabras de un fuetazo por lo que deduje que de verdad tiene hambre y mucha.

—¡Hablaste, Luis!—exclamé con una enorme sonrisa, pero luego se desvaneció cuando vi su mirada llena de tristeza.—No tengo dinero, el dinero que me da Carla se agotó y ya no me dará más porque estamos en repaso.—una lágrima se me escapa de repente. Esto me pone cada vez vulnerable. Cuanto odio a Helena.

El solo asintió y procedimos a acostarnos, le narre una historia que me había inventado para que le dé sueño más de prisa hasta que lo logré.

*

Me desperté por la claridad del sol que entraba por la ventanilla. ¡Rayos! No sé qué hora es, aunque puedo acertarla cuando me lo propongo. No se asusten, no es que sea adivina, bueno diciendo la verdad hay ciertas cosas que adivino porque soy muy observadora. Bostezo mientras estiro los brazos,tengo que hacer todo rápido para llegar a tiempo.

No me dijeron la hora exacta pero supongo que es temprano, y me imagino que los quehaceres de esa gran casa lo hacen siempre a primeras horas de la mañana por si llegarían las visitas en las tardes. Veo a Luis que se despierta también ahorrándome a que yo lo haga, siempre me da una lucha casi eterna levantarlo por las mañanas. No sé si le conté que tiene los sueños muy pesados.

Después de alistarnos cerré la puerta una vez que salimos de la casa. Lo agarro de la mano mientras camino en pasos apresurados viendo como la fresca brisa mañanera ventila en mi rostro de manera agradable.

Mis apetito se abre de pronto al pasar por la casa de Juvenila, una señora que siempre hace chocolate con leche todas las mañanas. Algunas veces suele despertarse muy agradable y me sirve en una taza, otras veces ni me mira; para que vean cómo es la gente cuando le conviene.

Le agito la mano en el aire diciéndole adiós y prosigo con el trayecto para dejar a Luis en la casa de la señora Inés. A estas horas ya todos los locales están abiertos, desde lejos mi visión se dirige hacia la entrada de una bodega en donde descansa en la pared un reloj grande y bonito. Ocho y treinta minutos,perfecto.

Cuando me encuentro en la puerta de la casa de la señora Inés con la respiración un poco agitada al subir los escalones, me dedico a mirar al pequeño que tengo agarrado de mi mano. Cabe decir que estas son una de las escenas de la cual me parte el alma y confieso que soy muy sensible. Esa mirada de tristeza no dura mucho en aproximarse, y juraría que si fuera por él, tuviera pegado de mi todo el tiempo.

—Pórtate bien Luis, no quiero quejas de la señora Inés.—y toco el timbre. Tras segundo abre y le deposito un beso en su frente como despedida.

—¿Desayunaste?—preguntó con esa mirada expectante que tanto la caracteriza, es como si leyera mis pensamientos o estuviera viendo cada uno de mis movimientos, ¡Qué se yo, es algo así! Aveces yo misma me enredo.

—No, pero no me da tiempo para quedarme. Tengo que llegar a tiempo por ese puesto, sabes que es muy importante para mí, señora.

—Claro, pero te apuesto que aya no te darán ni una migaja de pan, sé cómo son esa familia. Así que vamos que el chocolate se enfría.—le hago caso, solo porque las ganas de comer algo me invade.

A penas entrar el particular aroma entran por mis fosas nasales. Es un aroma que aunque añejo, es muy agradable. Todas las cosas están muy bien decoradas como también todo muy limpio. Las paredes llevan un color crema muy llamativo, pero lo que más me llama la atención son los cuadros que en estas reposan. Son sus hijos, que residen en España de los cuales ya sé cómo son cada una de sus vidas, bueno no todo; Inés me contó un poco.

Lo que me contó fue que su ex esposo siempre fue muy autoritario. Siempre quiso que sus hijos convivieran con él en el exterior. Ella por bondadosa esperanzada que aya tendría mejores oportunidades que en este país, aceptó; fue muy conmovedora la manera en la que me narró. Por lo menos ella si tiene compasión y un corazón que bombea sangre y no el extraterrestre que como madre tengo. Dudo que ella sea en verdad un ser humano.

Una de las mortificaciones de Inés es su hijo menor, su ex esposo siempre la llama para darle quejas de el, o más o menos así. "El más mujeriego de España es tu hijo". Ya con eso ni quisiera conocerlo, odio a los hombres y más cuando se trata de esos que juegan con las mujeres.

Cuando me vengo a dar cuenta la taza de la que bebía chocolate se encuentra vacía, así que me paro del comedor y me despido una última vez. De verdad que lo que me está afectando seriamente es las ganas inmensas que saber a cada rato la hora sin tener que preguntar, así que hice una lista de lo que comprare con mi primer sueldo. Lo más importante.

Toco el timbre de la casa y enseguida abre la misma señora que me atendió el otro día. En su rostro dibuja una sonrisa mientras hace un ademán para que me adentre a la casa. Entro en sigilo porque la verdad es que soy muy tímida en tomarme ciertos atrevimientos.

—Llegaste justo a tiempo para la limpieza.—¡yes! Exactamente lo que había deducido.

—Aquí en esta casa hay reglas muy estrictas. No sentarse en los muebles, no comer en el comedor familiar, no entrar a algún cuarto sin el permiso que se le ha otorgado. Y una última cosa, a todo lo que escuche, ni hable ni haga preguntas, a nadie de esta casa le gustan los chismes ¿de acuerdo?
—Tenga.—me extiende un trapeador de piso y una escoba y lo tomo enseguida con una leve sonrisa. Como que si a mí me importara lo que sucediera en esa casa. Solo el que podría juzgarlo es el Dios que está en los cielos, después nadie más. Su merecido llegara tarde o temprano. Ley de vida. En cuanto a lo otro me parece correcto, no soy dueña de esta casa como para tomarme el atrevimiento de sentarme en los muebles o en el comedor. Ni tampoco entrar sin previo aviso a unas de las habitaciones. Viene a ver y me da un infarto a ver esos sujetos desnudos.

Comienzo a barrer con esa actitud de felicidad la ante sala y después la sala principal. Es grande por lo que cada vez que muevo la escoba me duelen los brazos de tanto ejercicio. Cuando terminé la señora reaparece cuando una cubeta de agua llena de espuma. Comencé con la sala principal en el momento que un joven interviene ensuciando el piso con ¿lodo?. Si eso mismo.

Me enfurezco de tal magnitud que suspiro contendiendo aquellas ganas de caerle a escobazos limpios.

—¿Por qué me miras así?—pregunta con cara de cinismo.—Todavía no has terminado y creo que no te costará darle otra mano al piso, para eso te pagan ¿no?—con razón la señora Inés los aborrece. Aparte de robarnos gran parte del dinero que el gobierno le dan al barrio mensualmente, son unos desgraciados que le gustan humillar a los demás.

—Claro, no hay problema.—y me dedico nuevamente a lo que hacía, suapear el piso de esta gente tan denigrante. Debería de acostumbrarme porque supongo que pasaré muchísimos malos ratos si quiero tener dinero.

Al finalizar el día me saque el delantal de limpieza para regresar a casa. Mis pies dolían, y mi espalda también. No se imaginan toda la loza que tuve que lavar en la cocina, los baños de los cuales son cuatro y las habitaciones, que si bien recuerdo son algunas siete.

—Hiciste bien tu trabajo. Te espero mañana.—mi cara cambio al escuchar eso, lo sabía que conseguiría ese trabajo. Luis estará muy feliz por eso y mi pobreza crítica tendrá que marcharse para más nunca volver como me prometí.




Borre los capítulos para narrarlo en primera persona y también para hacerle algunas modificaciones. No cambiare toda la historia, solo lo estoy haciendo con el fin de aclarar ciertas cosas que yo misma a leer todo me he cuestionado ¿por qué no explicar bien los acontecimientos como debería? Y bueno espero que no se molesten, les prometo que así será mucho más divertido. Besos

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