Capitulo 16
Las palabras se formaban como un eco dentro de mi mente, no podía escuchar tantos murmullos, que además de hirientes, eran injustos. Cada vez más personas se reunieron, dejándonos a Saúl y a mí abochornados. Como si hubiésemos cometido un delito irremediable, imperdonable.
—Traicionera, zorra.—eran las palabras que más se escuchaban. Las lágrimas brotaron de repente, deslizándose por mis mejillas. Saúl intento protegerme con sus brazos para luego sacar una pistola de impacto. No la había visto, y trémula, no supe cómo actuar. Un primer disparo sonó cuesta arriba, empañando mi campo de visión, en ese momento no supe más de mi, lo último que escuché fue los gritos de personas.
Unas voces hicieron despertarme. Era Saúl e Inés enfrente de mi, con sus rostros preocupados, casi pálidos. Colocaban alcohol sobre mi nariz constantemente hasta que logré restablecerme. Y entonces supe que me había desmayado, lo único que no sabía era por cuanto tiempo.
—Gracias al cielo que despertaste.—susurró Saúl más calmado, con el alivio infundido en sus ojos. Besó mi mano con ternura.
Inés se acercó con un vaso de agua fría y despacio bebí un poco. Estaba adolorida, y el disparo resonaba en mi cabeza una y otra vez. ¿Le llegó a disparar a alguien? La idea me aterraba.
—Saúl, ¿dime que no mataste a nadie?
—No, mi reina, tranquila....—suspiró con ternura.—Solo fue para ahuyentarlos, cosa que funcionó pero el que terminó muy preocupado fui yo cuando te desplomaste en mis brazos, te tomaste un gran susto mi amor, por eso te desmayaste.—desde la cama veía a Inés con los brazos cruzados mientras nos veía a los dos.
—Si, pero no creo que haya sido lo correcto, pusiste haber matado a alguien.—confesó. Sabía que era exactamente lo que diría Inés, también pienso igual, aunque no se lo que hubiese sido de nosotros con esa multitud de personas acribillándonos a malas palabras, o peor aún, apedreándonos.
—Se muy bien mi puntería, solo fue para que se fueran todos, sus intenciones no eran para nada buenas, señora.—le contestó pasivo.—Pero lo importante es que estás bien, mañana temprano vuelvo, espero que comas algo más porque en serio que me estás comenzando a preocupar bastante, eh.—yo volqué los ojos. Saúl parecía no quitársele la cabeza algo tan fácilmente. Inés sonrío asombrada.
—Por primera ves, Señor Cristo, estamos de acuerdo en algo, esta muchachita, debe alimentarse, recibir ayuda. Más ahora que se quedo sin trabajo.— Inés era un poco imprudente cuando se lo proponía, eso era algo que estaba a flor de piel, ¿cómo se atrevió a meter ese asunto frente a Saúl?
Sabía que ella estaba exigiendo algún beneficio: que Saúl me sustente económicamente, pero lo que me asombra es que Inés no sepa que lo último que quiero es ser una mantenida por Saúl.
—Ella sabe que puede contar conmigo para lo que necesite, y en cuanto a tu trabajo tampoco te preocupes por eso, no vas a trabajar. Al menos no por ahora.
—Que bueno que lo tenga bastante claro, señor Cristo.—¿qué?
No sé cuál de los dos me decepciona más si Saúl o Inés. En primera parte era de esperarse, Saúl se creerá dueño de mi vida, de mis acciones y querrá controlar mis pasos. ¿Cómo no lo pude ver antes? Él quiere saber mi situación alimenticia, quiere mantenerme y aparte también quiere que no trabaje. No sé si podré soportarlo.
Veo como los dos intercambian palabras mientras yo me quedo pensando. Inés también apoya la idea de su "ayuda". Y yo por supuesto que no quiero quitarle un centavo de ese dinero sucio, es un dinero sucio, robado, que le pertenece a miles de personas en esta comunidad. Quizás la Señora Inés no lo ve de esa forma por lo que está de su lado.
No quisiera que porque Saúl sea mi novio se sienta en la obligación de ayudarme. Pues me gusta mi independencia.
—Puedes venir cuando quieras, las puertas de esta casa están abierta para ti señor Saúl.—escuche decir de Inés cuando salí de mis pensamientos.
—¿te sientes mejor?
—Si, puedes irte tranquilo.—dije dedicándole una sonrisa forzosa. Beso mi frente e Inés lo acompañó hacia la puerta.
—no me gusta verte triste.—me dijo Luis jugando con el mechón de mi cabello. Cuanto extrañaba a mi hermano, habían sucedido tantas cosas que olvidaba que también él me necesitaba. Así que lo abracé fuerte, Inés nuevamente apareció y mi cara se transformó.
—No me mires así, esa es una buena forma para que esa familia pague lo que nos hizo a todos.—dijo con simpleza, como si esa fuera la mejor solución. Sabía que el barrio estaba adolorido. Fueron muchos momentos de hambruna, muchos momentos dolorosos.
Las mujeres se buscaban la vida de diversas formas. Por ese motivo nadie se quedaba en su casa, la gente salía a buscar los alimentos para dar de comer a su familia. Por eso siempre el bullicio, por eso cada día la delincuencia aumentaba, pues quienes no obtenían los alimentos, salía a buscarlo a cualquier precio. Y no les importaba, que por ende, le quitaran la vida a personas inocentes. El barrio se había vuelto un infierno, un devastador dolor de cabeza. Las personas no tenían un lenguaje adecuado, unos a otros de humillaban, y ya no existía el respeto por la opinión de los demás. El barrio se volvió rencoroso, insano, asqueroso, rebelde. Pues quizás no, las personas se volvieron así, se me había olvidado que son las personas las cuales hacen la comunidad.
—No estoy con Saúl por eso. Si pensaste en esa posibilidad, estás muy equivocada. Sé por lo que el barrio está pasando. Pero me di cuenta que Saúl quiere cambiar y sé que encontrará una forma de liberar esta comunidad.
—Mira hija, Vámonos por parte.—advirtió directa.—No se puede confiar en los hombres. El está así porque es el principio, no te ilusiones mucho, no olvides que tiene sangre Cristo, y esos hombres todos son unos demonios, unos indolentes. Ese hombre no cambiará como tú piensas, solo le doy unos meses para que vuelva a ser el mismo de antes porque cuando hay un capricho nuevo, mijita, vuelven y ¡Saz! Como arte de magia te cambian por otra.
De repente me había quedado sin aliento y una opresión fuerte sentí en el pecho al pensar en la posibilidad de la señora Inés. Pero nunca pensé que Inés terminaría diciéndome cosas como esas. Sus palabras resultaban tendiendo dobles intenciones.
—Solo te abro los ojos, Karen. Hombres así nunca cambian, ¿ en verdad crees que un Cristo puede cambiar? No, no te confíes. Si quieres seguir estando con él, adelante pero solo te lo estoy diciendo para que después no diga que no te lo advertí. Su familia cada día nos roba a gigantes cifras, cada día la fortuna de ellos crecen y con el dinero que nos pertenece. ¿Cómo vas a lograr que Saúl convenza a su padre de que nos lo devuelva? No lo hará. Ese hombre es muy peligroso, puede hasta quitarle todo y dejarlo en la calle.—otras vez las lágrimas se desbordaron. No había remedio, Inés era otra víctima, estaba muy dolida igual que los otros. Yo también estuve dolida, pero yo comencé a ver las cosas de otro modo, presentía que las cosas cambiarían.
—Pienso que las cosas no serán así, algo me dice que debo confiar en Saúl.—sentencie casi ahogándome en mis lágrimas.
Ya no veía la luz brillar en los ojos de Inés. Había cambiado, su actitud no era la misma.
—Bueno, mejor no hablemos sobre eso. A fin de mes viene mi hijo, así que decidimos avanzar los trabajos en la casa, para que así esté lista para eso. Está quedando muy bonita, también sé que pronto se acerca tu cumpleaños.
—Si.—conteste quedamente. Luis estaba mirando la escena algo curioso mientras jugaba con su camión.
—bueno, mejor te dejo para que descanses, vamos Luis, es hora de dormir,dale un beso a tu hermana. —dijo mientras se levantaba y tomaba de su bastón. Luis me dio un beso y se fue junto con ella.
Y como de esperarse esa noche no dormí. Saúl se apareció muy temprano con un plato de frutas. Hablamos muy poco, y el pudo notar que algo había cambiado.
Me destrozo el alma al no contarle la verdad, y que tenía miedo de que todo eso fuese verdad. El me miraba una y otra vez con esa inocencia de que en verdad no sabía nada de lo que me sucedía. Así que anulé la posibilidad de Inés, y trate de enfocarme de que realmente Saúl si cambiaría y que mejoría la vida en el barrio.
Así las cosas podían suceder para nosotros sin haber ninguna culpabilidad, vivir en paz, que se notara las vibraciones de lo que sentíamos, libremente. Los días pasaron pero no podía dejar de pensar en las palabras de Inés.
Los momentos fueron lindos mientras estuvimos juntos, me demostraba con cada mirada, con cada beso, con cada caricia, cuan importante era para él.
El momento había llegado. Mis ansias me ponían sumamente nerviosa, y con la mirada frente al espejo, viéndome con aquel vestido de encaje color perla, me perdía en mis pensamientos sobre cuál sería su reacción al verme.
Escuché el sonido de la bocina de su auto y sin dudar baje las escaleras del departamento a la vez que me despedía de la señora Inés a altas voces. Lo salude algo avergonzada, se quedo observándome sin poder creerlo y se acercó a mí.
—Eres tan hermosa.—me susurró al oído. Los bellos se me erizaron y el ardor de deseo quiso explotar dentro de mi. Saúl y yo llevábamos un mes lleno de felicidad, aunque no faltaron las veces en que las dudas y los temores me aniquilaron.
El me demostraba la seguridad de quererme con sus actos, y yo tan solo me olvidaba de todo. Media hora después llegamos hacia una casa la cual no había visto nunca. Una luz tenue alumbraba desde la terraza, entramos con las luces apagadas. Mis manos sudaban.
—mira esto.—dijo a la ves que prendía todas las luces. Globos y velas rojas fueron los que mis ojos pudieron ver como también, la felicidad en mi pecho.
—Todo está hermoso.—caminé sin poder creerlo, mis ojos ya se cristalizaban y cuando quise avanzar para saber por más el me detuvo.
—No tan rápido, Karina. Esto tiene sus reglas.—me dijo a modo de advertencia. Yo arrugué la frente sin comprender y luego tomó de mi mano y me mostró una carta encima de un florero. Sin vacilar la abrí aunque con un poco de suspenso.
Lo leí en voz alta.—¿Busca la sal? ¿Cómo así?—le pregunte sin entender nada. El se acercó depositando un beso fugaz sobre mis labios.
—Debes buscarla.—No sabía que era lo que tenía planeado, pero con el nerviosismo en cada poro, camine hacia la cocina. La cual era grande, y muy bonita. Cada vez que me adentraba más a la casa veía como más me enmudecía. Había un largo camino lleno de pétalos de rosas rojas por donde supongo que da a las habitaciones. Todo rojo, como la pasión. Todo perfectamente hermoso,no tenía las palabras correctas para definirlo. Nunca nadie había hecho algo semejante por mi.
Una vez en la cocina abrí los gabinetes, y no estaban, luego opte por ir a la nevera y tampoco. Quise desistir pero luego pensé y comencé a buscar dentro del microondas y allí lo encontré. Abrí el envase que contenía otra tarjeta. La abrí con sigilo.
—Busca la pasta de dientes.—dije en voz alta, reí ante eso. Sabía cuál destino acabaría este juego aunque no sabía que era la sorpresa final.
Fui hasta el baño, el cual me resultó un poco difícil encontrarlo, pues la casa era muy grande. Busque la pasta de dientes el cual estaba en el tocador. Detrás contenía un postal que decía "En la galería" Saúl sonrío y me pidió que fuera de prisa.
Al llegar, se hallaba otra carta en una planta, la abrí con los nervios disparados, la garganta seca, y el corazón acelerado.
—¿Qué hay en la habitación?—pregunté nerviosa de que hubiera algo ahí dentro que después acabaría entregándole mi cuerpo. Esa idea me aterraba, pues no estaba preparada para dar ese paso. Y aún era muy pronto.
—No te asustes, no pasará nada, bebé.—yo asentí tragando la poca saliva que me quedaba y fui hasta allí con él a mi espalda.
Había una puerta principal en dirección hacia las habitaciones y gire el manubrio. Quede pasmada, cuando vi todo aquello. Todo prendado en rojo, lujos y velas.
La cama estaba adornada de un hermoso edredón rojo que yacía un corazón enorme en pétalos de rosas. Globos alrededor. Cruce mi mirada lentamente hacia el, sin saber qué decir. Se acercó a mí y solo me dijo que había una última carta, la cual estaba encima de la cama. Con el corazón desbocado lo abrí. Era un anillo con un hermoso diamante pequeño color verde.
Lagrimas de felicidad bajaron por mis mejillas. Él sonrió complacido.
—imagínate con este anillo puesto en tu dedo, se me pareció muy raro ver una mujer sin un anillo... Ni prendas.—antes de que pudiera decir algo el prosiguió.—Karen, mi amor ¿aceptas ser mi novia?
—Pen-se... Pensé que ya lo éramos antes.—dije en un hilo de voz y algo confundida.
—Lo sé, pero quería hacerlo realmente oficial.—yo asentí extendiéndole mi mano y colocó despacio el anillo al dedo, el cual encajó perfectamente.
Por impulso me aventé hacia él y lo abracé fuerte, en sus brazos pude sentir su corazón latir, sus manos dibujaban círculos por mi espalda lo que me puso con la respiración agitada. Estábamos solos, en un cuarto lleno de velas rojas, el día de mi cumpleaños.
Permanecimos entrelazados por varios segundos hasta que me atreví mirarlo a los ojos. Veía la manera de mirarme diferente, como cuando pasaba todas las noches por el barrio y veía a esos asquerosos hombres mirándome seductora mente, pero había una cualidad distinta y es que, en Saúl se veía adorable, excitante. Solo me miraba y miraba una y otra vez a través de mis ojos.
Hasta que en un momento inesperado me besó con hambre voraz. Me sumergí en sus brazos dejándome llevar, con un sinfín de emociones burbujeantes en mi interior. Su lengua entraba en mi boca jugueteando con la mía, mientras me acariciaba la espalda. Luego sentí sus manos desabrochar mi vestido y me estremecí separándome de él con los nervios de punta.
—Saúl, yo...
—Lo sé, Karen me encantas demasiado. Necesito estar contigo así, como lo estamos ahora, a solas, con nuestros cuerpos juntos aunque no hagamos nada. Vale la pena esperar, porque eres única.—asentí nerviosa, acalorada, pues quería estar con Saúl de cualquier forma, y eso no me importaba pero todavía sentía el miedo a flor de piel, temía que después de hacerme el amor, huyera, como me había dicho Inés. Temía de que solo fuese un capricho para él.
—¿Eso quiere decir que no me harás el amor?—dije extrañada.
—No quiero que llegues a malinterpretar las cosas, por primera vez en la vida, deseo ir despacio con una chica, lo cual me asusta un poco porque siempre solía acostarme con mujeres el primer día de conocerla. Tú tienes miedo pero yo también lo tengo, nunca creí poder enamorarme de una mujer, esto es totalmente nuevo para mí.
—¿Estabas con Melanie y a la vez con más mujeres?—pregunté pensativa. El asintió. —¿qué significaba para ti Melanie entonces?
—Melanie a su principio me gustaba bastante, y al inicio tenía pensando tomarla en serio pero a través de que pasaba el tiempo me di cuenta que ella no es solo es más que una charlatana. Es chismosa, presuntuosa, mimada, egocéntrica y muchas cosas más que me desagradaba y al final solo la veía como alguien a la cual le tenía pena.
—No creo que sea pena, ¡te acostaste con ella cientos de veces!—exclamé incrédula, los hombres eran una caja de sorpresas. Se quejaba de ella pero se la comía, ¡Dios mío creo que no podré soportar tantas confesiones!
—Es algo complicado de explicar. Ella siempre me buscaba, yo poca veces lo hacía y como me gustaba... Ya sabes, el sexo, solo estaba con ella por eso.
—¿Cómo puedes acostarte con alguien a quien no quieres?—pregunte más para mí que para él. Saúl si fue todo un perro. Qué vida tan gris llevaba.—No puedo creer algo semejante, pero siempre supe que para ustedes los hombres es más fácil ese tema del sexo, no le importan, solo quieren meter su trozo y listo.—dije molesta. Es como si de repente sintiera que Saúl me había traído a este lugar para hacerme suya.
—No, no, Karen. Tú no entiendes, tú... No comprendes lo que es sentirse vacío, lo que es sentirse sin emoción por la vida, sin un motivo por el cual vivir. Yo no tenía preocupaciones, no sabía que era ganarse dinero con el sudor de mi frente. Por ende no sabía los valores primarios de un ser humano.—dijo sentándose en la cama. Tomaba la misma posición que cuando estuvimos en su departamento y concluí que solo lo hace cuando se sentía perdido.
Trémula me quede observándolo asustada. Si sabía lo que era sentiste perdido y sin vida. Sentirse que la vida no tiene sentido.
—Si se lo que se siente.—me atreví a decirle, con tristeza. El levanto la cabeza y me miró.—también se lo que se siento no sentirse querido por nadie, ni siquiera por tu madre.—frunció el ceño sin entender lo que hablaba,pero no podía parar, era hora de decirle todo. Siempre que me preguntaba acerca de mis familiares verdaderos le esquivaba y cambiaba de tema.—No es fácil vivir día con día sabiendo que tú madre te abandono sin importarle un coño. Tratas de hacerte de hierro con la idea de despertarte y no encontrarla en la cocina haciéndote el desayuno como toda madre... O al menos desearte un feliz día escolar. Entonces si se lo que se siente tener un hueco en el corazón, y ese es el peor de los vacíos, Saúl. Cuando no te queda nadie que nada más ti mismo, sobrevivir como puedas con tu poca edad no es fácil.
Las lágrimas comenzaron a caer. Saúl se levanto de la cama y me abrazó fuertemente. Al cabo de unos segundos se separó de mi.
—¿Por qué no me lo dijiste?—preguntó entumecido y con cierto asombro en su rostro.
—Esa era mi vida, mi cruel realidad, debía asumirlo yo sola.—le contesté, el llevó su mano hasta su boca, pensativo.
—Todo lo que pasa en tu vida hace rato se convirtió en la mía, por ende lo que te pase también me pasa a mi, solo somos un solo cuerpo.—dijo abrazándome nuevamente.
Alrededor de las once de la noche Saúl me dejó en el departamento. Las confesiones nos dejó a ambos abrumados, aunque mientras más la pasamos, más nos entendimos y todo empezó a encajar. Ambos teníamos nuestro lado oscuro, nuestro vacío irremediable.
Al llegar al departamento Inés se encontraba viendo el noticiero. Estaba como siempre cada vez que veía el televisor, con su bastón al lado de su mecedora. A penas entrar puso toda su atención en mi.
—No pensaba dormirme sin que llegaras a casa. ¿Cómo la pasaste, o mejor dicho cómo se comportó Cristo?
—Muy lindo, me preparó una sorpresa con globos, velas rojas. Inexplicable de decir pero todo fue hermoso.
—Ajá ¿y te dio ese anillo?—asentí emocionada. Ella me miró expectante para luego mirar el anillo.
—Se ve caro, aunque no es para menos, te mereces más que eso. Y cuéntame ¿no te ha dicho nada acerca de que definitivamente dejaras de trabajar con ellos? Si es así, tendrán que liquidarte,no.
—Ni le toque el tema, señora Inés.—le dije escogiéndome de hombros.
—Si que eres tonta, debes de sacarle beneficio por todo lo que tuviste que aguantar en esa casa, fueron muchas humillaciones. Debes de reclamar.—no supe qué decir, no crei oportuno hablar de eso con Saúl, aunque sí sabía que esa parte me tocaba.
Inés me tuvo reprochándome por mis actos toda la noche, no me quejaba, solo la escuchaba, al final siempre se tiene que escuchar la otra manera de ver las cosas. Quizás ella tenían razón, pero yo ya no era la misma. Saúl me arrebató todo el temperamento que tenía y solo me dejaba llevar por las bulliciosas sensaciones que él me provocaba, con el solo era una muchacha dócil y enamorada.
Los próximos días pasaron lentos. Ya había sacado mi cédula de mayor lo que quería decir que podía buscarme un empleo decente, por lo menos en un restaurante o en alguna tienda de ropa. No le había contado nada a Saúl sobre eso, estaba tan ocupada en ese asunto que apenas nos vimos.
La situación en su casa se apretó, me había explicado que con la muerte de Don Rafael, los motivos de quedarse ahí disminuyeron, así que decidió mudarse definitivamente en el departamento. Todavía nadie sabe nada de lo nuestro en su familia por lo que me pareció lo correcto, no quería más humillaciones ni más comentarios hirientes.
El vienes por la tarde había recibido una llamada en el teléfono de la casa, era Carla. Quería pasar un tiempo conmigo ya que tenía un tiempo que no la pasábamos juntas. La verdad la extrañe bastante. Hablamos mucho, nos reímos bastante.
Hasta que de camino a su casa me encontré con Melanie. Estaba bien arreglada como siempre, su minifalda como de costumbre suele usar y un maquillaje algo exagerado para mi gusto.
Pasó a nuestro frente mientras en el recorrido que acompañaba a Carla a la esquina ya que era muy peligrosa esa zona. Ya cuando regresé mis pasos hacia camino al departamento me la encontré de nuevo parada en la entrada. Con el semblante fresco y atrevido y supuse que era a mi quien buscaba.
—A ti te esperaba.—termino de confirmar mi suposición.
—Ajá, quiero que sepas que nada de lo que me digas creeré.—le advertí sin rodeos. Ella soltó una risa de ironía lo que en cierta parte me preocupó.
—Todavía no le has dao' el culo, lo sé, solo vengo a decirte que seas inteligente porque en cuanto le dejes probar ese cuerpo flacuchento, dejaras de ser su capricho, ah y otra cosa, con relación al anillo; el también me dio este antes de entregarme a él.—dijo mostrándome su mano con un anillo que tiene cierto parecido al mío, con la única diferencia que el de ella era un diamante trasparente.
En ese momento quería lanzadme sobre ella y darle una bofetada pero me daba la cierta impresión de que tal vez tuviera razón. Saúl solo estaba buscando la forma de tenerme en su cama, como todas la que pasaron en ella. Y eso, eso sí dolía.
Las cosas se están poniendo muy tensas. ¿Cómo cree que Karen reaccionará a esta situación? ¿Se atreverá a romper la relación con Saúl?
Déjenme sus opiniones, gracias a los que siempre están pendientes cuando subo capítulos, por estar apoyando la historia con sus votos y comentarios. Eso me inspira a seguir cada vez más.
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