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Capitulo 12





Lo más doloroso que pude haber visto durante el día fue encontrarme con Saúl besándose con aquella chica. Pensé que esa relación había acabado, pero analizando bien mi suposición las cosas duelen más al saber que siempre he sido una tonta, una ilusa. Él sigue siendo el mismo de siempre, ¿por qué cambiaría?

Ha pasado una semana desde que paseamos por la playa. La cual había sido la primera vez que visitaba el mar y al lado de un hombre al que verdaderamente me gusta. No tener comunicación con él es algo que me está ahogando, no sentir su cercanía. Nunca pensé que sentiría algo por un hombre y menos por él, pero me he dado cuenta de muchas cosas que me ha ayudado a reflexionar.

Carla siempre me decía que en el corazón no se manda, que todos en un determinado momento queremos cosas sin planearlo ni desearlo. Ahora sé el significado de sus palabras las cuales nunca entendía, ni quería entenderlo.


Mi día de trabajo fue tranquilo, al menos por hoy porque mañana se acerca todo un reventón por el cumple años de Don Rafael. Me encuentro caminando las calles de camino a casa hasta que escucho el sonido de un auto. Mi corazón se aceleró de golpe ante la reacción debido a que estaba perdida en mis pensamientos. Veo como la persona baja los cristales ahumados del auto negro, tratándose nada más y nada menos que Saúl. Prosigo sin hacerle caso y sigo mi rumbo sin mirarlo, haciéndole ver lo tan invisible que puede ser para mí.

Hasta que de repente una agua desciende sobre mi cabeza de manera repentina. ¡Está lloviendo! ¡No me había dado cuenta siquiera de que el cielo estaba nublado! Comienza a caer de forma escandalosa, estoy mojada completamente haciendo que mis pantalones se encuentren muy pesados. El sigue con su misión de perseguirme sin decir nada, solo me mira.

—¿Enserio Karina? ¿Prefieres mojarte que pedirme que te lleve a tu casa?—preguntó en altas voces.

—Gran pregunta, Señor Saúl. ¡A pesar de que me ves que ni siquiera te miro tratas de gastar salivas en preguntar semejante idiotez!—exclamé sarcásticamente.

—Por favor, Karina deja de comportarte como niña chiquita y súbete al auto. Te agarrará un resfriado si sigues mojándote.— yo le saco el dedo grande y trató de continuar. Él sigue siguiéndome con su Jeepetta Land Rovers mientras escucho una carcajada proveniente de sus labios.

—¿No tienes otra cosa mejor que hacer, que estar persiguiéndome?

—En serio no hay cosa más mejor que verte empapada de agua.—dijo mientras reía patéticamente.

—Mejor pudiste haberte quedado con Melanie toda la noche. Habértela follado como siempre has estado haciendo esta semana entera, ¿enserio no pudiste callar sus gemidos? Ha estado gritando como chiva loca y lo peor de todo es que no tuvo ninguna consideración, se trataba de una casa de familia, no un Hotel.—le grité furiosa.

—¿Estás celosa?—se hecha a reír. Yo me quedé horrorizada. ¿Celosa yo? ¿Acaso si lo estoy? Eso qué importa ahora mismo, lo que realmente importa es lo imbecil y poco hombre que es.

—Ya eso quisieras tú.—le contesté llevando los ojos en blancos, aunque  dudo de que me vea debido a la lluvia.

—Admite que lo estás, si lo admites te dejaré en paz.

—No estoy celosa, ¿acaso quien te crees? ¿Qué eres el único hombre en el planeta?

—Tu lo que quieres es que no me vaya por eso no lo admites.—refuta con cara de diversión. Lo observo por segunda vez aunque restándole importancia a su atractivo físico. Lleva una polera gris y el cabello alborotado con unas cuantas gotas de lluvias en él, viéndose más apetecible que nunca.

Ahora refiriéndose a lo dicho, es cierto, no quiero que se vaya. Seré la mujer más idiota del planeta y a pesar de lo que me hizo todavía sigo queriendo que permanezca a mi lado a pesar de todo. Pero es algo que nunca le voy a perdonar, ha tocado una parte de mí que nunca debió de tocar. Podrá quedarse junto a mí, persiguiéndome a toda costa, pero no lo perdonaré, creo que se pasó de la raya aquella noche en decirme tantas cosas.

He durado cinco minutos caminando bajo la lluvia con unos de mis jefes persiguiéndome. Comienzo a tener mucho frío y por primera vez se me zafa un estornudo. El pantalón cada vez se encuentra más pesado, y mis cabellos impiden mi visión cuando trata de meterse entre mis ojos.

—Te dará un resfriado, Karina. Y lo que menos quiero es que mañana faltes a tu trabajo por una simple gripa. ¡O te subo o te subes! ¿Cuál de las dos prefieres?—escucho decir.

—¿Hasta cuando no me dejaras en paz? ¿Qué es lo que quieres?

—Que te subas al auto.

—me refiero a lo de perseguirme, tratar de buscar una manera de hablarme.

—Ok, ya me cansé de tus jueguitos.—Saúl se desmontó del auto dirigiéndose a mi. Yo entro en pánico cuando me sube a sus hombros. Trató de patalear pero es inútil, mi ropa está muy pesada. Así que grité, pero note que eso es lo que menos le importa, así que callé mi bocota.

Saúl abrió la puerta de los asientos de atrás y de manera brusca entró mi cuerpo en ellos. Resoplé indignada mirándome hacia el espejo. Estaba súper roja, mi cara era totalmente pálida. Por los vidrios me quedo mirando los movimientos de Saúl cuando entra al auto y lo pone en marcha. Está empapado también del agua y una risita se me escapó sin poder evitarlo.

—¿De qué te ríes?—pregunto mientras posaba su mirada en la mía por el espejo delantero.

—De lo que no te importa.—respondí con simpleza.

—Te preguntarás el por qué te metí aya atrás, es para que no se te ocurra ponerme un dedo encima o intentar atacarme.—yo reí como loca. ¿Tiene miedo de mi, habla enserio?

—Tú, tenerme miedo a mí. Pero que novedad, Señor Saúl.

—Miedo a ti, Karina estás muy flacucha como para tenerte miedo. Solo no quiero que me provoques con tus arranques de histeria.

—podrías aumentar la velocidad. Quiero llegar a casa ya.—enserio que iba más lento que una tortuga. Solo quiero olvidarme de este día y la única solución será la cama. Aunque duda que pueda hacerlo.

No hablamos más hasta que llegamos al departamento de Inés. Me bajé del auto a toda prisa sin mirarlo ni darle las gracias. Hasta que sentí un jalón en mi brazo derecho.

—Espera.

—Que quieres.—susurré despacio. Cuando lo mire hacia los ojos esa sensación se instaló en mi cuerpo. Era algo que no lograba controlar por más que quisiera, solo parece cuando él se lo propone. Cuando me mira de esa manera que solo él puede hacerlo. Entonces como la luz de una lámpara mágica todo los recuerdos volvieron a mi mente y me aparté de él.

—Buenas noches señor Saúl.

—Karina, tenemos que hablar sobre lo que pasó.—me dijo. Iba a decirle algo pero en ese momento apareció la voz de Inés a nuestro frente. Estaba justo en la entrada del departamento.

—Señor Saúl. Se le agradece que La Haya traído a casa pero Karen no tiene nada que hablar con usted, si no es mucha molestia lo que le voy a decir pero quiero que se vaya.—dijo Inés con voz estruendosa y firme. Nunca creí capaz de que la señora Inés le hablara así a una persona. Mis piernas se inmovilizaron y mi garganta se secó. La lluvia había parado pero sentía la humedad en mi piel y gotas caer de mi ropa mojada. Verlo también así, hizo que mi corazón sintiera pena. Parecía arrepentido. Que quería pedir una disculpa y que sería sincero conmigo de una buena vez.

—Disculpe Señora. Usted tiene toda la razón. Pasen buenas noches.—y sin más se fue avergonzado, perplejo, con un millón de características en su semblante.






El resto de la noche no pude dormir y como lo esperaba: me agarróla gripa que tanto me mencionó Saúl. Inés me hizo un té con mucho cariño y después de aquello pude conciliar el sueño por un buen rato. A penas me desperté y me encuentro desubicada, no encuentro que hacer.

Mi mente se ha volcado como un remolino de tantos pensamientos e informaciones. Miro a Luis quién está viendo su muñequitos favoritos en la tele mientras me sacudía la nariz por enésima vez. No es que sea de piel blanca pero mi nariz está roja a pesar de eso.

Pero lo único que me preocupa es no haber podido ir a la casa de Los Cristo a trabajar. A cuidar de ese viejo terco al cual añoro. Añoro todas sus ocurrencias, su terquedad y su frialdad. Sé que a pesar de las apariencias en el fondo Don Rafael es un hombre con buenos sentimientos.

¡Puf! Me había olvidado completamente de sus cumpleaños. No podré asistir a su fiesta. No podré acompañarlo y verlo sonreír, aunque dudo de que ría ya que nunca lo hacía. Inés se me acerca dejando su bastón a un lado y se queda mirándome.

—¿En qué tanto piensas?

—Hoy es el cumpleaños de Don Rafael.—le anuncié entristecida. Ella asintió comprendiendo.

—Y ni se te ocurra irte para aya en el estado que estás. Pero veo que a pesar de todo te has encariñado con esa familia.—dijo preocupada.

—Me he dado cuenta de muchas cosas al trabajar en esa casa.—dije razonando en mi mente. Ella me mira extrañada, como si había escuchado algo que nunca diría yo. Cosa que está en lo cierto pero que si lo es. Aveces juzgamos a personas sin saber las razones a profundidad de sus actos.

—A pesar de que Los Cristo nos robe, es una familia muy unida. Todos se preocupan entre ellos. Al principio pensé que la señora Leonilda no quería a su padre ya que siempre lo dejaba muy solo. Pero ahora comprendo que a pesar de estar muy ocupada se preocupa por su padre y de su salud. Siempre está al día de sus medicamentos, de lo que necesita. Siempre de cada cita con el doctor. Lo que pasa es que es un viejo rebelde, no se deja dominar. Aveces quisiera que por lo menos Helena fuera así. Su cariño quizás no importara pero que por lo menos se preocupara por nosotros, por lo que podamos pasar. Pero ahí está ella, de egoísta, quien sabrá dónde sin saber nada de nosotros y sin saber qué sería, simplemente nos abandonó a nuestra suerte.—unas cuantas lagrimas cayeron de mis mejillas. Hace un tiempo que necesitaba desahogarme.

Inés me abrazó y agarro de mi pelo delicadamente hasta que tocaron el timbre. Al abrirla nunca pensé que Saúl se atreviera a venir después de lo acontecido de anoche.




Hola a todos. Aquí un capítulo muy corto pero con un buen contenido. Espero que sea de su agrado. Debido a la tardanza los recompensare con otro capítulo extra muy muy pronto. Los quiero.

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