∆Capítulo Dieciocho∆
Me desperté sobresaltada; con las mejillas llenas de lágrimas, el sudor recorriendo mi espina dorsal, los latidos desbocados de mi corazón. Subí la mano hacía mi pecho y la deje ahí, sintiendo como poco a poco los latidos disminuían y mi pecho dejaba de agitarse.
Pasé ambas manos por mi rostro, secando cualquier lágrima fría y descanse los dedos en mi cabello, respirando varias veces para que las lágrimas no volvieran a aparecer.
¡Huye!
¡Están en peligro!
Las palabras se repetían una y otra vez en mi mente. Como dagas enviadas directamente hacía mi cerebro, una tras otra.
Suspire y me recosté de nuevo en la cama cerrando con fuerza mis ojos. Las imágenes volvían a aparecer, imposibles de ser borradas.
Sangre. Frío. Mamá. Papá.
Sangre. Frío. Mamá. Papá.
Sangre. Frío. Mamá. Papá.
Repetí como si de un trance se tratara.
La vida es una completa prueba extremadamente difícil de poder superar; con altas, bajas, tropiezos, caídas, desgastes, lágrimas, dolor, risas, alegría, amor, un sin fin de emociones arremolinadas en un pequeño frasco que suele ser destapado cuando algo que no esperabas logra azotar y estremecer tus muros. En algunos momentos quieres rendirte, tirar la toalla, dejar de sufrir, porque la prueba que tienes al frente es tan grande que sientes que es imposible de superar; con circunstancias adversas que logran robar tu fe o esperanza, quitarte el ánimo y arrebatarte la felicidad. La vida no es fácil, nada en este mundo lo es; pero siempre habrá un pequeño rincón en tu interior que aún no ha sido tocado, un rincón donde la oscuridad no ha llegado, donde el dolor y el sufrimiento no han podido penetrar, es un espacio muy reducido pero que existe latente muy en lo profundo de nuestro ser. Y es ese pequeño lugar que sigue manteniéndonos firmes, con ganas de seguir luchando; aún cuando el mundo entero se nos viene encima, aún cuando parece que no hay salida. Ese pequeño rincón de luz y esperanza es lo que nos hace nunca perder la fe y lo que hace que intentemos buscarle el sentido a nuestras vidas. Ese que no sabíamos que habíamos perdido años atrás.
No se exactamente por qué razón estoy viendo la vida de otra manera, no se que ha sucedido las últimas semanas para que todo dentro de mi diera un giro de 180°, cambiando mi forma de pensar, de actuar y de sentir; como si la Lex asustada y temerosa estuviese reuniendo las fuerzas, el coraje y el valor que necesitaba desde hace años para poder afrontar perfectamente sus problemas y conflictos internos.
No negaré que sigo sintiendo miedo, angustia, desesperación y muchos sentimientos más oscuros dentro de mi, no negaré que sigo desconfiando, que sigo batallando con mi mente y mi cuerpo, pero ahora todo es como más fácil de sobrellevar, como si una carga pesada fuese quitada de mis hombros y ahora puedo respirar y caminar con más libertad; todavía siguen los demonios del pasado que me atormentan, todavía existen cosas que se han vuelto insuperables, pero más que nunca siento que son cosas que puedo lograr superar, con ayuda de las personas que están a mi alrededor, esas que han hecho de todo por verme feliz, es hora que intente tomar las riendas de mi vida y controle de una vez por todas mi pasado para poder seguir mi presente y afrontar mi futuro.
Estoy en peligro, Lea lo esta, quizás todos lo estemos, pero ya no puedo seguir ocultándome tras el miedo porque eso no me ha llevado a ninguna parte. El asesino está jugando conmigo y no dejaré que lo siga haciendo o todo empeorará, necesito buscar la manera de encontrarle un parado a todo este asunto y hacerle frente a esa persona que sigue haciendo que mi pasado no deje de atormentarme.
Necesito encontrar al asesino. Tengo que buscar una manera de hacerlo sin que él se entere. No puedo dejar que él se nos acerque más de lo que lo ha hecho hasta ahora y Lea resulte terriblemente herida.
Mis padres no están para protegernos, pero ahora estoy yo para al menos protegerla a ella. No permitiré que nadie más pierda la vida. No podría simplemente soportar que alguien importante para mi pagara las consecuencias.
Respiré hondo y me levanté de la cama decidida, sin dejar que el miedo y la vulnerabilidad tomaran control de mi cuerpo.
Dejé de pensar tanto solo cuando nuevas imágenes de la pesadilla de anoche volvieron a embargar mi cerebro.
Podía sentir claramente la sangre espesa cubriendo mi cuerpo, la brisa entrando por mi ventana, los gritos de mamá y papá y la oscuridad cegadora que llegó al final.
Era una imagen vívida del recuerdo de anoche.
Me preparé con rapidez para intentar empezar mi día de la mejor manera posible. Muchas cosas surgían en mi mente pero lo único que realmente quería era poder disfrutar de todo un día lleno de juegos que me permitirían desconectar por unas cuantas horas mi cerebro de mi cuerpo; que era lo que más quería en este momento, que mi cerebro descansara por un segundo de tanto trabajo porque ni siquiera dormida debaja de mover los engranajes que a veces chisporroteaban o echaban humo por todo el esfuerzo que hacian.
Bajé a la sala y preparé desayuno para todas al comprobar que Lea y mi tía aún seguían sin bajar de sus habitaciones.
Preparé unos sándwich y los omelet que mi tía tanto amaba, exprimí unas naranjas y preparé incluso jugo.
Un buen desayuno no seria realmente un buen desayuno sin un delicioso jugo frutal preparado especialmente en casa.
Cuando todo estaba casi listo vi que amabas mujeres entraban a la cocina con unas grandes sonrisas plasmadas en sus rostros.
—Alguien despertó de un buen humor. —aludió Lea sentándose en un taburete frente a mí.
—¿Tuviste buena noche, cariño?
Si supieran en realidad la pésima y fatídica noche que pasé no estuviesen preguntando ni realizando uno de sus comentarios.
Como pude sonreí y fingí que todo estaba perfecto, ese era mi plan, la idea de todo; intentar no pensar en la pesadilla ni las notas que había encontrado con anterioridad, solo seguir el día como si nada, ignorando completamente lo que me sucedió o lo que soñé, porque efectivamente no quería asustar a ninguna de las dos ni preocuparlas más de lo necesario. En algún momento tienen que saber la verdad, pero por ahora no les diré absolutamente nada.
Serví el desayuno y todas nos sentamos en el mesón de la cocina. Amaba estos momentos en que las tres podíamos estar juntas sin ninguna interrupción.
—Entonces... —comenzó mi tía luego de pinchar el omelet y llevarlo a su boca. La miré entrecerrando mis ojos. Iba a soltar una de sus preguntas, no lo dudaba.
—Entonces, ¿qué? —inquirí cuando ella decidió callar.
—¿Cómo te fue anoche en la fiesta?
Sí, esa pregunta no podía faltar.
Todos a mi alrededor eran unos completos curiosos.
»Lea me dijo que Ian te trajo a casa. —continuó como si no supiera nada.
—Tía, sé que estuviste espiándonos desde la ventana de tu habitación. No tienes porque fingir.
Ella resultaba ser un poco más discreta que muchas madres hoy en día, porque efectivamente no es de las que espían desde la sala sino que gracias a que su habitación da a la calle puede hacerlo desde ahí, así Lea y yo no pasamos tanta vergüenza por su arrebato de curiosidad.
—Bueno, cariño. Tengo que cuidar la integridad de mis princesas.
Y matar la curiosidad también. Estuve a punto de decirle.
—Tú lo que eres es una chismosa, Alexa. —la acusó Lea riendo.
Mi tía colocó una mano en su pecho y abrió su boca en una increíble “o” como si estuviera sorprendida.
—¡Cariño! —chilló, indignada— ¿Cómo dices eso? ¿A caso tu tía es una chismosa de primera? Mejor no respondan esas preguntas.
Lea y yo soltamos una carcajada a la que mi tía se une segundos después. Esa mujer es completamente loca pero así la amamos.
—¿Cómo decir que el chisme ha sido parte de esta familia de generación en generación sin que suene realmente “feo”?
—Cariño, lo acabas de hacer y no fue para nada “lindo”
Reímos y seguimos disfrutando de nuestro desayuno. Hoy el día prometía ser largo y agotador, necesitaba reunir fuerzas para poder soportar todo sin hacer uno de mis escándalos.
La Lex odiosa necesita ocultarse hasta que los juegos terminen.
•••
—Que no. —repetí por quinta vez.
—¡Anda, hermanita! Hazlo por mi. —Lea hizo pucheros mientras movía sus pestañas para enfatizar su carita de niña buena.
—¡Lo siento, Lea! Pero la respuesta sigue siendo no.
Ella lanzó un bufido exasperada y caminó delante de mi, demostrando que estaba enojada por mi respuesta.
Hoy eran los juegos recreativos y ella quería que yo formaba parte de los equipos a lo que me negué rotundamente, sin derecho a replica, simplemente no iba a hacerlo, no iba a ceder por más que ella quisiera. Tenía de sobra con tener que ser guía y forma parte de esa manera como para también agregarle el hecho de que iba a participar en un juego, así sea algo mínimo.
Los juegos de hoy habían sido preparados con la finalidad de promover “la unión entre las escuelas”. Ya que habían algunas competencias que se necesitaban varios estudiantes de las diversas escuelas para formar un equipo, y solo para decir que no todo lo que se hace en estos juegos es pura competencia y rivalidad, aunque eso es obvio por más que quieran taparlo usando otros métodos.
Caminé detrás de ella sin querer presionarla, su enfado se iría en cualquier segundo pero para eso debía darle su espacio, siempre era así.
Necesitaba buscar el itinerario de las competencias junto a otras hojas que dejaba en mi casillero para así no poder olvidarlo y dejarlo en mi casa.
Lea siguió por entre el jardín hacía las canchas donde se harían los juegos y yo giré hacía la derecha en dirección contraria. Ella se dio cuenta de mi desvío pero siguió caminando sin importarle ahora si la seguía o no.
¡Ash! Necesito paciencia también con ella.
Llegué a la entrada de la universidad y vislumbre una figura alta parada en medio de la puerta. Sonreí cuando supe quién era. Se estaba convirtiendo algo rutinario y normal que lo consiguiera ahora en todos lados.
—¡Lex Baker! —expresó con evidente alegría mientas extendía sus manos hacia el frente, justo hacia mi.
—¡Iker Wells!
Subí las escaleras y me detuve frente a él, detallando el simple jersey y mono oscuro del uniforme de su escuela, el conjunto resaltaba mucho más sus ojos color miel.
—¿Todo bien? —preguntó extendiendo su sonrisa para que esos hoyuelos tan perfectos aparecieran. Él sabía que ahora toda mi atención se centraba en ellos.
—Todo bien. —respondí— ¿Vas a los juegos? —pregunté nuevamente viendo su uniforme. Quizás iba a participar en las actividades de hoy.
—Sí, pero solo seré espectador. Necesito reunir toda la energía posible para el juego de esta noche.
Había olvidado otra vez que él participaría en el equipo de fútbol de su escuela. Si ganaban ellos iban a la final contra Billbord.
—Entonces desde ya te deseo buena suerte. —no creía exactamente en la suerte pero no estaba de más ser cordial con él.
Sus cejas se fruncieron, él metió sus manos en los bolsillos de su mono deportivo y me miró con una sonrisa ladeada.
—No se si aceptar o no tu buena suerte. —ahora soy yo quién arruga su frente totalmente confundida— Si ganamos hoy el partido iremos contra tu escuela mañana y no creo que tú especialmente quieras eso.
Me encogi de hombros para darle a entender que eso no me importaba.
—Creí que sabías que no soy la clase de chica que ama las rivalidades. —confesé, sonriendo. Recordando las palabras que me dijo anoche— Además si estoy aquí presente en los juegos no ha sido por voluntad propia sino todo lo contrario.
El se rió con ganas, encontrando divertida la situación. Cosa que no entendí.
—Definitivamente me agradas. —negué. Ahora era la más agradable a las personas— Así que ¿Por qué la señorita Lex Baker no quiso participar en los juegos que tuvieron que recurrir a la obligación?
Toda una larga historia, señorito.
—Creo que es un cuento muy largo.
—Tengo tiempo. —dijo sonriendo— Al menos que tú estés muy ocupada o tengas mucho apuro.
Quería decir que sí, que tenía infinidades de cosas por hacer. Que necesitaba apresurarme porque esperaban por mí pero todo sería una completa mentira, por lo que solo dije:
—No, por los momentos estoy desocupada.
—¡Bien! —Iker sacó sus manos del bolsillo de su mono subiéndolo un poco para así poder sentarse con facilidad en toda la entrada— ¡Vamos! Dices que es un cuento muy largo así que debemos ponernos cómodos.
Reí sin poder creermelo. Este chico tenía un no se qué que me hacía confiar, se sentía extraño pero a la vez también lo sentía normal, como algo que siempre hacía, quizás su carisma y su actitud relajada era lo que hacía que bajara la guardia delante de él y eso me estaba aterrando un poco, si seguía así podía suceder algo realmente horrible en mi vida.
Me senté a su lado, estirando la pierna por entre los escalones y coloqué mis manos en mi regazo.
—Creo que pudiste darte cuenta de que no soy una chica muy amigable o que simplemente le encanta ser muy sociable con las personas. —mordí mi labio ligeramente y de reojo pude ver como él asentía, totalmente atento a cada cosa que decía— Pues resulta que así he sido la mayor parte de mi vida y digamos que un profesor decidió que esta era la oportunidad para yo abrirme un poco más con las personas. —suspiré, encogiéndome de hombros mientras fijaba toda mi atención en él, esperando que dijera algo.
—¡Vaya! —Iker descansó sus codos en sus rodillas sin dejar de mirarme con atención— Creí que tu historia sería más larga. —bromeó y no pude evitar reírme.
Realmente este chico me estaba agradando y no entendía muy bien por qué.
—Eres un tonto. —volví a reír, sus hoyuelos aparecieron cuando me regaló una sonrisa extensa, mostrando sus perfectos y delineados dientes.
—¡Oye! ¡Gracias! Nadie me había dicho de esa manera. —presionó una mano en su pecho dramáticamente mientras que con la otra presionaba sus ojos para evitar que sus lágrimas falsas salieran.
—¡Ya! ¡Ya! —dije riendo— Entiendo que te gusta ser un bromista total.
Iker dejó su tonto drama y se giró para quedar completamente frente a mi, estaba vez con el rostro serio, todo rastro de diversión desapareció.
—Siendo sincero se que hay muchas cosas que ocultas, pero no soy quién para obligarte a contarmelas ya que prácticamente soy un completo extraño. Por eso agradezco que al menos te hayas abierto un poco con la pequeña pero importante confesión que hiciste. —su rostro seguía impasible. Extremadamente serio, dándome a entender que sus palabras eran en verdad.
Me encogi de hombros intentando restarle importancia a lo que dijo, intentando quitarle peso a sus palabras, como si para mi no hubiesen significado algo ni creado algo en mi interior incapaz de ser borrado.
—Y... ¿qué hay de ti, Iker Wells? —digo como si nada, queriendo cambiar el rumbo de la conversación— ¿Cómo llegaste a participar en los juegos por cuenta propia?
Él sonrió, supe que había captado las ganas que tuve de querer cambiar de tema, ya no quería ser el centro de atención y ahora intentaba que él lo fuera.
—Desde que era niño me había vuelto un fanático a los deportes, el fútbol principalmente, era mi pasión. —comenzó a hablar. Le agradecí internamente por aceptar sin ningún reproche el nuevo cambio de conversación— Comencé a practicar en un equipo para niños, y a medida que fui creciendo me fui volviendo más experto, cuando entré a la secundaria pasé a formar parte de su equipo, gracias a eso obtuve luego una beca para la universidad. Y ahora aquí estoy, debo mantener esa beca intacta, sin ningún problema, así que formar parte de estos juegos me ayuda en eso. —confesó expulsando el aire ahora que había acabado de realtarme parte de su vida.
—¡Guao! —me asombre de verdad por sus palabras, era extraño sentir que ahora lo conocía un poco más por una simple y pequeña confesión.— Gracias por también abrirte un poco hacía mi.
Él sonrió de medio lado haciendo que un solo hoyuelo apareciera.
—Creo que estamos a mano. —sonreí asintiendo, estando de acuerdo con él— ¿Supongo que ahora si somos amigos?. —preguntó, con mucha duda.
Yo sonreí— Creí que ya lo eramos. —admití con mi sonrisa intacta.
El asintió varias veces sin poder creerse aún mis palabras. Su rostro brilló como el rostro de un niño cuando le obsequian el regalo que siempre quiso. Su rostro solo demostraba lo satisfecho que estaba por mi respuesta.
—Entonces... ¿amigos? —extendió su mano y me quedé observando antes de tomarla gustosa.
—Amigos. —sonreí complacida cuando nuestras manos se estrecharon.
•••
Era alrededor de las cinco y los juegos terminaron hace tan solo unos veinte minutos, todos están corriendo ajetreadamente de un lado a otro porque en una hora sería el partido entre los dos equipos de fútbol restante y estaban finalizando los últimos retoques para que las cosas estuvieran listas a la hora del partido.
Otra razón por la que no me gustan los juegos. Se extiende una competencia y todo se vuelve de nuevo un caos y ahora todos gritaban órdenes mientras los chicos que iban a jugar se estaban preparando en los vestidores.
Corrí hacía la universidad a buscar el cronómetro que el entrenador de natación me había dado para que lo tuviera si en algún momento lo necesitaban y ahora lo necesitan. Lo único bueno es que al igual que el itinerario, guardé el cronómetro en mi casillero porque a veces puedo ser muy despistada y logro olvidar donde dejo las cosas, ahora mi loquer se ha vuelto mi pequeña caja fuerte, el lugar donde guardo todo lo que necesito.
Coloco la contraseña y abro rápidamente el candado, tomo lo que vine a buscar y cuando estuve a punto de cerrar noté una hoja extensa a lo largo de la parte superior de mi loquer, cerca de los libros. La tomé con cuidado y las letras escritas en cursiva y muy grandes se ampliaron ante mis ojos cuando leí lo que decía.
¡No, no, no! ¡Otra vez no! ¡Por favor!
Esto debe ser una pesadilla. Una vil y cruel pesadilla. Alguien debía estar jugando con mis nervios y mis emociones. No podía creer que en menos de una semana obtuviera otra nota más del asesino, él no podría ser o ¿sí?
¡Dios! Esto no puede estar pasandome nuevamente. No a mi.
¡No!
¡No!
¡No!
¡Vamos, Lex!
¡Despierta!
Tienes que hacerlo.
Me pellizque el brazo y chillé por el dolor pero aún así todo seguía siendo igual. Nada había cambiado, yo no había despertado y lo peor de todo, la nota seguía en mis manos.
¿Crees que todo acabó?
Solo dejame decirte que estoy más cerca de lo que en realidad crees.
El juego apenas comienza, Lexi Baker.
Mis manos temblaron al volver a leer mi nombre. Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, las lágrimas ya se estaban agrupando en mis ojos, mi respiración comenzó a agitarse de pronto, haciéndome imposible poder respirar. Cerré mi casillero y me apoye contra el para intentar regular mi respiración; inhale por la nariz y exhale por la boca, repetí esos ejercicios varios segundos más hasta que sentí mi pulso volver a la normalidad.
¿Por qué? ¿Por qué a mi?
Esto debe ser solo una broma.
¡Es imposible! El asesino no se tomaría tantas molestias, o en realidad si lo haría, yo estaba en peligro aquí sola. Necesitaba encontrar a los chicos. Necesitaba compañía.
Jamás creí que iba a necesitar tanto tener a alguien en mi lado, nunca imaginé odiar mi soledad. Pero en estos momentos le sería más fácil al asesino mi captura cuando estoy en pleno pasillo de una universidad completamente sola, sin un solo estudiante a mi alrededor.
Como pude reuní las fuerzas que necesitaba y corrí hacía la salida, corrí como si mi vida se dependiera en mi huida. Podía sentir al asesino correr detrás de mi como en mis pesadillas, podía escuchar el ruido que hacían sus botas contra el suelo, podía sentir su respiración cerca de mi piel, su mirada siniestra y perturbadora, y esa sonrisa perversa en su rostro. Era como si estuviese viviendo un deja vu en mi mente. Mi cuerpo estaba comenzando a jugar con mis nervios de la peor manera posible, haciéndome sentir cada vez más asustada, en peligro y perseguida. Una sensación amarga se instaló en mi pecho.
Estaba siendo perseguida. Desde hace mucho tiempo había sido así y yo no quise procesarlo, no quise entenderlo ni afrontarlo y ahora era tarde. El asesino podía estar esperándome en cada lugar en el que estuviera, él tenía puesto efectivamente un ojo tras de mi, nunca me había dejado de seguir, él seguía cada una de mis pisadas, estaba detrás de mi sombra; podía incluso haber estado cerca de él sin haberme dado cuenta, lo pude tener a pocos pasos de distancia, esperando poder atacarme y yo simplemente había bajado toda mi guardia. Estaba completa y absosultamente vulnerable delante de él, estaba expuesta, como bandeja de plata en sus manos.
Llegué a la entrada y bajé rápidamente los escalones, allí miré hacía todos lados, girando mi cuerpo en busca de los chicos, de alguien conocido, sentía que en cualquier momento podía estar sufriendo un nuevo ataque y no estaría preparada para detenerlo. Mi cuerpo se estaba desgastando física y emocionalmente como para poder afrontar cualquier cosa que se me presentara. Estaba agotada, cansada y vulnerable, el estado perfecto para que el asesino viniera por mí y me llevara.
Eso era lo que el quería.
Me quería a mi. Por una extraña razón me quería era a mi y no a mi hermana. Solo a mi. Y si era así estaba dispuesta a aceptarlo con tal de que él se olvidara completamente de Lea. No quería que ella sufriera, no lo soportaría.
Los árboles y el inmenso césped se extendía frente a mi, amplio y muy imponente. Alrededor habían pocas personas esparcidas; algunos se habían ido a descansar y los otros solo se estaban preparando para el partido de esta noche.
Corrí hacía la derecha, camino a las canchas, presentía que los chicos podían estar ahí esperándome aún. Intentando decidir si quedarse a ver el partido o irse a descansar ya que mañana era la tan esperada final.
Crucé la esquina de la universidad y fue cuando mis pies se detuvieron de bruces, casi caí por el impacto tan rápido en que mis piernas dejaron de moverse pero me equilibre y pude mantenerme en pie.
Mis ojos vagaron frente a mí, a la distancia de más de cinco de metros. Recorriendo todo sin poder dejar de observar.
Los escalofríos volvieron, esta vez más violentos, como ayer en la fiesta cuando sentí que alguien me observaba desde lo oculto, sentí la sangre dejar de fluir constantemente por mi cuerpo, mi corazón comenzó a bombear más rápido intentando enviar esa sangre que se estaba deteniendo, el frío se apoderó de mi, mis manos se volvieron heladas, carente de sangre y calidez, mi cuerpo entero se estaba congelando como en un estado de shock total. No había experimentado una sensación tan drástica y horrible como la de ahora desde hace más de trece años. Y ahora todo volvió.
Observé con detalle a la persona de pie frente a mi, a unos cuantos pasos de distancia. Su piel oscura, cubierta por ropa completamente negra, sus ojos podía sentirlos perforándome aún cuando estaban detrás de unas gafas negras, una gorra cubría parte de su cabello, pero lo que más me aterró fue darme cuenta que forma hacían las líneas negras dibujadas en el lado derecho de su cuello.
El giró lentamente su rostro para mostrarme el tatuaje que adornaba parte de su cuello para luego volver a mirar hacía el frente completamente satisfecho de ver el miedo que me estaba embargando.
Levantó una de sus manos, completamente enguantadas y presionó su dedo índice en su boca, invitándome a guardar silencio antes de sonreír de esa manera perversa que solo él podía y alejarse de mí hacía los continúo jardines que tenía tras de sí.
Me quedé estática en mi lugar, observando como se alejaba poco a poco de mi y se perdía entre los árboles y las personas.
No pude gritar, no pude correr. Solo me quedé observando, sin poder mover un solo musculo de mi cuerpo.
Él había venido por mi y aún así desperdició la oportunidad de llevarme.
Él seguía vigilandome y yo no podía hacer nada.
Mi cuerpo comenzó a moverse, sentí mis piernas golpear contra el césped cuando simplemente corrí hacía las canchas, dirección contraria en la que él se había ido.
Las lágrimas comenzaron a brotar sin piedad cuando comprendí y caí en la cuenta de todo.
Había visto al hombre con tatuaje de escorpión en su cuello.
Había visto al asesino de mis padres y ni siquiera pude hacer nada.
Ya no había duda de que estaba en peligro y lo peor de todo era que no sabía cuál sería su siguiente movimiento. Todos estábamos en riesgo mientras él seguía por ahí, haciendo y deshaciendo.
Comprender eso fue como sentir un balde de agua fría cayendo encima de mi.
Ahora lo comprendía todo.
Sangre. Peligro. Huir.
•••
¡AAAHHH!
LO VIO, GENTE. LO VIOOOO
*Insertar gritos de fan loca*
¡Ay Deos!
Esto se está descontrolando.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro