Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9. El peso de una guerra

Mar

El frío recorre mi cuerpo con una ráfaga de dolor, pero aún con las heladas aguas que me envuelven como un manto cruel, el hambre que me carcome por dentro y los raspones aún sangrantes que se extienden sobre mi piel, la herida que más me lastima es el dolor de la traición de la persona que alguna vez amé, o que más bien, sigo amando. Porque el amor no es algo que desaparezca tan fácil como dar vuelta a la página de un libro o como arrancar a una flor de la hierba. El amor son las espinas que se posan en el tallo de una rosa, y que cuando intentas arrancarlas, te lastiman al punto de hacerte sangrar. El amor lastima, duele y también mata. Y cuando nos decepciona, somos reacios a aceptarlo aún si las pruebas indudables de su traición se plantan frente a ti.

Suelto una risa ahogada al darme cuenta de que mis propios pensamientos están llenos de referencias al mundo de la superficie, al mundo de Blake. Es como si hubiera olvidado lo que soy y de donde vengo solo para poder encajar en un reino al que nunca voy a pertenecer. A estas alturas, Makena seguramente está muerta, no sin antes ser exhibida y humillada ante un millar de humanos que nos ven como monstruos y que anhelan nuestra destrucción aún sin habernos conocido.

Y yo solo estoy aquí, lamentándome en una celda a tanta profundidad del océano que la oscuridad reina y el frío congela. Éste es el límite. El punto más profundo en el que criaturas como nosotros podemos sobrevivir. Unos metros más abajo y la presión del mar sobre mí sería suficiente para hacer que todo en mi interior estalle. Las profundidades más recónditas del océano están reservadas para criaturas más feroces, como krakens y dragones de mar, seres con pieles tan resistente que la presión del agua no podría ser capaz de causarles ni un solo rasguño. Pero, para bien o para mal, ese no es mi caso.

En cuánto caí al agua y empecé a hundirme, un grupo de tritones, guerreros leales del rey del océano, me capturaron y me arrojaron a mi prisión. Todo fue tan rápido que parecía que ellos estaban esperando mi caída, listos para atraparme en el momento que tocara el agua. Fue como si supieran de mi traición y de las consecuencias que eso traería consigo.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces. Los únicos indicios que tengo de que el tiempo no se ha congelado, son los sonidos de otras criaturas marinas siendo aprisionadas. Gritos y lamentos que no puedo distinguir del todo hacen eco en las paredes de piedra, enviando escalofríos a través de toda mi columna. Con toda la oscuridad envolviendome y el hecho de que mi celda es la más profunda de la prisión, no puedo enterarme de lo que está pasando, pero estoy segura de que es algo malo.

Pero ahí, tirada en la helada roca que sirve de suelo, con barrotes frente a mi hechos del más resistente de los metales, parece que el tiempo no avanza. En los momentos en los que mis ojos se cierran, deseo con todas mis fuerzas que esto sea una pesadilla. Anhelo nunca haber conocido a Blake y sobretodo, jamás haberme enamorado de una persona tan egoísta como él. Quiero despertar y encontrarme con mi hermana durmiendo a mi lado, diciéndome que todo fue un mal sueño; con Makena sonriendo y comentando que debería dejar de pensar en tonterías; con mi vida anterior, la vida normal en la que era feliz y libre. Una vida antes de Blake.

Un escalofrío vuelve a recorrer mi cuerpo, pero este es diferente a los demás. No es por el frío, el hambre o el sonido de los gritos. Es por miedo. El miedo inevitable que provoca la presencia de alguien más fuerte que yo. No tengo que abrir los ojos, ni levantar mi rostro para saber que hay alguien frente a mí, pues siento su aura aplastante invadiendo todo el espacio. Un sentimiento que ya había experimentado a lo lejos, pero que ahora está tan cerca, que estoy segura que moriré con cualquier paso equivocado que dé. Un miedo mucho más grande que el que sentí cuando Blake me traicionó.

Me obligo a levantarme, poniendo mis pies firmes sobre la roca para mantenerme estable. Apenas me percato de que sigo usando la misma ropa humana que llevaba en el barco, algo completamente ajeno a mí. Pero no es como si pudiera mostrar un aspecto más lamentable, así que pongo todo mi esfuerzo en agachar mi cabeza, haciendo una reverencia hacia la persona ante mí.

—Su majestad —digo, dirigiéndome al rey del océano.

—Levanta tu cabeza —me ordena, con una voz grave llena de autoridad y frialdad.

Obedezco, y cuando él entra en mi campo de visión, mi miedo no hace más que aumentar. El rey del océano es una criatura que ha vivido desde el principio de los tiempos, un ser que parece omnipotente, capaz de hacer todas las cosas que distingue a cada especie que vive en el océano. Tiene una aleta tan fuerte que lo vuelve el ser más veloz en el agua, cubierta de gruesas escamas en tonos carbón, que son iluminadas por brillos rojos como la lava, y que se extienden por sus costados como la única fuente de luz en esta desolada oscuridad; su fuerte musculatura y fuerza supera a la de cualquier tritón; y su conexión con el océano es tan fuerte que las aguas lo obedecen sin rechistar; su rostro afilado muestra una expresión sombría, mientras su cabello, tan oscuro como la noche, se extiende alrededor de su cabeza, y sobre ella, una corona de oro se posa triunfante. Usar un metal de humanos como corona es solo una muestra de lo mucho que los subestima. La agilidad de las sirenas, la fuerza de los tritones y la conexión con la naturaleza de las nereidas que él posee, me hacen cuestionarme si será capaz de utilizar la magia que a las ondinas se nos fue negada usar.

—Escuché lo que hiciste —dice, fijando sus ojos, verdes como las algas que recorren el océano, en los míos—. Traicionaste a los tuyos, entregaste a una sirena a los humanos, te pusiste de su lado y los ayudaste a llevar a cabo un atroz asesinato —enlista, mientras su voz hace eco dentro de mi cabeza—. Tu pecado merece la muerte, y ni siquiera con eso serías capaz de compensar lo que hiciste.

Mis labios tiemblan mientras las palabras luchan por salir de mi boca. Sé que no tengo excusa, pero tampoco quiero que piense que toda la culpa recae sobre mí, porque yo también fui engañada con una falsa amabilidad, con una farsa de amor.

—Esa no era mi intención —logro decir, con una voz tan débil que apenas es audible—. Yo no quería que esto pasara, yo solo quería que nuestros reinos pudieran convivir en paz.

—¿Convivir? —se burla, estallando en carcajadas que martillan en mi cabeza como clavos—. Ya deberías de saber que los los humanos no son más que monstruos egoístas.

Y sí, ahora lo sé, pero apesar de todo, una parte de mí se niega a pensar que todos los humanos son así. La imagen de los hijos de Lina llega a mi mente, niños tan inocentes y alegres que es difícil pensar que haya alguna maldad en ellos.

—Ellos asesinaron a la sirena —dice, confirmandome lo que mis peores temores ya sabían—. Hicieron un revuelo en la superficie. Ahora se creen invencibles, capaces de darnos caza hasta exterminarnos a todos. Y eso pasó por tu culpa.

Una punzada me invade y me carcome por dentro, el peso de la culpa me mata, mientras mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas.

—Y no podría estar más agradecido por eso —continúa el rey, y el parecido de su comentario con lo que me había dicho Blake antes, hace que se me congele la sangre.

Lo miro y una sonrisa escalofriante recorre su rostro en cuánto nota mi confusión.

—Querida niña —me llama con desdén—. Soy el rey del océano, ¿enserio creíste que no sabría de tus encuentros con ese humano?

Mi mente es un torbellino de dudas que parecen filtrarse a través de mi expresión. ¿Si sabía que estaba cometiendo un error, por qué no me detuvo?

—Los humanos son seres despreciables —dice ante mi silencio—. Llevo siglos queriendo deshacerme de ellos, pero el pueblo solo quería paz —suelta, con un odio que se asoma como llamas desde sus ojos—. Tengo el poder suficiente para ir contra ellos, pero si no tengo el apoyo de las criaturas marinas, jamás lograré destruirlo todo.

—No entiendo...

El rey me dirige una mirada llena de satisfacción.

—Pero tú lo hiciste posible —dice, acercándose a los barrotes que nos separan—. Cuando ellos escucharon sobre la muerte de esa sirena, se volvieron locos, sedientos de venganza. El pueblo ahora quiere la guerra y como su rey, es mi deber apoyarlos —explica, como si hubiera sido una ocurrencia tardía, algo que surgió en el momento, pero en realidad, él lo había planeado todo.

Él dejó que me reuniera con Blake, aún sabiendo que estaba rompiendo las reglas. Me dejó enamorarme y convivir con su gente porque estaba seguro que algo así pasaría. Y cuando pasara, le daría una razón al reino del océano para levantarse contra el reino de la superficie.

—¿Qué es lo que pasará ahora? —pregunto, como si pedirle explicaciones fuera en vano. Yo solo fui una herramienta en sus planes, al igual que en los de Blake. Y como algo que ya ha sido utilizado, solo me espera ser desechada como el resto de cosas que ya no sirven.

—Ahora el océano consumirá a la superficie —suelta con una sonrisa desdeñosa. Él me da la espalda y se aleja nadando, y no es hasta que mis ojos ya no alcanzan a verlo que mis piernas tiemblan violentamente antes de caer al suelo.

El rey del océano solo vino a burlarse de mí, justo como Blake lo hizo hace poco. Me hundo en el suelo y dejo que el frío penetre mis huesos. De nuevo no sé cuánto tiempo pasa. Lo único que sé con certeza es cuánto me duele el corazón y lo mucho que me gustaría desvanecerme en la nada.

Y ahí, entre mi propia agonía y contrario a lo que creí que sentiría ante una traición así, la presión sobre mis huesos parece disminuir lentamente y con cada minuto siento que puedo respirar un poco más fácil. Me levanto, temiendo que mi cuerpo y mi mente hayan decidido dejar de sentir. Pero no puedo permitir eso. Cometí el peor error de mi vida y merezco sufrir cada una de las consecuencias, con el mismo dolor que sintió Makena al ser apuñalada, con la misma decepción que mi reino ahora siente de mí y con el mismo sufrimiento de haber llevado a todo el mundo a la guerra.

Recuerdo todo eso y esa sensación ardiente aún sigue palpitando dentro de mi ser. No soy yo la que está dejando de sentir, es el océano. La presión disminuye porque el agua está fluyendo. Es como si el mar se estuviera extendiendo hacia la superficie, dejando huecos en lugares en donde debería estar lleno de agua. Y en cuánto me doy cuenta de la razón, el terror me invade.

Ni siquiera toda el agua del océano es suficiente para cubrir el territorio de toda la superficie. Y aunque el rey lo intentara, dejaría secas varias partes del océano, haciendo que las criaturas que viven en las profundidades, como los krakens, salgan y destruyan todo a su paso. Y no solo eso, hay criaturas que no pueden vivir sin agua y si no logran refugiarse en un lugar seguro, terminarán muriendo.

Entre el pánico y el miedo, me doy cuenta de lo que he causado. Una guerra entre ambos reinos que no provocará otra cosa más que muertes de ambos bandos y lo peor de todo, es que yo misma lo provoqué.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro