7. Una cuestión de confianza
Mar
—¿Y bien? ¿Qué dices? —le pregunto a Makena.
Sus ojos olivo me miran expectantes, con una combinación entre curiosidad y duda. Ella mueve su aleta de doradas escamas, revoloteando el agua entre nosotras y echando su rubia cabellera hacia atrás con un gesto pensativo.
—Si esto no es una broma, enserio has perdido la cabeza —dice.
Decidí contarle los planes de Blake a Makena, una joven sirena y quizá la única que ha mostrado al menos una pizca de curiosidad por el mundo de la superficie, a diferencia de todas las demás de su especie, quienes piensan que los humanos no son más que seres banales y traicioneros. Si hay alguien que pueda ver más allá de esos perjuicios, es ella.
—Hablo enserio —digo, intentando convencerla—. ¿No te gustaría saber que hay más allá de estás aguas? ¿Conocer el maravilloso mundo que existe allá arriba?
—¿Cómo sabes que es maravilloso? —pregunta—. No me digas que tú misma has ido a verlo, más allá de solo asomar tu cabeza fuera del agua.
No respondo, no por temor a que descubra que realmente he roto las reglas e ido más allá, sino por miedo a que note mi mentira. Ya que hasta donde yo lo ví, la superficie no es tan maravillosa como quisiera creer. Pero tengo la esperanza de que los humanos que conozco sean capaces de cambiar eso.
Pero mi silencio es la única respuesta que Makena necesita.
—No me metas en tus asuntos —dice, adentrándose más profundo al océano—. Y si me lo preguntas, creo que te estás dejando llevar demasiado por tus emociones.
Nado hacia ella, pero al ser más rápida, termina dejándome atrás. Me desvío del camino y tomo uno de los muchos atajos que conozco entre las cavernas y fosas del océano, y en poco tiempo termino encontrándome con ella de nuevo.
—Solo piénsalo —le digo, justo cuando nuestras miradas se vuelven a cruzar—. No tienes que hacer mucho, solo subir a un barco y cantar un par de canciones. Tienes que hacer que los demás vean que humanos y criaturas marinas pueden convivir.
—¿Y qué crees que pensará el rey del océano de todo esto? —pregunta, volviendo a evadirme.
—Él no lo sabrá —aseguro—. Al menos no antes de que hayamos logrado un cambio.
Makena regresa hacía mí y me mira con detenimiento, imaginando que ante ella hay tan solo una mera humana, lo cual resulta demasiado sencillo debido a mi apariencia. Parece que trata de convencerse a sí misma de que no hay ningún peligro, de que no hay nada que temer.
—¿Tú confías en ese humano? —pregunta, con duda en su voz—. ¿Confías en él lo suficiente para pedirme tal favor?
No puedo evitar titubear. Quiero creer en él y en su causa, pero no puedo asegurar por completo que todo va a salir bien. Aún así, la miro fijamente y asiento con decisión. Aún si sale algo mal, yo estaré ahí para remediarlo, para evitar que empeore. Así que más que pedirle que confíe en Blake, le pido que confíe en mí.
—Hemos sido amigas durante mucho tiempo —dice Makena, recordando los momentos en donde solíamos jugar de niñas, recorriendo los arrecifes, recolectando conchas y confeccionando nuestros propios atuendos. Nuestra adolescencia recorre mi mente. Hasta no hace mucho tiempo eramos dos chicas que se trenzaban el cabello y lo adornaban con perlas, mientras solían fijarse en los chicos apuestos de las fiestas y bailar con ellos con el sonido de las olas de fondo. Dos amigas, dos hermanas.
—Si, es cierto —digo, con una sonrisa nostálgica asomándose por mis labios.
—No confío en los humanos, por más interesantes que parezcan ser —dice, volviendo al tema principal—. Pero confío en ti. Y si voy a congeniar con uno de ellos, más te vale que sea guapo —me advierte, con una sonrisa traviesa en su rostro.
—Hay muchas caras humanas que vale la pena recordar —bromeo, recordando las finas facciones y el aire de superioridad que rodea a Blake. Si él es así, seguro que hay más personas igual que él.
—Quizá tu príncipe tenga un hermano —sugiere Makena, mostrándose curiosa.
—Tiene diez, de hecho.
—Entonces hay de dónde escoger —dice, soltando una leve risilla que no tarda en contagiarme.
—Gracias —le digo, casi en un susurro.
—Agradéceme cuando puedas vivir libremente con los humanos —dice, encogiéndose de hombros—. Cuando tengas tu casa en una de sus aldeas y formes una nueva vida con ese príncipe tuyo. Solo asegúrate de que esté cerca del océano, me gustaría visitarlos a menudo.
Ella sabe lo mío con Blake. Es mi mejor amiga, es imposible que no lo haya notado. Makena es del tipo de persona que preferiría arriesgarlo todo por amor, que por una causa en común. Ella decide darlo todo por mí y yo no puedo estar más agradecida por eso.
Me acerco a ella y le doy un fuerte abrazo que corresponde con alegría.
La simple idea de que dos de las personas más importantes de mi vida se conozcan, es capaz de llenarme de una emoción inexplicable.
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