Amara

Siento el susurro del hechizo en mis oídos y los recuerdos de aquel día llegan de nuevo a mi mente. Mis errores, mis batallas y mis decepciones. Todo lo que he perdido contra lo poco que he ganado.

Suelto una risa amarga al percatarme que otra Amara en otro mundo paralelo a cometido el mismo error. Es como si lo único que pudiéramos hacer es fallar y caer, como si no hubiera otras opciones para nosotras, ni salida ni esperanza, ni nada. Solo la oscuridad, justo como la que habitaba en esa fosa aquel día.

Miro los tatuajes en mis brazos, quince
en cada uno, y pronto se le unirá uno más, que apuesto que será igual de doloroso que los últimos treinta.

Suelto un suspiro pesado, tratando de dispersar todo el miedo con él. Al menos me alegra estar en casa y que a Khalid no se la haya ocurrido visitarme de nuevo. Por más que sienta intriga por cómo le ha ido estos últimos años, su presencia solo sería capaz de mover de nuevo mi mundo. Y eso es lo último que necesito ahora.

Me quito los pupilentes, ya que a dónde voy no necesito ocultar lo que soy. Sigo vistiendo ropa de la superficie: jeans, botas y una blusa de manga larga color azul. No parezco para nada una guerrera del océano o una vengadora enojada, pero después de tanto tiempo, ya no podría importarme menos como luzco. Me dirijo con pasos pesados a los cajones de la cocina, y me armo con todo lo que puedo cargar. No se trata solo de pistolas y balas comunes, sino que son armas rebosante por la magia de mi hogar.

Generalmente no pasa mucho tiempo desde que escucho el susurro hasta que se abre el portal, así que está vez me aseguro de tener todas las cortinas cerradas. No quiero causar un escándalo como el de octubre, ya que está vez no hay ninguna festividad sangrienta que pueda servirme de coartada.

Y como si lo hubiera invocado, el portal aparece. Empieza como una pequeña gota de agua que da vueltas y vueltas a su alrededor. Después esa gota empieza a crecer, como si cada vez se le estuvieran uniendo más. Y finalmente, esa gota, tan pequeña y delicada al principio, se vuelve una ola del océano, con tanta fuerza y luz que parece irreal.

Contrario al agua turbulenta que rodea al portal, en el centro el agua está tan clara y calmada que puedo ver mi reflejo a la perfección. Mis ojos rojos, mi cabello rojo y, aunque no está presente todavía, sé que al final del día mi piel quedará roja por la sangre, no solo de mis enemigos, sino también mía.

El nerviosismo se empieza a apoderar de mí, mandando señales de alerta por todo mi cuerpo, y con ello, el instinto de salir huyendo. No es que no lo haya intentado antes, de hecho lo hice muy seguido durante los primeros años de la maldición. Estaba ahí, frente al portal, y los recuerdos aterradores comenzaron a tomar control sobre mí, al punto de que podía escuchar los gritos de las personas, oler la sangre que salía de sus cuerpos, y sentir la perdida de lo que alguna vez fui, mucho antes de siquiera dar un paso al frente.

Y antes de darme cuenta, salí corriendo. Era joven e ingenua y creí que podría huir del costo de usar la magia.

Me equivoqué.

La energía del portal me arrastró con fuerza a su interior y me devoró como si fuera una presa fácil. Y antes de que tuviera la oportunidad de procesarlo, ya estaba en medio de una guerra. Y en las batallas no hay tiempo para pensar. O atacas o mueres.

Pero ahora es diferente. Después de tantos años ya no quiero huir, sino que quiero acabar con está pesadilla y entre más pronto enfrente mi destino, más rápido pasará el dolor.

Cierro los ojos y tomo una larga respiración antes de soltar el aire contenido en mis pulmones y cruzar el portal, esperando poder regresar con vida.