Lion me tendió una cucharilla algo pequeña para el tremendo helado que se cernía delante de mí, ni en un millar de años podría comérmelo yo sola, por suerte descubrí que Lion tenía un estómago descomunal. Yo iba apenas por la cuarta cucharilla cuando él decidió hablar.

- Antes me dijiste que tienes un padrastro, ¿Te llevas bien con él?

- Pues la verdad es que sí, es uno de esos hombres que escasean en el mundo, es bueno con mi madre y mis hermanos pequeños, los gemelos, son hijos suyos... y el que viene de camino también.

- ¿Vas a tener otro hermanito? Felicidades.

- Gracias, aunque el embarazo de mi madre es de riesgo ya que tiene una salud delicada, tiene que guardar reposo, mi padrastro cogerá la baja para poder cuidarla... ella no sabe estarse quieta durante demasiado tiempo, está acostumbrada a estar siempre alerta y activa.

- ¿Y tu hermano mayor? También le mencionaste antes.

- Está en la universidad del norte de California, es el único que se ha decidido a volver a los EEUU desde que todo pasó, supongo que está más apegado a la patria de lo que lo estamos mamá y yo. Le gusta el basket y quiere llegar a jugar de forma profesional, dedicarse a ello en cuerpo y alma, la verdad es que hace tiempo que no hablo con él, debería llamarlo un día de estos.

- Suena genial... y caro de mantener... ya sabes, eso de la universidad tan lejos y en California nada menos.

- Dímelo a mi... bueno ¿Y tú que te cuentas? No me has dicho nada de tu vida.

- No es que pueda contarte mucho, siempre he sido lo que se ve por ahí, casi todo lo que cuentan de mí por los pasillos del instituto es cierto, todo el mundo me conoce o cree conocerme. Soy adoptado, tengo dos hermanastros, uno mayor y el otro menor. El mayor es un capullo en toda regla y el menos es un cachito de pan, también es adoptado pero no lo sabe ni tampoco hemos visto la necesidad de decírselo. Mi padre es periodista y mi madre trabaja con ordenadores y esas cosas, es programadora o algo así, son buena gente en general, yo soy la oveja negra de la familia.- dijo impasible, como si tras todas aquellas palabras hubiera un gran secreto, como si solo fueran una tapadera para la verdad.

La curiosidad me mataba, pero con toda aquella información me conformaba por el momento, no quería indagar mucho más por si alguna de mis preguntas le llegaba a incomodar.

- Guau, eso es mucha información para una primera cita.- dije intentando suavizar la situación.

- Así que una cita... eso me recuerda, ¿Para qué quieres las 250.000 libras?

- Para liberar a mis padres del peso de la universidad de mi hermano, para que puedan vivir con más holgura y sobre todo para darle una gran bienvenida a mi nuevo hermanito... o hermanita.- dije sonriendo cálidamente.- así haré algo por mi familia, la única hija salvará la economía familiar de los Carson.

- Eso suena casi a titular de periódico.- dice antes de estallar en carcajadas.

Lion agarró mi mano de una forma casi romántica, acarició mis nudillos mientras comía con su mano libre. Un ligero cosquilleo muy agradable que hacía que hasta mis neuronas temblaran recorrió cada curva y recoveco de mi cuerpo debido a las caricias de Lion, y eso que solo mi mano estaba en contacto con él. Él intentó darme de comer el banana Split, pero eso acabó en un divertido desastre de helado de todos los sabores y de sirope por el pelo.

Tuve que ir al baño a limpiarme un poco el cabello puesto que el helado y el sirope chorreaban por los mechones más oscuros de mi pelo, genial, ahora olería a helado hasta la noche, al menos seré considerada la chica más dulce sin duda. De paso me retoqué el maquillaje para no parecer un personaje recién salido de The Walking Dead. Salí poco después aún sin creerme eso de que acababa de tener una especie de cita normal con Lion Sanders en la que simplemente habíamos comido helado, pensaba que los chicos como él solo se limitaban al sexo, quizás me había equivocado con él, a lo mejor me había equivocado con todos y solo tenía que odiar a mi padre biológico. 

Al llevarme a la puerta del aula donde se celebraba mi siguiente clase del día, me besó sin reparo ninguno delante de todo el mundo, cosa por la que le regañé enseguida y el sonrió como si le divirtiera mi vergüenza, por suerte para él yo estaba de muy buen humor después de la perfecta cita y la fluida charla de la heladería.