Parte 20: ¿HORA DE VOLVER A CAMINAR SOLA?
Cogí mis cosas a toda prisa mientras Lion intentaba por todos los medios posibles que no me fuera. Nada más coger mis zapatos comencé a bajar las escaleras rápidamente.
Lion bajó las escaleras detrás de mí tropezando en el proceso, no es que no me tentara la risa, sino que estaba demasiado concentrada en marcharme cuanto antes de esa casa y de la vida de Lion. Las lágrimas seguían amenazando con salir y no quería por nada del mundo que él me viera así.
- ESPERA, NO TE VAYAS JODER.- gritó Lion desesperadamente en cuanto salía por la puerta de la casa de sus padres.
Comencé a caminar aún sin ponerme los zapatos, no me importó que el camino del jardín fuera de piedras sueltas, solo seguí caminando en dirección a casa, que era el único sitio en el que ahora quería estar. Acabé sin un rumbo fijo, ya ni siquiera me acordaba de mi calzado, no sabía si aún los llevaba en la mano o si los había dejado en alguna parte.
Cada vez que escuchaba una moto o algo parecido me escondía por si acaso fuera Lion en una misión por encontrarme, parecía una loca de esas a las que les ponen camisas de fuerza y encierran en habitaciones blancas con luces fluorescentes. No me hubiera extrañado nada que alguien llamara al manicomio tras verme en ese estado.
Aún no sé cuando comenzó a llover, lo que sí sé es que no me paré en ningún momento, solo recuerdo ver como las gotas de lluvia caen al suelo partiéndose en miles de gotitas más pequeñas que se pierden en el asfalto empapado, volviéndose nada. Solo desperté de mi ensimismamiento cuando un oficial de policía tocó mi hombro.
- ¿Está usted bien, señorita?
Miré a mi alrededor, no conocía la calle en la que estaba, ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado desde que comencé a caminar, estaba totalmente desorientada, perdida y sin ganas de volver a ningún sitio, solo pude mirar al agente que me había ayudado.
- Me he... perdido...
- Venga conmigo a la comisaría, la llevaremos a su casa enseguida.
Asentí y lo seguí con calma, intentando no volver a mi estado anterior, intentando no pensar en nada. No sabía de qué hablar con el agente de policía, salvo que el tiempo en esta temporada del año era un asco, hecho a lo que me dio la razón sin dudarlo.
Una vez en la comisaría me hicieron varias preguntas, entre ellas donde vivo... creo que la primera vez que respondí dije mi dirección de Florida, donde viví de pequeña con mi madre, mi hermano y mi padre, después sí que di mi dirección actual.
El agente me llevó a casa muy amablemente sin hacer más preguntas, sin presionarme para que le dijera donde había estado ese día o como había llegado hasta allí.
Al tocar en la puerta, John salió a punto de un ataque de nervios, aunque al verme pasó de nervios a infarto inminente, me abrazó y besó mi pelo sin querer alejarme de él ni un solo instante. Por primera vez en toda la tarde me sentía a salvo y tranquila, sonreí y lo abracé para que no se preocupara más de lo que debería.
Una vez dentro lloré todo lo que no había llorado en años, nadie me hizo preguntas en casa y nadie me obligó a nada. Mi madre solo me abrazó y me acarició las mejillas para que me calmara del todo, en cuanto me fue posible me di una larga y calentita ducha de esas que se toman en invierno cuando no sientes las puntitas de los dedos.
Después de todo eso y de comer algo rico que me subiera aún más el ánimo pude hablar con normalidad y hasta me di el lujo de jugar con los gemelos. John intentó por activa y por pasiva hacerme reír, lo cual logró en varias ocasiones
Cuando fui a la cama, mi madre me esperaba para pasar la noche conmigo como cuando yo era pequeña, esto fue lo mejor del día... poder abrazar a mi madre y darle mimos a mi nuevo hermanito mientras el sueño se apoderaba de mi mente y de mi cuerpo... había sido un día demasiado largo para mí.
Al día siguiente fui a clase a duras penas, sentía que me moría por dentro, era como si me desintegrara apenas me mantenía en pié. Para la mayor de mis suertes, John me llevó a la puerta de mi academia, hasta se bajó para hablar con mis profesores y que tuvieran paciencia conmigo en el día de hoy.
Entré como una zombie a la clase sorprendiendo a todos mis compañeros, que estaban acostumbrados a una yo muy distinta... todo eso hizo que los rumores empezaran... que si Lion me había puesto los cuernos, que si me iba a suicidar, gilipolleces de esas.
La chica de Florida hubiera acabados con todos... ESO ES, tenía que volver a ser la chica americana a la que ellos estaban acostumbrados, la chica de pantalones de cuero, deportivas y camisetas con frases irónicas y feministas, tenía que volver a ser yo, volver a odiar al género masculino y san se acabó.
Sonreí ante mi nueva estrategia, sequé mis lágrimas para sentarme en mi sitio de siempre, erguida y calmada. Respondí a todas las preguntas que hizo la profesora como siempre he hecho. Pasé de todos y de todo, hasta del chico simpático en apariencia que se había molestado en invitarme al almuerzo, de ese también pasé.
Fui a la esquina habitual para leer con mi extrema paciencia de siempre, en soledad. Me vibró el móvil varias veces, pero sabía de quien eran los mensajes y ahora mismo no quería ni oírlo nombrar.
Al sonar la campana, Lion se acercó en el momento justo en el que yo recogía mis cosas para ir a clase.
- Gema, tengo que hablar contigo.- me dijo muy solemnemente.
- No quiero hablar contigo, de hecho no quiero tener nada que ver contigo, paso de saber nada, métete tu mierda por donde te quepa y déjame vivir.- le conteste lo más seca y tajante que pude puesto que la herida aún era muy reciente.
- Por favor, déjame explicártelo.- suplicó haciendo que yo pasara mi peso de una pierna a otra.- nunca había visto a mi madre así, creo que se asustó e intentó probar cuanto nos amamos.
- Pues ambos hemos suspendido, tú por no creerme y yo por mandarte a la mierda, adiós Lion.
- Espera.- dijo agarrándome del brazo con fuerza.- dame otra oportunidad, por favor, Gema.
Me solté de su agarre con un único tirón, aunque sé que me dolió más a mí que a él, lo miré lo más fríamente posible.
- Olvídame, no debí aceptar esa propuesta tuya, me la suda el dinero, el colgante, quédate con todo... menos con mi vida, eso jamás será tuyo.- dije antes de comenzar a alejarme mientras él gritaba mi nombre desesperadamente, como si de verdad fuera a morir si no me giraba hacia él... eso me desgarró el alma.
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