Ocho
Y entonces, el amor volvió, más fuerte que antes, como un amanecer que inunda todo de luz, sanando las grietas y llenando de vida lo que creían perdido.
El silencio en el auto era casi insoportable, Gavi miraba por la ventana, pero no veía nada; su mente estaba completamente absorbida por el recuerdo del beso, el primer beso que Franco le había dado y frente a todos, sin dudarlo, sin esconder nada.
Sentía el rostro ardiéndole y, aunque intentaba disimularlo, su cuerpo traicionaba su verdadera emoción.
Había algo que nunca había sentido tan claro; quería volver a sentir esos labios, quería volver a ser besado por Franco, pero el miedo a arruinar lo que tenían lo mantenía en silencio, haciéndole dudar.
Franco, por su parte, apenas podía mantener la vista en la carretera.
Su corazón latía a mil por hora, y la ansiedad crecía a cada segundo. En su mente, las dudas se amontonaban y le costaba contener la desesperación.
Ay, mierda, la cagué... Pensaba, tragando saliva y apretando el volante.
¿Por qué dije que era mi novio? ¡Encima lo besé! ¡Seguro ahora va a querer alejarse de mí, me va a decir que fue demasiado! Pero... aunque sea una locura, muero por besarlo de nuevo.
¿Qué hago? ¿Y si no vuelve a mirarme igual?
Finalmente, sin poder soportar más la tensión, Franco tomó una decisión repentina y salió de la carretera, girando hacia un pequeño camino que se adentraba en un bosque.
El sonido de las ramas y hojas bajo las llantas rompió el silencio, y Gavi miró a Franco con sorpresa, sin entender qué estaba haciendo.
Franco no se detuvo hasta llegar a un claro donde apagó el motor.
El silencio regresó, pero ahora la oscuridad del bosque envolvía el auto.
Franco suspiró y se armó de valor para decir algo, cualquier cosa que rompiera la incomodidad.
—Lo siento, Pablo, yo no debí...—Comenzó, su voz temblando ligeramente
Antes de que Franco pudiera terminar, Gavi lo interrumpió de la manera que había soñado desde el primer beso.
Se inclinó hacia él y volvió a besarlo, sin esperar ni un segundo más.
Franco se quedó atónito al principio, sus pensamientos en blanco, pero rápidamente reaccionó, correspondiendo con la misma intensidad, como si hubiera esperado ese momento desde siempre.
Gavi, dejándose llevar por el momento, se quitó el cinturón de seguridad y sin pensar mucho en lo que hacía, se movió hacia Franco, colocándose a horcajadas sobre él.
Franco, aún sorprendido pero sin la menor intención de detenerlo, reclinó el asiento para darle más espacio y rodeó la cintura de Gavi, tirándolo suavemente hacia él.
Sus labios se encontraban una y otra vez, con besos que pasaron de tímidos a apasionados en cuestión de segundos.
Las manos de Franco comenzaron a recorrer la espalda de Gavi, subiendo y bajando lentamente, disfrutando cada curva, cada línea de su cuerpo.
Sentía el calor de Gavi y sus latidos acelerados, y eso solo hacía que su deseo aumentara.
Entre un beso y otro, Franco susurró, con voz ronca.
—Gavi... Yo... No quiero que pienses que me aproveché o algo así... es solo que...—Pero se detuvo al ver la forma en que Gavi lo miraba, sus ojos brillantes y una sonrisa pequeña y nerviosa en sus labios.
—Franco...—Gavi murmuró su nombre, con la respiración entrecortada.
—No tienes que explicar nada, yo también quería... quería que me besaras otra vez.
Esa confesión hizo que Franco sonriera, aliviado, sintiendo que sus dudas se desvanecían.
Sin pensarlo, deslizó sus manos por los muslos de Gavi, presionando con suavidad mientras Gavi soltaba un suspiro, y luego se inclinó para besarlo de nuevo.
Era como si cada beso fuera un redescubrimiento, un lenguaje silencioso en el que podían decirse todo lo que no se atrevían a expresar con palabras.
Franco llevó una mano a la nuca de Gavi, acariciando su cabello mientras sus labios recorrían lentamente el cuello del español, provocándole escalofríos.
Gavi cerró los ojos, mordiéndose los labios para contener un suspiro, pero se dejó llevar por el toque de Franco, dejándose perder en cada caricia.
—No sabes cuánto deseaba esto.—Confesó Franco, apoyando su frente contra la de Gavi, mirándolo a los ojos con una intensidad que lo hizo ruborizar aún más.
—Desde el primer momento... Desde que te vi hoy, solo pensaba en esto.
Gavi soltó una risa suave, aún tímido, pero con un brillo especial en sus ojos.
—Y yo pensaba que ibas a huir después del beso.—Dijo riendo, tratando de ocultar el nerviosismo que aún sentía.
Franco rió suavemente y negó con la cabeza.
—Ni loco me alejaría de vos, Pablo… —murmuró con una voz baja y entrecortada, como si le costara encontrar las palabras.
—¿Sabés lo que significa esto, verdad?
Gavi sonrió, tímido, pero asintió lentamente.
—Sí… y no quiero que sea de otra manera.—Respondió, sin dudarlo.
Franco se quedó en silencio unos segundos, observándolo con una mezcla de emociones, ¿En qué momento se había enamorado tan fuerte?
Todo en él quería asegurarse de que Gavi entendiera lo que ese paso significaba, que comprendiera que esto no era algo casual para él.
—Desde hoy, sos mucho más que mi mejor amigo… Y te prometo que voy a cuidarte siempre, pase lo que pase... Desde hoy sos mío.—Dijo Franco, con una intensidad que hizo que Gavi sintiera un nudo en la garganta.
Gavi no pudo contenerse y lo besó de nuevo, un beso más suave, pero cargado de un amor sincero, uno que no sabía que podía llegar a sentir y en tan poco tiempo.
Franco lo sostuvo con más firmeza, acercándolo aún más, hasta que apenas quedaba espacio entre ellos.
—Te quiero, Franco… —Susurró Gavi, casi sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.
Su confesión escapó como si fuera algo inevitable, una verdad que había estado conteniendo por demasiado tiempo.
Franco lo miró, sorprendido y encantado, y una sonrisa sincera se dibujó en su rostro.
—Te quiero también, Pablo… Desde hace mucho, más de lo que imaginás.
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