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❝Nuestro Hogar❞
—¿Donde estabas? Te perdiste la mayor parte de la reunión. —Dijo Taehyung cuando todos salieron de la casa presidencial, yo estaba sentado en las escaleras esperándolos.
—Tenía que salir de ahí. ¿A donde irán ahora? —Dije encendiendo un cigarrillo. No hablaría sobre mi ataque de hace unos minutos, no necesitaba hablarlo con Taehyung al menos.
—Finalmente a casa. —Dijo tendiendo su mano para ayudarme a levantarme. —Viviré con Jungkook un tiempo hasta acomodarme y encontrar mi lugar.
—Cuídate mucho. Te visitaré cuando tenga tiempo. —dije palmeando su hombro y este me sonrió.
—Lo mismo digo, minnie. Y tú también cuídate mucho. —Se acercó a besar mi frente como solía hacerlo siempre y luego llamó a Jungkook para marcharse juntos, al parecer el presidente les había otorgado un chófer que los llevaría hasta la casa de Jungkook.
Me acerqué hasta donde estaban los demás, parándome junto a Yoongi en lo que seguía fumando mi cigarrillo.
—Tú te vienes conmigo. —Le dije al mayor y este me miró con una sonrisa. —Una semana al menos.
—¿Me estas invitando a conocer tu casa? —Dijo rodeando mis hombros con su brazo derecho. —En ese caso, acepto la invitación.
—Yo me quedaré aquí en la capital, el presidente me invitó a formar parte del consejo y tengo pensado aceptar. —Dijo Seokjin acercándose a nosotros. En lo personal, pensaba que él, entre todos nosotros, era el indicado para estar en el consejo. A él le gustaba involucrarse en las decisiones del país y de no ser por él, ahora no tendría a Yoongi, así que estaba seguro de que haría las cosas bien. En algún momento si me gustaría verlo hacer lo que le apasiona y eso era ser diseñador de ropa, pero supuse que ese era un camino que él debía recorrer. El haber regresado a Velance todos en buen estado y ya retirados de la guerra, nos brindaba un nuevo comienzo, en el cual todos debíamos elegir cuál sería nuestro nuevo destino. —Así que nos volveremos a ver en algún momento.
—Te deseo suerte Seokjin. —Dije dándole un apretón de manos en forma de despedida.
—Y yo a ti, cisne. —Me sonrió y luego de saludar a los demás se adentró otra vez en la casa presidencial.
—Bueno compañeros, fue un placer. —Hoseok nos abrazó a mi y a Yoongi al mismo tiempo. No pude evitar sonreír ante aquel acto.—Iré a visitarlos algún fin de semana, los voy a extrañar.
—También te vamos a extrañar, marinero. —Palmee su hombro y luego nos despedimos de él.
—Entonces... sólo somos tu y yo —Me habló el mayor y yo tomé su mano para entrelazarla con la mía.
—Tú y yo, eso suena bonito. —Acaricié el dorso de su mano y sentí un cosquilleo en mi estómago.
—El presidente me dijo que allá nos espera nuestro chófer. —Sentí que él alzaba mi mano hasta sus labios y dejaba un beso en el dorso de esta misma, provocando que aquel cosquilleo incremente aún más. No fue necesario responderle ya que caminamos hasta el auto y ni bien le indiqué al chófer donde quedaba mi casa, este empezó a conducir en esa dirección.
Me enteré poco después que nuestras cosas estaban en el maletero, el mayor me dijo que se habían encargado de todo y que solo quedaba descansar. Teníamos unas horas de viaje hasta mi casa y ante el cansancio que tenía, posé mi mejilla en el hombro de Yoongi hasta quedarme profundamente dormido.
El mayor se encargó de despertarme cuando llegamos a mi residencia. Pude ver a Irene salir por la puerta al ver ese auto que yo llegaba en la entrada y agradecí internamente el tenerla a cuidado de la casa, estaba seguro de que ella la había mantenido impecable mientras yo no estuve.
—Bienvenido señor Park. —Tomó la falda de su vestido e hizo una reverencia como saludo cuando nos vio acercarnos con las maletas.
—Gracias por la bienvenida Irene. Que gusto me da verte. —Dije cruzando por la puerta, invitando a Yoongi a pasar y sentirse cómodo. El mayor estaba observando el lugar a detalle, me gustaba verlo y apreciar la curiosidad que este tenía por el lugar donde viviríamos juntos por unas semanas. Aunque para ser sincero, no quería que se vaya nunca de mi lado, que viva conmigo si es necesario. —Él es el comandante Min Yoongi. Se quedará aquí un tiempo.
—Mucho gusto señor Min. Soy Irene, la ama de llaves de esta casa, estoy a su servicio. —La joven hizo una reverencia para el comandante y luego Yoongi la saludo con cortesía.
—Si no es molestia Irene, me gustaría que prepares la habitación de huéspedes donde se va a alojar nuestro invitado. —La menor aceptó y se encaminó por las escaleras hasta donde estaba la habitación en la que dormiría Yoongi. Por mi parte, voltee a ver al mayor y este me sonrió levemente en gesto burlón. —No te burles, aún me cuesta pedirle que haga cosas por mi.
Le pedí a Yoongi que me acompañara hasta mi habitación en donde dejamos las maletas y busqué ropa para prestarle ya que este no tenía nada. Lo vi recostarse en mi cama y soltar un suspiro, me acerqué a él con las prendas y las dejé a su lado.
—Ve a darte un baño. —Le pedí mientras lo miraba allí recostado en mi cama.
—No sé en dónde queda el baño. —Estiró su mano y con una sonrisa en mi rostro la tomé ayudándolo a levantarse.
Caminamos por la casa hasta encontrar el baño, había una tina bastante espaciosa y un tocador con espejo muy bonito también. Le pedí que se siente frente al tocador mientras buscaba la espuma de afeitar y las navajas. Debido a los días que habíamos estado navegando, tanto en su rostro cómo en el mío, se asomaba la barba. A él le quedaba más atractiva que a mi, sin embargo, sabía que no le gustaba llevarla en su rostro.
—¿Vas a afeitarme? —Dijo ya sentado frente al tocador.
—Primero te voy a afeitar y luego tú me afeitaras a mi.
—Siéntate aquí. —Sus firmes manos palmearon sus muslos, invitándome a tomar asiento sobre ellos.
Intenté disimular el nerviosismo que me provocaba aquella invitación. Nunca me había sentado en sus muslos y sólo imaginarlo ya era totalmente descabellado para mi. El mayor sabía lo que hacía, sabía exactamente cómo provocarme mil emociones con un simple gesto. Tomé una toalla de mano y la coloqué en su hombro, en una mano tenía la navaja y con la otra me encargaba de esparcir la espuma de afeitar sobre su barbilla y en cada sitio donde iba a rasurar.
Me armé de valor aceptando su invitación, tomé asiento en sus firmes muslos y tras ello pude sentir sus manos posarse en la zona lateral de los míos. Jamás en la vida me había sentado en los muslos de alguien, ni siquiera siendo un niño. Me sentí muy bien con mis piernas al rededor de su cuerpo y sus manos juguetonas acariciándome los muslos.
Tomé su mentón, fui acercando la navaja a su mejilla, pasándola suavemente y viendo como arrastraba toda la espuma para dejar a la vista su piel aterciopelada y rosácea. Quería ignorar esos ojos que me miraban en silencio y tan atentos como siempre, pero siendo sincero, nadie podría escapar de esa mirada.
—¿Ocurre algo? —Pregunté escondiendo mis nervios, él era tan atractivo.
—Quiero besarte. —Dijo y yo continúe pasando la navaja, viendo como la mitad de su rostro ya estaba rasurado.
—También quiero besarte. —Sonreí algo divertido.—Pero no me presiones, no quiero cortarte.
—No te presiono, estoy disfrutando la vista.
Sonreí mientras mordía mi labio inferior.
El mayor me encantaba, cada gesto, cada palabra, cada mirada me llenaba completamente el alma de alegría.
Cuando terminé de afeitarlo, limpié su rostro y me levanté de su regazo para que se vea en el espejo. Luego él tomó todas las cosas para afeitarme a mi, me agarró de las caderas y me sentó en el tocador. Yo sorprendido por sus acciones, posé ambas manos en sus firmes hombros.
—Mi turno. —Dijo mientras esparcía la espuma en mi rostro. Me quedé callado porque ahora era yo quien debía apreciar la vista. Y qué vista.
Apreté los bordes del tocador mientras sentía la navaja delinear y perfilar mi mejilla. Una mano del mayor tomaba mi mentón con detenimiento y con la otra se encargaba de pasar la navaja. Yo atento lo miré, sintiendo mil emociones por minuto. En especial porque él se encontraba entre mis piernas, el mayor se había encargado de separarlas para tener más comodidad y yo me sentía realmente un jovencito hormonal por estar pensando en más de una situación en la que podríamos estar en una posición similar.
Cuando terminó de rasurarme, me limpió y me observó.
Tenía sus manos en el tocador, estaba entre mis piernas y su rostro muy cerca del mío. Su mirada iba en zig zag desde mis ojos a mis labios, parecía no saber decidirse cual de los dos le gustaba más.
Sus manos cambiaron de lugar en lo que sentí su mirada pesada en mis ojos. Poco después comencé a notar como desprendía uno por uno los botones de mi camisa. En ese momento, pensé en que yo no era el único que se imaginaba situaciones similares a las que nos encontrábamos. Así que el deseo que yo le tenía a él, él lo tenía por mi.
Cuando desabrochó hasta el último botón de mi camisa, y esta dejó a la vista todo mi torso, el opuesto divisó la cicatriz que tenía en mi piel. No me avergonzaba, él podía verme desnudo cuando lo desee y yo no podría cohibirme. Él podría ver cada una de mis cicatrices.
No dijo nada al verla, pero quizá, sus labios posandose en mi pecho, a la altura de mi corazón, decían mucho más que sus palabras.
Sentí sus manos en mi espalda, sus besos en mi pecho y su cálida lengua hacer acto de presencia, lamiendo y mordisqueando mi piel desde mi abdomen, subiendo por mi pecho y finalizando su trayecto en mi cuello. En donde no dudó morder, lamer, besar y marcar a su propio gusto. Lo sentí aprisionandome contra él, me estaba abrazando, me estaba sintiendo.
—Eres mi hogar. —Dijo sobre mi cuello, sentí más besos en la zona mientras yo lo envolvía en mis brazos. —Quiero estar aquí contigo, quiero despertar cada mañana a tu lado, quiero poder besarte por todas partes justo como ahora. Tu piel, tu cuerpo. No podría conformarme con menos.
—Tú eres el mío. —Busqué su mirada y posé mi mano en su mejilla, acariciando la cicatriz de su rostro con mi pulgar. —Y si aún no te queda claro, y no fui lo suficientemente obvio para hacértelo saber. Soy tuyo Yoongi. Todo lo que desees hacer conmigo, hazlo.
—¿Todo? —Preguntó con una sonrisa coqueta en sus labios.
—Si, todo. —Sonreí ante aquella pregunta. —Menos abandonarme, claro.
—Te estoy diciendo que no podría volver a apartarme de ti. —Sentí que juntó nuestras frentes. —Abandonarte sería exactamente un suicidio para mi.
—Me metí en un país ilegalmente y contra todo pronóstico para buscarte. Créeme que escapar de mi sería una misión suicida. —Reí bajito tras decir aquello y sentí sus brazos apegarme completamente a él. Eso era lo que más amaba, qué me agarre tan fuerte contra su cuerpo, demostrándome cuánto le gustaba tenerme cerca.
No tardó en unir nuestras bocas en un beso lento, centrándonos en lo que sentíamos, en los estímulos que experimentabamos cada vez que nuestras bocas se encontraban y se exploraban con detenimiento. Descaradamente adentré mi lengua, buscando la ajena y sintiendo la calidez de la suya. Quería devorarlo. Quería que el fuego que él despertaba en mi pecho, se salga de control y que juntos ardamos hasta que caiga la noche. Así sea en ese baño, en la habitación o en cualquier parte de la casa.
Nota de autor|¿Será que ya se vienen los momentos subidos de tono? Si, no sé si en el próximo capítulo, pero si. Se vienen los momentos hormonales, están a la vuelta de la esquina.
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