Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ᘡ12

❝Intuición❞

—Ah si... Mis compañeros son realmente fuertes —Seokjin palmeaba el hombro del soldado que nos miraba raro pero que aún así nos dejó pasar a la zona de refugiados. —Verás, este chiquito de aquí mató a setenta bastardos Velances. Dios, son una escoria para nosotros ¡Somos el imperio Merlín! Créeme que allá por esas tierras nos tienen mucho miedo, yo pelee en el tercer escuadrón Merlín y con estas dos hermosas manos que ves aquí, disparé mi amado rifle y exploté miles de cabezas Velances.

—Si ajá. Allá están los refugiados, encárgate de ver que estén comiendo bien, te veo en media hora soldado. Iremos a patrullar. —Dijo el Merlín despidiéndose de nosotros. Nos recomendó que atemos unos pañuelos azules en nuestro rostro para no contagiarnos de ninguna peste. En el refugio habían personas sanas y enfermas, allí se encontraban los más débiles y también los más afectados por la guerra, aquellos que habían sido heridos de gravedad o en batalla.

No podía disimular mis nervios, había una enorme posibilidad de que Yoongi esté cerca, nos adentramos a la primera tienda y la imagen fue desgarradora, sin embargo, no había nada que pudiera dejarme más pasmado tras haber sobrevivido a incontables batallas y asesinado con mis propias manos a decenas de personas.
Aun así, en lo que a mi sensibilidad respecta, no la había perdido del todo. Si bien era apático la mayor parte del tiempo, aun me quedaba algo de sensibilidad por los demás. En especial por los niños, ellos eran los que debían estar jugando y siendo felices, manteniendo su inocencia que la guerra les había arrebatado.
Traté de no mirar tanto a los soldados, no quería empatizar con ellos, estaban haciendo su trabajo para con su país, así como yo lo había hecho por el mío.
Sin embargo, siempre tuve presente que ninguno de los soldados realmente era una mala persona, unos pocos si, la guerra nos volvió asesinos pero los verdaderos enemigos siempre fueron los que están más arriba de nosotros, aquellos quienes se bañan en tinas de oro y comen pasteles mientras su pueblo se mata por un plato de comida. Mientras sus hombres se matan entre ellos para conseguir un poco de paz.
Siempre supe que el sentimiento más grande que habitaba en mi cuerpo era el odio.
Ese odio frenético y violento que me llevaba a actuar antes que pensar. El odio que me llevaba a querer matar a todos mis enemigos, sin importarme su historia, sus vidas, si alguien los esperaba en casa, sin importarme si eran padres de muchos hijos y por mi culpa quedaron huérfanos. O si eran hijos únicos de un matrimonio feliz de buenas personas.
Mi odio me cegaba, me hacía ver frente a mi un enemigo el cual debía ser derrotado a toda costa para conseguir la paz de mi pueblo. Pero así sólo lograba matar un poco más mi propia paz.

Estando aquí, posando los pies en el bando contrario, usando la ropa del enemigo, vistiéndome como la decena de hombres que asesiné y viendo la otra cara de la guerra, sentí culpa y odio.

Y no era ese mismo tipo de odio, sino uno más desgarrador, era odio hacia mi mismo y hacia esas autoridades que nos pusieron un arma en las manos. Que no nos dieron otra opción. Que nos obligaron a convertirnos en lo que somos ahora. Y viendo a todos esos soldados así, solo puedo sentir culpa y empatía.

Intentando no ahogarme en mis sentimientos, seguí caminando, recorrí cada tienda, me crucé en el camino con Taehyung y luego con Hoseok. Volvimos a separarnos, pasando de tienda en tienda hasta que finalmente llegué al edificio.
Las tiendas eran para la gente enferma y herida, mientras que el edificio estaba lleno de gente siendo refugiada pero dentro de todo saludable. Me adentré entre las personas y pude divisar a Seokjin hablando con ese soldado que nos había dejado entrar al refugio, parecía una platica tranquila así que no debía preocuparme por haber sido descubiertos.
El pañuelo que cubría mi boca comenzaba ya a molestarme, estaba sudando y mientras más tiempo pasaba, menos posibilidades de encontrar a Yoongi habían.
Caminé por un pasillo y en frente mío venían tres soldados, dos hablaban tranquilamente. Intenté no mirarlos porque no los conocía y no quería ser descubierto. Cuando llegué a una puerta sentí un apretón en mi brazo, uno de esos soldados me estaba agarrando fuerte, este abrió la puerta y me empujó adentro de la habitación que resultó ser un baño. Lo vi entrar conmigo y cerrar la puerta tras él. Estuve a punto de desenfundar mi pistola cuando escuché su voz.

—¿Qué haces aquí?

Esa voz ronca y demandante. Me quité el pañuelo dejando a la vista mi rostro. Esos ojos inconfundibles me estaban mirando, provocando que mis pies se desestabilicen. Lo reconocí a pesar de la notoria cicatriz que trazaba su piel desde su ceja, pasando por sus párpados y terminando en su mejilla.
Vi como el adverso se quitaba el gorro y el pañuelo de su boca, dejando a la vista ese rostro que tanto había anhelado ver. Esas exquisitas facciones que nunca me cansaría de deslumbrar. Ese rostro que había anhelado tener frente a mi cada día al despertar y cada noche al dormir.
Nos miramos el uno al otro, yo estaba temblando y apretando la tela suave entre mis manos. Él estaba agitado, en su lugar, me miraba incrédulo como si de un fantasma se tratase, pero a su vez, sus ojos se habían humedecido, brillaban expectantes.
Fue en ese momento que no pude contener mis lágrimas ni un segundo más.
Lo tenia frente a mi, con vida. Al dueño de mis anhelos, al dueño de todo mi afecto.
Su cuerpo se abalanzó bruscamente contra el mío y yo me entregué totalmente a él.
Pude sentir sus firmes brazos atraparme demandante contra si mismo, me abrazó tan fuerte que mis latidos y los suyos se podían sentir. Llevé mis brazos a sus hombros, lo atraje a mi, escondí mi rostro en su cuello y sentí su fragancia, sus manos apretando mi cuerpo y mi ropa, mis manos acariciando su nuca, enredando mis dedos en su oscuro cabello. Dejé un cálido beso en la piel de su cuello, fue un suave toque que ya no podía resistir más, mis labios le pertenecían y quería dejar besos en cada centímetro de su deliciosa piel.

—Desgraciado, no ibas a librarte de mi ni en tus pesadillas. —Dije apoyando mi frente en su pecho, sintiendo mi cuerpo temblar por él, mis mejillas estaban empapadas de tanto llorar y podía sentir como la respiración del opuesto estaba algo agitada, mientras tanto, sus manos nunca dejaron de tocarme.

—No debes estar aquí Jimin. Maldita sea contigo. —Juntó su frente con la mía, nuestras miradas se conectaron, detallé sus ojos sin poder creerme que lo estaba viendo. Lucía tan atractivo, su mirada era distinta, anhelante y cariñosa. Su cuerpo estaba más fornido, podía sentir lo firme que se encontraba y su cabello más largo que la última vez.

—Si no debía ¿Por qué me dejaste la nota? —Nos estábamos mirando mientras sentía como él rozaba la punta de su nariz contra la mía. A estas alturas, no hacía falta manifestar con palabras el hecho de que estaba totalmente enamorado de él. Después de tanto viaje, de un año de espera. Después de ese beso que me dio antes de caer en coma. No había más que decir, lo había elegido y sentía que él me había elegido a mi. Su mirada no mentía. Sus caricias en mi espalda mucho menos.

—Intuición. —Sonrió abrazándome con su brazo derecho, apegandome completamente a él, mientras que su mano izquierda se posaba en mi mejilla. Secó mis lágrimas. —Supuse que mi querido general no iba a permitir que mi plan saliera como yo quería.

—Intuición. —Repetí en un susurro sobre sus suaves labios. —Pues confía más seguido en ella porque, en efecto, aquí me tienes.

—Aquí te tengo.

Sus labios atraparon los míos con ímpetu, me sentí aprisionado en ellos, en él. Recibí aquel beso con todo el deseo que había estado acumulando, no solo en el último año, sino desde que lo conocí. Recibí su boca y le di a entender que la mía era su hogar, que ahí pertenecía, qué ahí descansaban todos los besos que nos íbamos a dar a partir de este instante. Su lengua no tardó en adentrarse entre mis labios, provocando que el beso se torne abrasador. Nos separamos un segundo, mirándonos a los ojos, sonreímos sin poder creer lo que acababa de pasar.

—Mi general, no sabes desde hace cuánto tiempo llevo guardados todos mis deseos de tenerte para mi. —Se acercó a susurrarme al oído. Sus manos dejaban caricias por debajo de la tela, acariciando mi espalda piel con piel. —No hay, no existe ser en esta tierra que abarque el lugar que tú tienes en mi corazón.

Cerré mis ojos centrándome en su tacto, siguiendo el camino de sus manos, sintiendo su cercanía, su fragancia, su presencia. Desarmandome entre sus brazos al oírlo hablar tan íntimamente cerca de mi oído. Elevé mi vista a sus ojos con cautela, en silencio, sintiendo su aliento contra el mío chocar deseoso, anhelante, esperándo por mi y yo tan desesperado por él. Lo besé, con amor, con deseo, con lujuria y con todo lo que era para él y sólo para él. Un reencuentro eléctrizante entre su boca y la mía. Me tomé el atrevimiento de hacer participe a mi lengua, buscando la suya, saboreando cada parte de él, saboreandolo a él.

Sus manos apretaban mi piel y yo sentía como su tacto quemaba, estábamos ardiendo el uno por el otro, de amor, de deseo y de todos esos sentimientos que sólo él y yo podíamos entender.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro