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Yoohyeon

Minji es una mujer casada, "felizmente" casada. Su esposa se llama Dong, es china y es una exitosa diseñadora de interiores. Hace un año ambas adoptaron a un pequeñín llamado Alex, tiene tres años y es algo llorón. Es mucho más de lo que querría saber una simple amante, pero lo sé ¿y qué más puedo hacer? ¿callarla cuando ella entra a la habitación, exhausta de su aburrida vida? En ocasiones ya me esta sacando el vestido a mitad del pasillo mientras gruñe palabrotas contra su mujer, pero cuando no, es por que me está comentando de su semana o su mes en la barra. Ella habla bastante cuando está molesta... O al menos conmigo lo hace.

Esta vez nos encontramos en un hotel diferente al anterior, como siempre. Ella siempre llega antes de la hora acordada y yo llego puntual, porque para algo se acuerda llegar a las 11 y no a las 10:55 —como hace Minji—. Suena quisquilloso pero si ella quisiera que nos viéramos a esa hora en la barra, yo estaría puntual a las 10:55, mas seguro ella llegaría 10:50. En fin, no habría diferencia y mientras no me haga esperar yo no voy a cambiar nada. Ella tendrá sus razones para llegar antes.

Entonces nos saludamos y pedimos una copa cada una. Ella suele pedir algún cóctel con ron o whisky, yo siempre opto por una sangría. No voy en plan emborracharme, voy a coger, así que solo espero a que termine de hablar de su vida y presto atención cuando habla del sexo con su esposa. Me sorprende que una mujer como ella se canse de un carácter fuerte, ese que te lleva la contraria hasta el fin del asunto. Desde que la conozco le encanta castigarme; digamos que se desquita conmigo y yo recibo la emoción que me falta en mi aburrida vida de subjefa en una oficina.

Entonces, cuando la miro con las cejas levantadas ella suspira y se toma el cóctel de un trago, y me explica:

—Si es una rato es divertido y me encanta, tú lo sabes, bebé—dice tocándome el muslo bajo la falda, porque llevo puesto un top negro y una falda lisa, zapatos altos y el pelo recogido, tal como especificaba en su mensaje. Ella, como siempre, lleva un vestido muy fino, elegante, pegado a su cuerpo de modelo, lo que la hace ver muy sensual. En ésta ocasión era blanco, así que supuse que su lencería debía de ser negra. Eso me hace pensar que Minji es el tipo de mujer a la que le gusta llamar la atención de una forma muy sutil, le encanta que la miren y la deseen, que la envidien... Tiene mucho para envidiar, pero yo aplico al otro grupo. Me derrito mientras miro cada detalle de su cuerpo; centrándome en sus finos labios, en sus ojos ennegrecidos por la lujuria que le provoca tenerme tan dispuesta. Aun así el enojo no se esfuma, y sigue hablando.

—Pero se empeña en meter discusiones del día en la sesión, o a no ceder aún cuando sabe que no estoy al cien por cien. Es decir, ¿un poco de consideración por tu esposa? No. Y después, cuando la castigo como se merece, después de colmarme la paciencia ¡La palabra! Y yo lo respeto, no soy una maniática, pero a veces siento que la usa solo para salirse con la suya... Ya me lo hizo el miércoles que venia con pocos ánimos del trabajo, y anoche otra vez, por eso te llamé.

—Lo supuse... te escuchabas cabreada —le dije mientras descruzaba las piernas, le gustaba que lo hiciera cuando empezaba a rasguñarme el muslo con esas uñas de perfecta manicura. Era cuando empezaba a calentarme de verdad, cuando la veía con intenciones de jugar desde antes de meternos en la habitación. Aunque tenía que admitirlo, desde que me llamaba yo tenía ganas de algo con ella... La ansiedad siempre me gana.

Para mi sorpresa, Minji pide otra ronda de lo mismo para ambas y cuando el barman se da vuelta se me acerca a la oreja.

—Pero tú vas a ser una buena perra y harás lo que te diga ¿cierto? —ese es el momento en el que cabeceo un sí, sabiendo que necesita que me porte bien, y yo estoy más que dispuesta a hacerlo, únicamente la quiero complacer— Abre la piernas para mí.

Tira de mi silla suavemente cuando hago lo pedido, entonces acabo más cerca de ella, que saca un vibrador y lo empieza a meter bajo mi falda hasta entrar en mi intimidad después de hacer a un lado la fina tira de la tanga. No se molesta en ver si hace falta lubricante, a esta altura saber que estoy mojada con ganas de ella.

—Cruza las piernas —murmura mientras pasa un brazo alrededor de mi cintura, pegándome a su cuerpo. Yo lo hago, apoyando la cabeza en su hombro para dejar pequeños besos en su afilada mandíbula. Porque también sé que le gusta sentirse querida, apreciada, y yo la aprecio, yo la quiero.

El barman deja nuestros vasos llenos, Minji saca su celular y basta que espíe una sola vez para saber que se trata del control del vibrador, éste se activa de un segundo a otro, provocándome un fuerte espasmo. Todo mi cuerpo reacciona enseguida, me pongo tensa, mis ojos se cierran a la vez que me obligo a callar. Ella no quiere que se den cuenta de lo que me hace, al contrario, quiere que lo oculte y eso hace más difícil resistir la agitación en mi húmedo centro. Me toca justo el punto que hace que mi lubricación aumente hasta salir del pequeño orificio. Ella me acaricia el vientre, toma su whisky con naranja o me obliga a tomar largos tragos a mi dulce vino rebajado. Juega distraída, pero cruelmente con el control, de esa forma consigue que este inquieta sobre mi asiento. Pequeños movimientos de cadera que resultan por contener las fuertes sacudidas que mi cuerpo necesita exponer. Me fuerzo a quedarme quieta, poniéndome más tensa que cuando el jefe de mi sección me habla sobre todo el ajetreo de la semana. Ahí la jefa es Minji, yo solo cumplo con lo que me pide, esperando el momento de la ansiada paga.

Ella sabe que cada vez estoy peor, conoce la escala de mi excitación, no necesito salir del hueco de su cuello para saber que cada tanto mira mis manos. Estas empiezan tranquilas en mi regazo, después se contraen en puños, luego suben por mi torso, hasta que dan con mi cuello o hasta que el vaso llega a mis labios. Pero luego bajan, porque no aguanto seguir con eso dentro, haciéndome chorrear y querer gritar por un orgasmo. Sola me aprieto las rodillas, luego los muslos y freno en el borde de la falda. Me duele el estómago de tanta fuerza que hago, sé que ya no aguanto y le suplico en susurros.

—Vamos... por favor... vamos —ella hace caso inverso, aumenta la potencia al máximo de una sola vez y sonríe cuando me clavo las uñas en mi propia carne, sabe que contengo un doloroso gemido y que me estoy esforzando por no ofrecerme, lo que cuesta horrores. La vibración baja, me relajo y noto como la humedad se siente hasta en la raja del culo, casi me esta embarrando toda la vulva... pero no le importa y pide otro vaso de lo mismo.

En cierto punto mi clítoris empieza a latir de una forma dolorosamente evidente, lloro sin emitir ruido alguno, ya no puedo ni pedirle ir a la habitación pues tengo los labios presionados entre sí. Entre maldiciones mentales agradezco ponerme rímel a prueba de agua, lo que menos quiero es ensuciar su vestido, se ve caro y seguro debería compensar el daño con dinero. Pero no hago nada más además de lo dicho.

En algún momento de esa agonía ella me levanta la cara al sostener mi quijada entre sus imbatibles dedos, me obliga a mirarla entre borrosas lágrimas y me dice:

—Levántate, nos vamos.

Me suelta, paga y se baja del asiento con la gracia de una dama de clase alta, yo no estoy segura de poder caminar o siquiera de poder mantenerme en pie. ¿Pero acaso quería hacerla molestar? Claro que no, así que me bajo con torpeza, disimulando las ganas de hacerme bolita al hacerme pasar por mareada.

Antes de dar un paso respiro hondo, siento el abundante fluido salir para deslizarse entre mis magullados muslos, mas tomo valor y doy un paso tras otro, aferrándome al definido brazo de Minji. Atravesamos el luminoso vestíbulo hasta el ascensor, allí nos encontramos solas, por lo que me empuja contra la pared de vidrio y me empieza a dar un sinfín de bofetadas, entonces gimo con la desorbitante combinación de placer y dolor. Sé que no soy concierte de más de la mitad de las cosas, pero en ese momento solo soy un juguete, así que poco debo percibir de nuestro alrededor, mi trabajo está en sentirla a ella, lo que me hace, lo que me provoca; que son fuertes espasmos.

Ella me insulta, me denigra, aborrece todo el esfuerzo de hace minutos y me obliga a aceptar cada despectiva etiqueta que me pone, me obliga a decir que le pertenezco. Y me doblo de excitación, mareada por el viaje, pero totalmente consciente de como me jala la coleta sin miramientos. Como me inclino la punta del vibrador se clava en esa sensible zona, así que grito, mis rodillas no resisten el golpe eléctrico que me azota el cuerpo y caigo a sus pies. Y si no me desplomo en el suelo por completo es porque ella aún me tira del pelo. Me abofetea una vez más y me dice que ahora si luzco como la asquerosa perra necesitaba que soy. Luego me insulta hasta que se abren las puertas, entonces me ordena salir bajó su mirada punzante. Se que está furiosa, así que salgo gateando, ignorando si hay más personas mirándome.

La sigo hasta la habitación, ella abre, deja que entre y me patea el culo justo después de cerrar. Me jala de los tobillos hasta quedar con el abdomen en el frío suelo, me levanta la falta y penetra mi ano como si fuera mi vagina, pues estoy realmente muy mojada. Yo gimo, suplicando por más, le doy la razón diciendo que soy su asquerosa perra y sintiendo como otro dedo me entra sin esfuerzo. El enema que me hice antes de venir me había dejado algo "floja" y el vibrador había terminado de relajarme. Sin contar lo habida que Minji.

Ella sale de mí, llevándose consigo el vibrador y un penoso chillido mío, en el que me quejaba por lo vacía que de pronto me encontraba, pero como la perra que era acudí al llamado de Minji. La encontré sentada sobre la cama, sin los zapatos, sin la braga, con el vestido puesto pero subido hasta la cadera. Me apuntó el espacio entre sus piernas para que me ubicara ahí, así lo hice y sentí el jalón que le dio a mi cabeza, estrellándola contra su feminidad.

Lamí, chupe y penetré todo a mi alcance, siguiendo las órdenes que me daba o los conocidos jadeos de placer que llenaban la habitación. El sabor de su sexo era lo único que me importaba en momentos así, sabía lo mucho que disfrutaba que le comiera el coño y lo mucho que necesitaba correrse de una forma larga, muy rica. Así que llegado el momento le abrazaba las piernas con los brazos para mover mi cabeza junto a su cadera, ella apartaba las manos de mi y las llevaba a sí misma. Los gemidos se escuchaban cada vez más agudos, cada vez más bajos y aunque no llevaban mi nombre sabía que lo provocaba yo. Después de que su cuerpo sufriera el último espasmo fuerte empiezo a lamer el clítoris con suavidad, paseando un dedo hasta que su esencia salía lentamente, mojándome a mi y a la cama que estaba debajo.

Entonces yo la dejo descansar, esperando a que se recompusiera del orgasmo, también esperando a que se quitara el vestido para admirar la obra maestra que cubría, aquella que me dio la orden de desnudarme y de subirme a la cama. Yo lo hice, lento, como a ella le gustaba, lento, para luego ponerme en posición de perrito. Minji me bajaba la cabeza al colchón, luego me acomodaba los brazos tras la espalda y los ataba con un cordón de zapatilla. Entonces me follaba como me gustaba, rudo y rápido, con ágiles dedos dentro de la vagina que en magistrales movimientos me hacían venirme a los gritos con una cantidad furiosa.

Solo después de dejarme caer despegaba el rostro del colchón, ella lo acariciaba y me besaba dulcemente por un largo rato, después me soltaba los brazos para que fuera a preparar la ducha. No me lo pedía, después de tanto tiempo ya era como un ritual. Abrir la canilla, esperar a que se temple y poner el tapón para que la tina se llenara, solo hasta la mitad. Mientras eso pasaba prendía varias velas aromáticas y apagaba la luz.

Para cuando Minji entraba al baño ya traía el carrito con lo que había pedido por room servise, me avisaba que estaban cambiando las sábanas y nos metíamos a la bañera para refrescarnos y limpiarnos un poco mientras ella comía algún postre que regularmente era un gran flan con caramelo. Yo por lo general no tenía hambre pero como me la pasaba besándola sabía cuando el postre estaba rico y cuando no. Podía decir que parecíamos una parejita feliz, de esas que recién empezaba a salir. Pero nada era así. Al terminar la ducha ella se vestía, me dejaba su parte del pago del hotel y se iba diciendo que me llamaría.

Yo me quedaba el resto de la noche para dormir ahí y me despertaba temprano para ir a por el desayuno que servían, siempre me preguntaba qué le decía Minji a su esposa para hacer nuestras escapadas tan seguido o a dónde iba el dinero que dejaba conmigo. Me preguntaba, también, si al llegar a su casa lo hacía con Dong o cómo era con su hijo; me imaginaba muchas veces qué tipo de madre era ¿se la pasaba trabajando? ¿era protectora? ¿era dulce y consentidora? Al final del desayuno trataba de olvidarme de todas esas cuestiones, sabía que mientras menos conociera de su vida era mejor, no quería involucrarme mucho. Después de todo lo nuestro iba a acabar pronto, lo presentía. Eso presentía siempre... pero ella volvía a llamar y yo volvía a atender.

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Hola ¿qué tal les pareció la historia? Saben que cualquier comentario, duda, sugerencia, critica, etc. siempre es bienvenido. Les bando un beso, bitches. Y tomen agua.

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