Capítulo 65
EPÍLOGO
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PIEDRAS DE DRAGÓN
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⊰─⊱ Kim Taehyung ⊰─⊱
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Jungkook había intentado algo imposible, subestimar a un dragón, olvidándose por completo de que solo era un simple mortal. Había entregado la vida por cumplir aquella absurda misión, dejándome solo, enfrentándome a un vacío que parecía insuperable.
Con la interrogante de por qué se tenía que ir tan pronto haciendo eco en cada rincón de mi mente.
El duelo se envolvía alrededor del corazón, mi destrozado e inútil corazón, cortándome el aliento en su abrazo sofocante.
Era cierto que mi vida antes de Jungkook ya era deprimente e insípida, pero, después de él, la magnitud de mi abatimiento no podía compararse al de ninguna otra época y, estaba seguro, tampoco habría un sentimiento capaz de dejarme tan triste, vacío y la vez tan molesto conmigo mismo.
Patético.
Más allá del insoportable dolor, las sensaciones ominosas de la culpa y la impotencia estrangulándome sin piedad.
Lo único que deseaba en el mundo era que Jungkook viviera, que tuviera una vida tan larga como la mortalidad lo permitiera, no más de lo normal, aunque no fuera conmigo. Él, de entre todos los demás mortales, no debía interrumpir su efímera existencia. En el fondo comprendía que él sentía lo mismo para conmigo, por eso me pidió prometerle algo tan imposible de cumplir para mí.
Aquella promesa era una deuda, una punzada en las sienes que me sacudía los sentidos cada vez que me entregaba a la corriente del dolor, no me permitía dejarme llevar sin reservas, así nada más. Así como su futuro me era prioritario, para él era importante el mío.
Un futuro sin él.
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La batalla en Full Moon había cesado.
Después de terminar con los últimos rencores y de una exhaustiva búsqueda de los responsables de aquellos lamentables hechos, los militares se apropiaron de los deberes, ayudaron a los sobrevivientes a apilar los cuerpos de la manera más organizada posible. Dijeron que podrían tardar días o hasta semanas en identificar a todos los enlistados en la grey de Hiroshi. Solo unos pocos sabíamos que también se trataban de víctimas que fueron transformadas en rencores en contra de su voluntad.
Las figuras endurecidas de los hwangsaenghaji iban a quedarse tal como estaban, pues se habían convertido en altas estatuas de un tipo de piedra negra, un mineral presuntamente desconocido. Dándole al destrozado jardín el toque más impresionante y surrealista de verdadero horror.
Eran muy pesados para moverlos y las autoridades temían cometer algún un error al tratar con aquellos restos. Nadie era experto en la novedosa materia.
Algunos rumoreaban que el mineral negro mate no era de este mundo, sino que era cierto carbón especial, que procedía el mismo infierno.
Los responsables principales de tantas muertes habían huido antes de ser interceptados por la milicia. A pesar de su asombro y gran interés por nuestra presencia, al maestro Rangi y a mí nos dejaron ser, estaban entrenados para servir al país y se distrajeron cuando su nación los necesitaba. Los soldados moteaban un alto nivel de respeto e idolatría, pues, según el pensar de todos aquellos desconocidos, éramos criaturas benignas y sagradas, por lo que el caballo alado y yo nos convertimos en leyendas vivientes y, por sobre todas las desgracias que había sufrido la nación, agradecían nuestra presencia.
Después de que los militares hubieron tomado el control, pudimos al fin descansar del asedio de la prensa, quienes no se rendían a pesar de los impedimentos para accesar al área de su interés.
Eran poco conformistas y su deseo de ir por más los llevaba a ser impertinentes. Algunos fueron tan intrépidos que encontraron la manera de acercarse, al menos a unos escasos metros y, no dudaron en solicitar una entrevista directa conmigo, pues el maestro Rangi nunca dio signos de saber usar el habla.
Jeon no aparecía por ninguna parte, pero podía imaginar cómo hubiera sido si él estuviera al frente de la situación. Lo que tanto trabajó para evitar, estaba sucediendo.
Los de la prensa habían publicado en directo más de un descubrimiento a toda la nación, pues encontraron monedas de oro en distintos lugares. No tardaron en deducir que había oro en cada lugar donde estuve durante la batalla, llegando a la conclusión de que la verdadera fuente principal de riqueza de los Jeon y el grupo Do Man, no era la minería, sino Hwang-Ryong, el dragón dorado, como me habían apodado. Fue una buena razón para no odiar el no volver a mi forma humana. Era mejor que nadie me identificara.
No obstante, empecé a temer que empezaran a especular que los Jeon me tenían cautivo desde hacía quién sabe cuántas generaciones, pero hasta aquel momento, eso no sucedía.
Más tarde, se supo que Hiroshi había traspasado la frontera de la península, huyendo a Korea del Norte. Eso condujo a grandes repercusiones, pues fue recibido con asombro y veneración por la nación vecina e inmediatamente le fue adjudicado el título de Young-Ryong, el poderoso, el verdadero dragón sagrado. Por tal motivo, en Korea del Sur se le consideró como una criatura maligna y con sed de muerte, se le apodó como el dragón del inframundo, el dragón del Norte, el destructor. En definitiva se había convertido en el peor enemigo de la nación.
Debido a las noticias, la gente viajó hasta la ubicación de Full Moon, con la esperanza de ver con sus propios ojos al legendario caballo alado y al dragón dorado que arrojaba oro. Aquellas nuevas traspasaron los mares y las fronteras, mucha más gente de otros países viajaron para hacerse presentes en el funeral colectivo.
El maestro Rangi y yo nos tuvimos que separar de los demás, quedándonos en el domo mientras llevaban a cabo la preparación de los funerales de los familiares de Jeon y los demás empleados identificados por los colaboradores de Full Moon. Al poco tiempo, la impaciencia del maestro Rangi lo obligó a dejarme solo, pues, una vez que sus heridas fueron curadas por los efectos de sus píldoras, no tardó en salir del domo alzando el vuelo para hacerle compañía a su preciada Lisa.
Aunque, mientras él observaba el ambiente, me mantenía informado de todo lo que acontecía. No a través del pensamiento, sino que yendo y viniendo hacia el domo con Lisa de portavoz. Pues, después de que Jungkook me había dejado, ya no era capaz de escuchar alguno que no fuera propio.
Durante aquel duro proceso, Jeon brillaba por su ausencia, pero nadie se preocupaba mucho porque él continuaba sin aparecer, aunque se suponía que su ausencia debía ser significativa. El jefe Min, quien solo se había desmayado al atacar a Hiroshi, había recuperado el sentido, horas después del amanecer, mientras estaba en el hospital. No tardó en demostrarse que estaba bien por completo, permaneciendo al frente de todo, juntamente con los miembros de la milicia.
La mayoría de los héroes sobrevivientes; como el señor Nam, Jin, Jimin, Jung y el señor Im; estaban recibiendo atención médica en el hospital por sus heridas.
Jungkook, Minho, Jackson y los otros tantos que no sobrevivieron a aquella fatídica y larga noche, tendrían un funeral y una tumba digna de héroes. El agradecimiento de multitudes y la admiración de la nación por su enorme valentía. Los primeros tres, apodados los destructores de hwasaenghaji, agregando a Jungkook otros apodos más, como: el gran jinete de Chorima, el hombre que no temió al dragón del Norte.
El país se había sumido en un gran caos apocalíptico en tan solo tres días y el alivio general que provocaron las noticias de lo sucedido ante las cámaras de la prensa, les dio fuerza y empezaron a apoyarse tanto en la presencia de criaturas sagradas y legendarias como en la muestra heroica de los Jeon y sus guardianes de Full Moon, aquellos escuadrones formados por verdaderos héroes legendarios y que acabaron con el mal que azotó a la nación.
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Cuando el sol descendía de su punto más alto, supe que se estaba acercando la hora del último adiós.
Los restos de los Jeon y de Jackson, héroes principales, serían enterrados en tumbas tradicionales, a unos cuantos metros bajo de tierra, mientras que todos los demás, habían sido cremados.
Los tres ataúdes, más los innumerables contenedores de cenizas, serían expuestos
en un gran funeral colectivo, al mundo y a la nación que rendiría tributo y guardaría luto por ellos.
El maestro Rangi se encargó de que Lisa describiera para mí, cada detalle que veía de los preparativos, según ella, todo iba de acuerdo a lo planificado. Ellos dos iban y venían al domo, mientras se suponía que yo debía mantenerme lejos de la multitud.
Algo que no podía soportar. Yo tenía la necesidad de estar al lado de sus restos, deseaba contemplarlo hasta verle desaparecer. Era lo único que me quedaba, pero no lo podía hacer, la gente estaba muy pendiente de él y la prensa no lo perdía de vista.
En el domo era libre de soltar todo el llanto que se formaba desde mi pecho y eso hice, desahogarme entre rugidos y aullidos afónicos y lamentables, porque era lo único que me quedaba... dolor, llanto, lágrimas y un enorme vacío en el alma que solo daba paso a una impotencia creciente.
En algún momento aquel dolor insoportable se fue volviendo físico, tanto que empecé a sentir mi vientre partiéndose en dos.
Hacía un esfuerzo por ignorar aquellos malestares, no obstante, durante uno de aquellos momentos, algo se desprendió de mis entrañas. Una sensación extraña me recorría por dentro, como un gusano ligeramente pesado que se deslizaba despacio abriéndose paso fuera de mi cuerpo, provocando un dolor muy agudo.
El sonido de un tic contra el piso del domo me advirtió que al fin había terminado. Volteé hacia abajo con cierta curiosidad para encontrarme con un objeto ovalado, casi redondo. Era blanco con Betas doradas y azuladas. Era duro como una piedra y no se movía en lo absoluto.
No era capaz de comprender lo que veía.
Mientras contemplaba la materia que formaba un bulto, había quedado absorto en mis pensamientos. Por lo que no advertí la presencia de Lisa y del maestro Rangi hasta que los sonidos de las pezuñas del último contra el piso, me devolvieron a la realidad.
—Señor Kim, han encontrado el cuerpo del señor Jeon. —Lisa se bajó del lomo de su ancestro, acercándose a mí muy despacio.
El rostro de la chica retorcido en una mueca de angustia. Sus hombros tensos y las manos inquietas, estrujándose delante de su cuerpo.
Estaba a punto de confesarle a la joven chamana que justo mi cuerpo acababa de arrojar algo que podría ser su objeto de estudio, pero me arrepentí en el instante. Ya nada importaba. Lo que sea que estuviera pasando con mi cuerpo, me daba lo mismo.
Por encima de todo mi dolor, sentí dentro de mí una gran congoja al enterarme de que Jeon Sangjoong también se había ido ese día.
Lisa se apartó del caballo, que resoplaba inquieto y, de forma inesperada, se postró de rodillas sobre el piso con las manos friccionándose palma con palma en señal de súplica.
—Fue un accidente, señor Kim. Soobin no tenía intención de hacerlo, solo buscaba proteger al señor Oh... Es que... el señor Jeon lo estaba moliendo a golpes y el pobre anciano estaba vulnerable e indefenso, entonces... solo pasó.
»—¿señor Kim? —titubeó la chamana, después de unos segundos.
Un dolor extraño se alojó en mi pecho al recibir la noticia de que Jeon había muerto por alguna razón absurda. La noche antes, lo había tratado como a una basura, insultado, aprisionado e incluso amordazado. La última vez que lo vi, le entregué una mirada de odio y lo abandoné a su suerte. Sin importar sus maneras y sus carencias, así no debía tratar al amigo que dio todo por protegerme. Así no debía morir el hombre que me mantuvo a salvo y seguro a costa de su vida y la de su familia.
»—¿Señor Kim? —repitió Lisa.
Al recordar las palabras de Jungkook, me arrepentí de cómo había tratado a Jeon aquella noche, porque no pude despedirme de él como era debido.
Hice a un lado el objeto que era tan duro como una piedra y me dejé llevar por el agotamiento y el sueño. Cerré los ojos ignorando a Lisa y su y desesperada explicación de los hechos, no me tomé la molestia de hacerle saber que no odiaba a Soobin por lo que hizo, era todo lo que a ella le preocupaba. Entonces me quedé dormido.
Dormí durante lo que parecieron horas hasta que otro ataque de dolor me despertó, manteniéndome entre quejidos y retorceduras a la espera de que un segundo objeto, igual al anterior, saliera de mí.
Cuando miré alrededor, ya no estaban Lisa ni el maestro Rangi. Observé que el sol pronto se estaría poniendo.
Igual que con el primero, me preguntaba qué rayos pasaba conmigo, no obstante, decidí continuar sin darle importancia, haciendo a un lado la piedra blanca con ligeras betas doradas y grises. Mi estómago rugió por el hambre, pero todo me daba lo mismo y volviendo a sumirme en mi soledad y tristeza, intenté volver a dormir.
De pronto, el sonido del motor de un camión, así como el de varias voces, me alertaron, alebrestando mis escamas. Un ligero pellizco de felicidad bordeando mi nube gris. No por el olor a sopa de algas que mi sentido del olfato percibía, sino porque Jin, Jimin, Nam y Lisa, juntos venían a hacerme compañía.
Una vez que todos subieron por la escalera de cuerdas improvisada, me invadieron unas ganas enormes de llorar.
No sabía que mi llanto podía ser nocivo para todos, hasta que los vi atormentados tratando de obstaculizar sus sentidos de oído, sus manos tapando sus orejas con cierta desesperación al tiempo que unos suplicaban y otros exigían silencio de mi parte.
—Menos mal que no se me reventaron los tímpanos. —Jin sonreía hacia mí, tratando de bromear como siempre, pero su sonrisa no llegaba hasta sus hinchados y enrojecidos ojos.
Yo no era el único que se la había pasado llorando durante las últimas horas de aquel día.
—Lo siento tanto, Jin. —La culpa me motivaba a darle el pésame por la pérdida de un padre, un hermano y un primo que, incluso en aquel momento seguía desconociendo que tenía.
Pero me arrepentí en el instante, revelar esa verdad acarrearía con más dolor y, lo más probable, provocaría el fin de nuestra amistad. Igual no me correspondía a mí decirla, era un tema delicado, que debía discutirse entre familiares y la señora Kim aún seguía con él, si ella decidía callarse todo, yo seguiría respetando tal decisión.
—Yo también lo siento —Jin soltó un fuerte sollozo y seguido empezó a deshacerse en llanto.
Con lágrimas en los ojos y expresiones de empatía, los demás se apresuraron hacia el castaño, abrazándolo en grupo, en un intento de consolarlo.
Las gruesas gotas de mis lágrimas salpicaron a todos al pegar contra el piso. Jin y los demás alzaron su rostro para mirarme a los ojos.
—No te atormentes, Kim, al igual que tú, todos hicimos cuanto pudimos. Con todo el dolor del alma, tendremos que aceptar la realidad y dejarlos ir —Jin sorbía la nariz de vez en cuando, mientras se calmaba.
—Vinimos a buscarlo, pero antes debe comer un poco —Jimin se limpiaba las lágrimas con la manga de su chaqueta.
—No aceptaremos un no por respuesta. Aunque sea un dragón, necesitará fuerzas para presenciar el funeral —El señor Nam me señaló como si se dirigiera a un niño desobediente.
—Jimin, señor Nam, ¿se encuentran bien? —pregunté, pues lo último que había escuchado de ellos era que se encontraban en el hospital.
»—Usted ve, estamos completos. Le entiendo si prefiere evadir el tema del funeral. Pero hemos preparado un vehículo para transportarlo. —El señor Nam hablaba sin tapujos.
—Eso sí será un invitado en cubierto, no debe salir del vehículo para que nadie lo vea —Lisa estaba seria y con poca energía. Era probable que aún se preocupaba por el tema de Soobin.
—Entiendo —asentí con cierta conformidad. Al menos iba a estar ahí, cuando fuera su último adiós.
—Vamos, apresúrese y coma algo, esta noche será distinta y larga.
Era cierto, aquella noche también sería larga, al igual que todas las que le seguirían.
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Había bajado a comer para evitarles las molestias de subir al domo tal cantidad de caldo de algas. Cuando regresé al interior todos se encontraban discutiendo.
—¡Parecen huevos!
—No, esto debe ser piedras de oro macizo.
—Pues a mí se me hace que son huevos.
Habían descubierto los objetos que se desprendieron de mi cuerpo más temprano.
—Esos desechos salieron de mí hoy —aclaré con sencillez. Luego retomaron la discusión con más fuerza.
— ¡¿Ves!? ¡Te digo que son huevos!
—¡¿Cómo van a ser huevos?! ¿No es más lógico que sea caca? Se trata de materias que su cuerpo ha desechado, el mismo señor Kim lo ha dicho, no puede ser otra cosa que no sea caca.
—Todas las cacas se caracterizan por el hedor y esta solo reluce por el brillo. Esto no hiede a materia fecal. Parece que huele como el azufre. Además ¿Viste con tus ojos que salieran por su ano? ¿Lo puedes probar?
—¿Dónde se supone que está su ano?
—No puede ser ni una cosa ni la otra. Podrían ser los riñones o tumores malignos.
— ¿Cómo se desechan los riñones? ¿Los dragones los mudan como con los dientes?
—¿Según tú, las personas mudan los riñones?
—¿Estás viendo a una persona? Tienes a un dragón frente a ti y lo estás comparando con una persona? Un dragón podría tener tres riñones o quién sabe si hasta más.
—Esto es absurdo, la gente no caga sus riñones.
—La gente no, pero tal vez los dragones sí. Además, ¿quién puede asegurar que le salieron por el ano?
—Cierto, el folklore tradicional ilustra al dragón Koreano con una esfera en el hocico, puede que lo haya vomitado.
—También lo ilustra con la esfera en que una de sus patas. Eso no explica que son esas piedras.
Cuando al fin advirtieron mi molestia, todos voltearon a verme. No dije nada e intenté encogerme de hombros, pero el intento de gesto, no pudo ser notado.
—Si ya terminaron de discutir, iré a comprobar si se tomó toda la sopa.
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Bajo la creciente oscuridad del crepúsculo, las ramas de los árboles proyectaban sombras menguantes sobre la blancura de la nieve. Desde mi estrecho escondite, observé con detalle todo cuanto la escasa vista me brindaba. El patio lateral, del modo en que fue cerrado, parecía una verdadera funeraria.
La gente, ataviada con trajes negros y formales, desfilaba con suma tranquilidad.
En la zona semiabierta y bien cerca de los altares, había tantos arreglos como difuntos. El aroma de los lirios impregnando el aire, apagando el olor a tierra húmeda y a incienso. Los arreglos los mezclaban con dalias y rosas en lugar de crisantemos, los tonos no eran del todo blancos, lo hacían ver menos sombrío.
Repisas decoradas con altas figuras de ángeles estilo rococó y lámparas de mesa. En la superficie de la carpa, del lado de los familiares, colocaron luces de alógeno y reflectores apuntando hacia los retratos de los difuntos Jeon.
Desde mi lugar, no alcancé a ver su fotografía, pero Lisa me había dicho que era la más grande y la más bonita de todas. Después de todo, Jungkook se había convertido en un héroe amado y admirado por todos, los periodistas se encargaron de ilustrarlo así.
Deseaba dar paso al sentimiento de orgullo que me generaba, pero una sensación perturbadora de vacío me recordaba que ya no estaba y que no tenía sentido celebrar su heroísmo cuando nos había dejado tan pronto.
Me había dejado.
A él le hubiese gustado, pero no estaba ahí para ver como apreciaban y agradecían su sacrificio. Se había ido para nunca volver y ni siquiera podía acercarme a encender incienso frente a su fotografía y presentarme con el debido respeto en su último adiós.
A mis oídos llegaban las voces de una multitud que yacía del otro lado del muro, esperando entrar a la propiedad para dar un saludo a los héroes que entregaron sus vidas por salvar a la nación junto al fénix, Chorima y Hwang-Ryong.
El caballo piafaba cerca del autobús desde donde yo observaba el panorama, le habían retirado todos los asientos de pasajeros al vehículo, de modo que quedara preparado para que así, desde el interior, pudiera presenciar el funeral lo más cerca posible sin ser molestado y sin causar un desastre.
El dolor que había experimentado ese día, volvió con más fuerza. Retorcía mis entrañas como si una constrictor se enroscara al rededor e imaginé que otra vez iba a arrojar un desecho más.
—Maestro Rangi, haga silencio. Deje de llamar la atención —susurré despacio mientras el alivio del dolor llegaba con la salida del tercer deshecho que no dudé en hacer a un lado—. No quiero que nadie se acerque por aquí.
Temía que si veían a Chorima, se iban a acercar al autobús y podrían descubrir que nunca desaparecí, como habían anunciado.
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La marcha fúnebre inició cuando se dio paso para que cuatro palanquines, donde habían montado los féretros, lideraran la lenta caminata hacia el cementerio de Full Moon. Cuatro hombres de guantes blancos lado a lado de cada palanquín empuñando las varas por encima de sus hombros.
Jin, Jung, Nam y Jimin eran los cuatro que cargaban el de Jungkook, sus rostros retorcidos en muecas, tratando con todas sus fuerzas de reprimir el tan inevitable llanto.
Nayeon, con pocas fuerzas, seguía el lento ritmo de la marcha, a la par del primer féretro, apoyábase en una mujer pelirroja que nunca había visto en mi vida, pero que lucía genuinamente triste y preocupada por la chica.
Los guantes blancos de Nayeon, aferrándose a la fotografía de un sonriente y jovial Jungkook, que abrazaba contra su torso como si temiera que alguien quisiera arrebatársela.
Lisa, caminaba del lado contrario de Nayeon, siguiendo el palanquín de Jungkook.
De los demás palanquines solo me fijé, muy breve en los hombres que iban delante.
Detrás del palanquín de Jungkook, el señor Im y un chico con el rostro repleto de banditas, precedían la carga del féretro de Jeon Minho; unos pocos metros atrás, seguidos por el señor Min y Mark Tuan, el encargado de la torre, los cuales precedían la carga del féretro de Jackson; por último, un hombre fuerte y de espalda tan ancha, como la de un gorila, haciendo equipo con Lee Seungri, el entrenador de novatos, encargábanse de la delantera del féretro de Jeon Sangjoong. Detrás de los cuatro ataúdes, una gran fila triple de individuos cargando los contenedores de las cenizas de todos los caídos en la batalla.
Todos vestidos de negro. Marchaban en un silencio sepulcral para conducir a nuestros amados a su última morada de la tierra.
El cementerio de Full Moon.
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Había cuatro excavaciones y una mesa larga cubierta por un mantel blanco y que rebosaba en crisantemos del mismo color, todas apiladas por unidades separadas, reluciendo frescas e impolutas, con total blancura.
Sintiéndome como un niño que observaba un lugar en el que deseaba estar, pero que sabía que no se le permitía, me removí a modo de queja en el interior del autobús y sin quererlo, llamé la atención de algunos que voltearon a ver en mi dirección. Quedando asombrados cuando el gran Chorima relinchó levantando sus patas delanteras muy cerca del autobús.
No sabía si la intención del maestro Rangi era hacer creer a la gente que él había sido el responsable del anterior balanceo del vehículo, pero lo cierto fue que sí logró llamar mucho la atención, haciendo que todos perdieran el interés inicial por un momento.
Para todos, el dragón dorado se había ido y solo Chorima, el caballo sagrado, se había quedado a llorar la muerte de su gran jinete. Asombrando a todos y a la vez conmoviéndoles.
Mi supuesta ausencia, era lo mejor para la ceremonia, ya que la presencia de un dragón en el funeral, causaría un desvío del propósito, toda la atención se centraría en mí y la ceremonia quedaría en segundo plano.
Unos veinte guardias podían proteger el espacio de Chorima, pero se necesitaría mucho más que eso para proteger el de un dragón. Por esa razón, debía cooperar quedándome quieto en el estrecho interior de aquel autobús. Esa era mi mejor manera de mostrar respeto a todos los que no habían logrado pasar de esa noche.
Conmovidos por las muestras de afecto de Chorima, los hombres y mujeres iniciaron una canción silenciosa y lamentable, armonizando sollozos y llantos irreprimibles mientras observábamos cómo los ataúdes eran depositados en sus respectivas excavaciones, según el dato gravado en cada lápida:
Jeon Sangjoong. Padre y educador de héroes, protector del Dragón dorado.
4/03/1957 - 02/01/2021
Go Jaesong (Jackson). Hermano y súbdito fiel hasta la muerte, protector del dragón dorado. Tu sacrificio siempre será honrado. 19/11/1989 - 02/01/2021.
Jeon Minho. Hijo digno y valiente guerreo, protector del dragón dorado. Tu sacrificio siempre será honrado. 22/07/1985 - 02/01/2021.
Jeon Jeonkook. Valiente guerrero, protector del dragón dorado. El gran jinete de Chorima, némesis de los hwasaenghaji. Tu sacrificio y osadía siempre serán recordadas. 01/09/1999 - 02/01/2021.
A pesar de ser testigo de todo aquel proceso, aún me costaba asimilar la cruel realidad, no era tan fácil aceptar que el cuerpo que yacía dentro del cuarto ataúd, era el de mi amor, mi único y gran amor.
Mientras más se aproximaba su desaparición, más me oprimía el sentimiento de tristeza y más precisaba salir de mi escondite para echarme a su lado y pedir ser enterrado junto a su ataúd.
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La primera en dar un paso hacia delante fue Nayeon, llevando cuatro crisantemos blancos se acercó a cada uno de los ataúdes para dejar una flor, un ataúd a la vez.
—Adiós, tío abuelo Canas, te agradezco haberme apoyado y cuidado de mí, siempre te tuve aprecio aunque fuiste duro con todos. Adiós simpático Jackson, tu loca risa seguirá brindando alegría a todos los que te recuerden. Adiós, querido y dulce primo, extrañaré que me sacudas el cabello para molestarme. Hasta siempre, mi amado hermano, siempre estaré agradecida de ti, por cuidarme y consentirme como a una verdadera princesa, gracias por todo el amor que me brindaste a tu manera, me amaste tanto que hasta me sobreprotegías. pero hoy te vas y me dejas sola, dejándome sin mi verdadero tesoro...
Ella hizo una pausa para dar paso al llanto que no pudo continuar reteniendo.
»—Siempre creí que estarías a mi lado para siempre —continuó—, siempre creí que si te tenía, era dueña del poder de vencerlo todo, porque tú siempre peleabas mis batallas más terroríficas e imposibles. Siempre fuiste mi escudo y mi refugio. Sabiendo como eres, sé que seguirás cuidándome desde donde estás ahora. Te amo, hermano, hasta siempre.
La pelirroja de antes, se acercó a Nayeon luego de depositar, con cierta rapidez, crisantemos blancos en cada ataúd, le prestó su cuerpo para que la recién parida se apoyara en él.
De la nada, Jihyo apareció abriéndose paso entre la gente, con la cabeza cubierta por una venda, vestida con prenda de los pacientes de hospital y calzando unas pantuflas, sin un abrigo o guantes que la cubrieran del frío. Destacaba entre el mar negro de la multitud por su aspecto, dejando a muchos con la pregunta de "quién era ella" encriptada en las facciones de sus rostros.
La pelirroja vendada llegó antes que la multitud casi a la fuerza, tomó dos crisantemos en vez de cuatro, luego se detuvo y volvió por un tercero. Y en vez de ir hacia la excavación de Jeon, quien fue su anfitrión, siguió de largo, dejando caer dos de las flores para Jackson y Minho de manera respectiva, no obstante, la tercera, la dejó caer cuidadosamente sobre el ataúd que pertenecía a Jungkook.
Pensé que después de su inesperada y confusa elección, ella se haría a un lado para darle paso a la siguiente persona en la fila, mas, después de contemplar en silencio el cuarto ataúd por unos segundos, decidió dirigirle algunas palabras:
—Nunca sentí curiosidad por conocerte porque ambos nos caíamos muy mal, pero puedo decir que en el momento menos pensado, tú fuiste el único que fue amable conmigo y me defendió.
»—En ese momento estaba atrapada, vulnerable y muy aterrada, pero tú me consolaste y me hiciste sentir que no estaba sola. Me sentí agradecida, nunca olvidaré esa mirada llena de bondad que me brindaste, en el momento que solo sentía el rechazo, miedo y desconfianza de todos los demás.
»—Cada vez que recuerdo ese pequeño, pero poderoso acto, me genera el deseo de ser una mejor persona. Adiós, Jeon Jungkook. Ve al cielo, a donde pertenecen los ángeles cómo tú.
No supe de cuál momento hablaba Jihyo, hasta donde sabía, no se agradaban, pero sus palabras de despedida parecían sinceras y me conmovieron hasta las lágrimas. Ella ni siquiera le puso presta atención, no pudo tener más razón, ni decir más verdad. Exactamente así era Jungkook. Así de bonito era su corazón.
Mientras la fila avanzaba para despedir a los fieles y valientes guardianes, dos mujeres de luto salieron al encuentro de la pelirroja. Jihyo se apoyó en el hombro de una de ellas cuando esta la consoló diciéndole que había pasado por mucho. Imaginé que aquellas debían ser las kumiho que sobrevivieron al primer ataque hacía tres días atrás.
Cuando fue el turno de Jin en vez de dejar un crisantemo blanco el chico llevó una piedra para Jungkook, una extraña y nada pequeña, era el último de mis deshechos. Decidió dejarlo en el interior del ataúd, junto a su cuerpo, como un gesto de mi parte, ya que yo no podía ir a dejar un crisantemo por mí mismo.
Luego volvió al orden para recitar su discurso de despedida:
—Viejo canoso, te recordaré por tu mal carácter, tu cara de pocos amigos y tus enfermizos métodos disciplinarios, solo te importaba una cosa, tener la última palabra, lo demás era lo mismo que mierda. Ni un solo recuerdo grato me dejaste y al final moriste de la misma manera en la que viviste, sin paz ni gloria.
»—Jackson, a ti siempre te recordaré por tu buen humor y tu sentido de lealtad, de ti solo guardo buenos recuerdos.
»—Minho, siempre serás el Hermano mayor que no tuve, nunca olvidaré que me enseñaste a defender mi posición por encima de quien sea e, igual que tu prima, extrañaré cuando me revolvías el cabello y me mirabas con cariño.
»—Jungkook, sé que tengo a Eunwoo, pero a ti siempre te vi como a un hermano pequeño, nunca te lo dije, pero siempre me sentí orgulloso de ti, ahora, para mayor orgullo, eres el héroe de todos. Por eso mereces que hayan cigarrillos en el cielo, pero, si acaso no los hay, espero que esta piedra, fruto de tu gran amor, te haga compañía y de brinde felicidad.
Cuando todos dijeron su último adiós, los ataúdes fueron sepultados bajo un coro lamentable a fuerza de distintos llantos. Fue un momento en el que muchos perdieron el decoro y el orden, dejándose arrastrar por la tristeza arrolladora de lo que representaba aquel instante.
Algo comprensible. Era la hora cero para dejarlos partir.
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Al día siguiente del entierro colectivo, Lisa me contó que el señor Jeon Hechul fue visto cuando intentaba brindar información a la prensa. Apenas iniciaba la entrevista en vivo cuando fue interrumpido. El señor Min lo mandó a encerrar en su habitación porque se puso como loco esgrimiendo su bastón ante cualquiera que tuviera la intención de tocarlo.
El hombre fuerte y de espalda ancha como gorila, mismo que antes cargó el ataúd de Sangjoong junto a Lee Seungri, pudo dominar al señor Heechul él solo, arrebatándole el bastón y cargándolo escaleras arriba como a un saco de papas.
Jeon Heechul no perdió la oportunidad de vociferar para la prensa escuchara que él era el heredero del grupo Do Man y de Full Moon. Que su sobrina, Nayeon, trataría de quedarse con todo.
Sin embargo, cuando se tuvo la oportunidad de preguntarle a Nayeon sobre el tema, ella anunció que no quería nada que no le fuera heredado de forma legítima. Reconoció que el heredero de todo era su tío Heechul, a menos que existiera algún testamento que demostrara lo contrario.
—Además, si yo heredara Full Moon, donaría la parte de la mansión y del jardín frontal al estado para que lo conviertan en un museo y en un parque temático en memoria de mi hermano y todos los demás héroes que entregaron sus vidas en la batalla de los dragones y los poseidos.
Nayeon fue aplaudida por los presentes, mientras que, desde el piso de arriba, aún se escuchaban los gritos enfurecidos del señor Heechul.
En las siguientes horas, antes del amanecer, el testamento de Jeon fue hallado. Antes del medio día, los abogados del grupo Do Man confirmaron la legitimidad del documento. El mismo fue leído ante la prensa, para evitar posibles disputas a futuro.
El grupo sería heredado por Jeon Minho, Go Jaesong y Kim Namjoon . Y las propiedades de Full Moon serían heredadas por Jeon Jung kook, Jeon Nayeon y Kim Seokjin.
No había nada para el señor Jeon Heechul. Lo que lo hizo cambiar a una actitud más dócil luego de despotricar contra el difunto Sangjoong.
Como tres de los herederos yacían fallecidos y los mismos no tenían descendencia que pudieran reclamar su parte de la herencia, las mismas pasarían a sus parientes más cercanos.
El señor Nam, anunció que Jeon Minho y Go Jaesong habían firmado un acuerdo legal de dejar sus futuros derechos a los señores Kim Namjoon y Kim Seokjin en caso de fallecimiento.
Heechul se opuso a aquella última misiva, ya que nadie podía validar su legitimidad. El documento sería evaluado con detalle y luego se decidiría si el grupo Do Man sería compartido entre Nam, Hechul y Nayeon. Hecho que ocurriría en el caso de que las voluntades de Minho y Jackson no llegaran a ser legalizadas, porque de otro modo todos los derechos recaerían en los señores Kim.
Por la parte de la Mansión y sus tierras, los herederos estuvieron de acuerdo con la idea inicial de Nayeon. Kim Seokjin no salía de su asombro por haber aparecido en el testamento de Jeon, se consideraba indigno de estar ahí. Por eso no dudó en apoyar la idea de Nayeon, desde la noche de la batalla de dragones, Full Moon formaba parte importante de la historia de la nación, por lo que su lugar en ella debía estar separado. Igual, Jin sabía que yo, Kim Taehyung, el verdadero dueño, no iba a poder disfrutar de mi casa, a menos que lograra regresar a mi forma humana.
Jin y los demás sabían que no pensaba quedarme, que mi viaje terminaría en las frías aguas del río Han.
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Habían pasado cinco días desde el funeral. Los testamentos fueron validados y parte de la propiedad de Full Moon fue entregada al gobierno para llevar a cabo la idea sugerida por Nayeon. Todos habían preparado sus equipajes. Ya era hora de partir.
Intenté flotar, como lo había hecho cuando salí del domo y cuando enfrenté a Hiroshi. Pero, por más esfuerzo que hacía, no lograba sobrepasar los veinte metros sobre el suelo.
No tenía suficiente energía.
Desde el momento que terminó el funeral, se había prohibido cualquier entrada. Los militares tenían la zona cubierta y los reporteros insistían en obtener el permiso de accesar al área de la mansión.
Era cuestión de poco tiempo para que descubrieran que la gente de Full Moon seguían ocultando a uno de los dragones que habían capturado sus cámaras.
—No estás en condiciones de irte solo. Nosotros te acompañaremos. —A Jin no dejaba de mortificarle la idea que me marchara sin ellos.
—Jin, no podemos ir por el camino con un dragón siguiéndonos como si fuera una mascota. —Nam quería hacerlo entrar en razón.
—Lo último que pensaría la milicia es que sea una mascota. Se supone que Hwang-Ryon ya no está. No dudarán en dispararle si lo confunden con el lagarto feo que huyó al Norte. —Jimin sonaba preocupado también.
—Nam, pídele a alguno de los novatos que traiga el autobús que le preparamos para que asistiera al funeral. —Jin no se iba a rendir. Las cosas debían hacerse a su modo. Era algo de él que me hacía recordar a Sangjoong.
—¿Crees que pueda soportar tantas horas ahí? No se sintió nada bien después de que salió. —Jimin veía a Jin con preocupación.
—Mejor los que usamos para buscar las provisiones que pedíamos en línea —sugirió Nam—, esos están más limpios.
—Esos son más altos, pero más estrechos que el autobús. Tiene que aguantar, Jimin, tiene que hacerlo. Ya lo viste no puede volar. —Jin puso una mano en el hombro del más joven.
—Jungkook no hubiera permitido que lo trataran así —replicó el chico con los hombros caídos.
—Hacemos lo que se puede, si pudiéramos haríamos más. —El señor Min abrazó a Jimin, quien estaba a punto de largarse a llorar. Lo hacía cada vez que mencionaban el nombre de su amigo muerto.
Yo no era el único que extrañaba a Jungkook, estaba seguro de que ese niño dejó una gran marca en más de uno, pero estaba mucho más seguro de una cosa, yo era el más afectado, pues era el único que no quería una vida sin él.
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Durante el viaje hacia el río Han, sentía que el aire me faltaba, mientras que los minutos se volvían horas estando comprimido dentro de las cuatro paredes del autobús. No me estaba asfixiando hasta la muerte sino que, lo que me estrangulaba, era el pensamiento de que todo había terminado de una manera que no estaba preparado para aceptar en mucho, mucho tiempo.
Estar destinado a separarme tan pronto de él y de la peor de las maneras, era una idea tan difícil de digerir, todo cuanto había sucedido los últimos días era tan absurdo.
Después de lo que pareció todo un día, el autobús se había detenido y al fin el motor se había apagado, dando paso al sonido de la corriente del río.
Habíamos hecho la parada en mi último destino.
Me deslicé hacia afuera de la caja tan pronto cuando abrieron la puerta que habían improvisado en la parte de atrás. Sentí mis pulmones llenarse de aire fresco y no perdí tiempo en estirar mi cuerpo.
Los vehículos que seguían el autobús quedaron vacíos. Todos andando hacia la orilla del río con caras largas y tristes, una banda de hombres vestidos con traje negro.
Lisa, Jin, Jimin, Nam, Jung, Min, Soobin, Im, el maestro Rangi en forma de conejo y el hombre con el rostro cubierto de banditas.
—Con esa ropa y esas caras, parece que están en otro funeral —bromeé segundos antes de lanzarme a río.
Una vez sumergido en las aguas del gran Han, me giré para echar un último vistazo hacia la superficie donde estaban mis amigos. Mi intención de escucharlos y dedicarles unas palabras, se fueron por el caño, pues aquella despedida que tanto dolía al acercarse la hora, nunca pudo ser.
Cuando mi cabeza emergió del agua y, de nuevo respiraba oxígeno, viendo en su dirección a la orilla del Río, ellos ya no estaban, observé más allá de las faldas de la sabana y no había rastro, ni de ellos, ni de los vehículos.
Seguí buscándolos durante horas porque pensé que tal vez fui demasiado veloz al nadar, pero por más que iba y volvía al lugar donde habían aparcado, nunca los encontré.
No me pregunté cómo lograron desaparecer en cuestion de segundos, lo único que me impactó fue que se habían marchado sin darme la oportunidad de despedirme de ellos. Y la sesanción que me invadió, me dio pesar por ellos, mientras que, al mismo tiempo me recordó cuanta razón tenían las palabras de mi joven amado.
Me había quedado completamente solo en mi interminable viaje por la tierra... mas me haría acompañar de la esperanza que el maestro Rangi me había brindado de que no sería un dragón por el resto de mi vida y de la que, a su vez, Jungkook me otorgó en sus últimas palabras: él volvería a nacer una vez más.
Guardaría esas esperanzas dentro de mi pecho, porque después de él, ya no era ese Kim que quería resolverlo todo deseando la muerte.
Aunque los había perdido a todos, solo tenía que ocuparme de esperar sin importar cuantos años tuvieran que pasar.
Él siempre fue mi destino y eso no iba a cambiarlo ni el tiempo, ni la muerte. Lo esperaría una eternidad si fuese necesario.
Algún día él volvería a mí... volveríamos a estar juntos.
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Tenía muchas notas para escribir el epílogo, pero no pude incluir todo porque se iba a hacer demasiado largo. Espero no haber dejado muchos cabos sueltos.
Trabajaré para la parte II de esta historia. Manténganse como Kim, quien llora, se siente solo y triste, pero no pierde las esperanzas.
Agradezco a todos por haber llegado hasta aquí. Gracias por darle tanto amor a este libro.
Esto no es un adiós, sino que un "hasta luego".
Nos leemos (algún día) en el libro II.
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