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Capítulo 57




Capítulo 57

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NUEVE COLAS

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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱

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El crujido de la nieve bajo nuestras botas y el sonido de nuestras respiraciones armonizaban al compás de nuestros movimientos al caminar, como la melodía de una marcha, lado a lado, hombro con hombro, Nam-hyung y yo nos dirigíamos hacia el centro de los novatos. Eran las cinco con cuarenta y un minutos de la tarde cuando salimos de la mansión, teníamos suficiente tiempo antes de que la noche cayera, pero la nieve estaba muy alta y nos tomaría más tiempo de lo normal llegar a pie hasta nuestra parada.

El uniforme se sentía mucho más ligero que la noche anterior debido a las pocas armas con las que Daesung nos permitió equiparnos. Nam-hyung apenas alcanzó un par de sus Tomahowkers favoritas, mientras que a mí solamente me permitieron tomar un solo sable.

Luego de un par de kilómetros, nos salimos un rato del camino cuando nos topamos con la escena -casi desaparecida por la nieve- donde los seis guardias fueron atacados y los hígados de cinco de ellos se habían convertido en el aperitivo de la Nueve Colas. Casi no había señales notorias de los cuerpos enterrados bajo la nieve. Tomé uno de los sables que sobresalían desde el mango, al parecer aquella estaba enterrada en uno de los cuerpos, ya que al sacarla resplandecía en un rojo escarlata, con cierta pena, terminé limpiando la sangre de la hoja con la humedad congelada de la nieve para completar el par.

Seguimos nuestro camino hacia el centro de los novatos, decidimos transitar el recorrido del adoquín vehicular, ya que la nieve era menos espesa que en los jardines y las zonas boscosas. Nam-hyung y yo caminamos casi por cincuenta minutos en total silencio, pero más alertas que nunca a cualquier ruido o movimiento. Ya me había acostumbrado al escuadrón rebelde que habíamos formado los siete juntos, contando también con la muy útil compañía de Rangi. Yendo a pie hacia el centro de los novatos me hizo recordar nuestro recorrido en grupo cuando quisimos utilizar los baños a causa de que habíamos acordado no separarnos.

«Dónde estás, Ho Rangi».

"Si sigues pensando tanto en él empezaré a ponerme celoso". La voz de Taehyung dragón llegó intacta hasta mi cabeza, como si la distancia no le afectara ni un poquito. "Pero agradezco que te mantengas pensando en algo, es mejor si rompes con el silencio. ¿Quieres que lo localice por ti?".

«¿Tengo que responder a eso? Debiste ofrecerte antes». No Pude escuchar la risa de Taehyung causada por mi reclamo y se me hizo difícil evitar reír en silencio también, me resultó graciosa oír aquella voz, que se había vuelto más oscura y profunda, reír como lo hacía cuado tenía forma humana.

—¿Por qué sonríes así? —inquirió Nam-hyung arrugando el entrecejo con curiosidad—, ¿te divierte todo esto?

Había sonreído por la manera en la que Taehyung había reaccionado, al principio pensé que de verdad estaba celoso, pero al ofrecerme localizar a Rangi por mí, me hizo recordar la madurez que le habían aportado tantos años de vida. Si hubiese sido todo al revés, no creería que yo hubiera podido frenar mis celos.

—Es Taehyung —tranquilicé a Nam-hyung, cuya expresión había pasado de curiosa a preocupada porque se me había salido una débil carcajada.

—¡Aaaah! Está en tu cabeza... así como lo hace Rangi, ¿no es así? —Él me vio asentir confirmando, entonces, su teoría. Movió la cabeza en negación, más sus ojos estaban llenos de admiración—. Humanos que se transmutan a animales o en criaturas mitológicas y que, a su vez, se comunican por telepatía. No sé cómo asimilar tantas cosas extraordinarias al mismo tiempo. Píldoras que dan súper fuerza, un ejército de rencores, una camada de Kumihos, gárgolas y Komainus que cobran vida con un talismán. Es como sentirse atrapado en un sueño.

—O como que nunca habíamos descubierto la realidad. Te olvidaste de los Hwasaenghajis.

Nam-hyung se estremeció ante la palabra.

—Cierto. ¿Cuántos más secretos oculta Full Moon? —suspiró el rubio, soltando, así, gran cantidad de vaho frente a su rostro, teniendo que quitarse las gafas para desempañar los cristales.

«Algo como que Taehyung es un dragón».

Todas esas cosas increíbles, ya me estaban pareciendo triviales en las últimas horas. Solo esa parte me afectaba de una forma que no podría explicar nunca con palabras.

«Mi Taehyung ahora es un dragón».

¿Por qué la vida se empeñaba en volverlo inalcanzable para mí?

"Jungkook, Por favor". Su voz se escuchaba atormentada, mis pensamientos lo estaban lastimando.

«Estoy bien, estaremos bien». Pensé más consciente de nosotros y, entonces, él mantuvo silenciados sus pensamientos. Así dijo que lo haría para que me mantuviera concentrado. Ambos sabíamos que esa no era la razón, pero no tuve el valor de contradecirle.

La temperatura había bajado exponencialmente, solo los Diose sabían cuanto frío hacia, mas el cielo de aquella tarde estaba tan claro. No había señal de la niebla que lo cubría todo el día anterior, la que, con toda seguridad, el enemigo había embocado con algún hechizo y así poder camuflar su ejército evitando ser detectados hasta el momento en que fuimos atacados. No había señales ni de seguir nevando, ni de esa extraña neblina, pero no por eso debíamos bajar la guardia.

Más adelante, nos encontramos con un novato que operaba un trakker quitanieves, por lo que, de nueva cuenta, tuvimos que salir del camino y rodearlo. El conductor detuvo su labor al percatarse de nuestra presencia, al principio, asustado y de inmediato pasando a curioso cuando pudo reconocer nuestros uniformes.

—Hola, ¿has visto a dos mujeres venir por este camino? Una de ellas está embarazada.

El muchacho negó moviendo la cabeza con vehemencia. Agradecimos y continuamos nuestro camino por el amplio sendero, ahora libre de nieve, por lo cual, en lo adelante, pudimos apurar el paso hacia el Centro de los Novatos.

Una vez que el portón de la entrada fue visible para mí, empecé a escuchar un sonido que reconocí como fuego. Cuando aquel crepitar empezó a molestarme, entonces decidí que debíamos desviarnos para investigar.

No dije nada, tan solo seguí mi instinto.

—¿Crees que nos habrán prohibido la entrada al Centro? —preguntó Nam-hyung al ver cómo me salía del camino más allá de los bordes del adoquín.

—Si la Kumiho estuviera ahí adentro, no creo que dudarían en dejarnos entrar.

—Si piensas eso, ¿entonces por qué nos estamos saliendo del camino?

—¿No estás escuchando eso? —le pregunté.

Nam-hyung detuvo sus pasos para mirar al rededor, como buscando escuchar algo, ladeaba ligeramente la cabeza. Luego hizo un gesto de confusión y negó al tiempo que chasqueaba su lengua en frustración.

—Viene de allá —dije señalando las montañas del norte—, es fuego, estoy seguro.

Nam-hyun me dirigió una mirada aturdida y exasperada por igual.

—¿Estás seguro? Yo no logro escuchar nada. No podemos desviarnos del objetivo, Jeon.

Escuché con toda claridad cada palabra, sabía que era lo más lógico seguir avanzando hasta el Centro, pero el impulso fue más fuerte que cualquier lógica, ese sonido me llamaba, me decía que ahí era donde debía ir.

Tardamos en llegar a una distancia en la cual Nam-hyung ya podía ver el humo ascendiendo. El espesor de la nieve en la zona boscosa nos impedía apurar el paso. Casi habíamos entrado al bosque de bambú, ya que llegamos al punto donde estos se mezclaban con los abedules, cedros y fresnos. Eso me recordó el camino que, el día anterior, habíamos tomado a pie hacia el Cine de Terror, como lo llamaban los novatos.

Fuimos lo más cautelosos que pudimos al acercarnos. Junto al fuego, había una figura encorvada y bajo una manta blanca, parecía meditar en total silencio.

Observamos al rededor y no había signos de que la figura tuviera otros acompañantes. Por lo que no dudé en irrumpir el espacio, sacando a aquella persona de su trance.

Mi alma bajó hasta las las plantas de los pies y regresó a su sitio tan pronto como discerní el rostro de Nayeon debajo de aquella manta. Corrí hacia ella a pesar de que Nam-hyung quizo detenerme.

—Espera —dijo, interponiéndose. Pero ya era tarde, porque lo había esquivado con agilidad y avanzado hasta mi hermana para abrazar con cuidado su hinchado y frágil cuerpecito.

Le retiré la manta para revisar cada centímetro visible de su cuerpo, su pequeño rostros estaba sucio y con rastros de sangre y lágrimas, parecía estar bien físicamente, pero había tanto reflejado en su mirada, alegría y a la vez agonía, alivio y a la vez desesperación, esperanza y la vez miedo.

Quiso decir algo, pero las palabras no le salían. Noté que miraba hacia arriba y alternaba la vista entre mi rostro y algún punto sobre las alturas.

La abracé de nueva cuenta cuando sentí que Nam-hyung se posicionó detrás de mí. Entonces ella, al ver a mi acompañante, se quedó como catatónica por un breve instante.

—¿Qué hace él aquí? —Nayeon señalaba a mi hyung mientras lo miraba con terror. —¿Heena no te rescató de la sala de torturas? —Ella me miró confundida y temblando.

Nam se alejó unos cuantos pasos. Supuse que para darle su espacio a Nayeon debido a aquella reacción.

—¿Heena? ¿Te refieres a la Kumiho?

Nayeon asintió. Seguía lanzando miradas esporádicas hacia arriba con cierta tristeza, entonces decidí echar un vistazo hacia las copas de los árboles sin saber que iba a llevarme una sorpresa. Había algo inesperado, el cuerpo de un hombre atado al tronco de un abedul a gran altura. Era Jung.

—Oppa... Ella me prometió que te rescataría y te traería a mí —Nayeon empezó a sollozar.

La escuchaba con toda claridad, pero no volteé a verla, una vez que puse mis ojos sobre el cuerpo en las alturas del árbol, no pude bajar la mirada, solo podía mirar la figura inmóvil de Jung.

—¿Está muerto? —pregunté, inseguro de querer escuchar una respuesta.

El llanto no tardó en salir de la garganta de mi hermana ante mi pregunta.

—No lo sé. —Nayeon dejó salir más lágrimas, sus labios temblaban en su intento por retener el llanto—. ¿Cómo podría saberlo? Esto es mi culpa. Oppa, ¿qué voy a hacer?

Sin previo aviso, Nam estaba intentando escalar el árbol utilizando sus tomahawkers, él también había reconocido a Jung. Entonces recogí el manto blanco con el que Nayeon se cubría del frío y empecé a atarlo del grueso tronco del abedul.

—Apártate, Nayeon —solicité mientras estiraba la tela a todo lo ancho que alcanzaban mis brazos.

Nam-hyung cortó los ligamentos de bambú con los que Jung estaba atado luego de confirmarnos que estaba vivo. Fue un verdadero alivio descubrir que la Kumiho no lo había asesinado. Al cortar el último ligamento, el cuerpo de Jung empezó a descender con gran velocidad, entonces me moví para poder atraparlo con la tela y amortiguar la caída. La maniobra no fue la más sutil, pero al menos su cuerpo no impactó contra la nieve. Eso hubiera sido desastroso.

Me acuclillé junto al cuerpo, toqué sus amígdalas y su cuello en busca de signos vitales.

—Su pulso es muy débil, pero aún vive.

Nayeon se acercó precipitada y llorando hacia el cuerpo de Jung para tocarle el rostro. Preocupada por su condición empezó a revisar su abdomen, donde yacían varias laceraciones y una herida muy profunda que sangraba a borbotones. La carne en los bordes de cada corte, ennegrecida, como si se estuviera pudriendo. De inmediato, ella arrugó una esquina de la manta para colocar tal bulto sobre el torso de Jung.

—Ha perdido mucha sangre —informó ella pasando el dorso de su mano por su nariz, rascándose de manera brusca—. Tenemos que hacer algo para detener la hemorragia. —En su rostro quedó una nueva mancha de sangre.

De inmediato, tomé la otra esquina de la manta para estirarla y la atravesé con uno de mis sables para cortarla, saqué una tira con suficiente anchura para hacer una especie de vendaje temporal. Entre los tres desnudamos el torso de Jung y envolvimos la tela cubriendo la herida abierta, así logramos detener a gran escala el sangrado. Luego lo volvimos a vestir.

Pero eso no iba a garantizar que sobreviviera, su pulso estaba muy débil debido a la sangre que había perdido, debíamos llevarlo al hospital y no teníamos un vehículo, temía que a pie nos llevaría demasiado tiempo para llegar y Jung no sobreviviría al viaje.

Nam-hyung se ofreció a cargar al herido e inconsciente jung y prometió que cuando se cansara me pasaría la carga. Por otra parte, Nayeon y yo iniciamos una discusión porque ella no quería que yo la cargara, pues ella consideraba que no era necesario.

Nam-hyung se había alejado con Jung sobre su espalda cuando escuché a alguien que se nos acercaba. De inmediato, tapé la boca de Nayeon para que guardara silencio. Ella agrandó los ojos asustada y empezó a temblar con más fuerza.

—Alguien viene —susurré apenas mientras la liberaba.

Nayeon miró hacia todos lados y luego me veía confundida.

—¿Estás seguro? No escucho ni veo nada.

Un olor muy peculiar había atravesado mis fosas nasales uno que me recordó el olor que provenía del área de la piscina cuando la Kumiho estaba enjaulada. No me había percatado de él hasta que lo volví a oler.

—Es la zorra, estoy seguro.

Me moví hacia el gran árbol para desatar la manta, cubrí a Nayeon con ella y la empujé con suavidad para que siguiera el camino que había tomado Nam-hyung. Sin embargo, ella se resistió y se negó a irse sin mí.

—No vale la pena, Heena es muy rápida. Nos alcanzará de todos modos.

Los pasos de Nam-hyung se escuchaban a gran distancia cuando apareció la presencia que esperábamos frente a nosotros. De inmediato, me coloqué delante de Nayeon y desenvainé mis dos sables adoptando una pose de defensa.

La Kumiho llevaba a una persona en brazos, alguien con el uniforme nuevo, cuyo cuerpo dejó caer a sus pies con descarado descuido, al verme. Ella también adoptó una pose -un tanto salvaje- de combate al tiempo que de su cabeza empezaban a salir unas grades y puntiagudas orejas; de su espalda se estiraron, abanicándose, una colección de colas de un rojo casi luminiscente y, de sus manos, sobresalieron unas largas garras rojizas que antes no estaban ahí.

La mujer echó una mirada rápida al cuerpo tirado delante suyo al cual dio la vuelta usado uno de sus pies, pateando con suavidad. Entonces pude ver el rostro de su presa.

Aquella víctima era Mark Tuan.

—Supongo que este tipo no es tu hermano —dijo la zorra sonriendo hacia Nayeon y mostrando unos colmillos que sobresalían demás. Su voz era gutural, pero femenina al mismo tiempo—. Qué casualidad que el único individuo, que estaba cautivo en ese lugar al que me enviaste, no era tu hermano.

«¿Nayeon la había enviado a buscarme?». Pensé. «Claro, debió pensar que yo estaba en el salón de torturas. Eso explica muchas cosas».

—Heena, espera... —Nayeon titubeó—. no es lo que parece.

Mi hermana trató de dar pasos hacia la Kumiho, pero yo no se lo permití, obligándola a mantenerse detrás de mí.

La Kumiho dejó de sonreír de súbito y miraba a Nayeon con gran escrutinio, ladeando la cabeza. Sus orejas, al igual que sus colas, se movían de una forma extraña, parecían tener vida propia. Echó una rápida mirada hacia las alturas del abedul donde se encontraba Jung y entonces sus espesas cejas se arrugaron con legítimo enfado.

—Por supuesto, no es lo que parece... —ironizó con voz gutural y lenta pronunciación—. No serías capaz de tenderme una trampa, ¿verdad?

—Yo no te mentí, no sabía que mi hermano había salido de ese lugar —Nayeon se escuchaba angustiada, estaba llorando.

—No me dijiste que tu hermano era tan guapo. Supongo que tampoco sabías eso.

—No he roto nuestro trato —Nayeon acotó entre sollozos desesperados—, por favor, debes creerme.

La Kumiho ignoró la súplica de Nayeon poniendo su atención y curiosidad en mí, me miró desde la cabeza hasta los pies con cínico interés y una media sonrisa estirando la mitad de su rostro.

—¿Cómo lo hiciste? —inquirió la mujer zorra apuntando con una de sus largas garras hacia lo alto del abedul—. Mejor dicho... ¿cómo lo hicieron?

La vi anclar su pie izquierdo en la nieve, estaba a punto de atacar.

Apreté las las empuñaduras de mis sables esperando por su ataque. Sin embargo, me tomó por sorpresa que corriera de súbito hacia una dirección que difería de nuestra posición.

Mis ojos se agradaron a la vez que mi corazón se sacudió con tremenda fuerza. La Kumiho iba por Nam-hyung y Jung.

—¡No! —gritó Nayeon con voz desgarrada—¡No lo mates, por favor!

Mi hermana también había discernido las intenciones de la Nueve Colas.

En ese momento debía actuar rápido, pero mis pensamientos me abrumaban en demasía. Me atormentó pensar en que, si iba tras la Kumiho, tendría que dejar sola a Nayeon. ¿Y si esa oportunidad era la que la mujer zorra esperaba? Por otra parte, si me quedaba junto a mi hermana la podía bien proteger, pero Nam-hyung y Jung podrían morir a manos de la Nueve Colas.

De pronto, el cuerpo de Mark se removió sobre la nieve. Su cabeza se elevó con un respingo.

—¿Ya se fue? —solicitó observando todo a su alrededor y sentándose en su lugar.

Me alegré de que el amanerado loco estuviera vivo y sin un rasguño, pero no era tiempo de celebrar. Envainé uno de mis sables y me moví hacia la fogata, tomé un trozo de madera de los más finos y se lo pasé a Nayeon antes de susurrarle al oído que usara la antorcha contra la Kumiho.

Mark se sacudía la nieve con tranquilidad, como si estuviéramos en la situación más trivial.

—Levántate, Mark. Esta situación no es un chiste.

—Lo sé, pero podría ser peor. Estoy agradecido con esa loca salvaje por haberme rescatado. Bueno, ella no está tan loca, tiene muy buen gusto. Te llamó guapo.

—¿No se suponía que estaba inconsciente cuando Heena dijo eso? Estuvo despierto todo ese tiempo... Qué valiente —los sarcasmos de Nayeon no podían faltar, ni siquiera en tal situación.

Me acerqué a Mark y le entregué mi sable desenvainado, luego le dije:

—Tu agradecimiento hacia la Nueve Colas no durará mucho, para variar. Usa esto si viene por ustedes.

Entonces, sin decir más o esperar escuchar si tenían algo que decir, corrí hacia la dirección por donde Nam y la zorra habían desaparecido.

No tardé mucho en encontrarlos, a parte de que podía escucharlos con claridad a lo lejos, también podía ver los mismos flashes azulados que había discernido en la anterior batalla contra los rencores. Eran las ráfagas de las tomahawkers de Nam-hyung. El se estaba enfrentado solo contra la Nueve Colas. Entonces me pregunté: ¿En qué momento se tomó una píldora?

Aumenté la velocidad lo más que pude hasta que llegué al lugar del enfrentamiento, me sorprendí al descubrir que Nam-hyung no estaba en tantísima desventaja como me esperaba. Tenía una herida en su pierna izquierda, pero eso no le impedía maniobrar su cuerpo con destreza.

Busqué a Jung y avisté su cuerpo inmóvil a unos pocos metros de la pelea, me moví hacia él y lo arrastré para alejarlo lo suficiente de ellos en cuanto lo alcancé. Mientras daba la espalda al enfrentamiento, escuché pasos precipitados que se aproximaban hacia mí, entonces solté el cuerpo de Jung y envolví la empuñadura de mi sable con la mano libre, desenvainé al tiempo que me giré haciendo que la zorra se detuviera en seco y retrocediera en el instante que la punta de mi sable apuntaba hacia su garganta. Solo unos pocos centímetros de distancia le separaban de haber sido herida.

Ella sonrió provocativa. Lentamente tomó más distancia.

—Pero qué reflejos —Halagó con cierta picardía—. Me hubiese gustado conocerte en otras circunstancias, chico guapo. Así no me sentiría tan mal por tener que matarte.

Al tiempo de pronunciar aquellas últimas palabras, la zorra se giró y me rodeó con una impresionante velocidad, en un abrir y cerrar de ojos se encontraba del otro lado, frente al cuerpo de Jung tomando impulso para enterrar sus garras en su pecho. No lo pensé para abalanzarme sobre el aire, dando un giro mientras me suspendí en la nada sosteniendo mi sable con ambas manos y ejecutando un corte diagonal al blandirlo, evité que ella lograra su cometido, la hoja no resplandeció como la
Noche anterior, sin embargo, rebanó la muñeca de mi contrincante. Un corte limpio que amputó su mano.

Con un alarido ensordecedor, la Kumiho retrocedió arrastrando mucho hielo detrás de sus botas, su mano completa sostenía la sangrante muñeca a la cual le faltaba la mano. Fue más de lo que esperaba, porque mi intensión solo era detenerla.

Ella se alejó un tanto del cuerpo de Jung donde había caído su mano repleta de largas garras y, en medio de su dolor, me entregó una mirada de odio profundo. Cuando el efecto doloroso pareció haber menguado, ella empezó a reír sin control.

El eco de su risa estrafalaria y escalofriante se extendió por el bosque y generó una sensación terrorífica cuando se detuvo. Me miró con siniestra burla al tiempo que elevaba su muñeca herida a la cual le salía un bulto viscoso y asqueroso. Cuando entendí de qué se trataba lo que quería mostrarme miré en seguida hacia la garra que había caído junto a Jung. Aún estaba ahí, lo que quería decir que su mano se reformaba, ella podía regenerarse, como Taehyung.

—¡Mierda! —solté con impotencia.

—Esa no la vi venir —Nam se colocó junto a mí mientras miraba embelesado hacia nuestra contrincante. —No es que sea fuerte, es que es invencible.

—Eso no es verdad —negué, cortante.

Habíamos descubierto cuál era el As bajo la manga de la Kumiho, pero yo también tenía algo.

Tenté mi bolsillo con rapidez y saqué una píldora del interior para depositarla en mi boca, el sabor a yerbas viejas y secas mezcladas con tierra no era tan desagradable como el fuertísimo sabor a ajo fermentado. No pude evitar arrugar la cara por el disgusto mientras tragaba.

Cuando el dolor llegó, apreté con fuerza la empuñadura de mi sable, cuya hoja reverberaba hacía la nieve, iluminando el atardecer con una luz blanquecina.

Pensé que mis músculos olvidarían cómo responder frente a cualquier estímulo, al menos hasta que el efecto del dolor hubiera pasado. Mas, cuando Heena se movió con agilidad para echarse encima de mí, mis pies reaccionaron solos haciéndome dar un salto hacia atrás para tomar distancia. El dolor no se había ido, pero era más soportable que la primera vez.

—No soy vegetariana, pero me gustaría que compartieras tus bocadillos conmigo —Heena se pasaba la lengua por sus filosos dientes con gótica sensualidad.

No dudó en atacarme otra vez, arremetiendo con sus peligrosas garras, las cuales me apresuré a bloquear con mi sable y cuya dureza comprobé en el instante en que deslicé la hoja tratando de cincelarlas, pues lo único que conseguí fue una fricción que produjo una explosión de chispas. Aquellas garras era tan duras y resistentes como el acero mismo y al igual que su mano, se regeneraban casi de inmediato.

Nam-hyun se estaba debilitando, por lo que había intentado tomar una píldora más. No lo hizo porque lo detuve a tiempo. Él también sabía que repetir la píldora en un lapso tan breve, acarrearía graves consecuencias. Así nos lo había advertido Rangi, ni siquiera él, quien llevaba toda su milenaria vida tomándolas, se atrevía a ser tan insensato.

Los ataques de la Kumiho se volvieron más feroces y determinados. No importaba cuánto la hiriéramos, ella volvía a estar ilesa en pocos segundos, ya me estaba cansando, pues no tenía todo el tiempo del mundo cuando Jung necesitaba ser atendido en el hospital y Nam-hyung estaba siendo muy afectado por la herida en su muslo.

El cabello húmedo molestaba sobre mi frente. Estaba sudando bajo el traje, esperando la oportunidad, ya que la zorra había cambiado de objetivo. Se había decidido por atacar únicamente a Nam-hyung, pero yo no le permitiría salirse con la suya, solo necesitaba calcular mis movimientos para no poner a mi camarada en peligro al momento de arremeter contra la zorra. Si ella llegaba a herirlo otra vez, aunque sea con otro pequeño rasguño, Nam-hyung quedaría fuera de combate, incluso, sería difícil que continuase de pie.

Nayeon y Mark llegaron al lugar del enfrentamiento. Como pudo, ella corrió hacia el cuerpo de Jung y se arrodilló sobre la nieve para revisarlo. Mark siguió sus pasos con sus movimientos peculiares y afeminados.

En mi descuido, la Kumiho se abalanzó sobre mí, pero Nam-hyung lanzó una de sus tomahawkers asestando justo en la espina de la zorra, ella cayó derrapando sobre la nieve junto a un grito seco de dolor. Quizo sacarse el arma pero se le imposibilitaba alcanzarla, si la sacaba, sanaría pronto, así que antes de que eso ocurriera, me lancé hacia ella con destajo, blandiendo mi sable en diagonal, rebanando sus brazos y piernas con desenfrenada inclemencia.

La criatura aullaba de dolor, mirando sus miembros con terror, más, cuando me detuve, su carne se estaba regenerando con lentitud. Entonces, antes de que el proceso se concretara, miré toda la escena, iba a cortarle la cabeza, pero recordé las palabras del jefe Min: "No olvides lo de las garras". Entonces decidí dar por terminada la pelea de una vez por todas.

Solté el sable con descuido y me agaché para tomar uno de los restos de su brazo, usaría sus propias garras para terminar con su vida.

—Secuestraste a la persona equivocada. Este será tu último día de vida —acoté con rabia empuñando las filosas garras y apuntándolas hacia el torso de la Nueve Colas.

—¡No! ¡No la mates! — el grito de Nayeon me detuvo con las manos sobre mi cabeza. Entonces la miré incrédulo.

—Ella intentó matarnos primero. Te secuestró, hirió a Nam-hyung y Jung está muriendo por su culpa.

—Lo sé, pero dale una oportunidad. Estamos en el mismo barco ahora. Hicimos un trato, saldríamos juntas de aquí. Ella ha sido desechada, como yo. La han dado por muerta y por eso la han abandonado. Su camada ha sido reducida y dispersa, está sola ahora.

—Si de algo sirve, a mí me rescató — Mark dirigió una sonrisa poco convincente hacia la Kumiho.

No pude decir nada, tampoco pude hacer oídos sordos, no porque creyera que la Kumiho mereciera la oportunidad, sino porque era Nayeon la que me lo estaba pidiendo. Me dejé caer sentado sobre la nieve, junto al cuerpo mutilado de la Nueve Colas y solté con desgana el brazo muerto.

La Kumiho no se inmutó. Respiraba agitada y apretaba los dientes echando la cabeza hacia atrás, se resistía al dolor que le producía la regeneración de todos sus miembros, aún tenía el arma de Nam-hyung incrustada en la espalda. Entonces escuché un golpe seco sobre la nieve, al voltear, vi que Nam-hyung se había desmayado.

Corrí hacia él y, al revisar su herida en la pierna, discerní que la carne alrededor estaba ennegrecida, tal como el abdomen de Jung. Esas garras hacían algo más que cortar con sus filos, también maldecían.

—Detenlo —grité con exigencia, mirando hacia la Kumho—. Dime cómo se detiene esto.

La Kumiho rio en medio de su padecimiento.

—¿Por qué das por hecho que voy a ayudarte? —se burló. Sus piernas ya estaban casi completas.

—Porque él te perdonó la vida —intervino Nayeon, con una voz endurecida y firme. Había dejado de llorar—. Ahora se la debes.

La Kumiho hizo una mueca de disgusto al tiempo que revoleó los ojos y no fue precisamente debido al dolor.

—Odio estar en deuda, lo sabes.

Nayeon se cruzó de brazos por encima de su vientre hinchado, regodeándose frente a la nueva situación de la Nueve Colas. Una media sonrisa se dibujó en sus labios con cierto aire de superioridad.

—Por su puesto que lo sé, ¿por qué crees que te lo estoy recordando?

Nayeon parecía confiada en hacer otro trato con la criatura. Por el contrario, a mí no me inspiraba ni un ápice de confianza.


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Nayeon se aproximó con la respiración irregular mientras nos dirigíamos al
centro de los novatos, por un momento pensé que estaba a punto de arrepentirse de andar todo el camino por si mima y que estaba a punto de pedirme ayuda.

Aunque esa ayuda viniera de Mark Tuan y no de mí, ya que mi espalda y mis brazos estaban ocupados cargando con Jung.

—Oppa... ¿cómo es que aprendiste a hacer esa magia?

No pude evitar hacer una mueca, de todos los temas posibles, no me esperaba una pregunta como aquella.

—¿Uh? —No respondí de inmediato, aún sabiendo que ella no iba a detener el interrogatorio hasta sentir su curiosidad satisfecha.

—Te lo diré después —evadí—. ¿Cuál era el plan de escape que tenías con la Kumiho? —contraataqué.

Ella acariciaba su vientre al caminar y dejó de hacerlo para colocar sus brazos sobre sus caderas pareciendo un jarrón.

—Responde o nunca lo sabrás, grosero. Yo pregunté primero.

Ante nosotros apareció el gran portón del centro.

—Por el momento, ninguno sabrá la respuesta del otro —Nam-hyung se bajó de la espalda de la Kumiho y, al separarse de ella, luchaba en vano por mantener el equilibrio con su pierna sana y un palo de bambú como soporte—, pero no se sorprendan, ya hemos pasado por situaciones impensables.

Nam-hyung miró a la Kumiho con cierto desprecio y ella le devolvió el gesto con el doble de exageración.

—Como si no fuera más impensable que quisieran perdonarme la vida —ironizó ella con su gutural voz.

Al observar su falsa sonrisa, noté que sus largos colmillos; al igual que sus colas, orejas puntiagudas y garras; se habían retraído. Viéndola de esa manera, nadie discutiría que no era humana.

«Tal vez Taehyung podría aprender a transmutarse como ella».

Después de que se detuvo la pelea con la Kumiho, Nayeon la hizo prometer que cumpliríamos, pero Nam-hyung nunca estuvo de acuerdo, quería que la asesinaramos. Incluso dijo que prefería quedarse abandonado en el bosque antes de permitir que la Kumiho lo cargara sobre su espalda. Tuvimos que noquearlo para poder ponernos en marcha, así fue como el
Rubio terminó sobre la espalda de la Nueve Colas. No había tiempo para discutir, Jung estaba muriendo y el propio Nam iba ser el próximo en seguirle los pasos a Jung.

Gracias a la información que nos había brindado la Nueve Colas misma, supimos que no encontraríamos la ayuda más idónea en el hospital:

—El único camino para ellos es la muerte, en el hospital solo lograrán extender su agonía por un poco más de tiempo.

No obstante, eso no era para nada alentador.

"Ella tiene razón, Lisa dice que necesitan a un chamán". La voz del dragón surgió en mi cabeza.

—¿Qué quieres decir? —Nayeon se puso nerviosa. Miraba ansiosa la figura de la Kumiho, mientras ésta había decidido ignorarla.

—Que los dos van a estirar la pata, claramente —respondió Mark, agitando las manos con su amaneramiento grotesco, a falta de una contestación por parte de la Kumiho.

Mark tapó sus labios con sus manos en cuanto sintió mi mirada sobre él, parecía avergonzado por haber expresado su conclusión de aquella manera.

Nayeon y la Kumiho ejercían un duelo de miradas como si ambas fueran las únicas presentes.

—Necesitamos a un chamán —informé reclamando la atención de ambas mujeres. Sobre todo la de la Kumiho.

La Nueve Colas me miró con gran sorpresa en su rostro. Ella sabía bien cuál era la solución, pero había decidido reservársela.

—Tú sí que estás lleno de sorpresas. ¿Cómo es que lo supiste? —La Kumiho sonreía con genuino interés al tiempo que levantaba una de sus espesas cejas. En aquel momento, decidí ignorarla, no tenía intención de convertirme en su falso amigo. Mientras más tiempo pasaba con ella más me convencía de que debí hacerle caso a Nam-hyung y matarla. Si no hubiese sido por Nayeon, no le hubiese perdonado la vida.

—Llevamos prisa —acoté, mirando hacia el frente, donde el gran portón del Centro aparecía ante nosostros—, Jung no va a soportar por más tiempo, no sin atención. Tomaremos un vehículo e iremos a la casa del señor Oh.


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Espero que mis colegas lectores no se decepcionen por la lentitud de lo avances. Estoy tratando tanto como puedo porque me prometí a mí misma no abandonar este proyecto. Terminar de escribir esta historia es una de mis metas en la vida. 

Agradezco con todo mi corazón el apoyo sinsero de aquellas personitas hermosas que han llegado conmigo hasta aquí. No se imaginan cuanto aprecio el gesto de su sinceridad y su bondad. No tienen idea de lo que logran con sus comentarios, a veces son la compañía que no tengo y me sacan una que otra sonrisa con sus ocurrencias. Les agradezco tanto.

Un abrazo fuerte y apapachado... trabajaré para el próximo capítulo.

¡¡¡Borahae!!!

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