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Capítulo 53




Capítulo 53

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PUNTO DE NO RETORNO

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⊰─⊱ Kim Taehyung ⊰─⊱

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Mis párpados se sentían pesados, sentí que había dormido, pero no lo suficiente, aún estaba somnoliento, mi estómago rugía de hambre, mi cuerpo pedía comer y luego volver a dormir, cosa que no era normal en mí. Mi respiración era lenta y muy ruidosa, mi cuerpo pesado y bastante extraño, como si fuera ajeno, sin embargo, me sentía bien. Ya no dolía nada.

Lo último que recordaba era haber tenido una fuertísima punzada en mis sienes mi vista dividiéndose de forma extraña y un fuerte zumbido zordo en mis oídos como si mucha agua se fuera escurriendo dentro de ellos, pero aquellos síntomas habían desaparecido, excepto que al abrir los ojos descubrí que aún mi visión seguía multiplicada en varios ángulos, los componentes dispersos y repetidos como si estuviera viendo a través de un prisma.

«Jungkook, el señor Oh». Me recordé a mí mismo.

Intenté llamar a Jungkook tal como hice antes de perder el conocimiento de aquella manera tan inoportuna, pero no recibí respuesta. Traté varias veces más y solo recibía un silencio total y casi absoluto, de no ser por los pálpitos apacibles que retumbaban en mis oídos.

Necesitaba al menos escuchar su voz otra vez.

Noté que aún me encontraba en el domo. Aunque ya no estaba sobre mi mullida cama convertida hielera, en esa ocasión yacía sobre una superficie firme y húmeda por el hielo a medio derretir que me rodeaba, estaba en el baño, sobre el piso de éste. Aunque sentía mucho calor, ya mi cuerpo no estaba ardiendo.

«Parece que Jin escuchó mi sugerencia». Pensé con ironía observando el piso que me era conocido.

Mi cuerpo se sentía distinto y ajeno, pero a la vez no. Era extraño sentir la ilógica sensación de que el lugar parecía haberse encogido. En verdad creía estar seguro de que recordaba que el baño era mucho más amplio.

Aún acostumbrándome a mi múltiple visión, miré al rededor y más allá del área del baño, observé a un pequeño Jin caminando en círculos mientras se mordía una uña. No muy lejos de él estaba el pequeño cuerpo de Jimin encogido en posición fetal sobre un diván, dormía plácido como un bebé. Muy cerca del tierno muchacho, ocupando una butaca y la mesa de té, Lisa leía tranquila, se le veía muy concentrada. Una gran pila de libros rozaba el codo que la chica apoyaba sobre la mesa.

Me tardé un poco en notar que Lisa y Jimin llevaban atuendos negros a juego. Parecían vestidos como una pareja. Lo cual me pareció curioso y un poco divertido.

Intenté ponerme de pie y discerní que al apoyarme contra la superficie para impulsarme hizo crujir un poco el piso y, al mismo tiempo, el sonido singular de unas cadenas armonizó de forma espeluznante con aquel crujido creando una sinfonía siniestra. Pronto miré hacia mi brazo y me asusté por lo que mi múltiple vista me brindó.

Aquello que veía no era mi cuerpo, no podía serlo. De ninguna manera podía concebir que ese extraño y aterrador cuerpo encadenado era yo.

Mi corazón retumbaba lento, extraño y poderoso al paso que recorría la escamosa extensión de aquella criatura que dificilmente aceptaría suponer que era yo. Estaba aterrado e incrédulo al mismo tiempo.

«No, esto no es real». Negué para mis adentros, asustado.

Jin se acercó al baño corriendo hacia mí, pero se detuvo en cuanto alcanzó cierta distancia entre nosotros. Sus cejas se habían unido convirtiéndose en una línea curva encima de sus hinchados ojos. Juntó sus manos en un claro gesto de impotencia y se las llevó a los labios. Solo mirándome de aquella forma tan penosa, empezó a llorar sin decir nada.

Lisa había dejado su libro, caminado cautelosa detrás de Jin, dando un toque consolador en la espalda temblorosa del castaño. Luego ella me dedicó una mirada llena de miedo, curiosidad e interrogantes.

—Señor Kim ¿Usted puede reconocernos? —Los grandes ojos cafés de la joven mantenían cierto dejo de esperanza y anticipación.

Jimin se despertó al escuchar la casi temblorosa voz de Lisa y el llanto de Jin no se hizo esperar. El chico corrió hasta alcanzar a sus dos compañeros colocándose a un lado de Lisa.

—¿Hace cuánto que despertó? —preguntó Jimin. Mirando fijo hacia mi rostro.

A Jin le flaquearon las piernas, pude escuchar con claridad el leve tronar en sus huesos cuando sus rodillas tocaron el suelo.

"Por favor, no me hagas esto, viejo. No me dejes solo". Era extraño que jin pensara algo y se lo reservara para sí mismo. El siempre compartía cada palabra que pensaba de manera espontánea.

—¿Se encuentra bien, Jin-sunbaenin? —Jimin se apresuró a ayudar al castaño a ponerse de pie, sin embargo, el castaño permaneció de rodillas.

Jin continuaba sollosando y asintió para Jimin. Eso era suficiente para responder la pregunta y eliminar la preocupación del chico bajito.

—Por favor, juro que nunca más te llamaré salamandra venenosa —más allá de aquellas palabras, había un ruego implícito en la voz ronca y llorosa de Jin—. Dime que aún sigues ahí, viejo, por favor.

Jimin y Lisa estaban asustados de una forma muy distinta a Jin. Los chicos temían por sus vidas, el castaño estaba preocupado por la mía.

Solo bastó con un asentimiento de mi parte para que Lisa juntara sus manos en una palmada que hizo reaccionar a Jin y sobresaltar a Jimin.

Jin se puso de pie acallando su llanto en medio de hipidos que le eran imposible evitar. Dio un paso adelante luego de observar la sonrisa en el rostro de Lisa. Jimin se llevó una mano hacia su pecho y exhaló con gran alivio, pero el chico reaccionó rápido cuando se percató de que Jin pretendía caminar hacia mí.

—Espera, hay que estar seguros —el chico le impedía el paso a Jin, quien miró a Lisa con una interrogante implícita.

—Jimin-ssi tiene razón —la chica corroboró con un gesto culpable—, debemos estar muy seguros.

Ellos desconfiaban de mí y no los culpaba.

—Pregúntale algo que solo sabe el señor Kim —sugirió Jimin haciendo retroceder al mayor.

Pude comprenderlos, incluso, si yo mismo me asusté al ver ver la apariencia de mi cuerpo, ¿cuánto más aterrados se debían estar sintiendo ellos? Era de entenderse que debían poner en duda si ya no tenían a la misma persona que conocían frente a ellos. Era lógico suponer que ya no se trataba de mí, ya que me había convertido en lo que siempre temí, en una gran y aterradora bestia, en un horrible y temible monstruo.

—Soy yo —dije para tranquilizarlos, más aún, lejos de lograr ese propósito, hice todo lo contrario.

Los tres retrocedieron luego de reaccionar con un sobresalto ante mi áspera, disonante, grave y potente voz.

No era mi voz, era la de una poderosa bestia. Podía escuchar el estrepitoso galope de sus corazones. Y otra vez discerní el miedo en ellos, incluso en Jin, aunque ese sentimiento no tardó en cambiar en él.

—¿En verdad eres tú? —inquirió mi amigo, dubitativo mientras se acercaba a mí—. ¿En verdad sigues con nosotros?

Asentí con suavidad para evitar emitir palabra, no quería asustarlos más de lo que ya estaban. Tenían ante ellos un cuerpo alargado lleno de doradas escamas, pelos blancos y patas de lagarto con garras enormes y mortales, tenían todo el derecho de haberme encadenado. Si hubiese estado en su lugar, también habría hecho lo mismo.

Al pensar en las cadenas, moví mi brazo, más bien, mi pata, logrando que el sonido del objeto metálico propagase un eco dentro del domo.

"Por su puesto, iré por las llaves". Jin hizo un asentimiento y luego se alejó. Creyó que le pedía que me liberara y eso se disponía a hacer.

Lisa se percató de las intenciones de Jin en cuanto le vio tomar un llavero en sus manos.

—¿Quiere que lo liberemos? —Lisa arrugó el entrecejo poco convencida de lo que Jin pretendía.

—No se preocupen —me precipité a decir—, deben dejarme así por su propia seguridad. Solo traigan algo de comer, siento mucha hambre. Se me antoja comer algas.

Jin abortó la anterior misión, soltó las llaves en su anterior lugar, luego tomó el comunicador de Jimin y entonces solicitó a Min que prepararan un banquete para al menos sesenta hombres.

—Ya no es tu cumpleaños, pero volverás a comer mucha sopa de algas si no te fue suficiente, no deberán tardar —dijo con voz más tranquila devolviendo el dispositivo a Jimin.

—¿Qué pasó con el señor oh? —quise saber al ver a los tres más tranquilos. ¿Jungkook fue por él?

—Ah, eso. Han pasado muchas cosas mientras usted dormía. —Jimin se rascaba la nuca y miraba hacia la figura de Jin.

—¡No me digan que está muerto! —mi voz sonó más que exasperada, fue como el rugido de un Dios exigente y enfurecido.

Mientras exclamaba, un hálito helado salió como un leve torbellino de mi boca. Haciendo volar a los tres chicos por un breve instante antes de que impactaran contra el suelo. La mayor parte del lugar expuesto a mi vista quedó en desorden. Pero eso era lo de menos. Me arrepentí de mi impulso de inmediato, cuando los vi mirarme con tanto temor.

—Lo siento tanto... no sabía que podía hacer eso, yo no quise hacerles daño. No a propósito. Jamás querría.

Jin se puso de pie y caminó cojeando hacia mí, casi corriendo, traspasó la barrera del distanciamiento y su pequeño cuerpo se aferró a la parte que sus brazos podían abarcar del mío. Su intento por abrazarme fue conmovedor, pero pensar en que habíamos perdido al viejo Oh por mi culpa, me hacía sentir la peor persona. No merecía el amor de Jungkook. No merecía la amistad de Jin, no los merecía a ninguno de ellos.

—Lo sé, solo estás preocupado por el viejo chamán —Jin lloriqueaba pegado a una de mis escamosas patas—. Eso solo quiere decir que sigues intacto, que sigues aquí, con nosotros.

«Jungkook va a odiarme cuando sepa que fue mi culpa». Pensé desconsolado. Lo estaba perdiendo de todas las formas posibles. Lo último que deseaba era el odio o el rechazo de Jungkook.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —pregunté, pensando en si ya habían realizado la ceremonia de despedida del Chamán.

—Hace aproximadamente veintiséis horas desde que se desmayó por última vez —Jimin no parecía muy seguro de lo que me acababa de informar.

—¿Tanto tiempo estuve dormido?, pero no era eso lo que pregunté. ¿cuánto tiempo hace que murió?

—Han muerto muchos, señor —Lisa tenía la voz temblorosa y tragó duro antes de continuar hablando—, pero Jungkook me dijo que el señor Oh está vivo.

Supe que seguía siendo tan insensible como antaño al sentir tal alivio luego de interpretar las palabras de Lisa. Habían muerto muchos, pero Jungkook y el señor Oh estaban vivos. No obstante, no tardé en reaccionar ante aquella declaración.

—¿Han muerto muchos? Explícate, Lisa.

Jin se separó del abrazo de mi pata para ir hasta donde Lisa y taparle la boca con una sonrisa un tanto falsa dibujada en su rostro empadado en lágrimas. Lo conocía, quería ocultarme la verdad.

—Ella quiso decir que muchos han muerto en el mundo, pero que aún no le ha tocado el turno al Chamán —explicó Jin soltando a Lisa.

Me quedé mirando la pequeña figura de Jin y luego volví a mirar a Lisa, ambos me devolvían la mirada con mucha seguridad y eso me despejó de cualquier sospecha.

—Es un alivio que el viejo Oh siga con nosotros en este mundo. ¿Y cómo está Jungkook? ¿Se fue a Seúl sin despedirse de mí?

—No se ha ido, él está... —empezó a explicar Lisa con una evidente inseguridad.

—Él y Minho están huyendo de Jeon desde que salvaron al Chamán. —Jin interrumpió a Lisa con el corazón acelerado—. Pero está bien, ellos están bien.

«Mi bebé debe estar viviendo su propia pesadilla con un tío abuelo como Jeon». Reflexioné. Pensando que aquello debía ser la parte que Jin trataba de ocultar.

—Sabía que ellos iban a poder —concordé con tranquilidad—. Jimin, dile a Jeon que necesito verlo, ¡ahora!

Necesitaba ponerle fin al episodio que debían estar viviendo Jungkook y Minho.

—Si te preocupa que Jeon los esté persiguiendo, no debes hacerlo —intervino Jin con demasiada rapidez—. Ese viejo sádico tiene la mente puesta en algo más importante.

—¿Más importante que la rebelión de su hijo y el nieto de su hermano mayor? —cuestioné sin comprender. Nadie se revelaba contra Jeon y salía ileso.

—Más importante, sí. —Jin sonrió entre divertido y condescendiente mientras limpiaba su rostro con un pañuelo blanco—. Porque tu salud es lo primero y si no te has dado cuenta, lo que te ha sucedido es algo desconocido para todos, incluso para el chamán y para la familia de Lisa, que tienen generaciones de conocimiento sobre estas materias. Tu situación es lo más importante para Jeon en estos momentos.

«Entonces por qué no está aquí».

—Eso está por verse —protestó la joven de grandes y brillantes ojos cafés—. Aún faltan muchos registros por revisar. No me puedo rendir tan fácil.

La chica señaló varias pilas de libros acunados contra la pared de vidrio cerca del armario de menesteres. Parecía que habían asaltado una biblioteca antigua.

—¿De dónde salieron esos? —cuestioné sin pensar.

—El helicóptero salió temprano y regresó antes de... de la media noche —orquestamos un asalto a la casa de mi abuela, nosotros los necesitamos mucho más que ella, que ni siquiera los usa. Además, ahora puedo imaginar la cara que pondrá mamá cuando se entere del robo —la chica se encogió de hombros sonriendo. Estaba emocionada por la travesura.

—¿Y se supone que alguno de esos libros va a ayudarme? —pregunté tratando de evitar un bostezo, tenía mucha hambre y calor, pero más me estaba venciendo el sueño. Por más que luchaba por mantenerme despierto.

Jin tarareaba una canción y me percaté de que ya se estaba volviendo un comportamiento repetitivo. Eso solo quería decir una cosa: algo trataba de ocultarme. Jin nunca usaba el talismán que bloqueaba los pensamientos porque no le importaba que escuchara hasta el mínimo de los propios, pero como es normal, habían ocasiones en las que necesitaba ocultarme algún dato por una buena razón.

Decidí que esperaría a que él quisiera hacerme saber, aprendí por las malas a respetarlo cuando tomaba esa clase de decisiones. No soportaría que me aplicara la ley de hielo, que es lo que siempre solía hacer para hacerme sentir culpable y para castigarme. Me quedé contemplando al castaño por largos segundos y al fijarme mejor en su pequeña figura me percaté de que se había mojado cuando se pegó a mí al intentar abrazarme y estaba temblando de frío.

Yo moría de calor, pero eso no siguió evitando que discerniera que el calentador no estaba funcionando. Miré alrededor el baño seguía siendo incómodamente pequeño en comparación a cómo lo recordaba y también me percaté de que habían retirado todos los espejos.

No me colocaron en el baño por el asunto del hielo. Ese rincón era el único que no tenía paredes transparentes. El único sitio donde podían evitar que viera mi propio reflejo.

«¿Tan horrible me veo?». Pensé con tristeza.

—Jin-ssi. ¿Puedes traer un espejo, por favor?

Los tres jóvenes empezaron a intercambiar miradas culpables y eso, aunque lejos de ahuyentar mi miedo a descubrir la totalidad de mi apariencia, me hizo experimentar un sentimiento que no había nacido en mí desde que desperté siendo un monstruo: curiosidad.

¿En qué clase de monstruo me había convertido?


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Había llegado mi alimento, grandes raciones de caldo de algas, al principio me negué a tomarlo, debido a lo destrozado que me sentía por haber visto la apariencia de mi rostro, pero el hambre feroz pudo más que mis sentimientos y comí, mejor dicho lamí, hasta quedar satisfecho mientras mis lágrimas no dejaban de correr por mi reptiliano rostro.

—Está llorando oro líquido —escuché susurrar a Jimin. Jin le entregó una mala mirada que no tardó en convertirse en una mueca de disculpa—. Lo siento mucho, Jin-ssi, es que... yo solo...

—Mejor haz algo útil y ve a leer mientras Lisa descansa.

Lisa se había dormido después de leer dos libros más. Jin la despertó y le pidió que fuera a descansar por unas horas a una de las habitaciones para huéspedes. La chica obedeció a medias por que insistió en llevarse tres de sus libros para leer antes de quedar dormida nueva vez y Jin no tuvo más remedio que ceder ante la insistencia de la chica.

—¿Puedo ayudar también? —propuse y Jin miró hacia mí confundido—. No estoy solicitando que me suelten, solo quiero ayudar leyendo esos libros.

Jin hizo una mueca de comprensión, mas cuando volteó hacia la pila de libros Jimin ya estaba corriendo hacia hacia mí con dos libros entre sus manos. Los depositó sobre la repisa del lavado, donde se había asegurado que estuviera seco.

El chico se quedó frente a mí con una expresión indescifrable. Luego corrió a buscar una silla y otro libro para él y se sentó junto al lavado.

—¡Oye! —exclamó Jin al muchacho—. ¿Qué crees qué haces?

El muchacho miró a Jin con obviedad.

—Alguien tiene que pasarle las páginas —respondió encogiéndose de hombros.

Comprendí los pensamientos de Jin. Si había perdido mi cuerpo, también podría perder la mente en cualquier momento, después de todo, ¿quién aseguraba que esas cadenas improvisadas iban a detenerme? Aunque no muy convencido, Jin le permitió a Jimin estar junto a mí, mientras él mismo tomaba uno de aquellos libros.

El contenido resultó interesante y entretenido. Lisa venía de una familia con tradiciones muy antiguas, eran los guardianes de muchas historias que para el mundo eran desconocidas y las que sí, se habían reducido a mitos y cuentos de la antiguedad. Había leído las primeras diez páginas y me sorprendí por la información tan exacta sobre los bulgasal.

Los tres leíamos hasta que el sueño pudo más conmigo. No pasé de veintidós páginas cuando me rendí ante la fuerte necesidad de dormir.




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Escuchaba voces en mis sueños, sobre todo una que era muy aguda y molesta.

"Tengo que salir de aquí ".

—¿Ya te sientes mejor, Nayeon-ah?

Esa otra era la voz de Jimin. Abrí los ojos con mucha pesadez y discerní que no estaba soñando, Nayeon realmente estaba con nosotros, en el domo. Me puse inquieto y sin pretenderlo llamé su atención cuando resonaron las cadenas e hice ligeramente temblar el suelo con mis movimientos.

La chica soltó un grito que pudo haber roto los tímpanos de los oídos de todos. Un hombre corrió hacia mi prometida y, poniéndose delante de ella, apuntó su sable hacia mí. Estaba a la defensiva y no podía culparlo.

—Jinyoung, eso no es necesario. No nos hará daño, además, está encadenado, como puedes ver.

Me quedé quieto después de reacomodar mi cuerpo en el reducido espacio del baño. Nayeon me miraba con terror en sus ojos y Jinyoung me miraba con desconfianza y cierta admiración, su corazón se ralentizaba a diferencia del de Nayeon, el cual parecía un motor a toda marcha.

«¿Nadie pensó que traerla aquí le podía hacer daño a la bebé?». Pensé confundido, no lograba comprender por qué razón la habían llevado al domo.

"Hubiera sido mejor si se quedaba durmiendo, esto parece una pesadilla". Nayeon estaba más que asustada y tenía toda la razón de estarlo.

Jin se acercó a Jinyoung y tomó una de sus manos. Estaba envuelta con vendas que mi amigo deshizo con facilidad.

"Lo sabía, ni siquiera hay alguien atendiendo sus heridas como es debido". Pensó Jin-ssi.

—Ven, hay que poner un poco de antiséptico en esa herida —le dijo a Jinyoung.

"Eso, encuentren algo en qué ocuparse". Pensó mi prometida. A pesar de que deseaba leer sus expresiones faciales, permanecí inmóvil, para no alterarla más de lo que ya estaba, pero bien sabía que era de esperarse que tal pensamiento tuviera una segunda intención.

—Jimin-ssi, mi bebé y yo tenemos sed. ¿Puedes conseguirnos mucha agua, por favor? —exigió en un tono que pretendía sonar relajado. Pero su ritmo cardíaco no me engañaba.

El agua del jarrón que estaba sobre la repisa estaba contaminada con fuertes sedantes. Jimin miró hacia el contenedor con angustia y luego volvió a mirar a la embarazada, asintió leve y fue hacia la mini cocina para conseguir agua fresca y libre de componentes fármacos.

"Buen chico, Jimin". Pensó Nayeon mientras se dirigía hacia la trampilla con una velocidad un tanto ralentizada que supuse era para poner en el menor riesgo posible a la criatura de su vientre.

Al tiempo que el chico Jimin se ocupaba de la supuesta necesidad de mi prometida, Jinyoung estaba distraído mientras Jin atendía la herida en su mano. Así que decidí dar el aviso.

—Se escapa... ella se está escapando —dije, repitiendo las palabras que llenaban la mente de mi prometida:

"Tengo que escapar a como dé lugar".

Cuando Jin y Jinyoung voltearon a ver, Nayeon empezaba a bajar las escaleras de la trampilla.

El guardaespaldas de la jovencita se apresuró hacia su dirección para alcanzarla, sin embargo, su mano ya herida junto con su mano sana, fueron machacadas con fuerza por la presión de la caida de la escotilla metálica al cerrar.

Jin y Jimin llegaron a los pocos segundos cerca de la trampilla, no pudiendo evitar el incidente.

El hombre prácticamente aulló de dolor. Jin se llevó ambas manos a la cabeza, debido a la impresión de lo sucedido. Con los ojos húmedos y aún con una mueca de dolor, porque sus manos continuaban atrapadas en medio del marco metálico que bordeaba el agujero en el piso y la gruesa escotilla, el hombre se dirigió a Jin.

—Cerró la escotilla por fuera, pero no encontrará la salida fácilmente —dijo antes de soltar otro quejido de dolor.

Jin se movió al fondo donde se encontraba el mismo armario del que había sacado el botiquín de primeros auxilios que estuvo utilizando con Jinyoung y de allí sacó una palanca de hierro de grandes dimensiones con la que pudo liberar las manos del guardaespaldas al tiempo que logró forzar la apertura de la escotilla.

—La escalera, no está —anunció Jimin cuando abrió la escotilla por completo.

—Esa ratona ¿cómo supo qué hacer? —Jin se sentía frustrado y enfadado.

—No lo sé —se apresuró a responder Jinyoung. Aún tenía la cara roja por el dolor —, pero hay que improvisar una escalera, es muy alto para saltar desde aquí.

—Podemos usar esto —acotó Jimin, quien ya se encontraba amarrando las puntas de algunas sábanas.

Con la ayuda de Jimin y Jin improvisaron una manera de llegar al piso inferior del túnel.

—La alcanzaremos rápido, porque parece que no sabe conducir, seguro huyó a pie —sonrió Jinyoung.

—Es cierto —corroboró Jimin—, no he escuchado sonido de ninguno de los autos. Qué extraño.

—No tienen idea de lo inteligente que es —les advertí.

—Al menos yo sí —discordó Jin en su afán por buscar otras sábanas para que Jinyoung y Jimin continuaran uniendo a puros nudos.

—¡Oh no! —exclamé, preocupado y todos voltearon a mirarme a los ojos—. Está rasgando su ropa, piensa usar las tiras de tela para unir los tres carritos de golf y así no puedan perseguirla más que a pie —les avisé.

Jinyoung se desesperó y empezó a bajar por la trampilla dejando manchas de sangre a través de la cuerda improvisada a causa de sus manos heridas.

—¿Qué haces? Jimin tenía el ceño fruncido— tus manos están muy lastimadas y aún no es suficiente para llegar al suelo del tunel.

Se escuchó el sonido del motor. Nayeon había completado su plan de escape llevándose los tres carritos al mismo tiempo.

—Mejor usa tu radio —le urgió Jin al nuevo guardaespaldas de Nayeon—, no la alcanzarás a pie.

—Descuida, no sabrá cómo abrir el pasadizo. Terminará regresando.

—Eso quisiera creer —lloriqueó Jimin—. El señor Jeon nos va a matar cuando se entere que la dejamos escapar.

Jin cerró la escotilla cuando Jinyoung se fue tras Nayeon. Una hora más tarde el radio de Jimin se activó.

—Dejó uno de los carritos atrás —era la voz de Jinyoung con la respiración entrecortada—. Espero que no sea tan inteligente como dice... e... bueno, ustedes me entienden.

Jinyoung no sabía cómo referirse a mí y lo comprendía más de lo que me gustaba. Otra vez me entraron esas enormes ganas de llorar, no sabía por qué no podía ocultar esos sentimientos como lo hacía antes.

«Jungkookie, ¿dónde estás?». Pensé en él. ¿Él también me rechazaría?

—Ay no, aquí vamos de nuevo —masculló Jimin.

—¿Qué más puede hacer? —Jin chasqueó la lengua y se encogió de hombros—. Si fuera yo estaría peor. Mejor sigamos leyendo.

—Tengo hambre —dije aún llorando silenciosamente.

Jimin me miró con cierta pena y Jin asintió sonriendo condescendiente.

—Pero qué susceptible. No hay que llorar por hambre —Jin soltó el libro marcando la página donde había quedado—. Pediré que preparen un rico estofado de res.

—Prefiero las algas, si no es molestia —solicité intentando en vano contener las lágrimas. Sabía que Jin comprendía, en el fondo, que no estaba llorando por el hambre.

—Pero por eso es que tienes hambre tan pronto. Pediré que te preparen ambos.

—No hace falta, solo comeré algas, no necesito más.

—¿Te volviste un lagarto vegetariano?

Jimin no pudo evitar que se le zafara una carcajada, de la que muy pronto se arrepintió en cuanto sus ojos se posaron en mí.

Sabía que Jin jamás diría nada con la intención de herirme, pero aquellas palabras surtieron el efecto más doloroso en mí. No dejé de llorar hasta que el sueño me venció. Entonces desperté cuando los olores del caldo de algas inundaron mis fosas nasales.

Jin se acercó a mí mientras comía y Jimin le sugirió que no era buena idea hacerlo mientras estuviera comiendo, tal vez por miedo a que reaccionara como la naturaleza animal demandaba. Miré hacia el pequeño rostro de Jin cuando casi llegó hasta mi pata delantera.

—No me vayas a abrazar otra vez —le pedí.

El castaño se pegó a mi pata de todas maneras.

—Taehyung-ssi, lamento tanto haber herido tus sentimientos. De verdad no fue mi intención ofenderte, jamás me burlaría de ti... bueno, no de esa forma tan cruel. Por favor, perdóname.

—Lo sé, mejor que nadie. No estoy molesto contigo, Jin-ssi. No hay nada qué perdonar. Además, no puedes negar que me convertí en algo mucho más sofisticado que un lagarto.

—¿¡Entonces por qué no quieres que te abrace la pata!? —reclamó con voz molesta.

Sentí un leve cosquilleo en mi pata y luego Jin comenzó a gritar de dolor agarrandose la mano, él me había pegado, pero terminó lastimándose. Jimin corrió hacia él para alejarlo de mí. El chico me miraba con ojos tan amenazantes y ceñidos que me daban la sensación de estar siendo regañado.

—¡Qué! ¡Yo no hice nada! Él se lastimó solo. —mi intento de actuar inocente me recordó la situación anterior con Nayeon—. A propósito ¿y Nayeon?

Jimin negó.

—Ella pudo salir del túnel antes de que Jinyoung la alcanzara, él aún la está buscando en silencio por toda la mansión. Decidimos no dar la voz de alerta para Jinyoung no sea castigado. Si no la encuentra, entonces yo también seré castigado.

—Tenías razón, la ratoncita es muy inteligente —comentó Jin.

—Pide ayuda a Jung —le aconsejé a Jimin—. Si se trata de Nayeon, el ayudará sin delatarlos.

No le encontraba lógica a la decisión de Jeon de mantener a Nayeon a mi lado en nuestras chocantes condiciones. Era totalmente contraproducente.

Jin me entregó una mirada suspicaz.

Al cabo de unos segundos Jimin se quedó mirando su radio con los hombros caídos, Jung no respondía su llamado.

—¿Por qué es tan importante para Jeon que Nayeon esté aquí? —Ya me estaba exasperando la situación.

Ambos hombres reaccionaron un poco incómodos con mi pregunta. Sus corazones empezaron a acelerarse. Jin empezó a tararear una canción de Kpop. Ellos sabían el motivo, pero me lo estaban ocultando a propósito. En seguida me preocupé.

«Jungkook». Pensé. Empezaba a asustarme. Podía escuchar a mi propio corazón acelerándose.

Miré con enojo e impotencia hacia ambos hombres.

—Ustedes me ocultan algo —mi voz salió más poderosa que nunca, pero no era un momento para tratar de suavizarla—. Jungkook no está bien ¿verdad? —al moverme hice resonar las cadenas que me contenían—. Jeon lo tiene encerrado en ese salón de torturas, ¿no es cierto?

Jin negaba y Jimin retrocedía temeroso.

—No es así, en verdad no te mentimos cuando dijimos que Jeon tiene otras ocupaciones más importantes.

Los corazones ambos hombres se aceleraban sin medida, estaban muy asustados, pero en ese momento no me importaba cuánto miedo les estaba infundiendo. Necesitaba comprobar que no mentían acerca de Jungkook. Ya no me sentía capaz de quedarme tranquilo. Tratandose de él, no podía simplemente creer en lo que ellos me decían.

—No voy a creer nada hasta que lo vea con mis propios ojos.

—Pero... ¿permitirías que te vea así? —Jin señalaba todo de mí.

Analicé más allá de las palabras de Jin y sentí miedo.

«Quiere confundirme, quiere evitar que insista en verlo». Pensé, mientras empezaba a sentir ganas de llorar y, al mismo tiempo, explotar en ira.

—¡Necesito verlo! Si no lo traes iré buscarlo yo mismo dije dando un paso adelante que hizo tronar el piso fuera del baño.

Miré al rededor, buscando una salida, por más fuerte que fuera mi cuerpo en ese momento, no iba a poder quebrar esas paredes que eran capaces de resistir misiles y de contener explosiones nucleares. La única salida era la escotilla, la cual me quedaba muy pequeña. La verdadera forma se reducía a que debía volver a mi estado original o mínimo encogerme y no había forma de como hacer ninguna de esas dos hazañas. Estaba atrapado, el domo quizá se había convertido en mi cárcel de por vida. Y pensé con todo el dolor de mi alma, que tal vez nunca más volvería a ver a Jungkookie.

Nuestro último recuerdo sería aquel nevado amanecer en sus brazos, cuando, sin planificarlo, nos entregamos el uno al otro por primera y última vez de la forma más natural, en su habitación.

Había llegado a un punto sin retorno, mi cuerpo había cambiado y sabía que todo estaba acabado entre nosotros, aun así, todavía podía sentir la fuerza de mis sentimientos.

«Jungkook». Repetí internamente, más llamándolo que pensándolo, con la esperanza de que me escuchara, así como me escuchó la mañana del día anterior antes de que hubiera perdido el conocimiento siendo, por última vez, un hombre que él podía desear a medias; cuando pensaba que nada podía ser peor que la muerte; antes de despertar con la forma total e irrefutable de un dragón.

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Les debo una gran disculpa por el tiempo de espera. He estado ocupada con los estudios y algunas situaciones de salud. Espero que no se desanimen con la lectura, así como yo no perderé mi propósito de terminar de escribir este borrador.

Les estaré agradecida siempre por acompañarme en el camino con esta historia.

Les deseo mucha salud y bienestar. ¡Fighting!

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