Capítulo 46
Capítulo 46
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SÍNTOMAS DESCONOCIDOS
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⊰─⊱ Kim Taehyung ⊰─⊱
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Miraba el vaso corto de vidrio fino, pero ostentoso, mientras removía con lentitud el líquido amarillento antes de llevarlo hacia mis labios. Mi garganta ardía con el fluido ardiente raspando a través de ella mientras bajaba hasta mi estómago. Era el tricentésimo nonagésimo séptimo trago después de haber hablado y hecho el amor con Jungkook antes del amanecer, o tal vez había perdido la cuenta y había empezado a contar desde cero en algún momento en el que alguien quizo sacarme conversación. Tomar coñac de ese modo no era suficiente para emborracharme aunque fuera tan solo por algunos minutos. Nada era suficiente para evitar que lo extrañara hasta el punto de las ganas de llorar.
Había pasado más de la mitad del día de mi cumpleaños sintiéndome mal. Nada era lo mismo sin la presencia de Jungkook, sin la desesperada búsqueda del momento propicio para dedicarle una mirada furtiva, de contemplarlo mientras se movía como todo un experto de crear ambiente y conversaciones con sus compañeros que lo buscaban aquí y allá. Sin él todo parecía monótono e insulso, no parecía una fiesta para mí. Aun así, me quedé en el salón de festejos para no desairar a los organizadores e invitados. Nayeon hizo lo mismo. Supuse que pensó que daba igual quedarse o no quedarse, después de saber que soy capaz de entrar en su cabeza. Debía ser difícil esforzarse por mantener la mente en blanco o tratar de solo pensar en asuntos de menor importancia, pero ella lo hizo bien durante un buen rato, después empezó a exagerar la trivialidad de sus pensamientos, tanto así que me cansé de escuchar sus payasadas, sobre todo, lo que era concerniente a su rivalidad con Jihyo.
¡Por la deidad de la montaña!, ella era tan distinta a su hermano. Ambos eran impredecibles a su propio modo, sabían actuar bien cuando lo creían necesario, pero la diferencia entre ellos era que él hacía todo por el bien de los demás, mientras que a ella no le importaba hacer lo que fuera por el propio. Pensaba en puras estupideces a propósito, me estaba volviendo loco y quise devolverle su pañuelo para dejar de escucharla. En un momento en que ella estornudó aproveché para hacerlo lo más discreto posible:
—Aquí tienes —le dije entregándole el retazo de tela amarilla con trazos rojos como la sangre. Por un momento, antes de tomarlo ella se quedó mirándolo con el ceño fruncido.
"No hay una sola oveja en el rebaño". Pensó mientras estiraba un brazo dubitativo hacia el talismán. "Sí, debe haber muchos iguales por ahí". Encogió de hombros. Ella no sabía lo que significaba la prenda, estaba casi seguro de que Jung le pidió usarlo sin explicarle el porqué.
Después de eso, pensé que mi dolor de cabeza menguaría, sin embargo, no fue así, sino todo lo contrario. Antes de que llegara el medio día empecé a sentirme afiebrado. Pero esperaba a que ninguno de los presentes lo notara.
Todos nos fuimos a nuestras recámaras para tomar un baño y descansar un rato antes de bajar a comer. El almuerzo había llegado en camiones. Minho y Jackson se habían encargado de contratar a un prestigioso restaurante para que los chefs de Full Moon pudieran descansar de la cocina ese día, tanto los de la mansión como los dietistas de los empleados del área de los nuevos miembros, la clínica y la nave industrial. Incluso a Jeon no le molestó, solo exigía que los guardias no abusaran del alcohol por los cambios de turnos infructuosos. Los guardias se turnaban para pasar ratos en el festejo. Incluso los novatos se agrupaban en un rincón, para evitar toparse conmigo. Sí, sabía que más que respeto, ellos me tenían miedo, pero podía vivir con eso.
Todo fue caóticamente bien durante el almuerzo, los guardias fueron a su comedor, incluso Soobin y Lisa rechazaron quedarse y se llevaron su comida empacada a la casa del chamán. Jungkook no volvió a aparecerse. Jin les había dicho a todos que se enfermó del estómago para que dejaran de preguntar por él.
No sabía que Jungkook se había hecho de querer tanto. Leí algunos pensamientos de los novatos que querían conocerlo. Habían oído de sus destrezas en los entrenamientos, era digno de haberse saltado los niveles de entrenamientos iniciales y era conocido por su humildad, sabían que aún con su nivel y siendo un Jeon, no tenía problemas en aceptar tareas que mayormente les asignaban a los guardias novatos, así fue que algunos tuvieron el placer de hacer turnos junto a él; y dieron la voz a otros que esperaban conocerlo. Su curiosidad por él era muy distinta a la que sentían por mí, yo les infundía miedo e intriga, él les inspiraba admiración. Me sentía orgulloso de él; me sentía feliz y a la vez indigno de que alguien como él me aceptara en su corazón. Era demasiado bueno para mí, no lo merecía.
Cuando dieron las 6 de la tarde Minho había colapsado por cuarta vez y cuando despertó minutos después, su embriaguez era tal que empezó a derribar mesas y a echar maldiciones al aire, de la nada quiso atacar a Namjoon, quien estaba a mi lado. Tuve que quitárselo de encima yo mismo, porque lo tiró al suelo posicionandose ensima del cuerpo del chico con lentes, lo estaba ahorcando y lo peor era que Namjoon no hacía nada para defenderse.
Si no hubiese sido por el berrinche de Minho, nadie habría descubierto lo enfermo que me encontraba, mi temperatura subía más con cada hora que pasaba.
—¡Ahs! —se quejó Minho—. ¡Caliente! ¡Usted quema! —Aflojó el agarre. Sus manos aún estaban alrededor del cuello de Namjoon—. Está bien, está bien, está bien —divagó alejándose un poco con las manos en alto mientras se tambaleaba. Un signo de rendición—, no hay necesidad de quemar a nadie—. Su voz era estropajosa, estaba tan ebrio que casi no se le entendía lo que decía.
Entonces Jin, que estaba lejos de nosotros había llegado hasta Namjoon para revisar si estaba bien. El rubio le dijo algo al oído a Jin y éste llevó una de sus manos hacia mí frente de inmediato. Jin abrió los ojos como platos y retiró su mano como si yo lo hubiese electrocutado. Lo peor de todo es que Jeon se percató del detalle.
—Que lo lleven a su habitación, lo quiero fuera de mi vista —Jeon ordenó a Min refiriéndose a su hijo que aún se tambaleaba agarrándose de las mesas. Min a su vez señaló a algunos guardias para que se ocuparan de la orden.
—No, aún tengo que hacer algo —Minho se negaba a ser sacado del salón—, tengo que matarlo —decía señalando a Namjoon—. Voy a matarte, ¿me oyes?
—¡Basta, Minho-hyung! —gritó Jin.
Tuvieron que aquietarlo entre varios hombres, pues a pesar de su estado de embriaguez era difícil de dominar. Era un buen peleador. Hubo algunas narices rotas y sanguinolentas, unos salieron cojeando y otros con el labio roto, Jimin fue uno de ellos. Cuando vi que uno de los golpes se le pegó al pequeño Jimin inmediatamente volteé a ver a Min, sus puños apretados con fuerza y sus labios tan sellados como una línea compacta. Al final lo dominaron y fue una suerte para Minho porque por un momento creí que Min estaba a punto de involucrarse personalmente.
—Pagarás el daño, tienes que pagar, ¡tienes que pagar! —vociferaba Minho hacia Namjoon mientras era cargado y llevado a la fuerza, las palabras se escuchaban estropajosas, pero eran entendibles—. ¡Te voy a matar!
Seguí mirándolo hasta que se perdió de vista. No discerní que Jeon ya estaba a mi lado, fue Justo cuando sentí sus fríos dedos posándose en mi mejilla izquierda.
—Necesita atención médica, señor.
—Jeon... —iba a protestar por haber dicho eso en un volumen de voz tan alto que todos los de alrededor nos prestaron atención, pero Jeon no me lo permitió.
—Creo que Minho no es el único que ha exagerado con el alcohol, le he estado observando —Esta vez se acercó a mi oído para luego agregar otras palabras—. Es bueno que se complazca en celebrar, pero de ser un hombre normal, ya estuviera muerto.
—Descuida, cuando me embriago no actúo tan ridículamente como Minho o cualquier otro hombre, solo necesito unos minutos para recuperar al cien por ciento mi conciencia —mascullé sintiendome abochornado.
Vi a algunos acercarse para presenciar el asunto en primera fila. Nayeon y Jihyo se aproximaron con más confianza.
—Señor Nam, acompáñelo a su habitación y espéreme allí —dijo antes de hacer señas a Min.
—Pero... —quise quejarme.
—Usted está un poco mayor para ponerme más carga. ¿No cree que con Jeon Minho ya tengo suficiente por hoy?
Él tenía razón, me venía sintiendo muy mal desde temprano y planeaba aguantarme hasta el final, pero la verdad es que me sentía solo ahí, malditamente solo y apesadumbrado sin Jungkook.
Min ordenó a Jung a acompañarnos. Jin nos siguió por cuenta propia, sabía que Jeon no le haría nada, estaba preocupado por mí y podía ayudar.
Cuando nos acercábamos al pie de la escalera Jihyo y Nayeon intentaron seguirnos también, pero Jeon las detuvo.
—Alto ahí, par de damas.
Jihyo entendió de inmediato, bajó la mirada y retrocedió tranquilamente, sin embargo, la otra no.
"Este es otro momento para lucirme frente a esta zorra de quinta". Pensó la embarazada con malicia.
—Solo quiero acompañar a mi prometido, tío —justificó haciendo caritas tiernas hacia Jeon—. Si no se siente bien, yo necesito estar a su lado. Usted lo entiende, ¿verdad que sí?
Jeon torció los labios con una mueca. Él está bien, solo tomó un poco de más, pero si tanto te preocupa, lo acompañas un momento y luego lo dejas descansar.
La embarazada sonrió moviendo la cabeza y los hombros con alegría. Le entregó una mirada triunfante a Jihyo y se enganchó de mi brazo izquierdo.
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Me dejé caer sobre mi cama boca abajo y alguien me sacó los zapatos. Dudaba que fueran las pequeñas manos de Nayeon. No la creía capaz de un gesto así, ni siquiera con su hermano.
—Estaré en el pasillo —anunció Jung antes de dejarnos solos a Jin, Namjoon , Nayeon y a mí.
«¿En dónde estarás ahora, bebé?». Pensé, no quería estar solo en mi habitación, pero lo más probable es que así iba a ser.
"Y ahora qué se supone que debo hacer aquí ". Pensó Nayeon.
«¿Por qué diablos le di el talismán para que se limpiara?». Maldije para mis adentros. Ella había botado el pañuelo a la basura después de limpiarse la nariz. Algunas veces llegué a creer que su voz tan aguda era la que me provocaba el dolor de cabeza.
Sentí que dos manos fuertes me agarraron y dieron la vuelta a mi cuerpo con facilidad. Ese debió ser Namjoon, era fuerte, como Jungkook. Mantuve mis ojos cerrados por el dolor de cabeza. Me dolía todo el cuerpo. El hombre me sentó para sacarme la pesada gabardina y luego me volvió a acomodar sobre el colchón con cierto cuidado.
Una vez más sentí dedos fríos tocándome, esta vez en el cuello.
—Está ardiendo. ¿Crees que se desmayó? —Jin sonaba nervioso.
"Ay, no. ¿Y si se muere? Aún no ha declarado a mi hija, no puede morir hoy a menos que primero se case conmigo. Resiste, brujo, debes hacerlo, tú puedes". No sabía si reírme o llorar por la pena que me daba Jungkook, no veía que la chiquilla tuviera algún remedio y lo sentía tanto por él.
—No lo sé. Está muy ebrio —respondió Namjoon estampando una mano pesada y fría sobre mi frente.
—No. Los estoy escuchando —articulé somnoliento.
La puerta de la habitación se abrió.
—El doctor Um y el Chamán vienen en camino, avisó Jung antes de salir devuelta.
—¿Cómo te sientes? ¿Crees que esto tenga que ver con todo el alcohol que tomaste o será que...
—Diré cómo me siento cuando el chamán esté aquí.
"¿Por qué no lo deja terminar?". Pensó Nayeon con curiosidad. "Tengo que buscar la manera de hablar con Hobi".
"Perdón, había olvidado que la ratoncita sigue aquí". Pensó Jin, disculpándose por que casi le revelaba información a Nayeon.
—Entonces te dejaremos descansar —sugirió Jin condescendiente—, estaremos afuera con Jung.
—Gracias, Jin y... Nam ¿puedo hablar contigo un momento?
El hombre dio media vuelta y se paró junto a mi lecho sin decir nada. Esperé a que Jin y Nayeon salieran. No hablé hasta que escuché que la puerta se cerró.
—Necesito que vigiles a Jung —solicité. Nam no se inmutó.
—Claro, pero usted sabe que soy un poco torpe para...
—No se requiere habilidades para lo que pido. No me importa la discreción, necesito que te pegues a él como una pulga a un perro, sobre todo cuando esté alrededor de Nayeon.
—Entendido, señor. Así lo haré. Por favor mejórese pronto, me voy de inmediato.
Al parecer Nayeon estaba esperando a que Nam saliera para entrar y quedarse a solas conmigo. Reconocí sus pasos.
—No pareces tan intimidante ahora, brujo —dijo seca, sentándose sobre a la orilla de mi cama—. Parece que hay algo de cierto en lo que dijeron. Estas enfermo. Es irónico, usas tu hechicería para meterte en mi cabeza, pero no puedes sanarte a ti mismo —sonreía burlona.
—¿Has hablado con tu hermano? —Mi pregunta ocasionó que se le borrara la sonrisa.
—¿Por qué me lo preguntas? —Arrugó el entrecejo—. ¿No es que siempre vas un paso delante de mí? Ya deberías saberlo... ¿No es que lo sabes todo?
Ella extendió su brazo para tocar mi rostro. Retiró su mano tan rápido que se escuchó el tronar de unos de sus pequeños huesos.
»!Argh! —Se quejó sacudiendo la mano con la que me había tocado. Me miró sorprendida.
—No creas que me conoces, Nayeon.
—Pero yo sí quería conocerte y lo sabes. Nunca me diste la oportunidad, Kim Taehyung.
—La oportunidad de conocerme no es algo que se pueda ceder a cualquiera.
—Aun así, ya sé muchas cosas importantes de ti. Ya sé de esta enfermedad que tanto mencionaban, ya sé que eres un brujo, sé que eres bisexual... Esos no son datos que se los darías a cualquiera.
—No tienes remedio, Nayeon —murmuré por lo bajo.
—¿Qué dijiste?
—No me siento del mejor humor para esto. Mejor ve y habla con tu hermano. Se irá mañana. Trata de verlo antes de que se vaya.
—Lo haré si me dices por qué no me escogiste a mí. Yo soy mejor que mi hermano, soy mejor que la zorra de Jihyo, soy mejor que cualquiera.
—Eres como una flor muerta. Jungkook no sabe del daño que te hacía.
—Hasta que al fin te das cuenta.
—No, eres tú la que no entiende. Tú y tu hermano deberían hablar entre ustedes de menos tonterías. Jungkook no sabe aún que regar de más a una planta puede ser muy dañino. Dar de más, aunque sea algo bueno resulta perjudicial.
—¿Quieres decir que soy la peor entre ellos?
—Aunque seas la mejor versión de ti, nunca será suficiente para la persona equivocada. Sin embargo, siempre valdrás la pena para la persona correcta, aun siendo tu peor versión.
Ella se quedó pensativa, muchas cosas se revolvieron en su mente. Hubo un momento en que la luz de sus ojos cafés se opacó. Había tristeza en ellos. La humedad los estaba inundando. Volteó hacia el lado opuesto y sorbió su nariz.
—Si no estás de humor para responder con honestidad ahora, mejor me voy por el momento. Descansa. No te mueras tan pronto. ¿Okey?
Le entregué una sonrisa de labios sellados. Ella no me la devolvió. Su cabeza estaba llena hasta el tope con el nombre de Hobi o, mejor dicho, Jung.
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En la madrugada del día siguiente desperté sintiéndome igual o quizá más enfermo. Me dolían todos los músculos, los huesos, las uñas, incluso la piel.
Eran aproximadamente las tres de la mañana, no había dormido mas de 10 minutos seguidos en toda la noche por la incomodidad, hasta que al doctor se le ocurrió inyectarme algo, a veces tenía la sensación de que mi cuerpo intentaba estirarse como una goma y otras veces mi columna vibraba de una forma extraña. Desde la noche anterior, cuando Jeon llegó con el doctor, estuve sintiendo un bulto en mi espalda baja. El Chamán y él me dejaron con Jin mientras el doctor me atendía.
Jeon quería hablar a solas con el viejo chamán.
El chamán había pasado casi toda la noche intentando de todo para hacerme sentir mejor, pero nada funcionó. Nunca pudieron bajarme las fiebres. La cual no podo ser medida correctamente, la marca siempre apuntaba hasta la punta del marcador del termómetro. Era imposible saber el grado de mi temperatura.
Estaba sudando hasta empapar mis ropas y la cama. Nadie sabía lo que me estaba pasando. La noche anterior, el doctor Um, con mucho trabajo, me había sacado una muestra de sangre y pedido una muestra de orina para analizarlas, pero dijo que podría tardarse muchas horas para analizar bien a fondo. También dijo que debían someterme a una resonancia magnética, pues la prominencia en mi espalda baja crecía con bastante rapidez al paso de las horas habían salido dos pequeños bultos en mi espalda alta, el doctor no podía pensar en un diagnóstico hasta que me hicieran el estudio y salieran los resultados.
Todo eso me estaba poniendo muy nervioso, pero Jeon estaba peor, se le veía a punto de perder los estribos. Y se la pasaba culpando de todo al chamán.
Me daban a tomar un vaso con agua cada 15 minutos, pero parece que no servía de mucho, los sudores eran cada vez más abundantes. Y ya el agua no me pasaba por la garganta.
Hice una mueca negándome a tomar más.
—Se está deshidratando a una alta velocidad, debemos mantenerlo hidratado —aclaró el doctor.
—Mejor me quito esto. Me pica mucho —me quejé señalando la canalización
En mi antebrazo.
—Eso no debería picar, solo es suero hidratante.
—Sí pero lo pusiste muy rápido. Se acaba una botella cada 20 minutos —rebatí con impaciencia, tratando de arrancarme la aguja, pero la maldita no salía.
Respiré un poco de alivio cuando al fin pude sacarla y lanzarla lejos.
—Créame que sí pudiera dárselos por la vía oral, lo haría, pero no se puede. Usted se está deshidratando a una velocidad inverosímil —el doctor Um tomó una de mis manos para observarla de cerca—. Su piel, incluso sus uñas, están tomando un color muy particular.
Elevé la otra mano hacia mi rostro. Era verdad. Podía decir que mi piel lucía bronceada, pero más que eso parecía que me había caído dentro de una piscina de pintura dorada y no me la había sacado bien.
—Oh, ¡por la deidad de la montaña! ¡Carajos! ¡Carajos! —dije sin pensar en nada en particular. Estaba jodido.
—Me temo que sin esperar el estudio o los resultados del hemograma es obvio que estos no son síntomas que se puedan combatir orgánicamente, esto va más allá de la ciencia y la medicina, señor —el doctor había recogido la punta de la manguerilla, la aguja no estaba en ella. Se había quedado incrustada en mi brazo— Miré mi brazo, la aguja debió haber salido, pero no lo hizo.
—Oh, por el gran Buda, ¿y si se está convirtiendo en estatua de oro? —El pecho de Jin era una ola que subía y bajaba con frenesí, sus ojos estaban desorbitados y acuosos. Llevó ambas manos a su rostro cubriéndolo casi por completo. Sus hombros empezaron a sacudirse.
—No puede ser, Jin, todavía no he muerto. deja de llorar, ¿quieres?
—¿Quién está llorando? —repuso mientras limpiaba sus lágrimas con las mangas de su abrigo—. ¡Ya sé que no puedes morir, idiota!
«¿Quién dice que no?».
—¡Argh! —grité. Un fuerte dolor atravesó toda mi columna. Mis huesos tronaron y el sonido llegó hasta los oídos de Jin y del doctor Um.
—¿Qué fue eso? —Quiso saber Jin. Azorado.
—No lo sé. Es probable que pudieran ser sus huesos —respondió el doctor Um inseguro.
—¡Argh! —Otro latigazo de dolor se extendió desde mi cuello hasta mi espalda baja. Mis huesos volvieron a tronar. Dolía, pero era algo soportable.
Me ardió mucho la piel, sobre todo la del rostro, sentía que mi mandíbula se desencajaba con lentitud. Todo mi cuerpo empezaba a actuar como un esqueleto desarmable. Pronto el sudor empezó a convertirse en una especie de vapor.
—!Oh por Buda! ¡Parece como si se estuviera cocinando!
—Por favor, Jin. Mejor ve a buscar a Jeon y al chamán, yo le pondré calmantes. Creo que debemos bañarlo con agua a temperatura ambiente.
Todo se fue poniendo negro mientras sentía que mi interior estaba hirviendo.
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Me sentí un poco desorientado para cuando recuperé la conciencia. No me dolía tanto el cuerpo. La voz histriónica de Jeon hizo un eco extraño y cavernoso dentro de mi cabeza. Se escuchaba furioso.
La forma en que Jeon miraba al chamán estaba lejos de la condescendencia. Conocía esa mirada pretenciosa, desdeñosa y malintencionada. Dictaba que sus intenciones para con su mayor estaban lejos de ser buenas. Cuando entrecerraba los ojos así, no me daba buena espina.
Al fijarme en el más mayor me percaté de que lo habían golpeado. El chamán tenía el área de su ojo izquierdo un poco inflamada, todo el entorno estaba tomando un color rojizo oscuro. El doctor Um estaba atendiendo aquel golpe.
—¡Por la deidad de la montaña!, podría estar haciéndose muy tarde. ¿No deberías tener algo mejor? —Jeon empujó al doctor para quitarlo de su camino. Zarandeaba al chamán pidiendo que respondiera no sé qué —Ya despertó, ¿aún no tienes nada que aportar?
El mayor negó abochornado conmigo. Me miraba de una forma que no podía explicar. Una súplica silenciosa, tal vez. Era triste de ver.
—Jeon, basta... —solicité sin ganas, sintiéndome irritado.
—Sus ojos... ahora no son los de un ser humano —balbuceó el viejo Oh mientras seguía mirándome.
El chamán continuó hablando con su misma calma de siempre, dijo que no tenía una idea clara, que no había algo útil que pudiera aportar. Mi padecimiento no era algo de lo que había tenido experiencia, todo lo que me sucedía era nuevo para él y no tenía idea de qué hacer para actuar de inmediato. Todo lo que sabía de mí se lo había enseñado su predecesor y todo lo que hacía funcionaba porque mis síntomas nunca se habían salido del mismo patrón.
Jin repitió su teoría de que me estaba convirtiendo en estatua de oro y el doctor Um empezó a apoyarlo. Los síntomas hablaban por sí solos, por más extraños que fueran. El chamán no estaba de acuerdo, pero dijo que no sabía con exactitud lo que me pasaba.
—Lo que sugiero es que esperemos y veamos —dijo sin exasperarse. No perdía la paciencia entre toda la presión a la que Jeon lo estaba sometiendo —podría conversarlo con la joven Lisa y averiguar si alguna leyenda de esas que su familia le ha enseñado cuenta alguna experiencia como esta.
Esas palabras fueron como una sentencia para Oh. Jeon no iba con la idea de esperar y ver qué pasaba, menos la de sentarse a charlar y hacer historias, no cuando mi salud estaba en juego. Ninguno de los expertos en mi organismo sabía qué hacer y no tenían ni idea de lo que estaba pasándome. No los culpaba, yo mismo no podía pensar en algo, salvo en el espectro del enorme perro con ojos rojos.
—Tú, chamán de porquería —dijo Jeon clavando un dedo en el pecho de su mayor—. Tú causaste esto, si no fuera por tu osadía de hacer ese ritual con mi sobrino sin consultarme, ¡quién sabe qué aberración es lo que hiciste! Quisiste engañarnos a todos para adueñarte del mérito de sanarlo y mira ahora el resultado.
—Yo nunca busqué eso más que tú. Sabes que ambos queríamos lo mismo, queríamos curar al señor Kim —admitió Oh —, pero si alguna vez busqué mérito por ello, no lo hice más que tú.
Jeon anduvo media habitación rompiendo y tirando los accesorios que encontraba a su paso, la furia lo estaba dominando. Oh le estaba devolviendo el ataque a pesar de su posición. Y muy a pesar de que yo no lo podía defender apropiadamente en mi condición.
Sentí otro tirón de mi columna y no pude evitar soltar un quejido. El doctor Um me apuntó con un rifle y disparó, el dardo salió rebotando. Entonces optó por vertir el contenido de un pequeño empaque en la palma de su mano, eran pastillas.
—Por el bien de todos, beba esto señor.
—Curar al señor de su enfermedad, ¡no lo hiciste! ¿Lo ves? —Jeon señalaba hacia mí, una vena saltona resaltando en la frente de su rojo rostro. Los ojos acuosos del chamán me miraban con piedad mientras me retorcía por el dolor—. Lograste algo temporal, sí, pero mira cómo está ahora cuando ni siquiera es luna roja. ¿Y te atreves a decir que no sabes qué hacer?
—Jeon. P-por favor... —me sentía a punto de otro desmayo. Las pastillas sabían más amargas que nunca.
Esa discusión, ese momento de tensión entre mis dos queridos y viejos amigos, ocupaba toda mi mente, Jeon no hacía más que buscar una excusa para castigar al chamán, cada uno aportó más de una teoría mientras esperábamos por los resultados del doctor Um, El chamán estaba a punto de perderse aquellos resultados, porque Jeon le dijo que lo iba a dejar fuera del caso. Intenté impedirlo con mis pocas fuerzas, hasta que otra vez todo empezó a oscurecer y volverse tan negro como la inmensidad. Mis parpados se cerraban casi a la fuerza, las ocho pastillas que había tomado no eran calmantes, era sedantes.
Mi columna se había expandido, se estaba convirtiendo en una extremidad más en mi cuerpo. A pesar de lo adormecido que me encontraba, sentí mi columna estirarse y crecer un poco más. Traté de no perder el conocimiento, luchaba con toda mi fuerza de voluntad.
El viejo escupió la sangre de su boca sobre la alfombra. Se masticó la lengua cuando Jeon le llegó a la mandíbula con un gancho que lo elevó del suelo golpeándose con la esquina de la repisa, Justo cerca del ojo ya golpeado al caer de forma estrepitosa. Tardó tiempo en recuperarse de aquel golpe, JB y Min tuvieron que levantarlo y sostenerlo.
—¡Jeon! ¡Contrólate! —grité con dificultad antes de que la picazón en mi garganta me provocara una serie de tos—. ¡Maldita sea!, ¡Jeon! —mi voz sonaba tan rasposa, demasiado ronca, la desconocía.
—Vuelvan a llevarlo al estudio del señor Kim —ordenó furibundo—, manténganlo encerrado mientras tanto.
—No. ¡Por favor! —intenté gritar, pero mis cuerdas vocales parecían ser raspadas por un rastrillo cada vez que intentaba elevar la voz.
Mi cuerpo no respondía lo suficiente bien para oponerme, la impotencia sobreponiéndose a mi estado de angustia como una tempestad que lo azotaba todo. Sobre todo, cuando intentaba hacer algún movimiento brusco, podía escuchar el tronar de mis huesos y el líquido en mi estómago reverberando en los oídos.
—Por fin estas obteniendo lo que tanto deseaste, Jeon —dijo el chamán sin ningún reparo, como si supiera que ese día llegaría. La anticipación marcada en sus facciones, como si solo fuera cuestión de tiempo para que los castigos de Jeon lo alcanzaran.
JB le cubrió la cabeza con un saco de tela negra que sacó de uno de sus bolsillos y lo cargó como a un costal de arroz sobre su hombro. Estaba claro que no lo iban a llevar al estudio para charlar con él. Tal vez lo arrastrarían a ese lugar donde Jeon tortura a sus hombres. Iba a morir a allí. Estaba muy viejo para soportar una paliza.
—N-No, ¡N-No!
Intenté salir de la cama, pero mi cuerpo se sentía tan pesado como un camión cargado con cientos de toneladas de oro.
Jin y el doctor corrieron hacia mí para mantenerme sobre la cama, mientras Jeon, Min y JB salían de mi habitación. El doctor intentaba inyectarme algo, pero la aguja no atravesaba mi piel. Siguió intentando a pesar de que las agujas se rompían, así como el dardo anterior había rebotado sin hacerme el menor daño. Entonces le hizo una seña a Jin, éste se apresuró a buscar un vaso con agua que estaba aparte del que solía usar, uno que estaba tapado cuidadosamente con una servilleta de tela. Me pareció sospechoso, pero cuando Jin me lo ofreció disminuyó el nivel de recelo. Aun así, lo rechacé.
—No podemos hacer nada por el viejo Oh, a menos que te recuperes —dijo Jin apesadumbrado ofreciéndome el vaso otra vez.
—Es mi culpa —admití casi en un hilo de mi afónica voz.
Jeon iba a torturar al anciano solo porque dijo que ya no podía hacer nada por mí. Aquello era todo mi culpa por haberme callado lo que pasó con el perro negro, debí decirles que vi a los ojos a mi parca en su forma animal y que esa podía ser la razón de mi mal estado, pero Jeon se volvería más loco si decía que tal vez solo me estaba muriendo.
Si el chamán lo hubiera sabido con tiempo, tal vez hubiera podido hacer algo, pero esperé hasta muy tarde para pensar en las opciones. Esa última sugerencia del chamán hizo estallar en ira a Jeon, y lo llevó a golpearlo.
Percibí que alguien entró a la habitación, estiré mi cuello para fijarme, Jeon me devolvió la mirada, estaba algo sorprendido.
—¿Desde cuándo tiene los ojos así? —Jeon arrugó el entrecejo, ni Jin ni el doctor Um se atrevieron a responder—. Traigan a la muchacha chamana —ordenó con fuego en los ojos. Aún estaba rojo de la ira —puede que necesite entrevistarla.
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Habían pasado las horas y todos excepto JB y Jin habían dejado la habitación. Tuve un momento prácticamente estable, aunque todo me seguía doliendo y la fiebre no bajaba. No era mi vieja enfermedad, los síntomas eran tan diferentes, no podía moverme a mi antojo, intentaba salir de la cama. Mis extremidades eran fuertes, pero torpes y no respondían con normalidad. A pesar de todo, aquello era más soportable que lo que me sucedía en los viernes rojos. Sentía que mi cuerpo estaba envuelto en llamas, que mi interior ardía como lava. Era algo nuevo y dolía, sí, pero al mismo tiempo se sentía como algo natural.
«Tal vez así se siente el acercarse al final». Pensé.
Terminé por aceptar aquel vaso con agua que me ofrecía Jin, no supe cuando mis ojos se habían cerrado. Cuando los volvía a abrir miré alrededor y discerní que nos encontrábamos en el domo. La cama estaba rodea de hielo. Era irónico, igual me sentía caliente. JB y Jin eran los únicos que seguían conmigo.
—¿No era mejor que me metieran en la bañera? —espeté incomodo por la himedad sobre el edredón.
Jin estaba sentado en una butaca muy cerca de mi lecho. Se espantó cuando hablé y abrió mucho los ojos.
—Tus ojos. Tae —Jin me miraba extrañado y curioso.
—¿Dónde está el chamán? —pregunté mirando hacia JB, solo pensaba en él —. ¿Dónde está el señor Oh?
Sabía que Jungkook amaba a ese anciano, incluso más que yo y si le pasaba algo por mi culpa, él no me lo iba a perdonar, ni yo tampoco.
—Hice lo que el señor Jeon me ordenó —respondió el hombre de seguridad desde su distancia—. Él está bien. Por ahora, el señor Jeon está ocupado con la señorita chamana y con un pequeño imprevisto que surgió con Minho-ssi.
—¿Qué hora es? Jungkook... no se habrá ido sin despedirse, ¿verdad? —pregunté mirando hacia Jin. Desde el día anterior no se había dejado ver, pero sabía que Jeon le había dado el permiso para irse a Seúl.
—Aún es temprano y no sé si recuerdas que Jeon lo obligó a hacer el recorrido en la nave industrial antes de marcharse —Jin me miraba con picardía reprimida—. Estoy seguro que no se iría sin despedirse y estoy más seguro aún, de que no va a irse cuando vea el estado en el que te encuentras.
Miré hacia JB algo avergonzado y Jin también.
—Espero que Lisa no se ponga nerviosa —dije soltando un suspiro.
—¿Crees que esa chica esté en peligro? —preguntó Jin a JB.
Lo vi negar con un tenue movimiento de cabeza. Me preguntaba que podía estar haciendo Lisa con Jeon.
—Ella estuvo aquí. La joven es muy lista, ha propuesto varías opciones. Demasiado irreales, tanto que parecen solo invenciones suyas —Jin acariciaba mi húmedo cabello mientras me contaba—. Pero me preocupa que el viejo canuco no está de humor y podría pensar que ella está intentando tomarle el pelo.
Se detuvo de pronto.
»Tae. Tu cabello se está cayendo todo —dijo asustado, pero a mí ya nada me sorprendía. Mi cuerpo estaba cambiando desde la piel hasta los huesos, lo podía sentir.
Moría por ver a Jungkook, pero al mismo tiempo no quería que él me viera así. Y al saber que perdía mi cabello, menos quería que me viera.
Mis propios sentimientos egoístas me recordaron a los de Nayeon. Y ahí la entendí mejor, todos tenemos un monstruo dentro, unos más pequeños que otros, según los alimentamos. Ella había alimentado mucho al suyo y por eso había crecido de aquella manera. Pero sin importar qué, nadie desea que su monstruo interno sea expuesto ante los demás.
Mi falsa representación estaba siendo sustituida por la verdadera y tenía miedo de que Jungkook la viera y supiera cómo era realmente. Incluso yo mismo tenía miedo de ver mi propio reflejo.
—Me preocupa que éste pueda ser el fin del señor Oh —expuso Jin—. Ha sido un buen chamán y un buen ser humano. Pero al viejo cretino de Jeon se le ha prestado con pagar lo malchingado contra el pobre.
JB dejó escapar una carcajada que intentó camuflar con una falsa tos.
Yo asentí hacia Jin dándole la razón. Jeon solo necesitaba una excusa para desquitarse con el viejo Oh.
» Hablé con mamá, le pregunté si podía hacer algo, pero dijo que no estaba en sus manos. Sugirió proponerle a Minho y a Jungkook que se arriesgaran a retar a Jeon. Yo pienso igual, no creo que les impongan un castigo mayor si salvaran al viejo Oh.
Asentí levemente. Estuve de acuerdo con Jin.
»Lo malo es que no sirve de nada, ahora mismo deben estar haciendo el recorrido por la nave industrial. Y este cara de culo no quiere prestarme su intercomunicador —puchereó Jin otorgándole una mirada asesina a JB—. Debes ordenarle que me lo preste
El aludido hizo una reverencia de 90 grados. Yo pensé en el celular que me había regalado Jungkook la madrugada anterior. Debía estar en mi habitación, dentro de la gabardina que me quitaron.
—Lo lamento mucho, señor Kim, pero tengo órdenes estrictas. No puedo fallarle al señor Jeon, soy fiel a su causa, todo lo que hace es por su propio bien, por favor, entienda.
—¿Ves? Te digo que todo está en contra —gimotió Jin—. Iría a buscarlos, pero no creo que me presten un vehículo, si voy a pie, me tomaría demasiado tiempo, sería muy tarde.
«Jungkook». Grité internamente, más llamándolo que pensándolo. Si tan solo lograba que me escuchara desde la distancia. Tal vez no sería tan tarde y ellos irian por el viejo chaman.
«Te necesito, Jungkook». Pensé, pero me desconcentré cuando escuché la trampilla abriéndose.
El señor Min había llegado al domo y traía a Lisa con él. Si era Min quien la había traído solo significaba una cosa: Jeon iba en camino hacia el chamán o ya estaba con él.
Intenté salir de la cama y luché en vano con todo el hielo que había sobre la superficie, iba a empezar a quejarme y ahí lo escuché...
"¿Tae?". Jungkook me estaba respondiendo. Suspiré con alivio. Él sí me había escuchado.
Tuve una punzada muy fuerte en mis sienes y un zumbido zordo en mis oidos como si mucha agua se fuera escurriendo dentro de ellos. Me llevé las manos a mis orejas. Mi visión se multiplicó y los componentes se dispersaban como si estuviera viendo a travez de un prisma.
—Oh, no —Todo se estaba volviendo negro otra vez, perdía fuerzas.
«El chamán... el chamán está en peligro". Pensé urgido, con la esperanza de que Jungkook me escuchara de nuevo. Eso fue antes de desmayarme otra vez.
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Amigos lectores, espero que les guste este capítulo, porque en lo adelante silenciaremos un poquito la perspectiva de Mr. Kim.
Jungkook: Pero no será por mucho rato, ¿okey? Me gusta hacer apariciones, pero me pones a trabajar de masiado en la narración...
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