Capítulo 42
Capítulo 42
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BICENTENARIO
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⊰─⊱ Kim Taehyung ⊰─⊱
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Después de aquella noche de Luna roja, habían pasado tantas otras lunas que el dolor y la tortura insufrible del viernes rojo se había reducido a tan solo una distante remembranza de antaño. Tan solo el recuerdo de muchas pesadillas. A partir de ese entonces me convertí en un hombre que había perdido el temor hacia la luna creciente, porque desde aquella noche, al Igual que para cualquier mortal, entonces representaba lo mismo que cualquier otra luna, salvo la luna llena, que aún seguía siendo especialmente anormal, pero eso no me era tan molesto.
El otoño pasó como un soplido del viento propio de la estación, el invierno sondeaba sus límites de apropiación llegando a su punto más sublime y trayendo las brisas más frías por la noche. Era 29 de diciembre, estaba a ley de unas horas para que llegara el día en que se cumplieran mis doscientos años de vida.
"¡No lo mire a los ojos!".
Abrí los ojos, sudando y sediento por aquella recurrente pesadilla. Con mi corazón chocando las paredes de mi pecho salí de la cama y fui por un vaso con agua, al consultar mi reloj éste marcaba las diez con 10:21 p.m, la noche estaba intacta, prácticamente no había dormido nada, a lo sumo, tal vez unos quince minutos. En secreto, me atormentaba a mí mismo con el recuerdo de unos ojos rojos que venían de la silueta espesa y negra de un animal. Lo soñaba casi todas las veces que Morfeo me vencía.
"Es conocido como un ente espectral nocturno que lleva distintos nombres en diferentes culturas. Pocas personas han vivido a lo largo de la humanidad para contarlo".
El recuerdo de una voz cacofónica y femenina venía a mi mente, mortificándome y martirizándome. No me atrevía a consultar el asunto con el chamán porque de algún modo él averiguaría si yo vi o no a ese animal directo a los ojos y, pues, temía a la respuesta que podría darme. Sentía temor porque, después de ver a ese espectro, las cosas dejaron de ser como en otras épocas. Antes de Jungkook deseé morir muchas veces, sin embargo, después de él, ya no lo deseaba más y desde aquel acontecimiento todos los días me preguntaba a mí mismo: "¿llegaré a cumplir los 200 años?", Sintiéndome como un mortal cualquiera, como una persona común. No es que me molestara morir, solo que no me agradaba la idea de irme primero, cuando a Junkook le quedaba tanto camino por recorrer en la vida.
"Esa no es su forma usual, pero es la que toma cuando, en vez de ser llamado, quiere ser él quien lleva la muerte a alguien muy poderoso, ya que en su forma usual no puede ser visto por ningún ser vivo".
La voz de Lisa, la niña que conocí la misma noche que a Soobin, persistía tanto en mis sueños, como en mi vigilia, recordándome quién era esa criatura y qué quería, por lo que era deducible que yo debí ser la causa de su presencia, era a mí a quien buscaba. Quizá mi parca vino a mi encuentro esa noche porque se presentía que, durante aquella noche de luna roja, se cumpliría la profecía escondida en el mensaje de aquel monje que me entregó el extraño reloj hacía setenta y dos años atrás, tal vez la parca pensó que esa era su última gran oportunidad de llevarme con ella, pues podía ser probable que me encontraba vulnerable a la muerte y tal vez él lo sabía.
Pude percibir la cobardía arraigándose en mi conciencia y entumeciendo mis músculos y mis huesos. En esos días viví con miedo dentro de mí, observando cómo pasaban las lunas, guardándome solo para mí el hecho de que había visto fijamente los letales ojos rojos de mi parca mientras estaba en su forma animal.
"En cambio, en su forma animal puede ser visto y causar la muerte instantánea a quienes miran de cerca sus ojos y, si acaso los ven de lejos, la muerte solo tardaría un poco más en llegar, aveces unos días y puede que hasta meses".
Esas palabras mortíferas se adherían en cada recoveco de mí mortificada mente. Me preguntaba si aquella maldición iba a funcionar en mí. Si así fuese, ya había vivido meses después de ver esos ojos y me preguntaba por qué en ese momento, por qué no hacer su aparición antes cuando con tanta desesperación busqué morir.
«¿Por qué ahora que sí deseo seguir viviendo?».
Todo lo que pasamos durante esas estaciones, desde el verano en que nos encontramos en Dinamarca hasta esa noche de invierno, se había convertido en días inolvidables para mí. Vivía cada día creando mejores recuerdos cada vez, así, como Jungkook me lo había pedido.
Tejimos muchas remembranzas bonitas juntos, todo fluía como escenas sacadas de una ilusión, fuimos egoístas y nos olvidamos de todos para dedicarnos a ser felices durante cualquier luna, incluso en la luna llena, donde nuestra pasión nos convertía en una llama más ardiente que el propio sol. Y las risas, los besos, las caricias, los juegos y las tonterías eran nuestro lenguaje exclusivo, con él me sentía igual que un crío, un adolescente con las hormonas en apogeo y la cadencia de la juventud a flor de piel.
En esos días sentí algo que creí que era inalcanzable y que solo existía en los deseos más imposibles del ser humano: Felicidad y plenitud.
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Había dejado al viejo Oh Youngsoo a cargo de Soobin y Lisa como parte de su castigo por haber mentido de aquella manera. Recordé cuantas veces el viejo chamán se había negado a tener un aprendiz, odiaba la idea por miedo a ser desplazado. De alguna forma tenía que hacerlo pagar por haberse atrevido a hacer con Jungkook como más le plació, no me importaba que el niño le hubiese dado su consentimiento, cada vez que recordaba su engaño, me volvía a poner furioso.
Tras todo lo ocurrido aquel viernes rojo, en su momento le exigí una explicación al chamán que lo justificara para no matarlo de la peor manera ahí mismo. El ya viejo Oh Youngsoo no tuvo más remedio que confesar todo lo que había planeado con el conocimiento y consentimiento de Jungkook, sin embargo, solo le hice un espectáculo para mortificarlo un poco, pues, ya me había enterado de todo cuando espié su conversación con Jeon. Al final no tuve valor de darle un mayor castigo por engañarme y por poner en riesgo la vida de Jungkook, aunque de igual manera, no podía negar que me sentía agradecido por su hazaña, así que por aquel momento, me limité a pedirle que tomara a la guardia Lisa como aprendiz y a su compañero Soobin como asistente. No volverían a ser guardias, no podía permitirlo, así ambos estarían fuera del alcance de Jeon y les evitaría ser castigados, además, fue idea del propio Youngsoo.
Lejos de mi propósito, Lisa resultó ser una aprendiz con más preparación de la que el viejo chamán podía esperar, según él, esa niña tenía una conexión y un poder que podía ir más allá de la espiritualidad, ella tenía habilidades para conectar con la naturaleza y con deidades realmente poderosas, eso nos llevó a volver a investigarla muy a fondo, solo para no subsistir con la duda de que pudiera ser parte de alguna trampa habiendo sido enviada por el otro inmortal. Gracias a la deidad de la montaña, que no encontramos nada sospechoso de ella, pues, al igual que Soobin, esa niña me había caído muy bien.
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Aquella noche extraña de ese viernes rojo, nos quedamos toda la noche despiertos. Cuando Jeon se retiró a la mansión después de haber discutido con el chamán en la madrugada, nosotros nos encontramos con Youngsoo en la sala, Jungkook quería volver a la habitación sin ser visto, pero yo preferi enfrentarlo.
Una vez dentro de su casa, el hombre dio un leve sobresalto cuando me interpuse en su camino. Le esperé de brazos cruzados con una cara seria. Nos quedamos mirando el uno al otro por unos segundos hasta que el monmento en que él reaccionó.
En cuanto se escuchó el motor del auto de Jeon, el chamán desvió la mirada y se puso en movimiento, como si solo estuviera esperando a que el molesto Sangjoong se fuera para poner manos a la obra. Mientras escuchaba pacientemente todos mis regaños caminó con pasos arrastrados hacia la cocina.
—Youngsoo-ssi, ¿qué crees que estás haciendo mientras estoy hablando contigo?
—Le estoy escuchando, señor —respondió sin mirarme—, y cómo no hacerlo si grita de esa manera, pero también me preparo para crear dos talismanes nuevos.
Pestañeé varias veces y de inmediato me percaté que tenía prisa en lo que fuera que se proponía.
—¿Eso... tiene que ver con los Komainus? —preguntó Jungkook interesado y con ambas manos tapando sus orejas. Probablemente debían molestarme mis gritos.
—Así es... —afirmó el chamán sin mirar a nadie—. Los Komainus son nuestros principales vigilantes y protectores —dijo tomando un cuchillo y un cuenco antes de dirigir sus pasos hacia afuera—, no se ofenda si tengo más prisa por ocuparme de ellos que de darle una debida disculpa —agregó, esta vez entregandome una mirada fugaz.
Comprendí lo que me dijo, pero eso no evitó que continuara regañándolo. Él debió percibir que solo tenía ganas de molestarlo, y probablemente no se imaginó que había escuchado su conversación anterior con Jeon, porque, de lo contrarío, andaría arrodillándose y suplicando por ser perdonado.
Tomó un cuenco de la cocina y metió algo en el interior de la manga de su hanbok, salió al patio de la casa conmigo y Jungkook pisándole los talones, estuvimos andando detrás del viejo huesudo hasta que se detuvo frente a una especie de gallinero. El olor que despedía la estructura no era de los más agradables. Desde afuera se observaba dormir a las aves apaciblemente. Jungkook y yo le vimos entrar, las empludas aves despertaron por el intruso formando un alboroto y luego salió con una de las gallinas entre sus manos.
—Disculpa que solicite tu ayuda —dijo dirigiéndose a Jungkook—, pero es que tengo mucha prisa.
El viejo le pidió a jungkook que tomara el cuenco que el viejo había colocado sobre un encimera improvisada antes de ir por la gallina, así lo hizo, luego el viejo sacó un cuchillo del interior de una de sus mangas para degollar al ave. La sangre caía roja y espesa mientras Jungkook sostenía el cuenco con las cejas elevadas y los labios entreabiertos. La brisa fresca de la noche hizo tocer el chorro de sangre por una vez, manchando la mano izquierda del muchacho y provocando que pusiera cara de azco.
Una vez recolectada la sangre, el viejo chamán corría de regreso a la casa, dejando a Jungkook el trabajo de llevar el cuenco sin derramar el contenido.
Estuvo buscando cierto objetos que, posiblemente, eran los que se necesitaba para preparar los talismanes, así que, antes de que empesara a crearlos, lo detuve.
—¡Espera!
El hombre me volteó a ver.
—¿Por qué? —preguntó Jungkook, quien estuvo casi todo el tiempo callado y divirtiéndose internamente con mis actitudes cambiantes hacia el viejo—. ¿Qué pasa?
Lo miré para guiñarle un ojo y él sonrió divertido y con complicidad.
—¡Señor Min! —llamé cuando el viejo tenía dos cortes de papiro teñidos de amarillo, un pincel y el cuenco lleno de sangre de pollo sobre la pequeña mesa del comedor—. Ve a despertar a los niños, ellos tienen que ver esto.
Jungkook expandió el tamaño de sus ojos y luego reprimió la risa con esfuerzo.
Ese viejo descarado no se atrevía a mirarme a los ojos, fingía estar solo concentrado en los utensilios que tenía frente a él.
Una vez que llegaron los niños les expliqué que desde esa madrugada en lo adelante, respectivamente, serían aprendiz y asistente del chamán para liberarlos de la subordinación y los castigos de Jeon.
Después de escuchar lo que les dije a los ex guardias, el viejo se puso muy nervioso, mas, aún fingía estar concentrado en los trazos que estaba realizando sobre uno de los papiros con la sangre fresca de gallina.
Decidimos acompañar a Youngsoo junto con los chicos en su tarea de restaurar los sellos de los Komainus. Bueno, Jungkook insistió en seguirlo y no me sorprendí por su curiosidad. Al final, yo también me animé a hacer lo mismo.
Jungkook fue a la habitación por su ropa para estar listo antes de que el viejo terminara los preparativos. Yo lo seguí para aprovechar ese poco tiempo, pues aún no habíamos hablado de todo lo que pasó.
—Por favor, no vayas a mentirme... ¿tú sabías que podías morir o el chamán te engañó?
Dejó a un lado el pantalón que estaba a punto de ponerse para acercarse a mí, ladeó su cabeza mientras me miraba con los ojos aguados. Posó su mano en mi mejilla repartiendo su calidez sobre mi piel.
No abrió la boca para hablar, sin embargo, sus pensamientos lo hicieron por él:
"No sabré cuanto valgo por cuanto he tenido y aprovechado, sino por cuanto he dado. Soy de los tontos que se hacen felices mirando una sonrisa creada por ellos".
"No es que no sea avaro, soy un coleccionista. Me gusta acumular recuerdos de sonrisas y expresiones felices en las personas que amo".
"Y no me importa entregarlo todo si se trata de amar".
Esas palabras que se formaron en sus pensamientos esa madrugada me marcaron para el resto de mi vida. Me enseñaron que en el amor había más gratificación al dar que al recibir. Si no tienes nada que entregar de manera desinteresada no vales nada y ¿en qué te conviertes si solo esperas recibir cuando das?
Unas lágrimas escaparon de mis ojos, las cuales eliminé con mis manos fugaces.
—Eso es lo que menos importa ahora —respondió al fin, sonriendo con tristeza—. Estarías bien y cuidarías de Nayeon. Eso era lo único para mí.
—Yo pensaba que el amor era una reciprocidad que partía tanto de dar como en recibir. Pero... ¿me estás queriendo decir que es de otra manera?
El asintió pequeñito y sonrió con los bordes de sus ojos y nariz enrojecidos.
—Sino, ¿dónde queda el amor unilateral? Cuando el amor no es correspondido, ¿deja de ser amor?
—Pero lo nuestro no se trata de un amor unilateral ¿Acaso dudas de mí?
El negó moviendo la cabeza hacia los lados con vehemencia.
—No, pero es que tu manera de entender el amor es como burlarse y menospreciar el de los pobres y desdichados. Nosotros tuvimos la enorme dicha de tener un amor correspondido, ¿pero te das cuenta de la cantidad de personas que no logran tenerla?
Aquellas palabras fueron una de sus sabias respuestas a mis reclamos. No me dijo algo que no supiera, pero eran cosas que había olvidado.
Ese sábado en el que desperté en una habitación de la casa del chamán, porque la noche antes me había desmayado y no recuperé la consciencia hasta casi tres horas después. Supe que muchas veces se había despedido entre líneas. Pensó que esa noche nos dejaría a su hermana y a mí atrás y yo estaba feliz de verlo vivo, mas, enfurecía cada vez que recordaba que a él no le importó tomar la decisión de dejarme solo.
Le grité lo empujé y lo golpeé después de reaccionar al fin.
—Si no hubiera visto esa nube, te habría perdido —sollocé —¿te das cuenta de que tampoco querría seguir viviendo?
Él aguantaba mis empujones tragando en silencio, sonriendo enternecido, mi llanto evidenciaba más mis sentimientos reprimidos que mis palabras.
—Sin sacrificio es imposible alcanzar el éxito. Eso siempre decía mi papá —me dijo sonriendo encogiéndose de hombros.
El dí antes estaba dispuesto a morir por salvarme, pero en ese momento, el susto había pasado, estaba feliz porque aún estaba vivo y ni mi llanto, ni mis lágrimas, ni mis golpes fueron suficientes para borrar esa enorme sonrisa en su rostro.
Recuerdo que cuando desperté esa madrugada lo abracé con todo mi ser, con el alma colgando en una sus manos y el corazón en la otra, envolví su cuerpo cubierto por aquella sábana de algodón hasta que pasaron horas, a él debía dolerle el mentón de tanto sonreír y a mí se me hincharon los ojos de tanto llorar.
Y repetí aquel abrazo después de haberme desahogado golpeándolo y gritándole, lo abracé hasta que sus manos tibias pasando con parsimonia sobre mi espalda calmaron mi llanto.
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La alarma del reloj en la pared sonó a las doce en punto y respiré con alivio al ver llegar el 30 de diciembre. Era mi ducentésimo cumpleaños y me llené de felicidad por estar vivo todavía, no obstante, justo en el momento que el péndulo se detuvo, escuché un click que vino desde la puerta corrediza. Se escuchaban susurros casi imperceptibles detrás de la división y mi sangre se enfrió al tiempo que me puse de pie para acercarme con sigilo hacia la puerta con la intención de asegurarla, mientras más me acercaba más y más susurros se escuchaban, no entendía aquellos murmullos y mis latidos iban cada vez más rápido. Mi mi respiración se detuvo mientras estuve en suspenso, esperando a saber qué estaba pasando.
Al tocar la puerta, ésta se abrió de forma repentina, al mismo tiempo, se encendieron las luces y mi corazón casi se detuvo. Entrecerré mis ojos por lo brillante de la Luz y algo se encogió dentro de mi pecho provocando un dolor agudo y punzante.
—¡Sorpresa! —gritaron muchas voces en coro mientras yo caía de rodillas frente a ellos. Me llevé ambas manos al pecho. Estaba impresionado y aliviado a la vez. De repente, me percaté que se me quitó el frío y estaba sudando por el miedo.
—¡Omo! —exclamó la señora Kim, dando un paso hacia adelante preocupada.
No supe quienes me ayudaron a ponerme de pie hasta que miré hacia un lado para encontrarme con el rostro, también preocupado, de Jungkook, cuando vi del otro lado estaba el señor Min.
Seguí mirando al grupo que había invadido a hurtadillas mi habitación y en el centro de todos estaba Nayeon, quien caminó hacia mí con el ceño preocupado para preguntarme si me sentía bien.
—Lo estoy... es solo que me tomaron por sorpresa—respondí sonriendo apenado.
—Bueno, pues de eso se trata! —manifestó Jackson provocando que todos rieran.
Paseé la mirada sobre los infractores uno por uno. Frente a mí estaban, Minho, la chef Kim, la señorita Bae, Jackson, Jihyo y Mark enchadados de brazos, Namjoon, Eunwoo, Jaebum, Jimin, Min, Jung y, sosteniendo un pastel con dos velas encendidas entre sus manos, Jin-ssi.
—¡Feliz cumpleaños, vejestorio! —gritó el chef con algarabía, haciendo estallar en risas a todos otra vez.
—Ya es formal. ¿No? —se burló Jackson con una sonrisa ladina, sabiendo que no todos los presentes entendían a qué se referían sus palabras y recibiendo un manotazo en la espalda por parte de la señora Kim.
Esa noche, me hicieron salir a la terraza de abajo la cual estaba exageradamente decorada, pero también rodeada ventanales enormes que permitían disfrutar el panorama. Afuera estaba nevando y aunque habían decorado el salón con mucho esmero, yo disfrutaba más mirando el paisaje, las cortinas fueron tetiradas y estuve agradecido por eso. Mientras ellos disfrutaban, reían y bailaban, yo me dedicaba a contemplar la nieve caer a través de la ventana.
Percibí el perfume de Jungkook y cuando giré hacia mi derecha él se encontraba parado a mi lado mirando hacia la ventana, también. Quería que tomara mi mano, pero sabía que eso era imposible en aquel momento. Desde la llegada de Nayeon, todo se había complicado. Solo nos dedicamos a mirar juntos el paisaje por un rato.
—Aún recuerdo el beso que nos dimos en la primera nevada —me acerqué un poco para que escuchara mis susurros, luego mantuve la distancia original.
Miré otra vez hacia el frente sonriendo mientras sentía su mirada quemando el perfil de mi rostro. Esbocé una sonrisa y metí mis manos en los bolsillos de mi abrigo.
—Yo también lo recuerdo, cómo olvidarlo —respondió imitando mi acto.
Ambos debimos transportarnos a ese hermoso recuerdo. Esa noche
era el 4 de diciembre, celebrábamos el cumpleaños de Jin-ssi, aún Nayeon no había terminado el semestre en la universidad y, por tanto, no nos teníamos que preocupar por su presencia. Él me raptó un momento durante aquel festejo y me llevó hasta afuera para presentarme al conejo que Minho estaba criando junto a Jackson. Ambos estaban celebrando la fiesta de fin de año junto a los empleados administrativos de la empresa y Jeon les acompañó esa noche, así que por eso decidimos celebrar el cumpleaños de Jin-ssi como quisimos: tomando y bailando con música alegre, incluso Min se estaba divirtiendo esa noche.
La madriguera del conejo resultó más bien una mini mansión, demasiado sofisticada para un animalito como ese. Por un momento me vi reflejado en él, debía sentirse solitario y atrapado estando ahí dentro.
—Ahora con más razón nuestro amor será eterno, sin duda —dijo Jungkook mientras mis ojos se humedecían mirando al tierno animalito de pelaje gris. Aparté la vista para prestar más atención a mi amante encontrándolo mirando con una hermosa sonrisa hacia el cielo y extendiendo las manos para sostener algunos de los primeros copos de nieve desde el aire —. ¡Mira, es la primera nevada!
Él no se cansaba de expresar cuan grande era su deseo de que pudiéramos amarnos por siempre y se encargaba de recordármelo cada vez que tenía la oportunidad, siempre que lo hacía venía a mi mente la figura distorsionada de ese espectro oscuro de ojos rojos y solo me tragaba las palabras que de ser pronunciadas darían vida propia a mi mayor miedo. ¿Y si yo me iba primero? Él era apenas un muchacho de 22 años, tenía toda una vida por delante, y yo deseaba permanecer a su lado hasta el último día de su vida, pero... ¿y si era a mí al que no le quedaba mucho tiempo?
Ese sentimiento de angustia se cernía en la boca de mi estómago cada vez que pensaba en la muerte, antes yo era totalmente ajeno a sentir algo parecido, pero en esos días, como cualquier ser humano normal, desde aquella noche viví atormentándome a mí mismo por ello.
Jungkook sonreía mientras alzaba sus manos y atrapaba pequeños copos de la ligera nieve, a su vez, yo me perdía en la imagen de su mandíbula afilada y ese hoyuelo precioso que se le formaba en la mejilla izquierda, Dios, nunca me cansaba de admirar cómo arrugaba su nariz al sonreír con ganas y aquellas arruguitas que se alineaban en las esquinas de sus grandes ojos. Y siempre volvía a preguntarme, ¿cómo alguien podía irradiar tanta sensualidad y al mismo tiempo toda esa ternura? A veces no sabía si correr hacia él y abrazarlo con todas mis fuerzas o si besarlo hasta que se gastaran nuestros labios.
—¿Te gusta mucho lo que vez? —preguntó cuando me atrapó mirándolo obnubilado.
Tomé impulso para pegarle en el pecho, pero él fue más rápido al atrapar mi mano en el aire.
—¿Te gusta más la nieve que yo? Porque parecías más encantado con ella que conmigo —me defendí haciendo pucheros y arrancándole una risa hermosa de su garganta.
Cuando se hubo calmado me sorprendió con un dulce y tierno beso, el más largo de todos. Luego nos abrazamos un buen rato antes de que empezara a hacerme estallar en carcajadas pidiéndole al conejito que guardara nuestro secreto.
Esa noche fue una de tantas que pasamos rebosantes de felicidad y un poco de libertad, hasta que nos vimos restringidos por la llegada de Nayeon. El semestre había finalizado a mediados de diciembre y ella había crecido un poco más. La prominencia de su vientre inflado no le restó belleza, se veía hermosa en su faceta de embarazada con 6 meses y medio.
Íbamos a tenerla en la mansión por mucho tiempo, pues, Jeon decidió que al faltar tan pocas semanas para dar a luz, lo más prudente era hacer una pausa en sus estudios, ya los retomaría luego de que la bebé estuviera lo suficientemente grande.
—Nayeon los está mirando —mascuyó Jin–ssi detrás de nosotros, sacándome de mi ensoñación. No me había dado cuenta que Jungkook y yo nos habíamos acercado demasiado mientras mirábamos hacia la ventana.
Yo me moví primero sin mirar a Jungkook para ser más discreto y miré alrededor para encontrarme con la imagen de Jung sentado solo en un rincón, mientras los demás se divertían. Me senté a su lado para sacarle un poco de conversación. Min y él habían cambiado a sus puestos originales, pero el no parecía tan cómodo como antes. Jungkook me había contado todo lo que supo. Jeon posiblemente lo haya dejado traumado con la presunta tortura. Me sentí impotente y aunque me disculpe con él, él se disculpó conmigo por darme un dolor de cabeza, estaba convencido de merecer tal castigo y no aceptaba mis disculpas por que no tenía nada por lo cual disculparme.
Aunque lo intenté, no pude cambiar el ánimo de Jung. Definitivamente esa noche fue crucial para él, lo cambió de una manera palpable. Ya no bromeaba como antes, no había alegría en sus ojos, su sonrisa no llegaba a ellos. Jung ya no era Jung y no había nada que pudiera hacer.
Vi a Jungkook salir del salón y al parecer Jung se percató de alguna reacción involuntaria mía.
—Vaya tras él. Es su cumpleaños, permítase hacer lo que le hace feliz.
—No, podría molestarse si lo sigo en presencia de su hermana. No quiere que nos arriesguemos.
Los minutos pasaban y para Jung no pasó desapercibida la manera en que vigilaba la entrada y consultaba mi reloj cada tanto.
—¿A dónde cree que fue? —preguntó, insistiendo en el tema —. Seguramente está fumando por ahí.
—Mas bien, creo que fue a ver el conejo de Minho. ¿Ya lo conociste?
—Sí, ya lo conocí —respondió sin mucho ánimo —, debe sentirse muy solo. Es bueno que le hagan compañía.
—También pensé lo mismo—. Asentí en acuerdo.
—La soledad duele mucho, pero el amor es más doloroso —expresó con la mirada perdida.
Lo miré con una ceja elevada en sorpresa, quise sonreír, pero no me lo permití por la tristeza que reflejaba su rostro.
«Jung, estás enamorado, amigo». Dije internamente, preguntándome si habría conocido a alguna linda vecina en Seúl.
—Pero es lo que hacemos —respondí, sabiendo que tenía razón, pero también conociendo que enamorarse era inevitable.
—Sobre todo cuando es complicado. —Estiró sus labios en una sonrisa triste y unos pequeños hoyuelitos se formaron alrededor de las comisuras apretadas.
»La madriguera no está muy lejos de la casa. Tal vez lo está esperando. Quien sabe si tan solo necesita unos pocos minutos para compartir juntos en su cumpleaños. Usted pasó por alto el suyo.
—¿Tú sabías cuándo era su cumpleaños? —Le vi asentir ante mi pregunta y apreté los dientes con fuerza por la impotencia—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Perdón, creí que no era necesario. Esas cosas se preguntan entre parejas.
Bajé la mirada, avergonzado por aquella respuesta, pero al mismo tiempo reprimí una sonrisa porque me gustó saber que Jung nos veía como una pareja.
—Tienes razón —acepté levantándome del mueble y soltando un suspiro.
Jung tomó su vaso de la mesa que tenía en el frente mientras me alejaba.
—¡A su salud! —vociferó antes de darle un trago.
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—¡Oh, Terco!, ¡mira a quien tenemos aquí!, ¡al excelentísimo cumpleañero! No me creerías si te dijera cuantos años cumple hoy.
Me reí a carcajadas y me paré frente a la extraña vivienda del animalito. Me pareció que antes de percatarse de mi presencia, Jungkook hablaba con ese conejo como si de otra persona se tratase.
—Buenas noches, señor Terco, creo que la vez anterior no me presenté correctamente con usted. Soy la pareja de su mejor amigo. Tengo varias nacionalidades, soy de padre coreano y de madre japonesa nací en Japón, en el periodo Meiji y estoy comprometido con la hermana de mi pareja. ¿Usted cree que alguna vez ellos podrían perdonarme como regalo de cumpleaños?
—Yo no tengo nada que perdonarte, al contrario —Desde atrás, Jungkook me rodeó con sus brazos y puso una pequeña caja rectangular frente a mi rostro—. Ten, es mi regalo para ti.
—¡Wow! —exclamé tomando el regalo y abriéndolo—. Hice bien en venir a buscarte. ¿Qué? ¿Un teléfono inteligente?
Él se colocó frente a mí disfrutando de mi reacción.
—Compré dos —mencionó a la vez que sacaba otro dispositivo igual del interior del bolsillo de su abrigo—, así nos podremos llamar o enviar mensajes a discreción.
Empecé a dar saltitos de alegría antes de lanzarme hacia él para abrazarlo y besarlo. Me percaté de que, desde su lugar dentro de la madriguera, el conejito prácticamente imitaba mi acción.
—Que ironía, esto lo compré con el sueldo que me pagan con tu oro —se burló con una sonrisa retorcida—, tú deberías tener el último modelo cada vez que sale uno nuevo. Mira cómo te pones por eso, hasta has contagiado a Terco.
Detuve mi comportamiento infantil, sin embargo el conejito le había agarrado el gusto. Se acercó a la maya metálica parándose sobre sus dos patas traseras y haciendo movimientos desesperados.
Sonreí abiertamente y tomé a Jungkook por el frente de su abrigo para atraerlo hacia mí y darle otro beso. No me importaba parecer un crío feliz y sin complejos cuando estaba junto a él.
—Así que de esto se trataba...
Jungkook y yo nos separamos al escuchar esa voz y al mismo tiempo. El conejito detuvo su comportamiento. Volteé en dirección contraria y me topé con aquella presencia a unos quince pasos de distancia.
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Hola, hermosos querubines. Sí para mí ustedes son unos ángeles por tenerle tanta paciencia a esta buena loca.
Perdonen por la larga espera, espero que les guste la actualización.
Nomu, nomu borahae!!!
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