Capítulo 40
Capítulo 40
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LA ÚLTIMA PLACA DEL RELOJ
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⊰─⊱ Kim Taehyung ⊰─⊱
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Jeon y yo íbamos en el asiento de atrás del mismo vehículo, seguíamos el auto que ocupaban Lisa y Soobin a una velocidad prudente, el cual estaba siendo conducido por el señor Min. Yo alternaba la mirada entre la vista panorámica frontal del auto y la de la ventanilla a mi lado, no pude evitar llevarme las manos a los lados de mi cabeza debido al dolor.
Me percaté de que Jeon removía el interior de una valija y vi cuando él le pasó a Leo, nuestro conductor, uno de esos talismanes amarillos y le escuché pedirle que lo guardara en uno de sus bolsillos. Le agradecí a mi obstinado amigo por eso, era un breve descanso mental para mí dejar de escuchar los pensamientos del chofer, a pesar de que el dolor de cabeza no se había ido. No recordaba haber tenido un malestar que perdurara tanto como ese, era muy extraño, hasta llegué a pensar que la causa de dicha afección pudo haber sido causada por aquel misterioso animal de ojos rojos que vi momentos antes.
Al principio mi intención era llevar a Soobin y a Lisa conmigo, es decir, en el mismo auto, no quería permitir que Jeon los apartara de mi vista, pero al final yo mismo fui quien pidió que se cambiaran al otro auto. Sus voces internas eran muy inquietas, precisas y sus pensamientos eran demasiado abrumadores para mi cansada mente. Me estaban volviendo loco.
Jeon empezó a sacar las cosas que llevaba dentro de aquella valija de la cual había sacado el talismán.
—Señor, ya pasa de la de la media noche. Debemos aplicar el tratamiento aunque sea sin ritual. Por favor, desvístase.
A través vez del retrovisor vi a Leo arrugar el entrecejo con claros signos de confusión.
—Jeon —le nombré fingiendo calma y colocando la punta de mis dedos sobre el puente de mi nariz—, solo me duele un poco la cabeza. No tengo ningún otro síntoma a parte de que empecé a escuchar todo de nuevo. Y creo que ahora escucho más de la cuenta. Por eso debe ser que las sienes me martillan.
—Pero, señor, no nos debemos fiar de eso. Nuca le había dolido la cabeza por escuchar los pensamientos. Eso es un claro síntoma de la luna roja. En cualquier momento pueden empezar a aparecer otros más y...
—¿No me escuchaste? —grité con un poco de frustración. Mi cuerpo empezaba a sentirse ligeramente débil—. Solo me duele la cabeza. ¿Tienes algún calmante para eso? Por favor.
—Señor Jeon, ¿puede ver eso? —la voz de Min se escuchó a través del comunicador de Songjoong-shi.
Miré hacia el frente y no encontré nada más que el mercedes que conducía Min delante de nosotros, igual observé a los lados y la zona parecía bastante tranquila, no había nada sospechoso, solo el pasar de la brisa meciendo las ramas de los árboles, hojas cayendo y revoloteando por doquier.
Por un momento pensé en que aquel perro negro se había aparecido delante del auto de Min. Sin pensarlo, le arrebaté el dispositivo a Jeon de las manos.
—Lisa ¿es ese perro otra vez? —le inquirí con inquietud a la niña.
—Supongo que eres tú ¿no? —se escuchó la voz de Min—. Toma respóndele al señor Kim.
—Negativo, señor Kim —respondió ella—, pero creo que debería mirar hacia arriba a la una en punto.
Jeon dio la orden de detener el auto, él bajó por una puerta y yo por la contraria, ambos embelesados mirando hacia la oscura formación que aparecía sobre el cielo.
Una silueta de humo oscuro y en forma de un tornado descendía contra la Luz de la luna apuntando hacia la tierra. Se movía con la lentitud de una víbora constrictora en modo de caza, con el sigilo y la calma de un león cuando está al acecho de su presa.
Percibí el auto de Min dando reversa porque, al Leo parar de forma repentina, ellos se habían adelantado. Los tres ocupantes bajaron del auto y corrieron hacia nosotros. Los pensamientos de los niños se empezaron a escuchar con aquel efecto amplificador otra vez al aproximarse y me llevé las manos a la cabeza por la desesperación y el dolor.
«Conozco esa formación, la primera vez que la vi fue detrás de la montaña y casi siempre aparece en ese mismo punto, un día la llegué a ver muy cerca justo encima de la mansión, pero últimamente, estaba apareciendo en dos lugares y ahora está apuntando justo en uno solo al frente de la montaña».
De inmediato, sentí las manos de Min sujetándome tratando de que mantuviera el equilibrio.
—Debemos irnos, señor.
Los pensamientos de Lisa iban a toda prisa, pero no podían ser más claros ni más fuertes. Los de Soobin, en cambio, eran un testimonio de lo mucho que lo asustaban éste y los demás misterios de Full Moon, estaba aterrado, pero a la vez lleno de asombro por aquel fenómeno antinatural.
Un revoltijo desagradable de emociones me bordeó por dentro y por fuera. Aparté con brusquedad la mano de Jeon que hacía cierta presión en mi espalda empujándome con gentileza, él quería que me metiera en el carro para aplicarme el tratamiento y terminó empleando un poco de fuerza ya que yo no respondía ni tampoco me movía. No podía dejar de ver aquella imagen en el cielo, era la primera vez que lo hacía a distancia. Se sentía extraño, pero finalmente era un verdadero alivio.
—¡Señor Kim, reaccione!
—Esa es la ubicación de la casa del chamán —pensé en voz alta en cuanto me percaté de aquel hecho.
—Me temo que así es, señor —respondió Min como si entendiera que yo esperaba una confirmación.
—Qué estará inventando ese demente sin consultarme primero —mascuyó Jeon trasteando las palabras con su mirada llena de rabia.
Sabía hacia donde se dirigían sus pensamientos. Parecía no tener información sobre el asunto y eso le cabreaba, nada lo ponía de peor humor que no tener el control sobre algo. Su actitud obsesa, paranoica y controladora, me hartaba y no estaba dispuesto a tolerarlo esa noche.
—Eso es lo que estoy a punto de averiguar —acoté girándome para subir al auto.
Si no iba a ver a Jungkook esa noche, al menos averiguaría por mi cuenta porqué la nube estaba descendiendo tan lejos de mi ubicación.
Me moví hacia el otro lado del asiento para meter el seguro e impedir que Jeon abriera la puerta. Volví a salir por donde mismo entré sosteniendo la puerta abierta, llamé a los niños por su nombre señalándoles el interior del auto para que me acompañaran e hice una seña a Min para que tomara el asiento del piloto.
—Señor, sé lo que está pensando hacer —intuyó Jeon con suspicacia—. No es viable que usted se acerque a ese fenómeno. Nadie sabe qué tipo de hechicería es la que Youngsoo está practicando. No le permitiré que vaya a ese lugar.
—Tú no eres quien me va a impedir que vaya —aseveré cerrando la puerta trasera del auto una vez que los niños estuvieron a bordo—. No te atrevas a seguirme. No hagas ningún movimiento a menos que yo te lo ordene.
—Señor Min —pronunció mi viejo amigo arrastrando las palabras con furia reprimida.
Sabía bien que esa era una orden silenciosa para que su famoso lince se encargara de la situación, ya que se salía de su control. Min estaba al lado de la puerta del conductor a punto de subir al auto, pero se detuvo al ser nombrado por Jeon. Me miraba con cierta intensidad en sus pequeños ojos gatunos y me aseguré de devolverle la mirada con una expresión que le hiciera justicia a las siguientes palabras no dichas: "atrévete a desafiarme si quieres conocerme".
—No debes vulnerar mis decisiones —advertí amenazante a Jeon sin apartar los ojos del señor Min—, es mi voluntad. Iré y que no me entere de que me has desobedecido, Songjoong-ssi.
Min arqueó sus cejas con cierta sorpresa, asintió mientras me retenía la mirada, se giró para hacer una reverencia hacia Jeon, ocupó el asiento del piloto sin decir palabra y arrancó en cuanto estuve a bordo en el asiento del copiloto.
Dejamos a Leo y a Jeon atrás. Recordé el perro negro que andaba rondando esa zona, me preocupé por ellos y de inmediato le pedí prestado a Min su dispositivo de comunicación.
—Si ven a un perro negro, muy grande, no lo miren a los ojos —advertí presionando el botón—. Cambio y fuera.
Mientras el auto iba en marcha le pedí a Soobin que me prestara la valija que Jeon había dejado en el asiento de atrás, tenía la esperanza de que allí hubieran más de esos talismanes y efectivamente así fue, saqué un par de ellos y les pedí a los chicos que los usaran donde quisieran. En verdad sus pensamientos me estaban volviendo loco.
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Pasábamos por el naranjal, el olor a cítrico inundaba mi sentido del olfato con un efecto tranquilizador. Nos aproximábamos a la vivienda del chamán que se ubicaba al sur de la mansión al pie de la montaña. Había bajado el cristal ahumado de la ventana del auto para poder apreciar mejor la vista del fenómeno.
La nebulosa casi palpable imponía una atmósfera distinta y siniestra a una distancia cada vez más cercana. Un sentimiento de extrañeza se alojó en mí, como si desconociera esta formación que no había llegado en mi favor por esta vez, no sabía que la nube dejaba cierta sensación de conexión entre ella y yo, hasta que sentí a esta tan ajena a mí. No era mi nube, era de alguien más.
—Acelera un poco más —solicité y Min obedeció.
Miré de reojo a los niños que iban en total silencio en el asiento de atrás. El rostro de Soobin delataba lo asustado que debía sentirse, incluso Lisa parecía un poco amedrentada.
Seguimos la dirección hacia donde apuntaba la nube. Y mientras más nos acercábamos más seguro me sentía de que esa cosa apuntaba hacia la casa del Chamán. Me pregunté qué era lo que ese hombre estaba tramando y cómo hizo para que la formación apareciera en su casa.
Pensé en lo peor, un absurdo pensamiento de que el viejo me había traicionado y había encontrado la forma de transferirle mi maldición al otro inmortal pasó varias veces por mi mente. Sacudí mi cabeza espantando pensamientos tan fatalistas como esos.
Al llegar a la entrada de la cerca que rodeaba la casa escuchamos gritos de dolor en cuanto bajamos del auto. Eran sumamente desgarradores y los chicos estaban más asustados aún, pero más Soobin, quien literalmente estaba temblando. Les pedí que esperaran dentro del auto y a Min que me siguiera.
Corrimos con cautela atravesando el patio y paré en seco a medio camino antes de traspasar la puerta principal.
«Sería una suerte si sucediera hoy».
El color de la voz de ese pensamiento se me hizo tan familiar que sentí mi alma saliendo del cuerpo.
«¿Cómo pudo soportar esto por siglos? ¿Cómo?». Lo escuché otra vez. Los pensamientos surgían entre cada pausa que su garganta dejaba escapar esos gritos desgarradores. «Por favor, quiero que esto termine».
—Entraré primero, señor —avisó Min adelantándose y abriendo la puerta principal de la casa.
No podía ver bien, mis ojos estaban nublados y mi mente estaba quedando igual. Cada grito que escuchaba era como un martillazo en mi cabeza y una punzada en mi pecho.
El chamán entonaba esa canción que tanto se me hacía conocida. Escuchaba sus cascabeles, esos que hacía sonar al danzar en su ritual.
Caminé despacio mirando la espalda de Min, quien se había quedado tieso en un lugar del pasillo. Estaba frente a la entrada de una de las habitaciones de la pequeña casa. Escuché más gritos y más pensamientos que me negaba a creer que fueran de mi niño. Podía aceptar cualquier cosa menos que fuera él quien profería esos gritos desgarradores de sufrimiento y dolor.
«Taehyung, no te odiaría si no vinieras». Escuché y me petrifiqué en mi lugar. Mi labio inferior comenzó a temblar mientras suprimía el llanto que quería brotar desde mi garganta. «No te culpo por desear tanto que esto acabara».
Mis pies se sentían más pesados que miles de toneladas de oro, los arrastré como pude para llegar hasta donde estaba Min. Éste se hizo a un lado cuando sintió mi presencia detrás suyo.
Vislumbré la habitación de donde provenían aquellos gritos desoladores. El chamán danzaba agitando y meciendo los brazos haciendo sonar los cascabeles de su sonajero con cada sacudida mientras entonaba una conocida canción con los ojos cerrados. Había alguien postrado en la cama. Vi a nuestra chef y a Jimin-ssi llorando mientras asistían al chamán. Jimin-ssi tomaba la mano de la persona que padecía en la cama, la cual no podía ver totalmente porque la figura de la señora Kim se interponía en mi campo de visión.
Ella se movió al fin y entonces lo vi.
Una aura brillante e impoluta lo rodeaba. Grité su nombre con todo el aire que retenían mis pulmones y corrí hacia él. Me arrodillé sobre el piso al lado de su lecho, sin darme cuenta que había asustado a todos los presentes y haciendo que Jimin-ssi saltara en su lugar por la impresión.
Quería tocarlo pero no me atrevía, solo lo observé mientras paseaba mi mano sobre el aire a pocos centímetros de su piel. Su cuerpo completamente desnudo tiritaba de una extraña manera que él se esforzaba en evitar endureciendo y tensando sus músculos. Sus labios violáceos con un tono azulado, su frente salpicada de pequeñas gotitas de sudor, sus ojos de venado cubiertos por unas lentillas ambarinas, me miraron, acuosos.
—¡Tae, v-viniste! —articuló jadeante y con gran esfuerzo.
Jimin-ssi, llorando a mares como una magdalena, me entregaba la mano que apretaba la suya con sobrada fuerza.
Mi corazón golpeaba a toda velocidad contra mi caja torácica. Me dolía el pecho, se me dificultaba respirar con normalidad, una sensación de sofocante apretó mi estómago, un subidón de adrenalina igual al que me abrumó esa noche cuando el vuelo 444 caía mientras estuve a bordo, como un salto a la inmensidad del vacío. Así sentí que mi mundo se venía abajo.
Mis ojos ardían como si el aire estuviera saturado de humo. Había en mi garganta una sensación de estar reprimiendo un grito más desgarrador que los suyos.
Miré al chamán con ojos asesinos. Eso quería, sí que quería matarlo por atreverse a tocarlo y a experimentar con él.
—¡Maldito viejo loco! ¿Pero qué es lo que haz hecho? —grité hacia el chamán lleno de rabia, impotencia y miedo.
El chamán continuó su cántico como si nadie lo estuviera interrumpiendo, no se inmutó en lo más mínimo, como si esperara que así fuera mi reacción. La furia me hizo temblar de pies a cabeza y bajé la mirada hacia mi niño que gritaba agonizante postrado completamente expuesto sobre esa cama.
El chamán le hizo una seña a la señora Kim y ella se movió con rapidez. La vi tomar una pequeña cajita de madera, la cual me ofreció en cuanto llegó a mi lado.
—Le estábamos esperando —dijo calmada y condescendiente mientras limpiaba sus lágrimas con el dorso de su mano—. Debe ponérselas usted mismo para que la transferencia se complete con éxito.
¿Transferencia?
Miles de pensamientos incoherentes se agolpaban por formarse en mi mente.
La furia no me dejaba pensar con claridad en absolutamente nada, mandé a volar la cajita de las manos de la señora Kim con un solo manotazo. Todo el contenido se encontraba esparcido por la habitación e inmediatamente Jimin-ssi, la chef e incluso Min empezaron a recoger las espinas.
—¡Esto es un acto barbárico! —sollocé. Podía sentir la aspereza en mi garganta, la resequedad en mis labios. La cabeza presionando dolorosamente.
Me acerqué al viejo que seguía danzando y cantando tranquilamente y lo tomé por la parte frontal de sus ropajes.
—¡Quiero que deshagas todo esto ahora mismo! ¡Quiero que detengas esto!
—No puedo, señor —respondió interrumpiendo su cántico al fin.
Otro grito de dolor de mi niño me retorció el corazón. Mis lágrimas brotaban con la fluidez de un río.
—No me digas que no puedes — supliqué con amargura—, ¡solo detenlo, detenlo, detenlo ahora!
Quien gritaba era mi desesperación. No podía escuchar un grito suyo más, no podía, prefería que su dolor fuera mío antes que seguir viéndolo padecer de esta manera. Antes de verlo morir.
—Usted sabe que no puedo, señor —respondió el chamán virando hacia el techo de la habitación. La nube empezaba a traspasar la estructura de madera y solo significaba una cosa—, ya es tarde.
Solté al maestro chamán y regresé corriendo al lado de mi niño, tomé su mano y le rogué que no cerrara los ojos , lo iba a perder y prefería morir con él si eso ocurría.
—¿Esto es mi culpa? Nunca debí acostarme con él, no debí hacer eso.
—No es su culpa, es lo que él quizo. La señora Kim fue quien respondió esa vez. Ella acariciaba mis cabellos con parsimonía.
Sin soltar la mano de mi niño, arrastré todo mi peso sobre mis rodillas para encontrarme con los pies del chamán que se acercaba a la cama.
—Youngsoo-así, tienes que hacer algo. Debe haber una manera para que todo regrese a su lugar, yo soy el que debería estar ahí —supliqué llorando con desesperación.
—Ya lo ve, es tarde ahora —se limitó a responder con una calma que potenciaba el nacimiento de mi cólera y elevaba mi impotencia.
—¡No es eso lo que necesito escuchar! —alcé la voz a punto de colapsar, entre quejido y quejido, Jungkook apretaba mi mano con tanta fuerza que creí que en cualquier momento mis huesos se quebrarían—. ¿Cómo puedo hacer para que todo vuelva a su lugar?
La nube estaba empezando a clarear y sabía lo que eso significaba, su sangre sería purificada, pero en ese ínterin Jungkook perdería la vida y no le sería devuelta porque solo es un simple mortal. Una vez que sus ojos se cerraran no los volvería a abrir. Yo era quien debía estar en ese lugar, no él.
—Lo siento mucho, señor Kim —Youngsoo estaba a punto lo de llorar, su voz quebrada lo delataba.
Jimin estalló en llanto abrazándose al desgarbado cuerpo de la señora Kim. Ella le devolvió el abrazo y empezó a llorar con él.
Jungkook trató de decir algo, pero no pudo. Su cuerpo se retorcía y se arqueaba debido al tortuoso dolor que yo conocía muy bien.
«Debes saber que te amo, Taehyung, por favor, recuerda la promesa que me hiciste. Cuida a Nayeon por mí».
Ese pensamiento me enfrió el alma. Se estaba despidiendo. Algo que yo no estaba dispuesto a aceptar.
Yo negué con la cabeza, mis movimientos eran frenéticos y desesperados. De alguna manera él averiguó que yo era capaz de escuchar sus pensamientos, y sospeché que lo sabía desde antes, seguro por eso nunca aceptó quitarse ese pañuelo que envolvía su tobillo. Porque si lo hacía probablemente yo descubriría que él y el chamán loco tenían este plan, pero el chamán no le había dicho que yo había perdido esa habilidad aunque él lo sabía bien.
«Te amaré aun después de la muerte, mientras me recuerdes, sabrás que te sigo amando». Volvió a decirme a través de sus pensamientos mientras yo negaba como un niño malcriado y obstinado. «Me llevaré muchos recuerdos bonitos de los que me diste, pero te dejaré la mitad para que los lleves en tu corazón y tus días se llenen de felicidad hasta que encuentres a alguien más».
En ese momento vi, como una ráfaga, la imagen de una gota color carmesí abriéndose paso a través de una de sus fosas nasales.
Lo escuché todo tan claro como si lo hubiera pronunciado palabra por palabra. Negué con la cabeza hasta que el cuello cedió, tronando por el esfuerzo y grité ante su imagen difusa y esos pensamientos suyos para detenerlos, me negaba a tener una despedida y, entonces, lloré como un niño sin madre y sin consuelo.
No respondí porque a pesar de la situación, me negaba a aceptar que estaba a punto de irse. Solo apreté la mano que estrangulaba la mía, cerré los ojos desesperado, rogando, implorando a cualquier deidad que fuera capaz de escuchar mi desesperada súplica que brotaba desde el alma, rogaba porque todo regresara a su lugar. Y mientras imploraba en silencio, apretaba los ojos, aunque no podía dejar de ver su rostro contorcionado por el dolor gravado en el interior de mis párpados.
No sé cuánto tiempo estuve así, hasta que me percaté de que ya no se escuchaba nada. Un sonido sordo entraba por mis oídos y la quietud dejaba pasar el canto nocturno de las cigarras. Jungkook ya no se quejaba del dolor, ya no gritaba, su cuerpo no se removía.
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Mis ojos se sentían hinchados cuando los abrí y no podía acostumbrarme a la luz. Ya no me encontraba arrodillado sobre el piso, sino, acostado al lado de su lecho. Cuando vislumbré su cuerpo, me senté sobre el colchón. Él estaba cubierto hasta el cuello por una sábana blanca de algodón, miré con pesar su pálido rostro y lloré ahogando un grito desconsolado al ver lo que más temía.
Sus ojos se habían cerrado.
El algún momento debieron completar el tratamiento de las espinas de Naranjo. Aún tenía una incrustada en la columela de su nariz. Entre sollozos, fui retirando la tela de la sábana con incredulidad y dolor. Había otras espinas en cada punto nervioso correspondiente, según conocía. Deseé con todas fuerzas que todo se tratara de un mal sueño, porque no supe cuándo las habían colocado, ni cuando me movieron de sitio. No había manchas de sangre por ningún lado, pero estaba seguro que había visto su nariz sangrar antes de que la desesperación provocara que yo perdiera la noción de todo.
Sentí la mano de alguien en mi hombro y miré hacia quien fuera con los ojos nublados por las lágrimas. Sentí que otra vez tenía las manos vacías, ya no tenía nada.
Min me miraba con ojos vidriosos y con una sonrisa triste me dijo:
—Señor, felicidades. El reloj sonó hace unos minutos y la sexta placa al fin se quemó.
Se suponía que esas palabras debieron hacerme el hombre más feliz sobre la tierra. Esa era la enhorabuena que siempre deseé escuchar. Un sollozo salió a empujones desde mi pecho, otros le sucedieron tortuosos y lloré con voz ronca y rota su perdida mientras miraba su tallado y pálido rostro tan apacible. Esos enormes ojos de ciervo se habían cerrado para nunca más volver a abrirse. Nunca más me miraría en ellos otra vez, nunca más me volvería a perder en esa mirada que era tan capaz de iluminar el universo y esos labios jamás volverían a esbozar aquella sonrisa capaz de derretirme por completo.
«¿Felicidades?». Replicó mi subconsciente. Intenté sonreír con ironía, pero mi labios solo temblaron por el llanto, la rabia y la tristeza.
¿Quién había conocido el desconsuelo eterno más que yo a partir de ese momento?
—¿Felicidades? —ironicé con voz rota e inundada de amargura sin mirar a Min.
Y una mierda, yo lo prefería al él, no mil millones de veces, sino que una eternidad, siempre lo escogería a él sobre cualquier cosa que me hiciera feliz, sobre mi propio bien. Así que lo que se supone que debía ser una celebración para mí, que esperé tanto tiempo por ese momento, se había convertido en la más triste de las tragedias y en la más dolorosa de las pérdidas.
Mi corazón no podía estar más quebrantado, aunque así lo quería y deseaba, no me podía ir con él porque me era imposible no seguir respirando, sin embargo, ya no podía estar más muerto por dentro.
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Y bueno. Espero que no me maten si me tardo en publicar el próximo capítulo. Es que estoy vuelta un ocho y no me sale nada. 😢
Igual agradezco inmensamente su apoyo.🫰🏻💜🫰🏻
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