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Capítulo 34





Capítulo 34

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DESEO INMENSURABLE

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⊰─⊱Kim Taehyung ⊰─⊱

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Jeon impidió que Jungkook separara a su hermana de la reunión, sin embargo, no pudo evitar que él lo hiciera solo, se fue con la excusa de ir al baño, pero todos sabíamos que quería apartarse porque necesitaba estar solo, estaba molesto. Su semblante era tan autoritario que me puso más nervioso. Después de arrebatarme la prueba de las manos debí quedar expuesto, mis manos no dejaban de temblar y espera que esto no fuera perceptible para los demás comensales. Pensaba en la gran posibilidad de que Jungkook me odiaba y querría matarme, aunque sea una vez, creyendo que yo había tocado a su hermana.

Él le entregó una mirada desafiante a Jeon y salió del salón con pasos fuertes. Sin duda alguna estaba enojado y posiblemente decepcionado.

Yo me puse de pie para salir detrás de él y tanto Nayeon como Jeon, intentaron impedírmelo.

—Lo traeré devuelta, lo haré pasar como que fuimos al baño —mascullé para que solo ellos dos me escucharan, ya que ambos también se pusieron de pie para alcanzarme—. Hablaré con él, empiecen la cena sin nosotros.

Hacía tanto tiempo que no sentía los nervios a flor de piel por miedo a algo. Estaba dispuesto a que me golpeara con tal de tratar de aclararle que yo no había tocado a su hermana. Caminaba sin conocer el rumbo exacto que había tomado Jungkook, así que decidí preguntarle a Namjoon, quien, después de verle hablar con uno de los guardias que custodiaba el acceso a las escaleras, venía desde el lado opuesto a toda prisa. Antes de que él hablara, el sonido del agua que salía del baño bajo las escaleras me indicó donde podía encontrar a quien buscaba.

—¿Hay algún problema, señor? —preguntó sin una pisca de preocupación.

Yo negué para que no le diera importancia. Igual parecía que solo preguntó por preguntar.

—Solo voy al baño —respondí sin intención de detenerme y él asintió, siguiendo su camino hacia el salón.

Una vez frente a la puerta del baño, solo bastó un toque para que de inmediato obtuviera una respuesta.

—Vaya a otro baño, aquí está ocupado —Jungkook alzó la voz desde el interior. Su tono se escuchaba lejos de ser amable. Lo sabía, estaba tan furioso.

Tomé una larga bocanada de aire antes de abrir la puerta. Lo solté todo despacio una vez que estuve dentro. Cerré la puerta con seguro detrás de mí.

Él lavaba su cara con brusquedad, como un acto compulsivo.

—¿Acaso está sordo? —gritó sin mirar más que mis zapatos con el agua escurriendo de su rostro, su mandíbula se veía más marcada que nunca—. Le dije que... Ah, es usted.

Suspiró con alivio en cuanto supo que era yo. Pero aún más aliviado me sentí por ello. Se había quitado el saco y subido las mangas de su camisa blanca hasta la mitad de los antebrazos. Dios, se veía tan sexi enojado, con la cara mojada, el cabello húmedo hacia atrás y vistiendo aquellas prendas. ¿Qué perfume era ese? Olía tan varonil y exquisito y agradecía que inundara el pequeño espacio, olía a él.

—Sé que talvez no quieras saber de mí en este momento, pero te ruego que me escuches.

El negaba mientras se secaba el rostro con la pequeña toalla. Los movimientos provocaban que su cabello húmedo callera sobre su frente. Era una imagen digna de enmarcar.

—Si vino para hacerme volver, le advierto que no lo haré hasta que hable con Nayeon. Ella tiene que explicarme, porqué se ha inventado un embarazo falso. Está comprometida para casarse con usted. ¿Cuál era la necesidad?

—¿No... no piensas que sea un embarazo real?

—Claro que no —recalcó sin evitarme la mirada—. No sé de dónde sacó esa prueba, pero usted me dijo que no la tocaría.

Me sentí honrado y sorprendido a la vez. Se había secado las manos y luego se arreglaba las mangas bajo mi atenta mirada.

—¿Y me crees porque solo lo dije?

Él revoleó los ojos y sonrió pequeñito. ¿Se le estaba pasando el enfado?

—Sí, por eso y también porque ella se hubiera enfermado o algo así —Hizo una mueca rara con la comisura de sus labios.

—Mas bien, hubiera muerto —musité, secundándolo con la vergüenza subiendo desde mis pies hasta alojarse en la coronilla de mi cabeza.

«Magnífico. Y así Jeon dice Jeon que su sobrino es una persona irracional e impulsiva».

Me maldije por pensar que iba a querer matarme. Pero no había tiempo para eso, estaba tan orgulloso de la madurez de mi bebé.

—¿Porque sonríes así? Acaso...

—¡No! claro que no. No la he tocado, nunca lo haría. Tengo bastante claro que, si la señorita Nayeon sufre por mi mano, tú me asesinarías todos los días hasta el último día de tu vida.

Después de soltar ese intento de chiste la tensión por el susto, la vergüenza y mis nervios fueron apaciguándose. Ambos empezamos a reír a carcajadas después de unos segundos.

Cuando nos cansamos de reír hubo un silencio en el que solo se escuchaban nuestras respiraciones y donde nos quedamos prendidos de la mirada del otro. Estaba frenéticamente emocionado y feliz de que no rehuyera mi mirada. Sus ojos ya no eran tan oscuros y me preguntaba por qué usaba lentillas cuando son más hermosos al natural. No es que le quedaban mal, esta vez eran de un turquesa que lo hacían parecer un ser sacado de un sueño, como el personaje de un anime. Se veía tan hermoso, era una imagen irreal.

Lo correcto era decir algo para convencerlo de volver al salón con la festejada y los invitados, pero mi deseo de que ese momento se alargara pudo más y no dije nada. Él tampoco pronunció alguna palabra, pero sí empezó a dar pasos lentos y cuidadosos hacia la puerta.

Yo me interponía entre él y la salida, intenté retroceder y mi espalda chocó casi de inmediato contra el madero. El avanzó de igual manera hasta que su respiración prácticamente chocaba con la mía. Nuestras miradas solo perdían contacto por las milésimas de segundos que se tomaban nuestros párpados en su acto natural de pestañear. Sin perder el contacto visual, mis manos nerviosas empezaron a tantear el borde de la puerta en busca del pomo para remover el seguro y poder abrirla para dejarlo salir, él parecía intentar lo mismo porque nuestras manos se encontraron. Ese leve roce mandó una serie de corrientes que se canalizaron por todo mi cuerpo, provocando que los vellos se levantaran y revivieran mis sensibilidades, erizándome la piel.

Nervioso, desvié mi mirada hacia el saco que aún colgaba al lado de las toallas.

—Creo que estás olvidando la chaqueta de tu traje —le recordé haciendo un esfuerzo de no tartamudear, mientras él entrelazaba sus dedos con los míos.

—¿Por qué piensa eso? —preguntó ladeando la cabeza, con una voz ronca que me hizo sentir un cosquilleo en el estómago. Su otra mano se elevó hasta alcanzar mi mejilla, posando su dorso sobre ella y acariciando con suavidad—. Si estoy así con usted, no solo me olvido de algo, me olvido de todo.

Esos ojos decían tanto; su mirada era tan expresiva y segura, me hacía sentir completamente amado, locamente deseado y el momento no era el más idílico, pero si me pedía que fuera suyo en ese instante no me atrevería a negarme. Me entregaría por completo y sin inhibiciones.

«Oh, bebé».

Me sentía inmerso y adormecido en su mirada tan penetrante, como hipnotizado por esos ojazos. Rehuí de esos orbes tratando de escapar de la hipnosis, pero mis ojos cayeron sobre esos labios entreabiertos que igual me robaban el aliento. No pude resistir la tentación de querer sentir esos belfos otra vez, la calidez, la humedad y la sensación estimulante de sus besos, el rastro de fuego que solo saben dejar sus caricias. Posicioné mi brazo libre alrededor de su cuello y eso fue suficiente para darle a entender que le cedía mi permiso para hacer lo que quisiera conmigo.

«Por más que luche, por más que deba controlar la situación, no puedo resistirme a esta tentación, pues tú eres mi dueño y te deseo, te necesito como a nada... cómo a nadie, bebé».

El fue acercando su rostro al mío hasta que sentí la punta fría de su nariz rozando mi mejilla izquierda, siguiendo el contorno de mi mandíbula y de mi oreja regresando a la posición de origen trazando un camino cariñoso hasta que su nariz ya no se sentía fría. Luego intercambió su nariz por sus labios y estos eran cálidos como su aliento que chocaba contra mi piel, mandando corrientes eléctricas que terminaba recorriendo mi espina dorsal.

Dudaba que algo como aquello pasara entre nosotros una vez que empezara a tomar la mencionada poción del chamán. Por eso su comportamiento me confundía y a la vez me dejaba expectante porque una parte de mí deseaba que pasara algo más.

Por un momento nuestros labios se rozaron y él se quedó quieto como una mantis. Mi corazón rozaba el tope máximo de su capacidad. Mis labios estaban ansiosos por probar los suyos, pero estaba paralizado, esperando dejarme hacer si su iniciativa llegaba a ir un poco más allá.

Un gemido salió de mi garganta y se quedó atrapado en la cavidad de su boca, porque ya me estaba comiendo los labios con tanta hambre y desesperación, que una eternidad no sería suficiente para saciarse. Para saciarnos.

¿La poción ya no está surtiendo su efecto? ¿Desde cuándo?

Nuestras manos entrelazadas fueron deslizándose juntas en la superficie de la puerta hasta posicionarse encima de mi cabeza, mi otra mano, enredada en su negra cabellera y su otra mano, acariciando y apretujando cada parte de mi cuerpo que se hallaba a su alcance por encima de mi ropa.

Sentí la necesidad de despojarme de toda la tela que se interponía entre sus manos y mi piel, aun así, con cada toque, toda fibra de mi cuerpo se transformaba en llamas. Nuestras respiraciones se hacían más pesadas y mi desesperación por sentirlo más y más cerca se elevaba a una potencia infinita. Me sentía tan hambriento y deseoso de él que solo podía comparar esa sensación con la vez que tuve que desplazarme a pie por un desierto, cuando después de haber caminado sin rumbo conocido por semanas, encontré un lugar donde me ofrecieron el divino líquido cristalino y que moría por probar tan solo un poco. En ese precioso y tan deseado momento, él era mi oasis, lo necesitaba como el agua para vivir, como al aire para respirar.

Por eso todo mi cuerpo respondía a sus movimientos de tal manera que me hallaba rodeando sus caderas con mis piernas, escuchando los rechinidos violentos del material de mis zapatos mientras cruzaba mis pies en una llave, sin importar que nuestros aspectos se echaran a perder al estrujarse toda la tela de la ropa, sintiendo cómo sus manos habilidosas repasaban mi espalda baja y mi deseo de ser poseído yendo en aumento cada vez que masajeaba con furor y apretaba mis glúteos a su antojo y disfrute.

Era un momento de locura que soñé muchas veces de tantas maneras y en ese momento estaba sucediendo, estaba pasando realmente. No fue planeado por ninguno de los dos, pero ahí estábamos, no dejaba de sentirse incorrecto, pero no me importaba, pese a todo lo que iba en contra de este deseo, me sentía vivo, tan vivo. Por primera vez en mucho tiempo mi pulso me gritaba que estaba viviendo, que podía sentir tanto como deseaba. Mi piel, mis labios, mis manos, mi vientre, eran un torbellino de anhelos, de deseos. Lo necesitaba.

El tenue sabor a cigarrillo en su boca, la tibieza de su saliva, la suavidad y salvajismo de su lengua, mientras nuestras respiraciones ensayaban una sinfonía entre matices de jadeos, gruñidos y gemidos, provocaban que mi boca lo resintiera en demasía cada vez que se separaba de la suya. Su pesada respiración cerca de mi oído. Sus jadeos roncos cada vez que yo me restregara sobre sus caderas y gimiera con cada toque de sus manos en mis glúteos. Mi piel ardía por sentirlo más, mucho más. Y sin más pensamiento que ese fui desabotonando mi camisa después de aflojar la corbata y deshacerme del saco. Sus ojazos que brillaban con un furor intenso de deseo mientras me ayudaba a despojarme de mis prendas con sus ágiles manos, observaban con hambre voraz cada parte de mi cuerpo que iba quedando al descubierto.

Sus labios descendieron hasta mis clavículas adueñándose y saboreando mientras su nariz aspiraba con fuerza y ansiedad mi perfume. Su cálida lengua jugaba con movimientos que me provocaban corrientes vertiginosas en todo el cuerpo, mi vientre ardía en llamas, mi entrada y mi miembro clamaban por atención. Mi boca se empezaba a resecar de tanto jadear silenciosamente aspirando aire cada vez que la humedad cálida de su lengua y el primor de sus manos trazaban mi piel y me hacían estremecer y arder en excitación.

Me sentía mareado y mis piernas flaquearon un poco, él debió percatarse de ello, pues, sin decir palabra alguna y sin interrumpir sus ardientes besos, se trasladó llevándome cargado cual almohada de plumas y me depositó sobre la superficie del lavado. Yo apoye las palmas de mis manos para acomodarme mejor haciéndome para adelante abriendo más mis piernas, no quería que se perdiera el roce entre nuestros cuerpos que a partir de ese momento tomó color de desenfreno total, pues el roce afilado entre nuestros miembros se había hecho rotundamente perfecto en esa posición. El contraste entre el calor de su entrepierna y el frio de la baldosa del lavado, provocaban solicitarle más atención, perdía el control de mi cuerpo y él ejercía un descontrol sobre mí, siguiendo el ritmo de sus caderas, danzando en un baile sinigual con la música de mis gemidos y el sonido de una antología de besos con una gran amalgama de sabores, perdiéndome entre sus guturales gruñidos, los paladares de su saliva y mi propio sudor que se quedaba impregnado en su dulce lengua. Me besaba los labios empujando su boca hacia mi cavidad y su sinhueso hurgando y deslizándose casi por mi garganta, casi me tragaba con cada empuje y aun así yo no me conformaba, no me era suficiente, quería más.

Con mis dedos enterrados en su sedosa cabellera negra como el azabache, respirando a toda prisa, nuestros pechos en una coreografía de un sube y baja, me perdí en esos orbes que ya no eran oscuros, cristalizados y frágiles como la obsidiana, pues en aquel momento su belleza natural era ocultada por unas lentillas azul turquesa que sin importar que no eran el color original de los iris lo hacían ver tan irreal como una imagen creada por la mano de un genio, como algo indescriptiblemente bello y etéreo. Y seguí perdiéndome en esa mirada, pidiéndole a gritos silenciosos que me hiciera suyo en ese instante. Perdido en mi propia obnubilación olvidado de la existencia del mundo. Solo dejándome llevar por aquel deseo inmensurable de sentirme suyo, solo suyo.



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A través de la puerta escuchamos pasos de varias personas que venían juntas atravesado con prisa el pasillo, unas voces murmuraban cosas que no alcanzaba a entender. Eran algunos de los guardias movilizándose.

Lo primero que se me vino a la mente fue pensar en que quizá hubo algún movimiento del otro inmortal.

«Que no sea eso, por favor». Rogué para mis adentros mientras Jungkook y yo reaccionábamos y él me bajó con cuidado del lavado.

Mis piernas estaban temblorosas como la gelatina y mis manos se hicieron un poco torpes. A pesar de ello, acomodé mis vestimentas con rapidez y vi a Jungkook hacer lo mismo con bastante agilidad.

—Tienes que pro... —comenzó a decir demandante con voz ronca y respiración algo forzada antes de que yo le impidiera continuar.

Dejé de abotonarme la camisa para poder taparle la boca usando mis manos.

—¿Estás loco? —le susurré casi a base de aire, tomando en cuenta que mi voz es demasiado grave, no podía hacer uso de mis cuerdas vocales para que no me escucharan los de afuera—. Si nos encuentran...

Él se zafó con facilidad para poder hablar otra vez.

—¿Qué? ¿Qué dijiste? —preguntó entre susurros que podían ser escuchados a una buena distancia y una sonrisa que amenazaba con hacerme perder la concentración.

Debía pensar con claridad y él no me ayudaba con ese comportamiento infantil, pero tenaz. Parecía haber entrado en alguna honda secuencial de la que se negaba a salir. Era maldita mente excitante su atrevimiento, pero no era el momento. ¿Acaso no le daba ni un poquito de importancia a la realidad de la situación?

«Ambos hermanos quieren provocarme un infarto esta noche?».

Le temía a los infartos, me pasó una sola vez en mi larga vida y juro que no es una experiencia que quiera volver a experimentar. Es algo que solo puedo describir como desesperante agónico y horrible, duele mucho.

—¡Shhh! —volví a taparle la boca—. puedes bajar la voz, no deben escucharnos.

—Déjame hablar —Él se volvió a zafar sin dificultad.

—¡Shhh!, ¡shhh!, ¡shhh! —se volvían a escuchar varios pasos y sentí que en ese momento estaba tratando con un niño de diez años.

No, que va, un niño de diez años se asustaría y guardaría silencio cuando sabe que no debe ser descubierto en ciertas circunstancias.

Por suerte Jungkook se contuvo y dejó de insistir, más solo se mantuvo en silencio hasta que el sonido de los nuevos pasos disminuyó lo suficiente para él.

—Solo prométeme que terminaremos lo que empezamos, sino me voy a volver loc...

Volví a taparle la boca sosteniendo su cabeza con mi otra mano sobre su nuca para hacer presión, así no se zafaría con la misma facilidad. Esto a pesar de que esta vez había susurrado con prudencia, no obstante, pudo haber sido escuchado, pues los de seguridad estaban muy cerca, escuchaba sus pasos deteniéndose uno por uno cerca de donde estábamos.

Un sudor frío me embargó las manos y todo el cuerpo. Estaba mirando fijamente hacia la puerta esperando que alguien de seguridad la abriera para revisar el baño cuando sentí la cálida humedad de su lengua rozando la palma de mi mano. Una corriente extraña y fascinante pasó desde mi mano hacia mi estómago. Él sonreía, ladino cuando retiré mi mano de su rostro.

¿Por qué no estaba asustado?

Delineó mis brazos con la punta de sus dedos desde mis hombros hasta entrelazar nuestras manos y su expresión era embriagadora, no podía dejar de mirarlo. Me agarró la mano por la muñeca mientras desatendía la otra con su diestra levantó el dedo meñique volviendo a pedirme aquella promesa, sin decir ninguna palabra.

Las voces estaban más cerca y uno de ellos habló dejándome paralizado.

—Nam dijo que lo vio por aquí —pude reconocer la voz de quien hablaba, era el señor Im, el líder de la escolta de Nayeon.

El joven se aclaró la garganta. Estaba frente a la puerta.

—¿Señor Kim, aún está en el baño?

Jungkook estaba queriendo decir algo a través de señas, pero no le entendí, mi mente quedó en blanco, en verdad estaba paralizado. Al entender que yo no reaccionaba se aclaró la garganta ruidosamente. Casi provocándome un colapso.

—Está aquí —exclamó uno de los que acompañaban a Im al escuchar el ruido de Jungkook.

Jungkook continuaba con el dedito levantado. Mi respiración se estaba haciendo pesada por una razón distinta a la de hacia un rato.

—Traigan al señor Jeon —urgió otro.

Sentí que una mano invisible golpeó duro contra mi estómago. La adrenalina en deportes extremos se quedaba bajita de nivel comparada con esto. Mi pulso se había disparado, pero esta vez por los nervios.

—¿Estás loco? Aún no sabemos si es él en realidad —puntualizó uno que parecía más sensato que los demás.

Jungkook paró con su mala broma y sacó una lapicera del bolsillo de su chaqueta, escribió algo en la palma de su mano que me mostró enseguida.

"Estuve un poco indispuesto"

Me hizo señas para que lo leyera ¿en voz alta? Así lo hice.

—¿Se siente mal del estómago? Llamaremos al señor Jeon y al doctor Um —era evidente la preocupación en la voz de esa persona.

Jungkook escribía algo más en la palma de su mano. Sin embargo, no me lo mostró.

Empezó a arreglarme con urgencia en vez de arreglarse a sí mismo. A través de señas me dio a entender que solo yo debía salir. Él se quedaría dentro del baño. No debía ser visto.

—¿Por qué razón tiene que llamar al doctor, señor Im? —era la voz de Jeon, quien se aproximaba hacia nosotros. Aquello sería peor que actuar frente a sus hombres.

Me vi en el espejo por última vez, aún el sonrojo estaba gravado a fuego en mis mejillas, me era imposible controlarlo. Jungkook había terminado de acomodar mi cabello como le fue posible. Y pegó su espalda en la pared detrás de la puerta. Levantó la palma de su mano y me entregó la mirada más terriblemente tierna que yo hubiera visto en mi larga vida.

Leí lo que decía y me conmovió hasta los huesos.

"¿No lo vas a prometer?"

Escuchamos tres toques en la puerta. Era Jeon.

—No hace falta llamar al doctor, ya voy a salir —anuncié en voz alta mientras levantaba mi dedo meñique hacia el rostro de mi bebé.

No iba a poder soportar recordar esa mirada sin haberle hecho la promesa que tanto le importaba.

Sonrió abiertamente y tan bonito para entrelazar nuestros dedos por unos segundos. Sus ojitos de ciervo estaban aguaditos, pero no estaba nervioso. Aún no entendía cómo no estaba asustado, pero adoré ver cómo se puso tan feliz con aquella simple promesa. Pues a diferencia suya, yo no me conformaba solo con un encuentro, yo deseaba una vida con él.

Salí con toda la lentitud posible, para aparentar que estaba calmado, aunque probablemente mi ruidoso corazón y el carmesí de mis mejillas me ponían en evidencia. Traté de parecer lo más relajado posible. Cerrando la puerta al dejar el baño y a Jungkook atrás.

—¡Oh por la deidad de la montaña! Si se sentía indispuesto debió hacerme saber de inmediato.

Las reacciones de Jeon eran tan exageradas a veces, que me daban a entender de quien pudo haber heredado Nayeon su talento para el dramatismo.

Le seguí la corriente como pude a mi amigo, pero moría de vergüenza por la escena. Él pensó que estuve llorando porque mi rostro lucía una tez enrojecida hasta la incandescencia. Le solicité a discreción que nos regresáramos al comedor para que se despejara el pasillo y así Jungkook pronto pudiera salir del baño sin ser visto. No obstante, Jeon lo tomó como si yo le estuviera pidiendo privacidad y echó al personal sin siquiera agradecerles.

Nos quedamos solos en aquel pasillo frente a la puerta del baño donde Jungkook estaba del otro lado.

No pude resistir la lucha contra la necesidad de morder la uña de mi dedo anular. Esto capturó la atención de Jeon de inmediato. Y como un niño que ha sido descubierto en flagrante desobediencia y travesura escondí mi mano tras mi espalda con la rapidez de un rayo.

Jeon me miró con una ceja alzada por mi comportamiento raro.

—Sé lo que le preocupa, señor.

«¡Mierda! No puede ser que yo mismo me haya delatado».

—¿Lo sabes? —pregunté más asustado que confundido. No podía ser que lo supiera. ¿Verdad?

—Por supuesto, pero le recuerdo que si fuera cierto que mi sobrina estuviera embarazada las cosas no estuvieran dando el resultado que hemos visto hasta el momento. Pues el nuevo miembro se convertiría en el último descendiente y ella ya no nos serviría.

—¿Uh? —ahora sí que me había confundido.

Estaba aliviado de no ser descubierto, pero al mismo tiempo también regresando mis pies sobre la tierra de un tirón.

—Le aseguro que puede estar tranquilo. Ella sigue siendo la última descendiente, no debe olvidar que es la única que ha podido hacer sonar el reloj y ya solo falta que suene una última vez para que usted quede liberado de su sufrimiento.

No respondí a eso de inmediato, no reparé en ese tema hasta que Jeon lo trajo a colación. Solté un suspiro de alivio, ahora que lo pensaba, Jungkook y Jeon tenían razón, el embarazo debía ser una farsa, conociendo a esa pequeña demonio de Tazmania, no podía caber la menor duda. Si viniera otro Jeon en camino, posiblemente el reloj no volvería a soñar en mucho tiempo.

—Sí, puede que tengas toda la razón y hablando de recaer en cuenta de asuntos trascendentales. Hay algo que me hace seguir dudando de tu teoría.

—¿Y qué podría ser ese algo?

No me importó que Jungkook estuviera allí, además, si continuaba esa conversación tan privada no le haría sospechar a Jeon que su sobrino se escondía en aquel baño de donde salí.

—Jeon, aún no puedo escuchar los pensamientos de nadie —le recordé entre susurros buscando que jungkook no alcanzara a escucharme—, a pesar de que ella está aquí desde ayer.

Mi viejo y terco amigo se encogió de hombros restando importancia al asunto. Yo me le quedé mirando con incredulidad y decepción.

—Sí, sí, sí, me doy cuenta —me palmeó la espalda alta unas cuantas veces con poca sutileza—, pero no se atormente. Quizá eso también deba desaparecer junto con los viernes rojos, de todos modos, no es algo tan grave si desaparece esa habilidad para siempre. Cualquier cosa con tal de que logre curarse, pues es el objetivo de nuestra familia desde que todo inició hace casi doscientos años y no sabe cuanto me alegra que yo sea quien haya encontrado la forma de poner fin a su sufrimiento. Sé que no seré olvidado nunca por ello y con eso para mí es suficiente.

—Sabes que estoy más que agradecido y endeudado contigo, Jeon. Pero también te recordaré porque no me dejas llamarte amigo cuando sabes que lo eres.

—Por favor, si hace tantos años que aclaramos eso. En vez de hablar esas pavadas porque mejor no me cuenta cuándo usted y mi sobrina tuvieron relaciones.

—¿Uh?

—¿No se da cuenta de que ese acto es otra prueba fehaciente de que ella es la última Jeon?, ella es la que usted siempre ha esperado, pues, de lo contrario, nunca hubiese pasado por desapercibido que ustedes tuvieran relaciones. Es evidente que ella es inmune totalmente a su toxicidad. Quizá y hasta lo tolera mejor que Jihyo, pues hasta hoy nadie se había enterado que ustedes...

«Qué mal que no pueda abrirte los ojos. A ti no puedo decirte que nunca he tocado a esa niña, al menos no ahora».

—Jeon, !ya basta! Deja de repetir eso—mi amigo no se inmutó cuando alcé la voz.

Su mirada y su pecho inflado dictaban orgullo de macho cavernícola, estaba más que satisfecho, pues hasta me regaló una sutil y breve media sonrisa. Me rodeó los hombros con su brazo de forma incómoda, ya que su altura era un poco más baja que la mía, solo por unos centímetros. Acepté ese abrazo porque era algo que no podía rechazar, no era algo que se veía todos los días. También rodeé su cintura mientras caminábamos juntos hacia el comedor.

—Mi sobrina está esperando impaciente. Vamos a brindar a lo grande por la pareja ideal que son ustedes.



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Hermosas criaturas espero que este apartado les haya gustado.

Muchas gracias por todos su amor y apoyo a la historia. Gracial mil por sus votos y comentarios, por el ánimo que de dan. 

No olviden escribirme si tiene alguna teoría de lo que debe pasar a continuación.

Les quiero, besitos, muchos besitos.

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