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Capítulo 26









Capítulo 26

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INMORTAL

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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱

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Caminaba atravesando el pasillo, despacio, enajenado y distraído con mis pensamientos. Podía jurar que no había pasado ni un minuto de haber salido de la habitación de Nayeon cuando escuché la puerta cerrarse otra vez desde lejos, el repiqueteo de unos pasos apresurados no se hizo esperar, me quedé paralizado en mi lugar, esperando a que la figura de mi hermana o del señor Kim apareciera. Le vi salir a él desde la esquina del corredor con ambas manos dentro de los bolsillos de su elegante y holgado pantalón, también me miró con algo de sorpresa cuando sus ojos se toparon con mi persona, era evidente que no esperaba encontrarme allí.

Una sonrisa triste se formó en sus labios. Yo seguía sin moverme cuando pasó por mi lado.

—Por favor, sígueme —solicitó con su voz profunda. No dudé en hacerlo.

Caminaba silenciosamente tras su elegante andar hasta que llegamos al pasillo donde estaba su habitación, en vez de entrar pasamos de largo la puerta y subimos unas estrechas escaleras hasta llegar a un espacioso balcón, aún continuaba lloviendo.

Él contemplaba el nublado y gris horizonte mientras caía la lluvia, su figura de espaldas era algo fascinante de ver. Pero, ¿Por qué no quería mirarme? Seguramente ese debía ser el momento donde romperíamos con lo que nunca empezó. Era la hora de escuchar de sus labios que necesitaba que me alejara de él. Tomé una bocanada de aire y me dispuse a derretir el hielo iniciando una conversación normal, posiblemente la última que tendríamos de esta manera.

—No llevas ropa deportiva hoy. ¿Vas a ir con ellos? —pregunté para no entrar en el tema que me atravesaba la garganta en mi lucha interna por sacarlo o no, tan solo de pensar en su reacción me hacía sentir arrepentimiento y temor.

—No, el abuelo no me invitó —bromeó sonriendo ladino, para mi total sorpresa.

—¿Y por qué vas vestido así? —insistí en desviar el tema, aprovechando el inesperado cambio.

—Porque es probable que tenga que recibir a alguien, según Jeon —él chistó pequeñito después de terminar la frase. Una visita, eso no me lo esperaba en Full Moon—. Es una persona que él invitó para venir a visitarme, pero aún no sé de quien se trata.

«¿Una visita sorpresa?».

Yo asentí con el pensamiento volando hacia un lugar fuera de nuestra órbita. ¿Por qué el tío Canas tiene que hacer todo con tanto misterio? Creo que ese pensamiento fue suficiente para devolverme el valor y enfrentar lo que sea que quisiera decirme Kim, no sé porqué no me daba la gana de seguirle el jueguito del secretismo exagerado al viejo, cuando hasta el mismo Kim parecía su peón a veces. Antes de que sea él quien ponga las cosas claras, debía sacar mi voz de solicitud promero, la información más mínima que él pudiera proporcionarme sería suficiente para mí, era menester saber si me quería lejos suyo o no. Tragué saliva antes de poder hablar y luego inspiré hondo.

«Tengo que hacerlo, es ahora o nunca».

Él cerró los ojos un momento, como esperando un golpe que vio venir. Con el simple gesto de sus facciones me di cuenta que sabía por dónde iba a tornar lo siguiente que escucharía de mí.

—Yo quería decirte que de verdad lamento lo que te hice el viernes pasado. Yo...

—No —Me interrumpió urgido y mi corazón regresó a su verdadero sitio cuando lo vi juntar sus cejas y sus ojos me miraban conmovidos —No eres tú quien tiene que disculparse, sino yo. Yo... no medí el peligro, yo... —y ahí venía el derrumbe de mi mundo, se estaba disculpando porque ya iba a decirme la verdad, no me quería más cerca suyo, ese presentimiento me hizo entrar en desesperación y no fui capaz de dejarle terminar lo que intentaba decir.

—Yo nunca debí ponerte ese colgante, yo... no sabía que esa moneda te podía hacer daño. En verdad soy un idiota porque se supone que debí saberlo o al menos suponerlo, pero el día que me apropié de ella no pensé correctamente de dónde y cómo había salido, nunca se me pasó por la mente que provenía de esa nube, además tú me viste tomarla esa noche y creí que podía conservarla como un recuerdo, yo nunca...

—Espera, espera, espera —habló rápido para detener mis declaraciones, su mirada era de total confusión—, ¿de cuál noche me estás hablando?

Aquella pregunta juntamente con sus expresiones fueron como recibir un chubasco de agua helada sobre mí.

—Por favor, no sabes lo que me ha costado sacar este tema, no te hagas el que no comprende lo que estoy diciendo. No me hagas esto —la última oración salió como una súplica, un hilo de voz colgando de mi dolido corazón.

—Es que, de verdad, no comprendo... bueno, sí sé que el pasado viernes viste de donde salen las monedas, pero eso no me aclara del todo, no justifica el por qué tu ya tenías una antes de eso.

Y ahí se me iluminó el entendimiento, comprendí a cabalidad que él lo había olvidado todo, que solo para mí fue demasiado importante ese primer encuentro, y se oscureció aún más mi mundo. Tragué saliva con gran dolor, solo yo recordaba esa noche en que nos vimos por primera vez. No sé por qué tenía que dolerme tanto, como si esperara que lo hiciera, solo fue una casualidad, no había nada que esperar y, por tanto, no debía doler, pero lo hacía y era más insoportable que una quemadura de tercer grado.

—Sí, así es, la tengo hace casi 10 años, a ley de dos meses se cumplirán, para ser más preciso—mi voz salió desganada por la tristeza al tener que explicarlo como si él nunca hubiese estado allí.

Mis palabras se arremolinaron con el viento lluvioso. Pasaron largos segundos de silencio y mi alma se fundía con la congoja de mi corazón dejando salir largos suspiros cada tanto. Él me miraba boquiabierto ladeando su cabeza y entrecerrando los ojos. Empezó a acercarse muy lentamente haciendo ese gesto de extrañeza, como si yo fuera una pieza exótica que trataba de analizar y comprender. Se relamió los labios y una de sus comisuras se elevó de forma ligera, casi imperceptible, unos segundos de ironía, es lo que comprendí de aquel gesto.

—¿Por casualidad, fue en Gangnam? —su mirada se iluminó con un brillo diferente.

Yo asentí pequeñito bajando la mirada, tratando de que no se humedecieran mis ojos. Hubo otro silencio y cuando le volví a mirar él sonrió un poco más, solo un poco. De nueva cuenta, metió sus manos en los bolsillos de esos holgados pantalones marrones y una vez más se relamió los labios. Desvió su vista hacia el nublado y grisáceo horizonte, su perfil me daba a entender que estaba pensativo.

«¿Estás intentando adivinar o en realidad estás recordando?». Pensé tratando de estudiar sus gestos no verbales.

«No, deben ser ideas mías».

—Esa noche —titubeó sacando una de sus manos de los bolsillos para señalarme—, ¿fingiste hacer una llamada a la policía en la entrada de un callejón oscuro? —completó la interrogante volviendo a mirarme con expresión expectante.

«¡Bingo! ¡Sí lo recordó!».

Sus ojos se abrieron con sorpresa, como si pudiera anticipar mi respuesta, parecía luchar duro para reprimir aquella sonrisa que floreció en sus labios contra todo pronóstico. La mía tampoco fue algo que yo pudiera evitar, y no me fue necesario decir nada porque él simplemente no esperó mis palabras, parecía comprenderlo todo en ese instante, pues repentina y milagrosamente me encontraba rodeado por sus brazos en un cálido abrazo.

No pude evitar sonreír a todo lo ancho.

—¿Eres mi pequeño héroe? —preguntó incrédulo, pero a la vez sonriente, emocionado.

—¿Yo? ¿Un héroe? Nunca lo he sido —negué, pero sintiendo ese calorcito dentro de mi pecho, al recordar esas palabras que me dijo esa noche.

—Claro que sí —me contradijo—. Siendo apenas un niño, no tuviste miedo y salvaste a este viejo... Momento. ¡Carajo! siempre supiste que soy un viejo.

Levantó su pie izquierdo para dejarlo caer dando contra el piso en señal de falso berrinche. Su expresión de niño que acaba de perder en algún juego me pareció de lo más tierno y divertido.

Una carcajada salió de mi garganta debido a su ocurrencia y actitud relajada. Tan inesperada.

—¿Es lo que se te ocurre en este momento? Porque si no hubiera sucedido el encuentro de esa noche, igual me daría cuenta de que eres un viejo, te sale el olor a añejo por los poros —declaré en broma, señalándolo de arriba abajo, haciendo espirales con mi dedo índice.

Él se olisqueó a sí mismo, siguiendo el hilo de mi broma, poniendo cara de desagrado al final. Los dos reímos con naturalidad por un buen rato. Cuando paramos de reír nos quedamos mirando el uno al otro por largo tiempo. Escuchando el sonido de la lluvia.

—Fuiste testigo de lo que soy, dos veces. ¿En verdad no te doy miedo? —su semblante de pronto se volvió más serio y sombrío. No me gustó el cambio repentino.

Yo solo negué de manera efusiva con la cabeza, sacándole una hermosa sonrisa con aquel modo de responder empleando lenguaje no verbal.

«A lo único que le temo en este momento es a estar lejos de ti».

Pensé mirándolo con fascinación. Su sonrisa se hizo más grande, tanto que mostraba todo su hermoso y casi perfecto arco de dientes. Casi que se me doblan las piernas por los nervios, eso fue demasiado para mí.

—¿Sabes que eres uno de mis héroes más memorables? —dijo recostándose de la barra del balcón.

—¿Te han salvado muchas veces? —curioseé colocándome a su lado.

—Sí, tu tío abuelo, por ejemplo, ha dedicado toda su vida a ello, también lo hizo su padre, al igual que su abuelo.

Él hecho de tener unos métodos muy peculiares no le quita el mérito a su buen trabajo. Una cosa sí comprendo, el tío Canas le dedica toda su vida a servir al señor de Full Moon. Con el paso de los días fui comprendiendo que el viejo Jeon tiene buenas intenciones, pero sin ninguna intención de ser bueno.

—¿Tan viejo eres? ¿Por qué te vez tan joven? —se me escapó la pregunta. En ese momento recordé lo que me había advertido Minho hyung cuando estuvimos confinados en el sótano.

—Mi apariencia es de alguien joven, pero no lo soy, para nada. Quiero decir, siempre voy a lucir a así, pero...

«Como alguien inmortal».

—¿Cuántos años tienes? —para ese momento no me importaba lo imprudente que estaba siendo. Pensando que probablemente evadiría esa pregunta, la lancé de igual manera.

—Nací a finales del siglo XIX. En diciembre 30 cumpliré 200 años —escucharlo responder haciendo tal ñññdeclaración con tanta tranquilidad me hizo dudar de si me estaba tomando el pelo o no, pero estábamos hablando en serio, ¿no es así?

—Es como si para ti el tiempo se hubiera detenido cuando tenías mi edad —acoté observando minuciosamente su perfecto perfil.

—Sí, es algo así, pero no tenía tu edad. Tenía 24 —corrigió, girándose para mirarme.

—Te confieso que hubo veces en que llegué a preguntarme si eres un ser místico, así como los hombres lobo o los vampiros —me aventuré, sonreía abiertamente fingiendo estar de broma, pero la verdad es que no lo hacía, pues hubo muchas veces que llegué a pensarlo seriamente.

Fue hermoso escuchar la melodía de las carcajadas que le saqué con aquella confesión.

—No —intervino al fin cuando cesó su risa—, solo soy un humano, no soy caníbal, no me transformo en animal, no bebo sangre, no me crecen los colmillos, no como carne cruda, pero... podría decirse que sí soy inmortal, ya viste mucho de eso la noche del pasado viernes —con la última oración su semblante fue recobrando seriedad, tristeza.

Aun escuchándolo de su propia boca, parecía fantástico, demasiado alejado de toda realidad, sin embargo, yo era consciente de que no bromeaba.

«Wow, ¡Esto es increíble, demasiado increíble!».

—Así que, en definitiva, siempre tendrás 24, ¿no?

Él asintió pequeñito mirando hacia el gris horizonte.

—Yo también podría —dije para frenarle su intención de recuperar la seriedad—, solo tengo que morir ahora y entonces también sería joven por siempre —canturreé para que se escuchara como la broma que pretendía que fuera.

—¡Jeon Jungkook! —me gritó de repente con su grave voz, haciéndome exaltar—. Te exijo que nunca vuelvas a decir algo semejante.

Solté una risa a todo pulmón, pues la expresión de preocupación que se cargaba en ese instante me pareció lindo, mucho, pero hilarante a la vez. Mi risa era una mezcla extraña de burla y de felicidad.

—Pero si no muero ahora, el tiempo me pasará factura y me veré arrugado como una pasa, o peor aún, me volveré soberbio y amargado como mi tío Jeon —creo que nunca me había parecido tanto a Nayeon como cuando solté todas esas pequeñas inquietudes en forma de juego, con aegeo incluido.

Él chistó, encorvando su espalda, más relajado, apoyó sus antebrazos en la barra del balcón, mirando de nueva cuenta hacia el horizonte. Aún llovía apaciblemente, parecía relajarse de alguna forma haciendo eso. Dejó salir un largo suspiro y luego soltó una risita nasal que trató de reprimir en vano. Sabía que mis intentos de aegeos eran nefastos pero graciosos.

—Jeon siempre ha sido de la misma manera — acotó poniéndose más serio—. ¿Y qué importa eso? —me reprochó sin convicción aparente—, lo importante es que ese tiempo que estés aquí seas feliz con los que amas.

«Kakita, Jiminnie, Mamá Choi, Mina, tal vez, el tío Canas, pero definitivamente, tú».

—Entonces llevaré mucha ventaja sobre ti.

—Supongo que sí, p-pero ¿de qué forma? —volvió a mirarme de pronto. Yo jugaba empuñando la barra y haciendo mi cuerpo hacia atrás y adelante.

—Porque cuando yo esté viejo, feo y arrugado tendrás que soportarme así —le sonreí y dejé la barra a un lado para acercarme un poco más. Él se enderezó para enfrentarme, me hacía sentir al menos un centímetro más bajito, culpa de los zapatos que llevaba. Me paré sobre la base de la columna a mi lado, la cual debía tener unos 5 centímetros de altura, no me gustaba que él pareciera más alto que yo—. No pienses que vas a deshacerte de mí, Kim Tae Hyung. Aunque lo intentes duramente no permitiré que encuentres ninguna buena excusa para lograrlo.

Nunca le había visto sonreír tan bonito, como en ese momento. Definitivamente verlo de esa manera hizo que me olvidara de respirar.

«Cómo puede haber tanta perfección en una sola persona. Demasiado hermoso, innegablemente perfecto».

—No tienes idea de lo feliz que me hace escucharte decir eso —él nunca sabrá la forma en que su voz junto con esas palabras acariciaron mi alma. Hizo una leve pausa antes de continuar, su mano se elevaba y se dirigía hacia mi rostro como si quisiera alcanzarlo—. Me alegra tanto saber que no me tienes miedo. Estaba tan aterrado de que me vieras como a un monstruo.

«Nunca, nunca lo haría, hyung».

Cerré los ojos un instante, incliné la cabeza hacia su mano para sentir más su tacto, cuando abrí los ojos me di cuenta de la vista que me estaba perdiendo, se había acercado lo suficiente para ver cada detalle de su rostro, como ese lunar en la punta de su nariz. Su expresión era un hermoso, pero triste poema, sus cejas juntas como si estuviera sufriendo, pero enternecido al mismo tiempo, sus ojos, ya no tan dorados, tomaron un tono tan oscuro que mostraban un cielo nocturno e infinito brocado con innumerables estrellas, una galaxia que se originaba solo en ellos, gritaban tantas cosas y a la vez suplicaban, desbordaban felicidad y la vez transmitían dolor, tenían un brillo destellante de deseo, pero también el contraste de tal agonía que me quitaba las fuerzas de seguir sosteniendo mi mirada sobre ellos.

Dos lágrimas intrusas se escaparon de mis ojos cuando los volví a cerrar un instante más, la calidez de la palma de su mano sobre mi mejilla era reconfortante, relajante y a la vez electrizante. Deseaba permanecer allí, quería tanto hacer eterno ese momento.

Un suspiro suyo me devolvió a la tierra alfombrada de nubes, abrí los ojos y miré la boca que emitió ese hermoso sonido y mis pupilas no pudieron apartarse de esos adictivos labios, sabía que no debía, pero mi deseo de probarlos de nuevo era más fuerte que cualquier lógica o razonamiento.

«Cómo deseo besarte ahora mismo». «No me importaría hacerlo solo una vez más, aunque el precio fuera mi vida».

Como si me leyera el pensamiento, su mano se fue deslizando hacia mi nuca y empezó a ejercer una pequeña presión provocando que mi cabeza se inclinara hacia él.

«¿Mi mente me está jugando una broma o me está solicitando que incline mi rostro hacia el suyo?».

Sin considerar un carajo la realidad de la situación cuando ese instante acabara, sin importar lo que tuviera que enfrentar en consecuencia, terminé accediendo a mi intenso deseo, queriendo creer que tenía su consentimiento fui acortando la poca distancia que separaba nuestras arrítmicas respiraciones, le miré una vez más a los ojos pidiendo que me confirmara su permiso cuando estaba a casi nada de juntar nuestros labios y desde entonces, ese momento se convirtió en uno eterno para mí, se veía tan malditamente hermoso y dispuesto con sus ojos cerrados, esperando a que yo por fin posara mis labios sobre los suyos. No dudé más y con una sonrisa que no pude evitar, rosé mis labios contra ellos.

Pétalos de rosas se quedaban cortos si los comparaba con la suave textura de sus belfos, deslicé mi lengua sobre el borde de su hermosa y peculiar forma acorazonada para grabar el recuerdo de esa sensación en mis más preciadas memorias, él emitió un tenue suspiro y, al mismo tiempo, un suave gemido salió de su garganta mientras los abría para que mi lengua curiosa y deseosa explorara su cavidad, yo no dudé en profundizar más aquel insuperable beso. Leche, miel, un despliegue prohibido de sensaciones inimaginables y que nunca había sentido, de ambrosía robada de la mesa de las deidades, su esencia a vainilla que se había vuelto más presente para volverme totalmente loco. Experimenté una infinidad explosiva de sabores que quizá solo existían para mis papilas gustativas.

Sus manos acariciaban, estrujaban y se enredaban entre mis cabellos, ejerciendo de vez en cuando una ligera fuerza que me atraía más hacia él, como evitando la posibilidad de alejarme.

—Qué rico se siente —susurró entre jadeos con respiración extasiada y agitada, al separase para tomar aire antes de atacar mis labios con suma destreza y sensualidad involucrándonos así, en un ardiente beso.

Aun siendo de tarde, aun estando nublado y lloviendo, todas las estrellas las podía contar en ese breve instante, un ligero gruñido salió del fondo de mi garganta cuando sentí que sus brazos rodeaban mi cuello, posé mis manos en su estrecha cintura, instintivamente nuestros cuerpos buscaron el calor del otro, tan juntos como para que no cupiera ni una hebra de cabello entre ellos y mi hambre de él se hizo descomunalmente gigante, voraz, despertando a un monstruo sobre el cual perdía todo control.

Él subió una de sus piernas rodeando mi cadera y sin saber que era posible me sentí más afiebrado, su cadencia me estaba robando todo residuo de cordura, él jadeaba con su voz grave cada vez que nuestros miembros se frotaban en el cuerpo del otro, el mío estaba más que despierto, implorando con desesperación por ser liberado, despojado de la ropa que lo aprisionaba. Mis manos no se saciaban con sentirlo por encima de la tela de su camisa elegante. Dios, lo deseaba tanto, y él no me era indiferente, su cuerpo me lo gritaba por la forma en que buscaba sentir el mío, me deseaba tanto como yo a él.

«Quiero hacerte mío, aquí y ahora, aunque sé que esto podría costarme muy caro mañana».

Pero la gloria en la tierra no puede ser perpetua.

Tuve el placer, la efímera dicha, hasta que él despertó primero y luego me hizo despertar de mi estado delirante y enajenado de la realidad. Sentí la presión de sus manos sobre mi pecho al empujarme sin perder el cuidado, se separó deshaciendo con sus manos el agarre que yo mantenía alrededor de su cintura por vez que yo habría mis ojos para descubrir su expresión de niño asustado.

Sin una palabra daba pasos lentos y tortuosos hacia atrás, negaba con la cabeza mientras reprimía no sé qué. Esas contorciones en su rostro. Quería llorar.

«¿Por qué estás asustado? ¿Quieres llorar?».

No tuve el valor de preguntar. Estaba paralizado en mi lugar. Con aquella sensación de hormigueo en los labios, en mis manos y el frio haciendo estragos en mi cuerpo.

Se giró en sus talones y solo se echó a correr. Él que todo lo hacía con soberana calma, que no se inmutaba por nada, que era tan correcto, había perdido la compostura y se encontraba corriendo en pleno pasillo al bajar las escaleras. Escuchaba el retumbar del eco de sus pasos precipitados al alejarse y con cada repique mi pecho dolía, nunca lo imaginé correr, al menos no por miedo, y solo saber que estaba huyendo de mí, provocaba que mi pecho doliera y quemara como el demonio.

«Duele, duele tanto, no te vayas así, tú crees que eres un monstruo, pero me haces sentir como uno, si huyes así de mí».

Caí de rodillas, mis manos temblaban y me las llevé hacia el rostro para cubrir mi dolor, porque dolía, se quebraba todo dentro de mí y ardía, quemaba más que el fuego, mis manos se sentían tan frías como el viento, mientras que mis venas eran un conducto de lava ardiente. No dije nada, ¿por qué no dije nada para detenerlo?, quizá él hubiera escuchado.

—No huyo de ti —le escuché decir un momento después reapareciendo por donde se había ido momentos antes—, es de mí de quien debes huir.

Estaba tan sumergido en mi dolor que al escuchar sus pasos cuando regresaba, casi que apostaba que se trataba de Jung.

Sentí una vez más la sensación extraña cuando vuelve a surgir la loca teoría de que él podía leer mis pensamientos, pero mientras más lo pensaba menos probable creía que esa clase de idea fueran locuras mías, después de lo que vi en aquella madrugada no me sorprendería que existiera al menos la posibilidad.

El trasfondo de sus palabras tenía intención de consuelo, pero a pesar de ello, no surtieron ese efecto en mí. Yo solo me limité a negar con la cabeza. No creía ser capaz de poder hablar en ese momento con semejante nudo que se había formado en mi garganta y con mis oídos internos reproduciendo ese sonido de mi corazón al quebrarse otro poco más.

«Sí, lo sé, te estoy corrompiendo, estoy seduciendo al prometido de mi hermana».

—Señor Kim, ya es hora —La voz de Min se escuchó desde el pasillo, cerca de la salida a la terraza. No había subido las escaleras.

Ninguno de los dos pudo decir nada más. El jefe de seguridad había llamado para anunciar que había llegado el momento de la partida de mi hermana hacia Seoul, donde ella podría continuar con sus estudios en la universidad.

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Soy mala, muy mala escribiendo esta clase de escenas. Pueden dar la orden de cortarme la cabeza.

Pero, por favor, no lo hagan. ¡Piedad!

Feliz día del amor y de la amistad.

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