Capítulo 23
Capítulo 23
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PARTIDA
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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱
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Me embargó un sentimiento terrible cuando vi la reacción del señor Kim hacia el colgante. Fue como una sacudida de sorpresa y... ¿miedo?, ¿culpa?, ¿una mezcla de todo, quizá? No lo sabía a ciencia cierta, pero cuando noté en sus dorados orbes cierto aire de tristeza y confusión, casi di por sentado que esa moneda rara probablemente tenía un significado relevante y muy negativo para él. Desde que dejé el dije al descubierto para usarlo como escusa al intentar solicitarle que me permitiera pintarlo, en ningún momento él se había fijado en el objeto, no hasta que le mostré la pintura casi finalizada. En cuanto lo vio se empezó a sentir mal y supe que estaba tratando con todas sus fuerzas de guardar las apariencias lo mejor posible con relación a su condición frente a mí, era imposible ocultar que de un momento para el otro no se sentía bien y que era claro que intentaba convencerme de que lo que le pasaba no era tan malo.
No entiendo por qué todos me subestiman de la misma manera al tratarme como a un niño, estoy seguro de que yo comprendería todo si tan solo me lo explicaran.
«¡Ja! No sé por quién me estaba tomando al creerse que lo iba a obedecer, jamás le dejaría allí solo en esas condiciones».
Busqué a Jung con la mirada en cuanto había salido al pasillo y cuando lo encontré sentado en una butaca con la cabeza tirada hacia atrás y la boca abierta echando leves ronquidos le di la orden de que fuera en busca de mi tío. El no dudó en hacer lo que le pedí y como si se esperara que el señor lo necesitara, sin hacer preguntas llamó por su intercomunicador hablándole a Min de inmediato.
—El señor Jeon no tardará en llegar, yo iré por el chamán. Lo dejo en tus manos, viejo —Puso una mano sobre mi hombro mientras me informaba aquello y dicho eso se largó corriendo a toda velocidad por el pasillo. Yo, con los nervios a flor de piel regresé adentro del estudio.
Me acerqué a aquel mueble donde había dejado sentado a Kim y al observar su expresión contraída por el dolor, sentí la desesperación emerger y rasgar todo a su paso desde el interior de mi pecho, la impotencia de no poder hacer algo que detuviera aquel malestar por el que estaba atravesando y la tristeza de saber que posiblemente ha caído en ese estado por mi culpa.
—¡Por favor, ¿Qué tiene?! —lloriqueé hincando mis rodillas sobre el piso junto al mueble y tomando una de sus manos. Mi voz salió suplicante, se quebraba a medida que salía cada sílaba pronunciada.
—Es complicado —sabía que no me daría una respuesta satisfactoria, aun así, la seguía necesitando— Regresaste.
—El tío Jeon viene en camino —él asintió quedo y luego intentó persuadirme de que dejara el estudio.
—No me iré de aquí, no lo dejaré solo —más que una decisión era un deber para mí.
Estuvimos así por un buen rato, había momentos en que él recuperaba casi toda su energía empleándola en insistirme que saliera del estudio, en su desesperación me confesó que no quería ser visto por mí en aquellas condiciones y yo le dejé bien claro que nada lograría apartarme de su lado. El tiempo pasó entre aquellas discusiones sin sentido hasta que llegó el tío canas.
Lo primero que hizo el viejo al entrar fue darme la orden de salir del estudio. Le entregué una mirada que le dejó en claro que de allí no me iba a sacar ni que Min lo intentara con todo y sus hombrecitos de trajes negros.
Ni el señor Kim ni el tío Canas entendían, yo mismo no podía explicar lo importante que era para mí saber, necesitaba saber, por algún motivo inexistente sentía que tenía el derecho, aunque estuviera lejos de ser comprendido, por mucho que careciese de sentido, para mí era importante, tenía la urgencia de hacer algo al respecto, sin importar que fuera en vano, no descansaría de intentar hasta lograr hacer que todo su tormento desapareciera.
Yo no me moví de mi sitio y mi mano continuaba sujetando la del señor Kim.
—¿Cómo se llama su enfermedad? —si al menos lograba que me dijera el nombre, yo me encargaría de investigar por mi cuenta. No pensaba quedarme de brazos cruzados, aun sabiendo que el viejo no iba a ceder la información.
—No existe un diagnóstico o un nombre para lo que le ocurre —respondió observando cómo yo intentaba sacarle el colgante. Kim tomó mi mano intrusa y negó con la cabeza, manteniendo el objeto fuera de toda vista debajo de su camisa.
En el fondo, no hice aquella pregunta esperando a que se me respondiera, al menos no tan rápido, lo hice por pura desesperación, para distraerlos mientras le quitaba el colgante. ¿Si esa cosa le hacía daño, por qué no quería que se lo quitara?
Pasaron los minutos antes de que el viejo hiciera algún movimiento, le hice la misma pregunta al llegar hasta mi lado y para mi sorpresa el tío canas empezó a hablarme, aún en medio de la situación.
Esperaba una respuesta de las que siempre suele dar. Ya veía venir uno de sus típicos juegos de palabras como: "eso no es un tema que te concierna" o simplemente un "no es de tu incumbencia"; pero esta vez el viejo no parecía estar de ánimos para perder el tiempo recordándome cuál era mi lugar. Su rostro era una clara imagen de súplica y condescendencia, todo el cariño que sentía por su amo estaba reflejado en el dolor marcado en sus expresiones y ahí reconfirmé que él lo amaba, demasiado, más que a un hijo, o tal vez, según mis tontas teorías, más que a un padre.
—Él no debería estar aquí. Al menos debemos llevarlo a su habitación.
No lo pensé ni una vez y ya estaba tomando el cuerpo retorciéndose de Taehyung y cargándolo en mis brazos.
Creo que el tío canas se sorprendió de que yo actuara de esa forma, pero debía entender que la ocasión lo ameritaba. Esta no era una situación para seguir sus fastidiosos protocolos.
Le vi mirar todo el rededor hasta que sus ojos cayeron sobre la pintura, su semblante cambió desmedidamente a una expresión muy marcada de disgusto.
—¡Dígame por dónde! —le saqué de su distracción momentánea y apunté con la barbilla, mirándolo de manera expectante antes de cerrar los ojos y apretarlos debido a los gritos ensordecedores que Taehyung empezaba a emitir. Incliné un poco mi cabeza para mirarlo, su rostro se pegaba y se estrujaba de costado contra mi pecho, sus ojos en blanco, estaba soportando algo terrible y me daba miedo de qué podía ser aquello capaz de causarle tanto dolor.
—Le diré a Jung que llame a una ambulancia —el viejo elevó una ceja con escepticismo. Me miró de una forma que inexplicablemente me hacía comprender que mi sugerencia carecía de lógica. Durante un segundo siguió entregándome esa mirada escrutiñadora y luego se giró en su eje dándome la espalda.
—Sígueme. Deprisa —su tono era el mismo, pero de alguna forma, apurado, urgido.
«¿Qué está pasando? ¿por qué no podemos llamar a una ambulancia si es una emergencia? ¿Cuál era el misterio de Taehyung? ¿Acaso está iniciando una fase transformación y lo tienen que mantener todo oculto?».
Sacudía la cabeza para descontinuar la línea que estaban tomando mis pensamientos.
«No es momento para tus locas teorías, Jungkook». Le reproché a mi yo interior mientras seguía los pasos apresurados del tío Canas.
Por supuesto que lo seguiría, no soportaba la impotencia de no poder hacer más por Tae mientras se retorcía entre mis brazos y estrujaba mi camiseta con la fuerza de sus puños por causa del dolor. Cada vez que lo escuchaba quejarse o gritar desgarradoramente, literal, yo me sentía agonizando.
Llegamos al lecho de su habitación y lo deposité en la cama con mucho cuidado. Él continuaba retorciéndose y gritando de forma esporádica cada vez que el dolor se le hacía insoportable, no tenía intención de alejarme, pero si la tuviera no hubiera podido hacerlo porque él seguía aferrado a la tela de mi polo con tanta fuerza que sus nudillos yacían albos como la aurora. Me dolía tanto verlo así y no poder hacer nada por él. Me arrodillé Al lado de su cama y Tomé una de sus manos entre las mías igual que como hice en el estudio, si se tratara de otra persona, me hubiese arrepentido del hecho en el mismo instante, porque él apretaba la mía con tanta fuerza que creí que en cualquier momento escucharía el crujir de mis huesos quebrándose. Sin embargo, ese pequeño dolor no podía ser comparado con el que él debía estar sintiendo, ni con el que estaba moliendo mi corazón al verlo sufrir de esa manera.
Observé por encima de mi hombro que el tío abuelo, con mucha agilidad, casi corriendo, llegó hasta un mueble de madera, una repisa. Abrió uno de sus cajones, de donde sacó algo que su figura de ancha espalda no me permitía ver; luego hizo lo mismo con otra gaveta de la cual sacó una caja cuadrada que parecía hecha de cristal y la dejó encima del mueble, luego extrajo una manta doblada impecablemente de una tercera gaveta. No sé qué otros objetos buscó dentro de otros cajones porque yo alternaba la mirada entre lo que el viejo hacía y el convaleciente Kim.
Yo estaba asustado, mucho y mi preocupación era aún mayor que mi miedo porque no sabía qué más hacer.
Kim estaba tratando de decir algo, pero el efecto del dolor no le permitía articular alguna palabra que se entendiera correctamente, cuando no estaba estallando en gritos desesperados, se encontraba jadeando debido a su sufrimiento, los sudores embarnizando de un brillo natural toda su piel y humedeciendo su cabello haciendo que los mechones se pegaran de forma descuidada en los bordes de su rostro. Mi corazón se estrujaba al mirarlo en ese estado tan vulnerable. Yo susurraba palabras tranquilizadoras cerca de su oído, él asentía y luego negaba mirándome como un niño asustado.
El tío canas se acercaba a nosotros llevando entre sus manos unas enormes tijeras, la caja de cristal, la manta que había sacado de los cajones y un gran paraguas negro. Tan pronto como dejó todo sobre la mesa de luz se acercó a Kim con tijeras en mano y luego tomó su camisa para empezar a cortar la tela sin ningún cuidado de ella. Tuve miedo de que Taehyung se retorciera por el dolor y que fuera cortado por accidente.
—Tío, ¿qué hace? —a pesar de que sabía que el viejo no haría nada para dañar a su señor, me sentí inquieto.
No recibí respuesta, tampoco esperaba a que se dignara a explicar algo tan obvio. Lo estaba despojando de sus ropas de la forma más rápida haciendo cortes toscos sobre las telas. Mientras el viejo se concentraba en su tarea, Taehyung se quedó lo más quieto posible, se desquitaba un poco apretando mi mano. Yo quedé observando cómo sus ropas estaban siendo arracadas de su enrojecido y adolorido cuerpo. Las venas se notaban alteradas en todas sus extremidades, cuello y cienes.
Una vez completada la tarea de dejar el cuerpo desnudo, el tío Canas se tomó unos segundos para tomar en la palma de su mano y observar con clara confusión el accesorio que aun colgaba del cuello de su amo. Yo no me atreví a decir nada en ese momento, una ola de ansiedad me recorrió desde la garganta hasta el estómago. Si el viejo descubría que yo fui el que causó todo ese daño a Kim, seguro que ni que viniera un Deidad en persona me salvaría de esa.
De repente una melodía desconocida fue capturada por mis oídos, el Chamán había llegado, su voz gastada entonaba una canción alegórica a los días de los primeros hombres. El tío Jeon se alejó de la cama y el abuelito se acercó sin dejar de hacer sus extrañas danzas con sus manos mientras entonaba aquella extraña canción. Vi al Tío Canas corriendo cada cortina, despejando cada ventanal de la habitación, permitiendo que entrara la luz natural de la noche.
Entre ambos envejecientes desdoblaron la manta para dejarme descubrir que en realidad no era eso, sino que se trataba de un gran retazo de puro plástico. Extendieron la capa hasta cubrir una parte de la cama y luego procedieron a rodar el cuerpo de Taehyung, como si de un saco de papas se tratase, hasta que quedó encima del tendido plastificado y así extender el material a todo lo ancho hasta que la cama quedó completamente cubierta y forrada como un mueble impermeable.
—¿Qué le están haciendo? —me molesté demasiado cuando volvieron a rodar su cuerpo hasta que quedó boca arriba en el centro de la cama. Mi voz salió más ronca de lo que pretendía, haciendo más allá de lo obvio cuan molesto me sentía por dentro. ¿Cómo podían tratarlo de esa manera?
Ninguno me respondió, el abuelito de vestimentas tradicionales seguía concentrado en lo que parecía un ritual. Me dio la espalda para tomar lo que el tío canas le estaba ofreciendo. Era aquel objeto que había sacado antes de una de las gavetas del mueble que estaba al fondo de una pared.
—¡¿Para qué se supone que es eso?! —grité cuando el anciano se giró dejando ver el contenido de la caja.
Eran espinas, enormes espinas con un grosor promedio, pero casi tan largas como la mitad de un dedo. Hasta ese punto creí que no podía sentirme más asustado y extrañado de la situación.
Sin pausar su gutural cántico, el ansiando tomó la primera espina, se acercó a su propio ritmo lo mejor posible al borde de la cama extendiendo sus arrugadas manos hacia el cuerpo de Taehyung. Yo me puse de pie, no iba a permitir la locura que me estaba suponiendo que estaba a punto de ocurrir.
—Si no quieres que te saque de aquí, no hagas ninguna tontería —tras mi espalda, escuché mascullar con voz amenazante a mi tío.
—¡No me importa que...!
—¡No pienses que quieres protegerlo más que yo! —levantó la voz anticipando cualquier intento de rechiste que yo pudiera emitir—. Si vas a estar aquí, continúa limitándote a brindarle compañía y apoyo moral, como hasta ahora. Si te he dejado es porque no has interrumpido lo que hacemos.
Mis dientes dolían de tanto que yo apretaba mi mandíbula, por más crudo que fuera, en el fondo comprendía que más me valía tragarme la impotencia y la rabia que amenazaban con hacerme explotar. Saqué el aire contenido reproduciendo respiraciones tan sonoras como un toro por la nariz, repitiendo el acto varias veces, ya que la furia no me permitía aflojar el apriete en mis labios. Sin la menor convicción volví a mi posición, arrodillándome junto a la cama y retomando la mano de aquel atormentado Taehyung que luchaba por no moverse mientras era torturado por sus dolencias, listo para soportar lo que venía.
Tío Jeon acercó un objeto cilíndrico con textura flexible a los labios del enfermo para que esté lo mordiera, el castaño lo aceptó y lo retuvo entre sus dientes obedientemente y de inmediato el anciano enterró la primera espina en el interior de su muñeca izquierda, justo en medio de los dos tendones que sobresalían en aquella zona. Clavó tres más a lo largo del mismo brazo y luego repitió con 4 espinas más en cada extremidad. Extrañamente no salía sangre por el área de ninguno de los pinchazos que estaban a mi vista.
El viejo se trasladó hasta el pie de la cama para incrustar una espina más en la parte cerca del nacimiento de los dedos en cada planta de los pies de su paciente, si es que así se le podía llamar a Taehyung dentro de toda esa horrenda locura.
Taehyung buscó a tientas mi mano y yo rápidamente volví a tomar la suya, su espalda empezó a arquearse dejando marcado su tórax al elevar con ímpetu solo esa parte de su cuerpo, el dolor había arremetido y yo en cualquier momento me iba a quedar sin mi labio inferior por morderlo con tanta fuerza durante un largo tiempo. No sabía cuál de nuestras manos apretaba más, él descargándose por su tortuoso estado y yo por la maldita impotencia de solo quedarme viendo mientras él sufría desgarradoramente.
Me pareció que había pasado una eternidad cuando el anciano terminó de colocar las espinas que restaban dentro del recipiente, cruzando la última justo en la columela de su nariz, según el anciano, quien iba explicando cada punto como si de una práctica en una clase se tratara. A los pocos segundos de haber colocado esa última espina mi corazón arremetió con fuerza furiosa cuando observé que cada cavidad visible de Taehyung amenazaba con convertirse lentamente en un diminuto rio de sangre. El tosió con fuerza y el líquido rojo salpicó todo a su alcance, él se encogió tomando una posición fetal y agarrándose el estómago sobre el colchón recubierto de plástico. El líquido fluía por sus oídos, orificios nasales, las comisuras de sus labios y hasta sus ojos se denotaban enrojecidos cuando los abrió de par en par al aguantar la respiración por un nuevo aumento de insoportable dolor.
Yo no podía más no me importaba verme ridículo al encontrarme llorando ruidosamente como un niño. Estaba muy asustado. Tenía miedo de que fuera su hora y no me cabía en la cabeza aceptar que, a partir de esa noche, nunca más lo volvería a ver. Me aterraba perderlo.
La canción del Chamán cesó justo cuando su mano reposó sobre mi tembloroso hombro, el cual se sacudía debido a mi quejumbroso llanto, yo elevé mi rostro para mirar al hombre que en los últimos días se había convertido en algo más que un chamán para mí. Algo así como el abuelo que nunca tuve. El hizo un asentimiento clavando su mirada en la mía y en un simple gesto de su plegado rostro pude comprender que quería que yo supiera que todo iba a estar bien. No dijo nada y solo se marchó caminando con lentitud.
Yo seguí al viejo con la mirada hasta que traspasó el umbral de la puerta, no me había percatado de que ya no se escuchaban más los quejidos de Taehyung. Debido a mi desorientación y al shock en el que estaba cayendo de a poco mi mente.
Decir que mi alma quiso salirse de mi cuerpo se quedaba corto, un frío perturbador envolvió todo mi ser cuando posé nueva vez los ojos en su cuerpo, yacía en medio de un charco de sangre, pero eso no era lo que más me había afectado, todo él estaba inmóvil estático y albo. Sus ojos cerrados y su rostro apacible, su pecho tranquilo, ya no subía y bajaba. Me movía con una lentitud inimaginable para acercarme a su rostro y comprobar que aún respiraba, batallando mentalmente con la intención el miedo de encontrar una respuesta no deseada, pero algo más me tomó por sorpresa, algo que ya había visto hace tiempo y que yo simplemente le había restado importancia en aquella primera ocasión.
Poco a poco todo el espacio y aire se llenaban de aquel vapor grisáceo, miré hacia el techo de la habitación y ni siquiera sé por qué no me sorprendí al ver esa formación cubriéndolo todo, no es que fuera familiar, pero si aquella vez le di más importancia a la presencia de Taehyung que a un posible fenómeno de la naturaleza, no me permitiría que tal fuerza extraña hiciera alguna diferencia. Proseguí a continuar con lo de antes, pero no llegué a cercarme ni un centímetro más al inerte rostro de Taehyung por causa de mi tío.
—Si vas a comprobar que no está respirando estás en lo cierto —sus palabras me dejaron totalmente paralizado. Helado.
Mis ojos ya no eran capaces de despegarse de su figura, no me inmuté cuando la sangre a su alrededor se empezó a evaporar y las diminutas partículas rojas se elevaban yendo hacia el techo, como si fueran atraídas por la fuerza de aquella nube antinatural en formación.
—Si no quieres ser apedreado te sugiero que te coloques debajo de esto —volvió a hablar mi tío, su voz se escuchaba lejana, yo no podía salir del shock en el que me encontraba.
«¡No puede estar muerto, no puede!».
—Si lo íbamos a dejar morir así ¿para qué fue todo eso de torturarlo clavándole todas esas espinas? —mi voz era irreconocible, el aire me faltaba y apenas pude articular las palabras. Una parte de mí quería pedir todas las explicaciones y la otra estaba airada conmigo mismo, la culpa me estaba aplastando como a una cucaracha.
Sentí que una mano llena de cuchillas me rasgaba por dentro. Lo dejamos ir. Solo así y yo no hice nada para impedirlo, murió de esa forma tan dolorosa y yo no hice nada para calmar su padecimiento, no hice nada para protegerlo. ¿Qué clase de guardián fui?
Ahí supe a qué se refería la gente cuando decían que se sentían vacíos, porque literalmente, yo así me sentía, sentí que, con la suya, mi vida también se había ido. Quería irme con él.
Posé la mano en mi cabeza cuando sentí el primer golpe, lo que sea que me haya lastimado rodó por mi espalda dio contra el piso haciendo un leve ruido metálico. Pocos segundos después aquel ruido se replicaba por toda la habitación, llenando todo el lugar, yo yacía sumergido en mi llanto inconsolable y en mi el dolor que nació en mi pecho y se expandía por todo mi ser, no era capaz de observar nada a mi alrededor cuando el segundo golpe fue justo en sobre mi hombro izquierdo.
Arrugué las cejas y puchereé pensando que el viejo era el que estaba arrojando cosas sobre mi para golpearme y sacarme de mi estado desconsolado.
—¡Ouch! —me quejé a pesar de estar llorando a mares.
Sentí la mano de mi tío envolver mi brazo y halarme con rudeza obligándome a que me pusiera de pie. Él se paró junto a mí y yo desvié mi vista hacia el paraguas que traía abierto donde rebotaran antes de rodar en el piso las pequeñas piezas que caían como lluvia desde aquella extraña la nube de vapor que cubría el techo de la habitación.
Era casi igual que aquella noche en que lo conocí, salvo que, a diferencia de la primera, en esta ocasión llovían metales a cántaros, la nube era más imponente, alucinante y quizá atemorizante para cualquier otro que la viera así de cerca y que no se estuviera sintiendo engullido por el dolor de perder a la persona amada. Sí, no me permití asombrarme como mandaba toda lógica, no porque era un fenómeno que ya había presenciado antes, sino porque el sentimiento de pérdida me arrastraba con tanta fuerza que no me importaba si el sol empezaba a brillar de noche o si los elefantes patinaran sobre hielo, es ese instante, no me importaba nada más que él, su partida; y ahí, llorando e hipando como un niño pequeño, demasiado tarde, lo supe, lo que yo sentía por él no era solo atracción, sin importar que él no fuera humano o que fuera de otro mundo, yo lo amaba. Pero ya era tarde, porque pronto se había ido y solo me había dejado el recuerdo de esa extraña nube como su hola y como su adiós.
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Perdonen la demora, es que no me estoy sintiendo convencida de cómo ha quedado el capítulo, pero como soy capaz de mejorarlo, pues así lo he publicado. Lamento hacer que esperaran.
De igual forma, estoy muy agradecida por su apoyo a la historia.
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