Capítulo 22
Capítulo 22
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LUNA ROJA
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⊰─⊱Kim Taehyung ⊰─⊱
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Finalmente llegó ese día que siempre temí que llegara. Era viernes de luna cuarto creciente, de hecho, era el último viernes de la semana y también del mes. Un viernes rojo, como le solía llamar el chamán o viernes de menstruación, como jocosamente lo nombró Jin-ssi.
Con la venida de ese día recordé que siempre supe que debía haber inventado una excusa para mantener ocupado a Jungkook-ah y así evitar que estuviera a mi alrededor a partir de la tarde hasta los próximo dos días, pero no fue necesario que yo lo alejara, él decidió hacerlo por sí mismo. Busqué verlo entre la semana, pero literalmente no nos pudimos reunir porque estuvo más ocupado con su hermana a la que he descubierto que secretamente le llama Kakita, ya que ella retornará a la universidad a partir del próximo lunes; a parte de su hermana el resto de su tiempo se lo han estado robando entre Minho-ssi, Jackson-ssi, Nam-ssi y por último, su amigo, el joven Park.
Recodé haber calculado que, durante la última luna de cuarto creciente del mes pasado, él se encontraba cautivo en el sótano junto a Minho-ssi y Jackson-ssi, seguramente Jeon lo había encerrado a propósito porque sabía que es un chico muy intrépido y podía descubrir mi situación. Ahora Jeon no tiene poder sobre Jungkookie, porque yo le prohibí que lo manejara a su antojo, responsabilizándome yo mismo de él.
A partir de ese momento necesitaba hacerme responsable de su estabilidad mental, tenía que alejarlo por un tiempo, pero cuando él decidió venir a mí en el día menos indicado, contradictoriamente no lo hice, porque de forma inexplicable recayó en mí ese efecto de que el tiempo se detiene y que siempre me atrapa envolviéndome con mucha más fuerza que el mismo sin sentido de la expresión cuando estoy con él; más que eso, porque no solo es la pérdida de la noción del tiempo, sino que mi mente abandona cualquier uso de raciocinio, siendo menos inservible que un trasto. Mi cuerpo se convierte en un organismo unifuncional, con su presencia olvido todo y solo sigo sintiendo que no tengo suficiente de su compañía, no queriendo dejarlo ir y más al saber perfectamente que él también siempre desea quedarse.
«Solo será un momento» me dije a mí mismo, tratando de justificarme. Lo extrañaba demasiado.
Sabía que, desde la noche del viernes pasado, después de encontrar su colgante, ha estado entrenando en secreto el arte de la espada y la esgrima con Jackson-ssi, Nam-ssi y Minho-ssi. Porque, según ellos, debe estar preparado para ser mi próximo guardián. O es lo que me hicieron entender los pensamientos de ese trío de locos. De ningún modo yo me opondría a eso, está bien que aprenda a defenderse más allá del hecho de ignorar contra qué lo están preparando. Aquella noche que estuvimos juntos por última vez, Minho-ssi lo buscó porque se enteró de que, en vez de ir con él, Junkook-ah había ido conmigo a buscar su colgante. Fue aquel empleado que JungKook y yo seguimos, que, en ausencia de Jeon, solicitó hablar con su hijo en su lugar y le contó todo lo que vio en el páramo a Minho-ssi, confundiéndome el hombre con un empleado más de Full Moon.
A ese hombre JungKook accedió a dejarlo ir porque yo sé lo pedí, fue un total martirio para él abandonar el deseo y reprimir la necesidad de reclamarle que "su Jimin" no era un cualquiera y que por su culpa estaba en un gran problema con su tío. Por lo tanto, según sus pensamientos, aunque ya no deseaba marcharse, tenía que seguir adelante con su plan de escapar de Full Moon junto a él, era necesario sacar a Jimin de Full Moon, ya que no era seguro para su amigo.
Una vez que lo dejamos ir lo seguimos a pie, el hombre no perdió tiempo para subir a su moto e ir con el chisme hasta la mansión. Le seguimos en el auto con un confundido Jung al volante. Todo era una paradoja para Jungkook-ah, mientras que para mí fue una aventurilla divertida hasta que llegamos a la casa. Yo sabía que en algún momento él había deseado marcharse de Full Moon, pero no sabía que tenía un plan y que pensaba llevarlo a cabo solo por ese chico, Park. Me alegré de que todo eso sucediera y que sirviera para enterarme antes de que fuera muy tarde para impedirlo.
Minho-ssi recibió al empleado que lo solicitaba con urgencia, el hombre nos vio llegar poco después que él y no se inmutó creyendo que solo teníamos un contrato para trabajar por 10 años igual que él, nos miraba de forma despectiva con el pensamiento de que éramos nuevos en Full Moon. Pero esa mierda de actitud mostrada por el tipo no era lo más importante para Jungkookie, sus pasos no se detuvieron, pasaron de largo a todos los presentes en la antesala frente a la gran puerta de entrada y siguieron el rumbo directo hacia la cocina, ignorando al hombre por completo. Yo acomodé mejor mi gorra y mi cubrebocas, sabía que estaba haciendo algo fuera de lugar e impropio, pero nada me iba a impedir que lo siguiera, necesitaba ver con mis propios ojos a ese tal Park Jimin y qué tanto significaba ese chico para él.
Pasé el umbral de la puerta y me arrepentí de no llevar gafas oscuras en mi bolsillo. La iluminación cegadora de la cocina fue como un golpe para mis ojos. Traté de acostumbrarme a ver a través de tanta luz, recordé el día que Nayeon-ssi y yo nos encontramos y me hizo salir de la choza en Dinamarca. Una voz chillona me hizo olvidar el efecto de mi ceguera temporal.
—¡Ah! ¡¿Con que al fin te acordaste de venir?! —esa es la clase de chico que Jin-ssi me dijo que era Park, pero no es lo mismo que te cuenten que verlo en persona, pero debo decir que creo que no exageraba —y ¿este quién es?, ¿un Eunwoo nuevo?
Me sobresalté un poco cuando me señaló de forma amenazante, como si quisiera matarme. Estrujé mis ojos con el dorso de mis manos para que así se apresuraran a mejorar la visión, necesitaba observar debidamente bien a ese chico gritón.
—Jimin, cuida tus palabras —advirtió la señora Kim mascullando sílaba por sílaba, pero lo más probable era que el chico no tenía idea de porqué debía hacer eso.
—Ah, por eso es que has dejado al pobre ciego solo, triste y abandonado— el chico era solo un poco más bajo que nosotros, estaba cruzado de brazos para acentuar sus reclamos—, igual que a mí.
Eunwoo escupió el batido del que estaba tomando.
—No, señorito Jeon, por favor, yo no he dicho nada de eso —se apresuró a explicar el aludido.
—¡Cállate, Eunwoo! —en verdad el chico tiene carácter y una lengua muy ligera—, ¡te estoy defendiendo y ¿así es como me pagas?!
Ya estaba empezando a ver un poco mejor. Pero mis ganas de reír y mi duro intento de reprimir la risa no me permitieron darme cuenta antes.
—Jimin, ¿quieres calmarte? —pidió al fin Jungkook—. Necesito hablar algo contigo.
Eso sonó como una exigencia y no podía negar cuánto me molestó. Su voz se impuso más autoritaria de lo que nunca imaginé, carecía de ese terciopelo que siempre la caracteriza, dejando en evidencia que su humor no estaba para juegos. Tuve envidia porque deseé que alguna vez usara ese tono de apropiación conmigo. ¿Por qué le hablaba como si fuera su dueño? ¿Por qué me daba tanto miedo e impotencia aceptar que tal vez sí lo era?
—Vaya, ya conseguiste revolotear el genio del muchacho con tus reclamos, hasta me recordó a Yoongi cuando viene de esa manera tan exigente a buscarte.
—¡¿Qué?! — los pensamientos de Jungkook se resumían en discordia, decepción y nulidad. ¿Esa pregunta era un reclamo o sorpresa? No, eran ambas— Jimin hablemos, ahora.
Su solicitud tan exigente, me pegó como si un rayo hubiera caído justo sobre mí. Era claro que Jin tenía razón al pensar que los dos eran novios. Pero yo era el que no quería aceptar que alguien estuviera rozando el corazón de mi Junkookie. Aunque yo no pudiera ser nunca su suyo, me dolía saber que alguien más lo fuese. Por muy egoísta que pareciese, me dolía más que mi enfermedad.
Los pensamientos del chico Park opacaban a los de Junkookie, iban demasiado de prisa, pero me dejaron muy en claro que tenía miedo de lastimar a mi bebé. Sus pensamientos incluían a Min con una fuerza abrazadora. ¿Cómo alguien podía ser tan trasparente? Él estaba confundido.
Sonreí para mis adentros. Eso fue suficiente para mí. Su corazón estaba dividido entre mi Jungkookie y Min, solo tenía miedo de confesarlo delante de él, solo temía que por su culpa fuera lastimado.
—Señorito Jeon, cuando termine aquí, sepa que lo estaré esperando —quise seguir el juego imitando la forma de hablar de Eunwoo. Ellos se debían una conversación a solas. Jungkookie me brindó una mirada confundida, sus labios se separaron para ahondar su expresión de incomprensión.
Al retirarme, los demás hicieron lo mismo, incluyendo a la señora Kim, quien caminó a mi lado y se quedó charlando conmigo del otro lado de la puerta acerca de la situación del muchacho Park. Ella lo mantenía bajo protección, pero el chico era muy hiperactivo y se estaba enloqueciendo por el encierro arrastrándola a ella en su locura. Le prometí solucionar la situación esa misma noche haciendo una llamada a Jeon, tanto por mi conveniencia como por la de ellos.
Esa noche fue el fin de la indefinida relación entre Park y mi Jungkookie, así como el inicio de una amistad sin obstáculos. Park estaba confundido, sí, pero necesitaba solo un empujoncito para que se decidiera. Y lo hizo por Min, como debía ser.
Después de esa noche, pensé que Jungkookie estaba deprimido por el rechazo de ese chico, no me buscó, aunque sabía que yo le esperaba, así, de ese modo, pasó una semana. Hasta hoy, que accedió a encontrarse conmigo en el estudio de arte.
Yo acepté a pesar de que tenía claro que era un viernes rojo, sabía que debía evitarlo, pero cómo decirle de no después de no verlo durante tantos días. No pude negarme a su petición de encontrarnos y a mi intenso deseo de verlo, lo extrañaba demasiado.
—Jeon regresó anoche —informé a Jungkookie después responder a su torpe saludo. Él solo respondió con un cabeceo, dejando claro que el viejo no le hizo mucha falta después de estar ausente por una semana completa.
No lo culpo, Jeon tiene un carácter de miedo y sus modos rayan en el despotismo. Debió sentirse pleno y libre porque en su ausencia, se la pasó regalándole su tiempo a su familia y su amigo Park y al par de dementes de Nam-ssi y Jackson-ssi. No es que él chico Park fuera mala persona, pero era evidente que a pesar de lo ocurrido significaba algo importante para Jungkookie, y de manera absurda me ardía la sangre y apretaba mi mandíbula cuando Jung me hacía saber que solo se inventaba excusas para ir a verlo a diario; y eso no era en lo único que mentía, yo sabía que desde hacía un tiempo también había estado visitando la casa del chamán y el consultorio del doctor Um.
Estuvimos un rato charlando de temas triviales. Me contó que pasó parte del tiempo ayudando a Park a limpiar su habitación, ya que esa fue una de las tareas que Jeon dio en línea después de enterarse por llamada de que no podía ser estricto con dicho empleado. Al principio el viejo Jeon quiso refutar porque teníamos un pacto de que yo no debía intervenir en sus oficios administrativos y en el manejo del personal, yo contraataqué pidiendo saber qué tan grave fue la falta que Park había cometido, teniendo bien claro que ese era un tema que él prefería no tocar.
Jungkookie hacía un intento de arte mientras escuchaba como fue que saqué a Park de las garras de Jeon, yo me burlé de su técnica por vez que él intentaba pintar un paisaje. De forma repentina cambió el bastidor por uno en blanco y luego caminó hacia mí. Se quitó su colgante que no me había dejado apreciar porque no tuve la oportunidad antes. Tampoco en esta ocasión le presté atención a dicho objeto porque los ojos de su propietario seguían clavados en los míos, y no había otra cosa que quisiera mirar más, su mirada sobre la mía diciéndose todo y nada a la vez, podía pedir más, ¿cómo iba a ser yo el que deshiciera esa conexión?
—Quiero que lo uses —exigió con aquella profundidad en su voz que sé que a veces utilizaba para parecer más maduro y sensual.
Si ese niño tuviera alguna idea de todo lo que algo tan simple pudo provocar en mí, cuanto amé cuando usó esa voz de niño engreído, mandón y seguro de sí mismo; la usaría más seguido. Si tan solo adivinara que ese acto tan sencillo me hizo querer ser su esclavo, incapaz de desobedecer una orden suya, un eunuco que fielmente se arrastraría hasta el fuego si con eso fuera posible completar al menos un solo capricho suyo. Cómo negarme a sus deseos más sublimes si ya le estoy arrebatando aquello que ambos más deseamos, aunque la razón es que fuere por su propio bien. Sí, yo era consciente de que también estaba actuando mal, sabía que mi codicia de mantenerlo a mi lado lo estaba dañando, mi egoísmo lo estaba hiriendo y era una agonía aceptarlo, pero también sabía que dejarlo ir equivaldría a experimentar una nueva y peor muerte. Porque él sin duda alguna y sin explicación lógica se había convertido en mi oxígeno, si lo alejaba, sería incapaz de respirar correctamente por mí mismo.
Las comisuras de mis labios se curvaron hacia arriba cuando, sin romper aquella conexión, estiré mi brazo para alcanzar con mi mano el colgante que según él "era un recordatorio palpable de la frase que le dio todo el sentido a su vida". O eso fue lo que me dictó uno de sus pensamientos.
"Dios, cómo amo esa seguridad que brota a borbotones en cada movimiento, ¿A caso quieres que muera por tanta emoción?". Pensó al apreciar mi simple gesto.
Esa supuesta seguridad que su mente dictaba que él admiraba de mí, no era más que el producto de mi ventaja al leer algunos de sus pensamientos y es que era muy fácil actuar pareciendo seguro cuando ya sabía lo próximo que podría decir, porque, a diferencia del principio, ya tendía a pensar demasiado algunas cosas antes de decirlas.
Me es difícil recordar qué ha dicho y qué se ha guardado, porque si me equivocaba al mencionar algo que él nunca había articulado, le sería sospechoso y eventualmente descubriría el secreto de mi habilidad, se daría cuenta de que soy un fiasco y, peor aún, huiría de mí porque soy un fenómeno. Hay tantas cosas, tantos pensamientos de los cuales él no se atreve a decir una palabra, tantas preguntas que ha evitado hacer porque está confundido, porque no quiere ofenderme, alejarme o simplemente parecer un tonto frente a mí.
—Hay una condición, déjame ser tu Jack por esta noche. «Sé mi Rose» —hubo un deje de súplica en su voz antes de soltar el accesorio.
—¿El Jack de Titanic? —hice una leve mueca de sorpresa y lo miré con curiosidad. Él se sorprendió por la pregunta.
—¿Cómo? Pensé que aquí no se veía televisión —soltó medio burlón.
—Hasta hace poco tiempo sí había —expliqué en mi defensa—, pero yo apoyé la decisión de Jeon de retirarlas y también los demás dispositivos que pudieran conectarme con el caos del mundo. Yo ya era un gran desastre en aquella época y no necesitaba saturar más mi mente porque corría el riesgo de tambalear en el borde de la locura.
No necesitaba que el tema se extendiera, así que como con él siempre funcionaba, decidí zanjar la conversación volviendo al anterior.
»Y hablando de locura, ¿quieres que solo lleve esto puesto, como Rose? —insinué arrebatando con sutileza su preciado colgante, reprimiendo con dificultad el deseo de dejar una leve caricia sobre la palma de su mano. Tomé el objeto sin separar mi vista de su atractivo y algo pensativo rostro.
Sé que esa excusa fue suficiente para hacerlo olvidarse de las preguntas que se formulaban en sus pensamientos. Verme posar desnudo era lo que reposaba con fervor en su cabeza cuando me hizo la propuesta de ser mi Jack, pero también sé que no se atrevería a verbalizarlo. ¿Por qué no hacerle ese regalo? No habría fluidos de por medio, disfrutaríamos de un efímero, pero inolvidable momento sin pecar más allá del pensamiento, sin sucumbir a lo prohibido, a lo incorrecto, sin materializar nuestros palpitantes y ocultos deseos. Yo lo disfrutaría más que él.
Su expresión de sorpresa fue algo digno de ver. Decidí actuar rápido cuando un pensamiento de hacer una negativa se formó en su mente. Sus ojos aumentaron su tamaño y su mandíbula casi se quiso caer cuando observó mis manos quitar botón por botón de mis prendas. Su asombro se mantuvo mientras me observaba sin pestañear hasta que yo quedé sin una sola pieza que cubriera mi pudor. Me sentí nervioso cuando me di la vuelta mostrando mi espalda y mi retaguardia tal como vine al mundo. Sonreí cuando cerré los ojos y aun podía figurar en la oscuridad que brindaba el resguardo de mis parpados esa carita suya con esa expresión maravillada y llena de asombro por estar descubriendo y presenciando la vista de algo sumamente hermoso. Así me hacía sentir cuando me miraba, deseado, admirado, amado, aun cuando mi cuerpo no se podía comparar a la perfección del suyo.
» ¿Me ayudas a ponérmelo? —alcé mi mano sosteniendo el colgante para llamar su atención.
Pasaron varios segundos sin que nada sucediera. Miré por sobre mi hombro y le descubrí con la expresión más ardiente que he podido presenciar en mi larga y absurda vida. Su labio inferior estaba siendo aprisionado por sus dientes, sus ojos eran llamas peligrosas, todo vestigio de inocencia, había sido absorbido por la lujuria y el deseo.
Quería ofrecerle el placer de la vista, pero sin ir más allá de ese disfrute. Me urgía controlar esa ardiente llama que crecía en su pensamiento antes de que tomara una fuerza descomunal.
—Si yo fuera mal pensado, juraría que te soy de mala influencia. ¿O era una broma cuando insinuaste que me quieres pintar?
Desvió su mirada desde mi trasero hasta mi rostro. Negó un par de veces con su carita confundida, tragó en seco y sin una palabra dando largos pasos llegó hasta mí, se apresuró a colocarme su colgante y una vez listo, caminé hacia el mueble de tres plazas y me acosté en la posición más elegante, pero cómoda que pude encontrar. Él estaba luchando mentalmente por mantener el control sobre su cuerpo, pero mi lucha era más fuerte porque no podía permitirme tener una erección, pues eso podía significar el fin de todo, a diferencia de mí, él al menos llevaba ropa que le ayudaba a ocultar la suya en caso de que la tuviera. Aun así, la adrenalina que corría por mis venas en ese momento, era algo que me hacía sentir más vivo y joven que nunca y solo él podía ser capaz de hacerme sentir tal euforia, de eso estaba seguro.
Pasó un lapso de posiblemente más de una hora, mi cuerpo empezó a tener un aumento notable de temperatura el cual no tenía nada que ver con la situación. En verdad con su presencia había olvidado qué día era, pero mi cuerpo se encargó de recordármelo.
—Creo que está bien así por hoy —dije tomando mis prendas y colocándomelas con suma rapidez.
Con una sonrisa resplandeciente de orgullo y un cabeceo me llamó para ir a su lado. Me paré detrás de él para observar el resultado, era espléndido, maravilloso. Un ardor en mi pecho me avisó de lo que estaba a punto de ocurrir, había perdido la noción del tiempo y debía pasar de la media noche. Era inevitable, mi cuerpo comenzó a temblar, pero eso no evitó en que mis ojos recayeran sobre aquel accesorio que él había pintado, arrugando las cejas atendí velozmente a sacar el colgante de debajo de mi camisa para observarlo y descubrir que había mirado bien la pintura, el dije era un Koban, un maldito Koban.
«¿Lo habrá conseguido en mi habitación?».
La impresión me dejó paralizado, ¿por qué no me había detenido a observar el objeto antes? Ah cierto, todo lo que me importaba ver ya estaba delante de mis ojos, pero en ese momento lo más importante no era ese descubrimiento que me llenaba de intriga, lo prioritario era que nos alejáramos de inmediato porque no podía permitir que él me viera en ese estado deplorable en el que estaba a punto de caer, de ninguna manera él debía descubrir lo que era yo.
«No quiero que sienta horror por mí, no quiero que me mire con sus ojitos llenos de espanto, no quiero que se aleje temiendo de mí».
—¿Te encuentras bien? —se preocupó cuando notó mi respiración irregular.
—Estaré bien, solo n-necesito que hagas algo por mí —asentí cayendo en sus brazos cuando le faltaron las fuerzas a mis piernas.
Él me abrazó bonito y me ayudó a volver al mueble donde pasé tanto tiempo con la misma pose.
—Lo que sea, solo dilo, ¿sí? —respondió ansioso pasando su lengua sobre sus labios en señal de nerviosismo.
—Ve a por tu tío y no regreses aquí hasta que yo lo pida —su seño se frunció en confusión, pero me soltó con suavidad y corrió hacia la puerta. Con alivio le vi salir.
«Buen chico». Pensé con una sonrisa retorcida en mi rostro porque el dolor en todo mi cuerpo iba en aumento, haciéndose, como siempre, cada vez más insoportable.
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Por si extrañaban leer desde la perspectiva de Mr. Kim. 😉
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