Capítulo 18
Capítulo 18
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El RELOJ
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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱
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Fui despertado por la voz ligeramente agitada de Nayeon y mi orientación tardó un poco para establecerse a conciencia. Por un segundo imaginé despertando en nuestra casa de Busán, pero allí la cama no era tan cómoda, no tenía ese olor a vainilla que me encantaba, ni se vestía con sábanas de satén como en ese momento, lo que me hizo recordar de que me encontraba en la cama del prometido de mi hermana, habíamos dormido juntos. De repente mis ojos se abrieron de par en par, todo estaba en plena oscuridad, mucho más que de costumbre, como si hubieran apagado hasta la última lámpara.
«¿Y si ella enciende las luces y nos ve acostados juntos?».
Ella le hablaba al señor Kim, de mí, pero a quien le hablaba era a él. Ella no sabía que yo también estaba allí.
—¡Kim Taehyung, ¿me estás escuchando?! Digo que toda su habitación está hecha un desastre, es como si un huracán hubiese pasado por encima. Estoy asustada, creo que debe estar muy enojado conmigo por lo que le dije y por eso lo pagó con violentar toda en su habitación. Nunca lo había visto reaccionar así.
En otro momento, hubiese sonreído por escuchar tanta preocupación en mi hermanita por mí. Pero me estaba enfermando de miedo el hecho de que eventualmente sería descubierto en la cama con su prometido.
—El señor Nam me dijo que no se ha ido de la casa, fui a la cocina y no estaba. ¡Hasta me encontré con un amigo ahí!, Jimin no me quiso decir nada, pero estoy segura de que él sabe dónde está mi hermano. Estaba esperando al tío Jeon para que me prestara su celular y poder llamarlo, pero su perro faldero es más idiota que el tuyo y no me ha permitido ver al viejo.
La voz de Kakita se escuchaba ir y venir como si el viento se la llevara y la trajera, ella estaba dando vueltas a oscuras en un pequeño espacio abierto de la habitación, podía escuchar el repicar de sus tacones. Mis nervios me tenían paralizado, pero, aun así, intenté moverme despacito para tocar al señor Kim, seguramente él estaba despierto también y no se atrevía a hablar o a moverse por la misma razón que yo.
—"El señor Jeon está descansando, no ha dormido en toda la noche. No puedo darle más explicaciones, señorita".
»¡¿Quién rayos descansa en una oficina cuando hay tantas habitaciones?!
Tanteé con lentitud y nada, dejé que mi mano continuara avanzando lo más sigilosa posible, volví a tocar y nada. Terminé extendiendo el brazo a todo lo largo para explorar más allá y nada. El señor Kim no estaba.
»Ni pidi dirli mis ixpliquisinis, siñirita —Kakita zapateó el piso con fuerza. La verdad es que el señor Min provocaba eso y más en cualquiera, pero eso es porque ella no lo ha visto como un gatito asustado suplicando perdón, como yo lo hice más temprano.
Mientras mi hermana se jalaba figurativamente las greñas preocupándose por mí, yo me preocupaba porque no me encontrara, no en ese momento, no en la cama de su prometido.
»Al menos tu querido perro no estaba en la puerta para impedirme el paso hoy.
De repente escuché la puerta y el corazón arremetió contra mi pecho en un bombeo desesperado. Tuve la mala suerte de estornudar.
«¡Carajo!».
No podía moverme para buscar el pañuelo amarillo que había dejado sobre la mesita de luz, lo que significaba que debía permanecer embarrado de mis propios fluidos nasales por un buen rato.
»¿Estás enfermo? —su voz se escuchaba preocupada, aunque me decepcionaba un poco que no era por mí, sino por su prometido.
Me tapé mejor la cabeza con la sabana, tratando de evitar dejar a la vista algo que me identificara en caso de que se acercara a la cama.
»Lamento interrumpir tu descanso, no reparé en que debe haber una buena razón por la que no te has levantado aún.
La luz de la antesala se encendió tenuemente y temí que se tratara del señor Kim regresando a la habitación, pero él no tocaría antes de pasar a su propio cuarto, ya estaba paranoico.
—Querida, ¿qué haces ahí parada? Ven conmigo —esa era la voz de Jin-hyung, sonando con tanta dulzura que casi dudé de que se tratara de él—, debemos dejar que descanse un poco más, luego podrás verlo cuando se sienta mejor.
—¿Qué tiene? ¿Por qué no me responde? ¿Por qué está canalizado?
—Tan solo es un resfriado. Está canalizado para hidratarse un poco y colocar sus medicamentos por esa vía. Ven vamos abajo, el almuerzo está servido.
Kakita no puso resistencia, escuché el repicar de sus tacones alejarse poco a poco hasta salir de la habitación. La puerta corrediza fue cerrada hasta que yo quedé totalmente a oscuras y en silencio.
Desde ese momento, creo que Jin-hyung me empezó a caer tan bien como Namjoon-hyung.
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Había encontrado una bandeja con el almuerzo sobre la mesa de la antesala, supuse que era para mí. La verdad es que tenía mucha hambre y no me importaba si Jin-hyung la había dejado para el señor de Full Moon.
Una vez que terminé de comer casi todo, me acerqué y me quedé de pie frente a una de las ventanas a la que le había abierto un poco las pesadas cortinas teniendo que aguantarme mis ganas de fumar. El paisaje no tenía mucho qué brindar, estaba lloviendo fuerte. Al poco tiempo volví a cerrar la cortina, la habitación se sentía muy solitaria, fría y oscura, de ninguna manera iba a quedarme más tiempo esperando allí.
Imaginé qué podría estar pasando con el señor Kim, el tío rudo y el anciano. Moría por saber de qué se trataba todo aquello de los pañuelos y el sello neutralizador. ¿Qué era lo que hacía que el señor Kim se tomara tantas molestias? ¿Por qué parecía enojado? La verdad es que por más vueltas que le había dado, no entendía una sola mierda.
Me saqué la aguja para deshacerme de la molesta botella, su líquido ya iba casi tocando el fondo, así que ya podía dar por finalizada su función.
Me retiré las vendas de ambas muñecas para ir a tomar un baño, luego volvería a ponerme unas nuevas del paquete que el doctor había dejado junto a los medicamentos. Cuando salí de la ducha me encontré con Jin-ssi dentro del espacioso baño, vaya susto que me di.
—Te traje un cepillo de dientes y tu shampoo —se excusó mostrando los objetos en cada mano—, por si no te gusta el olor del de Taehyung.
Mi piel y mi cabello seguían goteando, aun no me había molestado en alcanzar una toalla. Él se quedó mirándome de arriba hasta abajo, bueno, no tan abajo, sus ojos se quedaron fijos en la parte media de mi cuerpo desnudo.
—No hace falta, ya he usado éste dos veces y me gusta el olor a vainilla —aclaré con una sonrisa socarrona.
La mayoría de las veces, esa clase de sonrisa provocaba que la persona contraria se apenara en una situación como esa, pero ese castaño no parecía sentir vergüenza. Depositó los artículos sobre la repisa y se agachó para tomar el pijama que yo había usado y dejado tirado en el piso del baño, sin dejar de mirarme, en ese ínterin, el paquete que me había traído más temprano Eunwoo, se había deslizado por la tela y caído con un tenue sonido al piso. Jin-hyung se asustó y su sobresalto junto a su grito hizo del momento uno muy hilarante, no pude evitar reírme a todo pulmón.
—¿Dormiste con esto en tu bolsillo? —me miró de forma incrédula después de recoger el pequeño paquete—. Dejé algunas piezas de tu ropa encima de la cama, con el desastre en tu habitación se me dificultó un poco elegir un outfit decente, debía darme prisa.
Sin decir más nada, antes de salir del baño, tomó mi mano para depositar la envoltura de papel sobre la palma.
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Me encontraba en los pasillos desconocidos con el jodido cara de caballo siguiendo mis pasos. Él no me creía que en su ausencia Nayeon había entrado a la habitación.
—Estás jugando conmigo. Solo tardé unos minutos, soy humano, tengo derecho a ir al baño. Además, qué sentido tiene cuidarte mientras duermes como un príncipe cuando yo no he pegado un ojo en casi 48 horas.
Estornudé y descubrí que mi dolor de cabeza estaba regresando. Jung se quedó mirando el pañuelo amarillo con el que me limpiaba los mocos.
—¿Y-ya sabes qué significan esos trazos? —preguntó titubeante, bajando la voz y cambiando su actitud repentinamente.
—No tengo idea y si lo supiera no te lo diría.
Él rio brevemente con ironía.
—Debes estar feliz porque le están llamando la atención al señor Jeon, ¿verdad?
No respondí nada a eso. Pero si le llamaban la atención no estaba mal merecido.
Volteé para seguir caminando, no podía negar que estaba perdido, pero prefería dar un paseo sin sentido que preguntarle a Jung por el camino. En verdad tenía deseos de bajar a la cocina y ver a Jimin, comprobar que en verdad se encontraba bien, pero mi orgullo me lo impedía.
Encontré unas escaleras estrechas y decidí desviarme por allí.
—¿A dónde crees que vas? Esa área es prohibida y está vigilada —advirtió con la misma actitud de fastidiosa superioridad que lo caracteriza.
Hice oídos sordos y bajé rápidamente encontrándome de frente, a unos metros de distancia, la enorme pieza de la gárgola dorada al llegar a los pies de las escaleras.
Una sonrisa maliciosa se fue formando en mi rostro, mientras atentaba el bulto de papel en el bolsillo de mi pantalón.
—No tengo que darte explicaciones. Si está prohibida, es mi problema, ¿seguirás mis pasos hacia lo prohibido, Jung?
Su expresión bailaba entre la furia, la impotencia y el miedo. Eso provocó una sonrisa de satisfacción en mí. Él apretó sus puños y se marchó por el lado contrario sin responder a mi pregunta.
No perdí tiempo, empecé a recorrer aquel pasillo prohibido, pasé de largo la puerta del despacho donde antes se habían reunido el señor Kim y el tío Canas, pero primero miré por la misma pequeña rendija para descubrir que no había nadie allí.
Mientras seguía caminando en busca de ese lugar misterioso donde ya había estado, el camino se me hizo muy largo, recordé que la vez anterior había corrido antes de doblar a la izquierda y por eso me tomó menos tiempo llegar al lugar exacto. Saqué la envoltura que traía en mi bolsillo e iba retirando cada pieza de papel y guardándolas nuevamente en mis bolsillos hasta que la llave quedó visible en la palma de mi mano. Después de un largo recorrido, al fin llegué a una parte donde todo estaba un poco más oscuro y tanteé hasta encontrar aquel peldaño donde la vez anterior había trastabillado mi pie. Unos pasos más hacia la pared y me detuve frente a la estrecha puerta que resguardaba el lugar que aquella vez me sirvió como escondite.
«En esta ocasión sí tendría acceso a todas las habitaciones». Pensé apretando la llave en mi puño, mi curiosidad no podía esperar más.
La primera puerta que abrí no era más que un simple cuarto que no medía más de quince metros cuadrados, estaba un poco más iluminado que de costumbre y la luz cegadora provocaba un ligero dolor en mis ojos. Empujé la puerta con cuidado, recordando el pensamiento que tuve la vez anterior acerca de un Cerbero de tres cabezas custodiando algo valioso o vigilando la entrada al inframundo. Al principio, pensé que se trataba de una habitación vacía, pero en el centro yacía una mesa pequeña con un objeto sobre ella, una pieza extraña cubierta por una tapa alta de cristal.
Di un paso para entrar a aquella habitación, y en ese momento fue que realmente me percaté de que no estaba vacía, había alguien allí, un sujeto vestido de negro, tirado sobre un colchón improvisado en el piso, estaba profundamente dormido en una posición un poco incómoda, su boca abierta dejando salir leves ronquidos. Mi corazón se aceleró, pero ya no estaba tan asustado como antes, así que, me permití seguir adelante con todo el sigilo posible, no podía llegar hasta aquí e irme sin echar un vistazo al objeto.
Llegué hasta el mueble y cuidadosamente retiré la tapa para poder observar mejor la pieza, pues el cristal que la cubría estaba lleno de polvo que no permitía conseguir una real apreciación. Tuve que hacer un gran esfuerzo para reprimir un estornudo. Me dediqué a observar la inexplicable pieza. Parecía algún tipo de maqueta arquitectónica. La parte de abajo era una plataforma con seis lados planos formando una figura casi redonda, en pocas palabras, un hexágono, en cada lado de la plataforma seis dibujos que parecían arte original con diferentes figuras casi todas animales. Encima de la plataforma, un diseño de columnas con seis arcos, luego un segundo piso que eran tres chapas con diseño en el borde, que medía aproximadamente igual al grosor de un dedo y encima de éstas, seis placas doradas con figuras de arte en relieve enmarcadas debajo de seis relojes alrededor de cada figura, bueno, no todas las placas eran doradas, cuando rodee la mesa para observar cada una de ellas, me di cuenta que solo tres de ellas estaban relucientes como oro nuevo, las otras tres se veían más como metal oxidado. Encima de aquellas placas se posicionaba un fino plato con la misma forma hexagonal y por último una miniatura de la tapa de cristal la cual intenté remover, pero la misma estaba pegada como parte del diseño, me acerqué para observar por encima el mecanismo que hacía rotar unos aros que eran más grandes que mis manos dentro de la pequeña tapa de cristal.
Tik tok, tik tok, sonaba como un reloj antiguo, como un juguete de cuerda. Esta cosa debía ser el reloj del que tanto hablaban antes.
«Seguramente funciona con baterías». Pensé. «Pero, ¿qué diablos es y por qué es tan importante para mi tío o para el señor Kim?».
Volví a colocar la tapa empolvada aguantando la respiración para que no regresara el deseo de estornudar, las marcas de mis manos quedaron por toda la superficie, pero no me importaba menos. Salí de allí dispuesto a entrar en la siguiente puerta, regresando a la oscuridad del pasillo.
Caminé con cuidado hasta llegar al próximo destino, esperando que quien lo custodiaba también se encontrara dormido, sin embargo, fue mejor que eso, ya que allí no había nadie.
Estornudé un par de veces. Todo el lugar estaba lleno de polvo, mucho polvo y la iluminación seguía siendo tenue. Aun así, seguí avanzando hasta llegar a una estantería que se podía ver al fondo de la pequeña sala, pasé mis dedos haciendo un contacto suave con la empolvada superficie. Había títulos escritos a mano en los bordes de las pequeñas cajitas que estaban archivadas en perfectas filas, no entendí el orden, pero sus títulos me generaban curiosidad, aunque no tanta como lo que pareció un viejo aparato reproductor, esos que llegué a ver hace tiempo cuando yo era muy pequeño, me recordaba a mis padres, aquellos tiempos en los que aún éramos una feliz familia de cuatro.
Las puntas de mis dedos ya estaban sucias cuando toqué el segundo objeto que se apropió de mi atención, un aparato que era de color plateado, reluciente, al menos en la parte donde yo había retirado un poco del polvo. Fascinado, rápidamente empecé a desempolvar con mis manos el resto de la parte frontal de dicho artefacto, admirando el modelo. No era tan antiguo como creí, tenía reproductor de casets, pero también de CD.
—Aún funciona —fue inevitable dar un respingo, no esperaba que nadie me estuviera siguiendo y mi alma casi sale de mi cuerpo cuando escuché esa voz—, soy el único que lo utiliza, pero hace tiempo que no vengo a esta sala. Es una vieja adquisición, y es de muy buena calidad, a pesar del tiempo aún sigue funcionando.
Mi cuerpo se quedó inmóvil, congelado. Con cada paso que él daba más cerca sentía venir el regaño, la amenaza probablemente de muerte, pues el hombre que daba su total consentimiento para que su amo diera la orden de matar a su propio hijo, no tendría misericordia conmigo por haberle desobedecido.
Cerré los ojos, los apreté esperando la reprimenda que nunca llegó. Segundos más tarde escuché que sus pasos se detuvieron muy cerca. Abrí mi ojo derecho y no encontré al tío canas a mi lado como pensé, decidí tener mis dos ojos bien abiertos antes de moverme. Me giré y lo encontré dándome la espalda recorriendo con uno de sus dedos el trazo del pequeño camino que yo había dejado momentos antes sobre la superficie del estante lleno de archivos de... ¿son casets?
El tío canas tomó una de las cajitas y luego caminó con calma hacia el viejo estéreo, el aparato lucía como nuevo, como si nunca hubiera pasado el tiempo, su estado era perfectamente el de un artículo recién fabricado. Vi al viejo acuclillarse tan ligero como un hombre joven para conectar el aparato al dispensador de la corriente eléctrica y luego estar nuevamente de pie sin ningún esfuerzo aparente. Tomó la cajita y sacó su contenido mirándolo con cierto brillo en su mirada, haciendo un contacto visual con el objeto casi como si le fuera a hablar, su expresión decía tanto y a la vez no se entendía nada, era una situación bastante difícil de descifrar y que generaba cierta curiosidad en mí.
—Ven, hijo, te contaré una historia real, pero muy fantástica que pasó hace mucho, mucho tiempo.
Eso me dejó un poco más confundido. Seguramente me contaría una historia con un trasfondo terrorífico para asustarme y luego me amenazaría con matarme por haber pasado los límites.
—Lo que me va a contar... ¿es real o es fantástico? —solo pregunté para aligerar mis nervios. No tenía el valor de hacer la pregunta que rondaba en mi cabeza «¿Van a torturarme o a matarme por entrar sin permiso a esta sala secreta?».
—Es ambas —por un momento pasó por mi mente la inverosímil idea de que el viejo podía escuchar mis pensamientos—, porque es tan real como fantástico —me aclaró con voz serena.
¿Había dicho que estaba confundido? Sí, lo estaba, pero también estaba aliviado de no recibir un regaño y prefería escuchar lo que sea que el tío canas tenía que contar. Al menos para él parecía algo interesante e importante. Aunque verlo tan calmado y casi luciendo entusiasmado, era motivo de terror para mí. Pero sin importar el terror que el tío Jeon causaba en mí, muy en lo profundo de mi ser continuaba emergiendo esa curiosidad por saber más sobre el dueño de esa enorme casa y algo me decía que ese salón guardaba muchos de sus temibles secretos. Deseé con ahínco que esa historia que estaba próximo a escuchar tuviera que ver con él.
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El reloj milenario es un extraordinario ingenio de 63 cm de altura y 38 Kg, capaz de funcionar un año en continuo, creado por Hisashige Tanaka, el "Edison japonés" del siglo XIX. El primer emperador tecnológico de Japón.
Crédito: Toshiba Science Museum.
Crédito: Toshiba Science Museum.
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