Capítulo 16
Capítulo 16
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EL CHAMÁN
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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱
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Todo se había quedado en silencio desde que el viejo había cerrado la puerta, salvo por mi propia respiración y el crepitar del fuego de una rara chimenea improvisada que, más bien, parecía un gran caldero. Las gotas de sudor resbalaban por todo mi cuerpo, partiendo desde la cabeza, recorriendo mi torso desnudo hasta morir en la tela de mi pantalón de mezclilla.
—No sé quién es más problemático, si tú o tu hermana. Esa chiquilla es tan difícil de mantener a raya.
«Y ahora que el tío Canas no está, el tipo ha recobrado su actitud de cabrón».
Yo no respondí, me sobraban las ganas de mandarlo a la mierda, sabía que si lo hacía no se callaría nunca. Su voz era el doble de molesta por causa del dolor agudo en mis sienes, así que, mejor pretendí no hacerle caso, aunque no me sorprendía en lo absoluto que él solo buscara provocarme. Mi mente estaba más ocupada en pensar qué le estaría pasando a Jimin en esos momentos. Si le pasaba algo malo por mi culpa, no me lo perdonaría, ni en mi siguiente vida.
Mi cuerpo estaba reaccionando mal, unos temblores me recorrían de vez en cuando y a pesar de los sudores que brotaban a borbotones, empezaba a sentir frío en mi torso desnudo. El calambre en mis brazos se hacía menos punzante, sin embargo, poco a poco se iban adormeciendo y mis dedos, tanto de los pies como de las manos, se iban enfriando.
—¡Aiiiiish! Casi me vuelvo loco por culpa del señor Kim, desde ayer solo se la ha pasado preguntando por ti. Min me dijo que durante el tour en la nave industrial hasta preguntó si podíamos esperarte para que el guía te incluyera en el grupo de él y tu hermana. Si no hubiese sido por tanta insistencia de su parte, y porque obviamente eres un idiota, esto no estaría pasando. Empezaron a buscarte como locos para llevarte ante él. Si tan solo no tuvieras esa actitud tan pedante, si tan solo...
Una risa sarcástica salió de la garganta de Jung. Yo solo apreté mis párpados con fuerza, nunca había tenido un dolor de cabeza tan terrible. El sonido más simple hacía palpitar dolorosamente mis sienes.
—¿Sabes qué más me dijo Min? —preguntó con burla—. Hubieras visto cómo se puso el viejo cuando uno de los nuestros le informó que había encontrado a Eunwoo solo y más allá del páramo estabas tú, a solas con otro hombre, acariciándolo y haciéndole quien sabe qué cosas.
Mis párpados ya no soportaban más, yo prefería quedar dormido con gusto, pero el parloteo de Jung no iba a parar, además, sé que lo hacía para que yo reaccionara con molestia y me sintiera culpable por las consecuencias que pudiera estar pagando Jimin, solo por mi insensatez.
—La noticia de que te habían encontrado nunca llegó a oídos del señor Kim. Él tiene una idea errada de que te has escapado de Full Moon. Yo tenía prohibido informarle, mientras estuviera a su lado, pero si hubiera podido, lo habría hecho con tal de que parara. Se me hacía difícil ver al señor atormentado por alguien que no merece ni un solo ápice de su atención.
«¿Le pueden ocultar información a su amo por orden de mi tío? Entonces, ¿En qué convierte eso al viejo? ¿En el verdadero amo?».
«¿Cómo carajos el señor Kim llegó a esa conclusión? Es cierto que intentaría escaparme. Pero el único que lo sabía era Namjoon-hyung, y apenas se lo acababa de decir a Jimin».
—Eran las cuatro de la madrugada cuando me envió por Min. No durmió porque notó que yo sabía algo que no le quería decir. Como comprenderás, yo tampoco he podido dormir y eso te lo debo a ti.
A esa conclusión era a la que él quería llegar. ¿Por mi culpa no ha podido dormir?, ese dato no podía importarme menos. Esta vez sí reaccioné, pero no por el motivo que Jung buscaba, incesante. Traté de levantar la cabeza, pero ya no podía encontrar mis fuerzas ni para eso. El corazón me empezó a latir a mil por minuto y mis pensamientos iban a dos mil.
«¿Kim no durmió porque creyó que yo había escapado?».
—Quizá está tratando de sacarle la información a Min, seguramente para eso le mandó a buscar—continuó Jung—. Si él tan solo supiera que un idiota como tú no se merece su preocupación. Lo más triste es que es imposible que Min le de algún detalle, aunque lo intente duramente, como lo hizo conmigo.
«¿Está preocupado... por mí?».
—Y no digo que sea triste por ti, si no por el señor Kim —aclaró antes de soltar una escandalosa risa de burla que me hizo sentir que alguien taladraba mi adolorida cabeza.
De repente la puerta se abrió bruscamente y, como si fuera posible, el retumbar del hierro al chocar contra la pared me provocó un latente y punzante aumento del dolor de cabeza. Todo en mi rostro debió convertirse en una sola mueca, incluso hasta mi cuerpo se retorció dentro de lo posible.
Que haya abierto la puerta con tanta fuerza, significa que el viejo había regresado monumentalmente furioso.
—¡Por todas las deidades!
«¡No es tío Canas!».
Era su voz... lo era, o de otro modo yo ya estaba delirando. Ya no soportaba el dolor de cabeza, era terrible.
No escuché sus pasos, pero cuando vi su angelical e inmaculada figura aparecer frente a mí, eso era lo de menos, podría jurar que por un momento me olvidé de cualquier síntoma y de todas mis dolencias en general. Su expresión preocupada era un poema triste y conmovedor, tan sublime como poderoso, capaz de deshacer cualquier distancia, cualquier barrera. Quien lo mirara en ese instante, pensaría que podría romper a llorar en cualquier momento. Me hizo sentir que mi situación y mi dolor le atormentaban y compungían tanto como a mí mismo. Su respiración, ralentizada al principio, de repente se aceleró, haciendo que su pecho subiera y bajara mientras sus ojos amarillos y conmocionados recorrían cada centímetro de mi cuerpo casi inerte.
El cara de gato apareció detrás de él. Su expresión neutra, como siempre, solo que esta vez se veía más pálido y con menos convicción para intimidar que de costumbre.
—Te equivocaste con Min, Jung —mi voz salió ronca y a medias por mi seca y adolorida garganta, una ligera tos le siguió a mis quebradas palabras.
Jung me brindó una mirada medio asustada, medio retadora, luego dirigió sus orbes hacia la espalda de Min, arrugando el entrecejo. Hubiese dado lo que fuera por poder reírme en su cara, pero apenas el aire me alcanzaba para dejar salir esas pocas palabras.
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El señor Kim se giró hacia Min y lo agarró apretando sus puños sobre la tela del frente de su traje.
—Malditos, ¿por qué demonios lo golpearon así? —escucharlo gritar y maldecir, aparte de alterar mi dolor de cabeza, provocó muchas sensaciones en mí, mi corazón parecía caballo de fuerza de un motor—, ¿por qué lo tienen colgado como un criminal? ¡Solo es un crio, por un carajo!
Quise refutar porque no estaba de acuerdo con aquel último comentario, jamás dejaría de molestarme su intento de persuasión de que debían tratarme como a un niño, yo soy un hombre hecho y derecho. Pero no dije nada porque oírlo maldecir solo por mí me calentó la sangre de la forma más ardiente y también porque en ese preciso instante Min carraspeó un par de veces cuando al fin fue liberado por las manos del señor Kim y miró hacia Jung poniendo una expresión culpable.
—¿Jimin? —había susurrado tan bajito el señor Kim, ladeando la cabeza mientras observaba a Min, escudriñando en lo profundo de sus pequeños orbes.
La pregunta debió ser para sí mismo porque apenas fue un ligero murmullo, si no fuera porque leí sus labios, la pronunciación de ese nombre habría pasado desapercibida.
—Jung, ayúdame a bajarlo —esta vez un atisbo de nervios se coló en la voz de Min—. Debes sostenerlo, yo bajaré las cadenas.
Los dos compañeros se movilizaron, uno vino hasta mí y el otro fue hasta el final de la mesa larga, donde yacía una palanca, la bajó de a poco, usando mucho de su fuerza para poder controlar el ritmo, su intensión debía ser que mi caída fuera lenta. Cuando mis pies descalzos al fin tocaron el piso, Jung me sostuvo porque yo no podía mantener el equilibrio debido a los calambres. Min vino hacia nosotros sosteniendo una llave en la punta de sus dedos, con ella abrió el cerrojo de la incómoda pulsera, liberando mis lastimadas muñecas.
—Esto no está bien. Llama al doctor Um, no se ve nada bien —el señor Kim se acercó un poco más negando con la cabeza. Sostuvo una de mis manos mientras Jung se encargaba de recostarme sobre el piso—. ¡Está muy frio y temblando!
Ese momento para mí fue irónico, esperaba sentir un tacto frío cuando él me tocó, sin embargo, la tibieza de sus manos era reconfortante y adormecedora como esa mirada que me dedicaba solo a mí. Se acomodó hasta quedar arrodillado cerca de mi costado. Una lágrima se deslizó por su mejilla y vi que la limpió con rapidez.
«Está llorando, ¿por mí?».
No, no podía ser por mí... con toda seguridad debía estar preocupado y pensando en cómo explicar la situación a Nayeon si algo malo me pasaba.
—Le agradezco la intervención —tomé un poco de aire mientras trataba de sonreírle, aunque la tos que precedió después de hablar no me dejó, me escuché a mí mismo con una voz desconocida y un poco afónica. Él no soltaba mi mano—, ya me había despedido de este mundo cruel, estaba más que seguro que iba a ser mi fin —traté de bromear y sonreír, cuando en realidad mis palabras eran ciertas.
El tragar saliva también dolía un poco. Mi garganta estaba muy seca.
Él puso un dedo tibio, suave y cuidadoso sobre mis labios, lastimando solo un poco. Estoy seguro de que yo sería capaz de soportar múltiples castigos como éste con tal de sentir su tacto, su cercanía. Por algo dicen que solo entiendes a otros solo cuando estás en sus zapatos, y así voy comprendiendo las ya no tan absurdas razones de los que son masoquistas.
—Por favor, no hables, no debes hacer ningún tipo de esfuerzo —su cálida mano no soltaba la mía y su otra mano fue a parar en mi cabeza, pasándola reiteradas veces con cariño sobre mi cabello—. El médico te atenderá y te pondrás bien.
Él no lo sabía, pero su mirada cristalina y su sonrisa triste de labios sellados eran más reconfortantes que cualquier medicina.
—La silla de ruedas ya viene en camino, señor —escuché la voz de Min desde el ángulo de la puerta que permanecía abierta.
Jung trató de cargarme, pero por más que quiso pasar por fuerte, no logró sostenerme en sus brazos más allá del mueble de cuero donde me depositó, o mejor dicho, tiró. Yo traté de no quejarme porque todo mi cuerpo había resentido la tortuosa mudanza.
El señor Kim observaba todo alrededor, cuando llegó un sujeto con la bendita silla de ruedas, él se acercó al caldero que pretendía ser una improvisada chimenea y tomó una pequeña barra que tenía un mango de color rojo, el artefacto fue sacado del fuego, elevado al aire y, por el efecto del calor que lo había abrazado posiblemente por horas, lucía como una bombilla, la punta redonda y plana brillaba como brasa encendida, era el resultado después que el hierro llevara mucho tiempo sometido al fuego.
Yo ya había sido trasladado desde el mueble de cuero hasta la silla de ruedas, con Jung detrás, tomando ambos mangos situados en el borde superior del respaldo de asiento, los mismos que servían para empujar e impulsar la silla especial hacia delante, listo para recibir la orden del señor Kim.
—A mi habitación —Jung no necesitó más que esas palabras para emprender el camino fuera de aquella horrible sala a la que yo nunca quisiera volver a visitar.
Me sentí mareado por la velocidad, Jung iba literalmente corriendo. Mis párpados ya no aguantaron para ver todo el recorrido, lentamente todo volvió a ponerse negro.
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Mis parpados pesados se abrieron con lentitud extraordinaria, mi vista fue acostumbrándose de a poco a la falta de claridad, por un instante pasó por mi mente haber despertado en otra pesadilla, pero pronto me percaté de que el lugar donde desperté distaba mucho de ser una cámara para torturas. Mi cuerpo reposaba a todas sus anchas en una comodísima y amplia cama, yo no llevaba más que ropa interior, todo mi cuerpo estaba cubierto por suaves sabanas de satén de un color muy claro.
Miré perezosamente alrededor de la oscura habitación.
El señor Kim se encontraba sentado en un elegante mueble, cerca de la cama, su cama. Ahora que lo recordaba, estaba en su habitación, esa había sido su orden. Estaba ocupando su lujoso y confortable colchón, desnudo y él estaba ahí, sentado como si nada, concentrado en observar minuciosamente la forma de aquel hierro de mango rojo que aún conservaba entre sus manos, mientras mi corazón se disparaba y la sangre me bombeaba con frenesí en todas las partes del cuerpo.
«¿Sigues dejando que te afecte de esa manera? Es solo alguien que te gusta y que de ninguna manera puedes tener, por lo demás, solo es una persona común y corriente».
«¡Ay!, ¡¿A quién engaño con eso?! ¡A la mierda todo!, él, ni es común, ni es corriente, tampoco es alguien cualquiera, es la persona que te flechó hace diez años, el ángel que aparece en tus sueños tranquilos y felices».
Lo vi hacer una pequeña mueca de asombro antes de que una leve sonrisa apareciera en sus labios sellados. Algo que no sé explicar se movió con fuerza dentro de mí.
«Cualquiera puede encajar contigo físicamente, pero no cualquiera puede lograr que vibre tu alma como lo hace él».
«No, tranquilo, Jeon, es heterosexual y es el prometido de Kakita, sobre todas las cosas, no debes olvidarlo».
No me atrevía a moverme, por si necesitaba fingirme dormido, eran muchas las emociones que me estaban invadiendo y no estaba seguro de saber cómo manejarlas. Sí, hacer de cuenta que seguía dormido era una salida momentánea, pero servía para evitar que me dejara llevar por aquella fuerza que crecía y podía hacerse más grande que yo.
—Lo he escuchado expresarse de esa manera en menudas ocasiones, pero me consta que por más radical que lo hagan parecer sus palabras no dice lo que dice con esa convicción que lo pregona —cerré mis ojos y traté de respirar profundo para ser más convincente, ¿estaba hablando conmigo o había alguien más en la habitación?—. No te voy a negar que es un hombre cabal. Por fuera se hace mostrar como un individuo sin sentimientos, más en realidad, posiblemente, es la persona que más sufre de apegamientos de las tantas que he conocido. No es el ser más cariñoso, lo sé, pero también sé que ama a su familia y haría todo lo que esté a su alcance para protegerla y disciplinarla.
Entreabrí uno de mis ojos y vi que aún continuaba observando el hierro mientras hablaba. Su voz era hermosa, grave, profunda, arrolladora, pero, al mismo tiempo, tan suave como para acariciar el alma. Podría escucharla por el resto de mi vida, aunque fuera a costa de sentirme enfermo y adolorido.
—Esa noche en la que llegamos a Full Moon, cuando dijo que su hijo merece morir, solo lo tomé como una simple expresión de un padre que se siente decepcionado. Él es muy radical, aun así, al final, sabe que yo no le haría daño a Minho y por eso se atrevió a pedirme que yo mismo me encargara de él. Por eso se atrevió a pedirme cosas semejantes.
«Entonces es cierto, Minho-hyung es el hijo del tío Canas».
«¿Él sabrá que tío lo tiene prisionero en esta misma casa?».
«Si lo averiguo ahora, ¿las consecuencias serían negativas o positivas para Minho-hyung?».
De repente se puso de pie, dejó el artefacto sobre la repisa que se encontraba junto a la butaca y metió sus manos dentro de los bolsillos delanteros de sus pantalones deportivos. Dio algunas vueltas sobre sus pasos y luego paró, parecía estar resolviendo internamente algún dilema o conflicto.
—Así pensaba que eran las cosas, hasta hace poco.
Caminó hacia el lado contrario de la habitación sin dejarme escuchar sus pasos.
—Llamaré al doctor para que te revise ahora que has despertado. No pretendas estar dormido con él porque pensará que es cierto, ya que, de hecho, actúas muy bien.
El doctor se quería marchar después de comprobar que mi temperatura había bajado. me diagnosticó deshidratación y un posible cuadro viral o resfriado por haberme quedado tiempo bajo la lluvia de ayer, recomendándome una buena ducha y tomar mucho líquido. Sí, los supuestos moretones que el señor Kim creyó notar en todo mi cuerpo solo se trataban del barro seco y suciedad que adquirí luego de mi estúpida pelea con Jung bajo la lluvia. Las únicas heridas reales eran las de las muñecas y mi labio partido, que a mi entender se podían considerar un poco superficiales.
El señor Kim hizo que el doctor esperara a que yo tomara un baño, explícitamente con agua fría, también que me pusiera uno de sus pijamas para que luego éste me curara y vendara por segunda vez las muñecas, dejara canalizado para recibiera por lo menos una botella de suero hidratante y medicamentos para el dolor y la fiebre.
Esto significaba que me quedaría en la habitación del señor y ocupando su cama durante muchas horas más.
Por un momento pensé que el doctor había puesto algún sedante o cualquier otro somnífero porque empecé a tener sueño, mucho sueño.
El señor Kim dejó reposar su peso en la orilla de la cama cuando se sentó a mi lado, en su mano traía un pañuelo amarillo con rojo y lo puso frente a mi rostro.
—Estaba en un bolsillo de tu pantalón, ¿sabes qué es?
Yo negué con la cabeza y traté de decir que no era mío, pero ni yo mismo entendí mis palabras, que más bien salieron como un balbuceo. Todo se iba poniendo borroso a pesar de que yo quería quedarme despierto un poquito más, quería seguir soñando despierto solo poco más.
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Volví a despertar a causa de una voz y me reproché a mí mismo el haberme quedado dormido de verdad. Busqué rápidamente al señor Kim con la mirada, pero esta vez aquella butaca que él ocupaba antes se encontraba vacía. Continué escuchando voces que no se dejaban entender con toda claridad, me senté sobre el borde del colchón y busqué al señor Kim por todo el rededor de la enorme habitación. No estaba.
Saqué mis pies de la cama para ponerme de pie, descolgando la botella del suero y tomándola entre mis manos me moví sigilosamente hacia las puertas corredizas de la habitación. Detrás de aquellas puertas se escuchó su voz, fuerte y clara, aunque más fuerte de lo que nunca la imaginé escuchar alguna vez.
—¡Dígame ¿Qué es esto?!
Yo traté de abrir solo un poco la puerta moviéndola lentamente hasta que quedara un pequeño espacio que me permitiera espiar.
Había varias personas, no podía contar cuantas, en lo que parecía ser la antesala de la habitación.
Vi que el señor Kim tomó el hierro de mango rojo que tanto le había causado interés y lo lanzó al piso. El sonido del choque del metal contra el porcelanato resonó en toda la habitación, cayendo a los pies de un anciano que llevaba ropas y accesorios extravagantes.
Jung se agachó para recogerlo y entregárselo al envejeciente. Las manos arrugadas dieron vuelta al artefacto y frunció las cejas en concentración.
—Esto, si no me equivoco, es un sello con los trazos al revés —su hablar era lento y su voz sonaba gastada por el tiempo.
—Eso hasta yo lo puedo deducir —lo cortó el señor Kim—. La pregunta es: ¿Qué clase de sello? —inquirió con apremio. Algo más que el tono de su voz me dictaba que estaba muy molesto.
El viejo se quedó mirando el artefacto una vez más luego entregó una breve mirada al tío Canas, quien pasaba la suya alternándola desde el artefacto hasta el señor Kim.
—Me temo que como está al revés, no sabría decirle con exactitud —alegó el envejeciente, recibiendo una mirada llena de recelo por parte del interrogador.
—Jung, por favor, ve a mi estudio y busca un bote de pintura, una brocha grande y un trozo de tela.
El mencionado se acercó a la puerta para salir de la habitación, pero detuvo sus pasos antes de abandonarla completamente.
—¿De qué color, señor Kim?
Taehyung hizo un ademán de exasperación y revoleó los ojos. Yo reí internamente al ver esa esa expresión tan humanamente normal en él.
—¡No importa, Jung!
El nombrado salió corriendo a toda prisa, el sonido del eco de sus pasos fue disminuyendo poco a poco y el señor Kim se acercó a una pequeña repisa. Abrió la gaveta con suma lentitud y sacó aquel pequeño pañuelo de tela amarilla con rojo, cuando lo abrió a todo lo ancho y largo frente a su pecho para que todos pudieran apreciarlo, me percaté de que era cuadrado y no era más grande que una tarjeta de invitación, tampoco era amarillo con rojo, sino que, solo amarillo con trazos antiguos hechos con una tinta roja.
—¿Para qué sirve este sello, *Chamán?
Los labios del anciano se curvaron de una forma extraña y se volvieron temblorosos, sus ojos dejaron de mirar el pañuelo y se posaron una vez más en los del tío Canas que se encontraba de pie a unos pasos de su lado.
—No tienes que pedirle permiso a Jeon, Chamán. Aunque obviamente me tome más tiempo, puedo encontrar a alguien más que me lo explique, tómalo como una oportunidad.
El anciano dejó caer el artefacto de hierro, se fue encogiendo poco a poco hasta quedar postrado, de rodillas con sus manos arrugadas tocando el piso.
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*Chamán nombre masculino. Hombre que en algunas culturas hace predicciones, invoca a los espíritus y ejerce prácticas curativas utilizando poderes ocultos y productos naturales; también suele aconsejar y orientar a las personas que acuden a consultarle.
El chamán es la persona que ejerce y/o práctica los rituales del **Chamanismo.
En el chamanismo, al chamán se le da la capacidad de modificar la realidad o la percepción colectiva de esta según su religión y responden a una especie de lógica causal. Esto se puede expresar finalmente, por ejemplo, en la facultad de curar, de comunicarse con los espíritus y ancestros, y de presentar habilidades visionarias y adivinatorias. Es el término usado para indicar a este tipo de persona, presente principalmente en las sociedades cazadoras y recolectoras de Asia, África, América y Oceanía y también en culturas prehistóricas de Europa. En algunas culturas se cree también que el chamán puede indicar en qué lugar se encuentra la caza e incluso alterar los factores climáticos.
El término proviene del sustantivo en lenguas tungúsicas (de Siberia) shamán ('el que sabe'), y este del verbo shahia ('saber').
Por lo tanto, en el muísmo, el chamán es el encargado de poner en comunicación dos mundos, el cielo y la tierra. Por lo tanto, el chamán hace de intermediario entre los espíritus, los dioses y los seres humanos.
**El chamanismo coreano, también conocido como Muísmo de la palabra Mugyo (en hangul, 무교) (en coreano: 'la religión de los chamanes'), o Sinismo de la palabra Singyo (en hangul, Singyo; en hanja, 神) (en coreano: 'religión de los dioses'), es la religión tradicional de Corea y los coreanos. Tiene aproximadamente de 5 a 15 millones de seguidores.
En la lengua coreana contemporánea, el sacerdote-chamán mu (en hangul, 무; en hanja, 巫) es conocido como mudang (en hangul, 무당; en hanja, 巫堂) si es mujer o baksu si es hombre, aunque también se utilizan otros nombres. El término mu (chamán) es sinónimo del término chino wu, que define tanto a sacerdotes como sacerdotisas. El rol del mudang es actuar como intermediario entre el mundo de los espíritus o dioses, y el plano humano, a través de gut (rituales) buscando resolver problemas en los patrones de desarrollo de la vida humana.
Cuando alguien pregunta a un coreano sobre los orígenes de la nación coreana, este responderá seguramente con el mito de Dangun, personaje considerado el padre del pueblo coreano. Existe una estrecha relación entre el chamanismo y la cultura coreana, tanto como que historias mitológicas como el mito de Dangun están teñidas por todos lados con ideas del chamanismo. Muchos elementos del chamanismo todavía influyen en el modo de vida y de pensar de los coreanos, y muchos expertos afirman que se trata de una de las fuerzas más dinámicas de la cultura coreana, e incluso han llegado a definirla como la religión autóctona de Corea.
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Bueno, eso es todo, por que si me llevo del gusto escribo un documental del chamanismo.
Hasta aquí mi reporte, Joaquín.
Les quiero, mucho, mucho.
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