Capítulo 15
Capítulo 15
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DESPERTAR EN UNA PESADILLA
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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱
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Jimin y yo nos habíamos sentado en la alfombra natural de hierba después de un rato. Las sensaciones me invadían en el pecho, haciendo que todo lo vivido en las últimas semanas, pareciendo tan lejano.
Sintiendo el viento jugueteando y arremolinándose, meciendo las ramas de aquel árbol que nos regalaba un poco de sombra. Con el paso de los minutos, terminamos acostados sobre nuestras espaldas con el sol haciéndose más débil detrás de las cargadas nubes, estaba por llover, pero de alguna manera, sentía que hacía calor, uno que me recordaba la calidez que siempre se ha generado al estar junto a mi viejo amigo.
Él continuó contándome cosas sobre full Moon, mientras yo le acariciaba las mejillas y me debatía mentalmente en confesarle que el otro sobrino del señor mandón, como él llamaba a mi tío, era yo y también mencionarle acerca de mi plan de escape, en el que, obviamente, debía incluirlo a él. Así debía ser, porque, si me iba de Full Moon sin él, ¿qué sentido iba a tener mi vida? Sin Jimin, estaría completamente solo allá afuera, no habría rumbo a seguir para mí, todo carecería de sentido; necesitaría estar dispuesto a empezar de cero, si me iba dejando a todas las personas que más me importan atrás.
—Jimin —llamé su nombre despreocupadamente para capturar su atención.
—¿Hm? —paró su parloteo y me respondió confundido al verse interrumpido.
—Pienso escaparme de aquí y quiero que vengas conmigo —anuncié resuelto, hablando como si fuera un cambio de tema insignificante.
Nada más escuchar esas palabras y el rubio se sentó para cruzarse de brazos. Acercó su rostro con mirada recriminatoria hacia el mío, escudriñando atentamente.
—Es una broma, ¿verdad? —una de sus cejas elevándose hasta más no poder sin un atisbo de simpatía en sus facciones.
De forma repentina miró hacia el frente, cambiando su expresión, sacándome de mis pensamientos. Yo hice lo mismo, me senté con las piernas cruzadas y me quedé mirando la connotación impresionada de su rostro.
—¡Jung Hoseok! —soltó ese nombre bajito, como un suspiro, mirando a lo lejos detrás de mí.
Terminé buscando una posición más cómoda para poder voltear a ver y cuando giré mi cabeza para mirar por sobre mi hombro, pude darme cuenta de a qué se debía la repentina reacción de Jimin, era el jodido cara de caballo que corría veloz hacia nosotros.
Pequeñas gotitas de lluvia empezaban a caer esparcidas. El olor a hierba y tierra mojada no se hizo esperar, hubiera sido una sensación muy agradable si no fuera por la interrupción no deseada de aquel castaño fastidioso.
Jung llegó con la respiración pesada, le vi agarrar aire antes de hablar. Detrás de él, observé a los lejos a Eunwoo que, con pasos apresurados y torpes y tanteando con su bastón, trataba en vano de alcanzarnos, tropezando cada dos por tres, cayendo un par de veces, pero volviéndose a levantar.
—Jimin-ssi, pensé que te habías ido. Pero gracias al cielo que decidí venir aquí primero. Debes irte, ahora.
No bien escuchar eso cuando ya Jimin se encontraba corriendo hacia el encuentro de Eunwoo.
—¡No hacia allá! —lo apremió Hoseok provocando que Jimin se detuviera bruscamente y nos viera por sobre su hombro—, debes irte por aquí—agregó señalando con su pulgar hacia el norte.
Yo seguí totalmente confundido y paralizado.
Jimin suspiró y se apresuró a correr hacia el lado contrario.
Pero cuando pasó por mi lado me eché a correr junto a él.
—¿Por qué corremos? —pregunté, esperando que se tratara de algún tipo de juego.
—¿Por qué corremos hacia el mismo lado? —su voz no se escuchaba con suavidad, tal vez por la prisa que llevaba. Su, pregunta y la forma en que fruncía el entrecejo, tenían un dejo de reproche.
Sentí a Hoseok detrás de nosotros.
—¡Espere, joven Jeon¡
Jimin y yo disminuimos la velocidad y luego paramos para escuchar al cara de caballo.
—¿Por qué se supone que estamos corriendo? —quise saber de una vez.
—El señor Jeon... lo está buscando... a usted —me informó con la respiración entrecortada, entregándome una mala mirada para luego mirar a Jimin —¡sal de aquí, ahora!
No me gustó la forma dominante con la que le daba esa orden a Jimin. Así que antes de que mi amigo se apartara lo sostuve por la muñeca, Jimin trataba de zafarse de mi agarre cuando el cara de caballo puso su mano sobre la mía usando sus largos dedos con fuerza para abrir los míos.
De repente nos encontramos haciendo una danza de suelta y agarra, tira y empuja, porque yo soltaba a Jimin por una parte luego de envolver mi otra mano en alguna otra, no iba a dejarlo ir. Ver a Jimin como un cachorrito obedeciendo las órdenes de ese tipo, me encrespó el humor.
Pero yo no era el único que estaba perdiendo la paciencia, él ya iba más en serio que yo. Me agarró por la parte delantera de la camiseta, estrujándola sin miramientos. Me sacudió y me tironeó antes de escupir palabras amenazantes frente a mi cara.
—¿Quieres morir? —masculló apretando la mandíbula. Su entrecejo denotando todo su enojo hacia mí.
Yo me reí con ironía en su cara volviendo a mi seriedad rápidamente y, con mucha brusquedad, quitando su mano de mi ropa.
—Yo iba a preguntar justo lo mismo —respondí con la mandíbula apretada.
Una vez que estuvo a la distancia necesaria, no lo pensé, le estampé un puñetazo en la cara, esta vez atinando en su pómulo izquierdo. Él soltó un grito ahogado de dolor y retrocedió por el impacto, encorvando la espalda y tocando el lado afectado de su rostro con ambas manos. Se recuperó rápidamente cambiando su mirada de asombro y desconcierto por otra expresión más neutra. Se quedó justo donde estaba entregándome una mirada de odio y furia contenida.
—Jimin-ssi, vete —ordenó, gruñendo bajito una vez más, pero con un tono imperativo, sin dejar de mirarme mientras se enderezaba por completo.
—¡No! —alcé la voz y señalé a un Jimin tembloroso, asustado y confundido.
Para ese momento, Eunwoo en su afán de alcanzarnos ya estaba a unos doscientos metros de distancia y la lluvia arreciaba poco a poco.
Hoseok no dudó en echarse encima de mí, caímos tumbados en la hierba mojada con él a mis espaldas y pegado a mi cuerpo, echando una llave a mis piernas con las suyas e intentando hacer lo mismo con los brazos, pero yo me zafé fácilmente de su estúpida táctica de pelea. Debía considerarme un rival indigno porque en medio de nuestro forcejeo, insistía en ordenarle a Jimin para que éste se fuera. El asunto se volvía más que personal. Arremetí impulsándome con fuerza haciendo que ambos giráramos un par de veces sobre la húmeda grama, cuando logré liberar totalmente mis piernas de su bloqueo, me las arreglé para maniobrar hasta ser yo el que quedó detrás de él, por último, siendo él el que se encontraba aprisionado por mí.
Pasaron unos buenos segundos en una especie de competencia, Jimin intentaba huir de la escena otras tantas veces más, pero yo me las arreglaba para detenerlo.
—Quién sea, será mejor que lo deje ir —susurraba Eunwwo, quien ya había llegado hasta nosotros— o será demasiado tarde.
¿Por qué carajos estaba susurrando?
Yo me negaba a escuchar, a entender. No me pasó por la mente que pudiera existir una buena razón para dejar ir a Jimin. Seguía aprisionando con fuerza al cara de caballo, manteniéndolo inmóvil a pesar de sus esfuerzos por zafarse.
—¡Por favor, deténganse! —el lloriqueo bajito de Jimin, me hizo voltear a observarle por unos segundos. Se debatía entre la decisión de quedarse y la de intentar huir.
Eunwoo hacía un lento trote impaciente sobre la hierba. Al igual que Jimin, estaba asustado.
«¿Tan peligroso es meterse con el cara de caballo? ¡Pero si soy yo quien lo tiene dominado!».
Escuché el sonido de aplausos desde una distancia considerable, no muy lejos de nosotros. Miré hacia Jimin, pero no era él quien aplaudía. Su rostro palidecido y sus ojos agrandados dictaban que estaba muy asustado, aterrado. Yo estaba a punto de voltear a ver hacia donde estaba mirando Jimin, pero antes...
—¡Suficiente! —la voz que arrastraba cada sílaba enfrió toda mi espalda, mucho más que la lluvia, hasta hacerme sacudir levemente en un escalofrío que me hizo estremecer.
El cuerpo empapado del cara de caballo se tensó por completo y abandonó todo signo de lucha. Yo lo fui liberando despacio, como un acto inconsciente. El batir de mi frenético corazón empezó a retumbar en el interior de mis oídos.
—¡Bien hecho, señor Jung! —le felicitó Min, el cara de gato, la lluvia opacaba un poco su ronca voz.
El nombrado se enderezó, se puso inmediatamente de pie y se acomodó un poco la ropa como pudo después de sacudir en vano algo de toda la hierba y la tierra mojada que se había adherido a su fino traje. Empezó a caminar para colocarse al lado del jefe de seguridad.
—Señor Min —llamó la voz de mi tío saliendo desde aquel enorme paraguas negro.
El tío Canas era el único llevando sombrilla.
El cara de gato caminó con tranquilidad, mojándose igual que el resto, hasta quedar frente a mí, obedeciendo una orden del tío Canas que no llegó hasta mis oídos.
—Señor Min — repitió la voz pausada del viejo que me seguía dando escalofríos.
"Señor Min" Eso fue lo último que escuché antes de que el puño del cara de gato apareciera de la nada e impactara contra mi cara y el mundo simplemente se apagó luego de quizá solo un segundo.
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Mis párpados estaban tan pesados que me costaba un poco más de esfuerzo de lo normal para poder abrirlos. Mi vista, nublada al principio, se fue despejando lentamente hasta que vislumbré el entorno donde me encontraba. Ya no olía a naturaleza, ni se sentía la brisa fresca o la lluvia caer, pues ya no estaba en el hermoso paraje verde donde había encontrado a Jimin.
«Jimin».
Se escuchaba el sonido crepitoso del fuego, olía a hierro oxidado, a moho y a sudor, mi sudor. La nariz empezaba a picar hasta que se formó un estornudo que se escuchó más fuerte de lo que acostumbraba debido a una especie de eco.
El lugar donde sea que me encontraba era bastante espacioso, las paredes rústicas abarrotadas con estantes oxidados repletos de diversos artefactos, entre ellos: catanas, espadas, sables, hachas, dagas, arcos y otras armas antiguas.
Por un momento pensé que el lugar se movía, pero rápidamente comprendí que quien lo hacía era mi cuerpo. Yo colgaba como péndulo en medio del aterrador lugar. Esa era la razón por la que sentía que mis pies no eran capaces de tocar el piso.
Mi cuerpo dolía por todas partes, sentía que mi cabeza se partiría en dos en cualquier instante por el intenso dolor en mis sienes. Mis brazos chocando a cada costado de mi rostro, alzados hacia arriba, sostenidos por el apretado y tortuoso agarre de una rústica e incómoda pulsera que parecía ser hecha de una combinación entre cuero duro y hierro.
Dejé de mirar hacia arriba aquellas cadenas que colgaban desde un punto del techo hasta juntarse con la herramienta que apresaba mis muñecas y volví a fijarme en los utensilios que decoraban la pared. A medida que mi cuerpo colgante giraba lento y tortuoso de forma involuntaria pude observar que había mesas con dimensiones a todo lo largo, cubiertas con mantelería color rojo vino, ocupadas con relucientes cuchillos, bisturíes, tijeras, látigos y otras armas de tortura, de las que yo no tenía idea, yacían ordenadas con pulcritud sobre la superficie.
La imagen frente a mí me hizo Comprenderlo todo. Sería torturado, probablemente hasta la muerte. Este sería el último día de mi vida. Pero... ¿Por qué?
¿Namjoon me habría traicionado por miedo a aquella amenaza que yo supuestamente le había hecho a él? o ¿Fue por no esperar a mi supuesto guía y no hacer el tour por la nave industrial?
¿Cómo podía perderme de hablar con Jimin por un simple tour en una nave industrial?
—Jimin —mi voz salió irreconocible. Mi garganta dolió por el pequeño esfuerzo cuando salió una breve tos después de mi intento de pronunciar su nombre.
—¡Oh, ya estás bien despierto!
Escuché el lento crujir de algo que parecía cuero y luego unos pasos tranquilos se acercaban. El tío Canas continuó caminando hasta quedar frente a mí. Era raro verlo solo llevando una simple camisilla de esas que se ocupan como ropa interior debajo de la camisa. El viejo no tenía mal cuerpo, no se veía flácido como yo esperaba.
—¿Aun deseas a ese chico llamado Jimin? —el viejo me dio la espalda, se acercó a la mesa larga y tomó unas guantillas. Allí estaban depositadas su chaqueta y su camisa blanca, aún se podían ver bien planchadas—. Veo que eres lento en aprender. Pero me encargaré de que al fin lo hagas.
Su rostro se veía más enjuto que nunca. No mostraba ninguna emoción y eso era escalofriante a mi parecer. Preferiría que exteriorizara sus sentimientos hacia mí.
Intenté moverme en vano, no podía zafarme y solo conseguí ganar más dolor en mis muñecas y el fuerte tintinear de las cadenas que me sostenían.
—¿Sabes? Hace poco tiempo descubrí algo que me hizo sentir muy orgulloso de ti. Pero de inmediato lo has echado a perder al sorprenderme con esto de ser un maricón.
—¿Qué le hiciste a Jimin? —el aire que salió al liberar la pregunta con rabia contenida raspó mis cuerdas vocales, provocando que mi voz se escuchara más amenazante y ronca de lo que yo pretendía. El dolor en mi garganta era mucho mayor, pero no podía importarme menos.
—Nada aún, pero lo que le espera, de ahora en más dependerá de ti. Nuestra familia nunca ha tenido un miembro al que le gusten los hombres, yo no permitiré que un mocoso como tú deshonre nuestro linaje —puntualizó al terminar de acomodarse las guantillas.
¿Iba a torturarme él mismo? No se la dejaría tan fácil. A pesar del dolor que infringían mis movimientos desesperados por tratar de soltarme continué intentando en vano, mi cuerpo sacudiéndose y a medida que pasaban los segundos empezando a balancearse.
—Te equivocas... no me gustan los hombres —El iba caminando hacia mí con la mirada puesta en sus manos cubiertas por las guantillas—, solo me han gustado dos, pero también me gustan las mujeres, eso me hace ¿bisexual?—formé una sonrisa ladina en mis resecos labios, dolía, sí, pero la satisfacción de desafiar a ese viejo era más intensa que cualquier dolor.
Si iba a morir, no dejaría que el viejo resultara invicto.
El tío Jeon dio un par de pasos más hasta quedar a poca distancia de donde colgaba mi cuerpo, solo para estampar una cachetada justo en mis labios, provocando que se borrara mi sonrisa y naciera la suya. Era un gesto que metía miedo.
«En realidad no es moralista, es homofóbico».
El sabor metálico de la sangre inundaba mi cavidad, así que escupí sin importar que pudiera salpicar al tío Canas.
Ahí comprendí a qué se refería Namjoon con eso de que yo conocía su secreto, él y el chico castaño y de hombros anchos tenían una relación gay. Solo bromeé con eso y él creyó que yo le estaba amenazando con exponerlos.
—¡Señor Min! —el viejo levantó la voz para que el nombrado lo pudiera escuchar donde sea que se encontraba. El eco de sus palabras sueltas agudizó el dolor en mis sienes—, creo que mi sobrino necesita otro tranquilizante.
Escuché que una puerta de metal se abría crujiendo ruidosamente.
—¿S-señor? ¿En qué puedo asistirle? —¿El cara de caballo? esa voz era despreciablemente conocida para mí.
«No él, no otra vez».
—¿Tú qué haces aquí? —el viejo arrugó la frente y sus cejas se juntaban a más no poder. En verdad me sorprendí al notarlo confundido.
«¿Jung no tenía que estar aquí?».
Escuchar ese reproche confuso provocó que se me encresparan los cojones. Maldito cara de caballo.
—L-lo siento, señor. Min m-me pidió que lo reemplazara.
Mi cuerpo adolorido resintió el tirón de mis músculos al tensarse. Mínimo debieron haber pasado un rodillo por encima de mí mientras estuve inconsciente. ¿Cuántas horas habrían pasado?
El viejo dio unos pasos hacia atrás volviendo a acercarse a la mesa donde permanecían esos utensilios que me daban cringe.
—No lo consultó conmigo —posó esa mirada suya en la que yo suponía que debía ser la figura de Jung—, ¿cuándo intercambiaron de puesto?
El viejo hablaba con su natural forma calmada y pausada, pero no se veía nada feliz con la presencia de Jung.
El cara de caballo no respondió de inmediato, yo supuse que se le hacía difícil formular una respuesta mientras se estaba sosteniendo ese tipo de mirada, el viejo elevaba su ceja un poco más en señal de impaciencia.
—T-tuvo que acudir a un llamado de emergencia. Debía ser rápido, no hubo tiempo de explicarle a usted, ya que fue solicitado de inmediato por el señor Kim.
Tío Canas transfiguró todo su rostro. Miró a Jung con evidente interés y asombro elevando ambas cejas. Luego cambió su expresión a una más neutra, mientras se retiraba las guantillas con algo de apuro.
—Su deber, señor Jung, era ponerme en aviso de inmediato —depositó las guantillas sobre la mesa larga y miró alrededor de la habitación, luego se quedó mirándome por unos segundos antes de señalarme—. Esto no es algo que usted debía presenciar.
—Fue mi error no avisarle, pero usted dormía sobre ese mueble y y-yo q-quería encontrar el momento porque no me parecía correcto interrumpir su sueño, señor.
Me hubiese gustado estar mirándole a la cara, su voz temblorosa ponía en evidencia lo asustado que estaba.
Tío canas tomó la camisa y se la puso devuelta, parecía poner cada botón con apremio, pero al mismo tiempo, su semblante no perdía la calma.
Yo trataba de moverme para poder girar un poco mi torso, así le vería la cara al maldito de Jung.
—Eso lo hablaremos más tarde con el señor Min —acotó el viejo pasando por mi lado llevando su chaqueta en la mano—. ¿El señor Kim lo llamó a su habitación o a su despacho?
—A su habitación, señor.
—Entonces, debo acudir de inmediato, esto puede esperar.
Escuché los pasos del tío Canas alejarse poco a poco. Mientras yo seguía luchando con las cadenas, hasta lograr que al menos pudiera ver la figura del castaño por sobre mi hombro.
—Esto, señor... ¿piensa dejarlo atado de esa forma? ¿Y si se tarda en volver?
El viejo me miró desde el marco de la puerta por encima de su hombro.
—¿Ahora tengo que responder a sus preguntas, señor Jung? Creí hasta hace un momento que usted ha estado disfrutando de las situaciones de mi sobrino. ¿Solo preguntó para burlarse?
Vi el cuerpo de Jung doblarse en una venia exagerada, seguramente su nariz chocaba contras sus rodillas.
—Disculpe mi insolencia, señor. No se volverá a repetir.
No sabía si agradecer ese comentario al tío Canas o si sentirme aún más humillado, ¿cómo interpretar esa intervención? ¿Me estaba defendiendo o me estaba hundiendo el dedo justo en la herida? ¡Oh, mi pobre ego!
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Por favor disculpen la tardanza para publicar. Es que con todo esto de las premiaciones no estoy teniendo mucho tiempo para dedicarme a escribir.
Espero que les guste.
Por favor no me odien. Les quiero.
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