Capítulo 11
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LA LLAVE
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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱
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Mi deseo de salir de esa habitación no podía acrecentarse más. Es cierto que Minho y Jackson llevaban mucho más tiempo que yo encerrados allí, pero mi desesperado anhelo de ver a Taehyung me sorprendía a mí mismo. Mi prioridad sobre todas las cosas en la vida siempre había sido mi hermana y en estas últimas semanas eso estaba cambiando sin que yo tuviera algún remordimiento por ello. Ni siquiera me di el chance de preocuparme un poco más por haber perdido mi empleo. Algo dentro de mí me hacía sentir que no tenía nada importante para buscar allá afuera, todo cuanto amaba y necesitaba proteger estaba aquí, en Full Moon. Nayeon, el viejo Canuco con toda su peculiar e intimidante forma de ser, y sin lugar a dudas, no importando el motivo o la lógica, también estaba Taehyung.
Allؘá afuera solo estaban tres personas importantes para mí, pero no en igual medida que los anteriores, mamá choi, esa madre que nos terminó de criar, su hija Mina, que si no estuviera enamorada de mí sería como una segunda hermana para mí, y por último estaba Jimin. A las primeras dos ya las habíamos dejado desde que Nayeon entró a la universidad, pues nos tuvimos que mudar de su casa, pero con Jimin no sabía dónde estaba y era poco probable que le encontrara. Él fue mi único amigo y algo más, la única persona en la que he confiado ciegamente, que sabe mi secreto y que supo guardarlo y respetarlo, con quien siempre me sentiré agradecido; pero quien se había ido y posiblemente perdido en el mundo del dinero fácil. Aunque prometió regresar a mi lado cuando fuera rico, nunca sabría si lo volvería a ver alguna vez. Por eso, fuera del Full Moon no había nada que me interesara mucho más.
Habían pasado cinco días más después de que Namjoon nos había dejado conocer aquel video. Mientras mis ánimos andaban por los suelos, por haber perdido mi trabajo mientras estuve encerrado igual que un presidiario en aquella habitación subterránea, sin derecho a fumar, y por no poder ver a Kakita y a Taehyung; los mayores estaban felices porque aún no nos habían confiscado el celular como creían, que, por cierto, ya parecía más de la propiedad de Jackson que de la mía. El rubio no dejaba dar un respiro al pobre dispositivo y yo ya había dejado de preguntarme por cual monto de facturación habíamos llevado la cuenta.
Los tres nos encontrábamos cenando cuando las puertas enrollables se escucharon a lo lejos. Esta vez fue Jackson el que corrió a esconder el celular en el baño, ya que él se lo tenía dentro de uno de sus bolsillos.
Los tres respiramos aliviados cuando vimos a Namjoon acercarse y detenerse frente a las rejas.
—Hola, está demás preguntar cómo han estado. Sé que no era necesario venir, pero aquí estoy para informar que Jungkook será reubicado mañana en la mañana.
—¿Es todo? —inquirió Minho con una mirada llena de recelo.
Namjoon miró hacia el piso y casi pude jurar que vi una breve sonrisa desaparecer tan pronto como apareció en su rostro.
—Creo que el señor Jeon vendrá a verte —respondió mirando al moreno a los ojos— a ambos, posiblemente mañana —corrigió alternando su vista del mayor hacia Jackson.
—Y eso es bueno ¿no? —Jackson tenía la inseguridad tatuada en el rostro. Parecía un poco asustado. Yo reí, no sé si la causa fue la gracia que me generaba el rubio o si había sido el hecho de la felicidad que se agigantaba dentro de mi ser al saber que tan solo estaba a unas horas de volver a ver a Kakita y a Taehyung. Quizá mis carcajadas se debían a una opción o la otra; o tal vez a ambas.
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Me pasé la noche dando vueltas, como me lo esperaba, en verdad no podía dormir, pero llegó un momento en el que el sueño estaba llegando y de pronto sentí cuando uno de los mayores se subió a mi camarote.
Estaba a punto de echarle un regaño a Jackson por haberme espantado el sueño, sin embargo, las palabras que pensaba decir se quedaron trabadas en mi garganta; pues cuando vi que no era el rubio parlanchín me sorprendí tanto que no me percaté del mutismo que se había apoderado de mí.
—Seré breve, preciso y conciso —me advirtió Minho entre susurros terminando de acomodarse en el reducido espacio del colchón cuando me hice a un lado—son las cuatro de la madrugada, nunca me he levantado tan temprano en toda mi vida, ni siquiera cuando estaba cumpliendo mi deber en la milicia.
»Debes asegurarte de que en realidad deseas permanecer aquí. Sé que antes de tomar una decisión definitiva debes tener acceso a demasiada información, Estoy seguro de que ignoras lo que se mueve en esta casa. Son muchas las explicaciones que me pedirías si te hiciera un resumen de todo el meollo, no puedo contarte todo de una, pero puedo decirte la manera de conocer de forma previa algunas cosas importantes, el acceso a todas las puertas que posiblemente guardan innumerables secretos, aunque te advierto que, de ser descubierto, podría costarte la cabeza.
Entre la oscuridad, Minho tanteó mi brazo y trazó un camino con sus largos y ágiles dedos hasta llegar a mi mano derecha tomándola entre las suyas para luego dejar sobre mi palma un objeto tibio y duro.
Era una llave, ¿un souvenir? La forma que sentía al palpar el objeto, me recordó mucho al que llevaba Namjoon como llavero, bueno, eso es lo que me vino a la mente a priori.
—Con esta llave podrás abrir cualquier puerta prohibida. En el caso de que fueras descubierto, si deseas mantener tu cabeza pegada a ese largo cuello: solo debes recitar las siguientes palabras:
"He aceptado ser el guardián de esta llave, prometo honrarla y proteger lo que ella guarda con mi vida hasta el fin de mis días".
Esa no era una frase corta que digamos.
—¿Y si se me olvida?
—Trata de gravártelo a fuego en la memoria, de lo contrario, me veré obligado a negar que te la he dado voluntariamente —advierte tocando mi mano que tenía la llave—. Una vez que la evidencia apunte a que la robaste, te cortarán la cabeza.
Su aclaración me dejó más confundido, no me estaba dejando una alternativa clara y no sé qué me asustaba más.
—Los Jeon son extrañas criaturas —musitó Jackson somnoliento, pero con un toque de misterio que logró asustarme.
Al sonido de la voz ronca y adormilada de quien extendía aquella queja, Minho se había bajado de mi camarote tan rápido y silencioso como un ninja, dejándome con su llave en la palma de mi mano, mil interrogantes y con el más alto índice de confusión que mi mente había alcanzado jamás desde que tengo uso de razón.
Jackson se removió en su cama.
—¿Acaso estaban haciendo el delicioso? —una risa loca y estridente salió de su garganta—. Si se tenían ganas incestuosas, ¿por qué lo dejaron para la última noche?
—¡Cállate, Jackson!
—No es mi culpa. Debieron hacer menos ruido, ahora será difícil que me vuelva a dormir.
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No creía que en esa madrugada iba a poder pegar un ojo, pero muy al final lo hice, el sueño me había noqueado en el último round. Me sentí extraño cuando el mismo Namjoon fue el que me despertó, saqué la cabeza del camarote y observé todo alrededor. Un desconocido acompañaba a Namjoon, el tipo de traje negro y pulcro ya esperaba detrás de las rejas con mi valija preparada a un lado de su inmutable figura. La llave de Minho aún reposaba en mi mano, la empuñé con cuidado de no perderla mientras bajaba de la cama.
Le pedí a Namjoon unos minutos para asearme y cepillar mis dientes. Cuando terminé, me miré por un momento en el pequeño espejo del lavado y luché contra el deseo de llorar. No sabía cuándo volvería a ver a esos dos.
«Jackson siempre tuvo razón, soy maldito llorón».
Antes de colocarme las zapatillas guardé la llave que el mayor me había confiado debajo de la plantilla, mientras lo hacía trataba de pensar en las palabras de despedida y agradecimiento que dedicaría a ambos, pero mi mente estaba en blanco. Yo quería darles consuelo y no había palabra que pudiera pronunciar para lograrlo. Al ser el sobrino del señor Jeon, yo tenía una ventaja indiscutible, por eso salía tan pronto de esa prisión, mi castigo era más ligero y no era justo para ellos.
Una vez fuera del baño, Jackson se me echó encima, me abrazó con fuerza. Fue increíble la forma en la que el rubio me hizo sentir con ese solo gesto, logrando que sobraran las palabras.
—Hermano, es obvio que eres el nuevo favorito del señor Jeon. Prométeme que harás lo posible por sacarnos de aquí, sácanos vivos, por favor.
Jackson aún me tenía rodeado con sus fuertes brazos, mis ojos estaban cerrados y picando, los apretaba para que no se produjeran lágrimas. No quería escuchar al rubio llamarme bebé llorón otra vez. Para cuando los abrí me encontré con el rostro de Minho, una sensación incómoda se alojó en mi estómago al observar sus perfectas facciones inconfundiblemente sumidas en tristeza, pero esa expresión desapareció tan pronto como la vi. Me hubiese gustado tener un veinte por ciento de su autocontrol.
Cuando Jackson aflojó su agarre me separé de inmediato y me acerqué a la alta figura del moreno. Él no se movió, a escasos centímetros nos miramos a los ojos, yo elevando el rostro, él inclinando el suyo. Estaba a punto de abrazarlo, pero me contuve, imitando su fuerza interna.
—Se van a besar o qué —se burló el rubio entre risas. Pero ambos ignoramos su chiste.
—Si está en mis manos hacer lo que sea, lo haré, lo prometo.
Minho sacó una de sus manos del bolsillo de su pantalón para posarla sobre mi hombro.
—Te lo agradezco, pero la única forma de liberarme es cuando digas las palabras. No espero que lo hagas, más si puedes liberar a este loco —sonrió melancólico estirando su brazo para tomar a Jackson por su abrigo para atraerlo hacia sí—, me sentiré eternamente agradecido.
—Sí que dejas las cosas bien guardadas para la última hora. ¿Pides que me separen de ti? ¿Por qué me hiciste creer que ya te agradaba mi compañía? —el rubio sacudió su ropa para que el mayor la soltara, fingiendo estar molesto.
—¿En verdad quieres que responda a esa pregunta? —era la primera vez que veía a Minho seguirle esa clase de juegos a nuestro extrovertido compañero de celda.
Mientras los mayores entraban en una divertida y absurda discusión, un sonriente Namjoon me hizo señas para que lo acompañara hacia la salida.
El hombre que cargaba mi maleta, Namjoon y yo salimos caminando con lentitud. Los mayores continuaban pretendiendo ir en serio con su acalorada discusión. Yo miraba cada tanto por encima de mi hombro y más de una vez los vi observarme mientras aumentaba la distancia entre nosotros con cada paso, las voces se apagaban más y más, pero no porque ellos pararan de discutir, si no por la lejanía. Cuando la puerta enrollable se cerró eliminando totalmente sus tenues voces con su estruendoso ruido, una lágrima fugaz se escapó de uno de mis ojos, limpiándola rápidamente para que este hecho permaneciera ajeno a Namjoon.
Subimos al ascensor y Namjoon se disculpó conmigo antes de dar la orden al guardia de cubrirme la cabeza con el maldito saco de tela negra. Yo me dejé hacer, eso no me restaría ni un poquito la felicidad que afloraba con fuerza dentro de mí.
El auto esperaba afuera, podía escuchar el motor. Nos tardamos poco en llegar y Namjoon hizo el gran favor de sacarme la asfixiante cobertura de la cabeza. Al menos en el viaje de vuelta no hubo esposas de por medio, ni tampoco tuve que sufrir mirando el semblante burlesco del tipo con cara de caballo.
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Llegamos a la entrada de la mansión. Los dos guardias con traje de blanco y negro que estaban de pie junto a la entrada se movieron ágilmente hacia la parte lateral del vehículo para sacar varias valijas del maletero. No le di importancia hasta un momento después, porque mi prioridad era saber de Kakita o del señor Kim, deseaba verlos a ambos con la misma fuerza.
Yo me dirigía hacia la gran puerta de entrada, pero Namjoon se adelantó un poco y luego se interpuso en mi camino parándose frente a mí.
Antes que nada, por favor, debes recordar que el señor Kim y tu hermana creen que estuviste en tu casa de Busan resolviendo algunas cosas para hacer los arreglos pertinentes de quedarte a vivir aquí.
Yo enarqué una ceja, pero no estaba sorprendido del todo.
En ese momento, algunas palabras de Minho se reprodujeron de golpe en mi cabeza.
"Así se mueven las cosas con el viejo, planea y ejecuta lo que cree conveniente con tu vida, la mayoría de las veces sin rendir ninguna explicación".
Entonces me tomé más en serio lo que dijo con respecto a la llave, si el viejo decidió que voy a quedarme aquí, eso quiere decir que ya no tengo escapatoria.
«Debo recordar las palabras».
Aunque él así no lo dijo, la vida de Minho dependía de ello igual que la mía y, quizá, la de Kakita también.
«He aceptado ser el guardián de esta llave, prometo honrarla y proteger lo que ella guarda con mi vida hasta el fin de mis días».
Me repetí mentalmente las palabras para que se grabaran como si de una canción se tratase.
Namjoon ladeaba la cabeza y me observaba con curiosidad mientras la voz del cara de caballo repentinamente me sacó de mis pensamientos.
—Joven Jeon, el señor quiere verlo en su despacho. Dijo que en cuanto llegara lo condujéramos para que lo espere allí.
Namjoon se hizo a un lado para dejarme pasar y cuando lo dejé atrás para seguir al cara de caballo le escuché dar órdenes a alguien para que trasladara todas las valijas a mi habitación y a la de mi hermana respectivamente.
Habían empacado y traído todas nuestras pertenecías que se encontraban en la casita que yo había alquilado en Busan.
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Llevaba unos veinte minutos dentro de su lúgubre, pero elegante oficina. Todo allí estaba pulcramente colocado en su lugar, las paredes embarnizadas de un verde botella mate estaban abarrotadas de muchos cuadros, como casi todas las paredes de la mansión. No me había detenido a fijarme en el arte que resguardaban aquellos marcos dorados, sí, todo el material de enmarcado era de un dorado reluciente. Pero al fijarme con detenimiento a observar el arte de cada pieza, aquellas figuras humanoides parecían haber sido el fruto de un mismo artista.
«Al tío debe gustarle mucho ese pintor».
Me acerqué a uno de los modelos y en la esquina inferior derecha ponía K. Tanezaki, 1901, luego observé uno más que la firma ponía: Shinsuke Sato, 1892, otras llevaban nombres coreanos y fechas más recientes. Mientras esperaba a que el tío Canas llegara, así mismo me detuve para apreciar y leer la firma de cada uno de ellos y entonces no me molestó que se tardara en aparecer porque, me sirvió para darme cuenta de que el viejo es un coleccionista de artes que únicamente llevaran aquel mismo estilo, ya que cada pintura había sido la obra de diferentes autores en épocas muy distintas.
El viejo Tiene un gusto muy particular. Algunas figuras estaban perfectamente representadas de los hombros hacia abajo, la cabeza era el problema, cuando no era una sombra difuminada era una forma oscura y monstruosa, si no era ninguna de las anteriores, entonces la figura simplemente yacía con su rostro vendado o llevaba una máscara, las veces en que se podía distinguir el rostro, éstos tenían los ojos cerrados o lucían unas cuencas vacías.
«Una persona peculiar, gustos peculiares».
Antes de dejarme solo en aquel estudio, Namjoon me había pedido que me pusiera cómodo, pero no lo hice hasta después de al menos quince minutos. Pensaba esperarle de pie para que el viejo no me creyera un flojo o amanerado, ya que sabía de vieja cuenta, si no eran exageraciones del tío Heechul, cuanto repudiaba ambos defectos. No obstante, esperar por mucho tiempo siempre fue exasperante para mí, y ser formal o educado nunca ha sido mi fuerte, pero no por eso me senté en el mullido mueble que se encontraba detrás del escritorio. Nunca sabré qué se siente al trabajar en una oficina, más al menos me enteraría de cómo se ve todo desde el asiento del jefe. No era una posición real, aun así, me encontraba disfrutando de ese pequeño juego imaginario. Manos juntas solo rozando las puntas de los dedos, asiento inclinado hacia atrás y pies estirados descansando sobre la pulida y delicada superficie del escritorio.
La puerta hizo click. Di un respingo por el sonido que nunca debió sorprenderme y cómo si se tratara de un resorte me puse de pie en lo que pareció un solo movimiento.
Su perfecta figura yacía de pie frente en medio del marco de la puerta que aún estaba sin cerrar. Me sentí tan avergonzado, nunca hubiera creído que cuando se referían a que el "señor quiere hablar contigo" estaban refiriéndose al señor Kim.
Parecía un modelo con ese atuendo deportivo, llevaba un conjunto de pantalón largo de mezclilla negro con pequeños detalles blancos, una suera a juego y las zapatillas también formaban parte del conjunto. Con razón no escuché sus pasos al acercarse a la oficina. Su cabello, lo había estilizado, ya no eran aquellos flequillos esponjosos y ondulados con un corte improvisado. Lo que veían mis ojos, todo un idol patrocinado por la marca FILA. Uno que fácilmente encajaría para ser mi crush.
Él claramente se percató de que yo repasaba su figura de pies a cabeza. Creí ver un atisbo de sonrojo en sus mejillas, o quizá lo imaginé porque un ligero gesto suyo sugería que yo estaba siendo muy obvio.
—Me sentí cómodo con la ropa que me prestaste y le pedí a Jin que me consiguiera un par de juegos —explicó cómo si fuera su deber hacerlo.
«¿Jin?, ¿quién es Jin?».
Yo me encogí de hombros y sonreí para simular que le restaba importancia, mis mejillas ardían por la vergüenza y agradecí que no reaccionara de forma negativa por mi conducta. Estaba tan estúpidamente nervioso y lo peor es que no era porque estaba siendo citado por el jefe de mi tío y el gran señor a quien todos muestran tanto respeto y tal vez, miedo; no, era por ser simplemente él, mi Luis Hanzel.
Rodeé el escritorio y caminé hasta quedar frente a su esbelta y bien formada figura.
—Han pasado días, señor —le saludé con una lograda expresión neutra—pensé que era mi tío quien me pidió verme.
Con sus acostumbrados movimientos serenos, él se giró hacia la puerta para cerrarla tras de sí.
—Por favor, si se siente cómodo en el sillón de Jeon, puede volver a tomar asiento.
«Por favor, ya habíamos rebasado el momento de esa vergonzosa escena, ¿por qué trae a colación mi comportamiento inadecuado? ¿Es que acaso él es quien me va a sermonear en vez del tío Canas?».
—O puedes sentarte donde gustes —se apresuró a agregar con un atisbo de sonrisa asomándose por las comisuras de sus labios.
Una sonrisa que no llegó a ser alumbrada.
«¿Cómo es que algo tan simple me deja tan descompuesto?».
Al no recibir respuesta de mi parte él señaló el mueble más próximo.
—Trataré de ser breve, pero, por favor —dijo señalando de nueva cuenta el mueble— será mejor que estés sentado.
Esas palabras encendieron una alarma dentro de mi cabeza. No me gustó ese giro repentino en sus expresiones que tanto hicieron juego con sus últimas palabras.
—Jeon fue a ver a su hijo —se aclaró la garganta antes de continuar— y yo pedí verlo a usted porque tengo la necesidad de conversar sobre un tema muy importante con respecto a su familia.
Tomé asiento, según la petición del señor Kim por vez que tragaba en seco pensando en que debí haberme metido en un problema mucho mayor de lo que yo pensaba. Me tragué las ganas de respirar profundo y tendido. Los nervios no debían tomar control de mí, no podía permitírmelo, no todavía.
«Tranquilo, Jeon, que aún no te dice de qué se trata».
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Las amo por soportar mi rara forma de ser y estar. Aprecio un montón y agradezco inmensamente su apoyo. En verdad me gustaría seguir recibiéndolo por que me hace feliz que lean lo que escribo.
Gracias por animarme a seguir.
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