Capítulo 06
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PRIMERA CENA EN FULL MOON
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⊰─⊱Jeon Jungkook ⊰─⊱
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Estábamos en la mesa que solo podía ser digna de un rey, mis ojos no encontraban por dónde empezar a enfocar la vista.
Por un momento, creí ver un efímero espejismo, pues una de las comisuras de los labios del tío canas se estiró hacia un lado, casi imperceptible, pero no lo suficiente para que cualquiera lo notara.
—Todos los empleados se esmeraron al confirmarse que el señor de la casa cenaría con sus invitados —aclaró satisfecho, pues Kakita lucía tan asombrada o más que yo por tanto lujo y platillos de todo tipo. ¿Eso era una langosta gigante?, yo nunca las había probado. De inmediato la boca se me hizo agua. Tantos olores deliciosos entremezclados me recordaron que no habíamos comido desde la mañana.
No había nada que no se viera apetecible y delicioso. Pasé mi lengua por mis resecos labios ignorando que estaba siendo observado por el tío Canas. Yo le pillé echándome una mirada reprobatoria.
De forma estrepitosa el viejo se levantó de su silla y se puso rígido por vez que todos los de servicio se quedaron paralizados en sus lugares segundos antes de inclinarse.
El joven Kim había hecho su aparición en la sala del comedor y daba pasos calmados hacia su asiento. Todos permanecieron en la posición de reverencia hasta que el amo tomó asiento, luego empezaron a salir sin atreverse a mirar otra cosa que no fuera el piso o sus propios pies, algunos ligeramente nerviosos. En pocos segundos, solo quedaron tres de ellos, Eunwoo, otro hombre joven y la mujer que sería la acompañante de Kakita, estaban de pie a unos 6 metros alrededor de la mesa. Al poco tiempo llegó otro hombre, a diferencia de los demás empleados, éste vestía un uniforme de traje totalmente de negro, quedando de pie a unos pocos pasos detrás de Kim.
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—¿Sabe, tío?, Jungkook Oppa ahorró mucho para que pudiéramos hacer ese viaje a Dinamarca —Kakita inició el tema de conversación mientras agarraba un pan dulce para partirlo por la mitad.
Mi cuerpo se tensó de inmediato con el comentario. A mi entender no venía al caso traer a colación tales datos. Para mí la comida y el apetito pasaron a un segundo plano.
Es ese momento otro empleado hizo entrada al salón del comedor, un hombre alto y esbelto de cabellos castaños, indudablemente dueño de un rostro hermoso. En sus manos traía un recipiente aporcelanado, el contenido debía estar muy caliente por la forma en como humeaba.
«¿Los buscan así a propósito? ¿Ser bello será un requisito para trabajar en esta casa?».
—Ese fue un viaje que nos costó un enorme sacrificio —continuó Kakita— y significaba mucho para nosotros, pero acatamos su orden de regresarnos a Corea antes de finalizar la excursión, estoy segura de que obtendremos una recompensa de su parte —finalizó, guardando silencio a la espera de la respuesta del viejo. Se removía en su asiento con signos de ansiedad, su mirada ilusionada.
¿Cómo podía tomarlo tan bien? Toda su vida soñó con ese viaje y no pudo hacer todo lo que quería, ni siquiera pudo ver de lejos y mucho menos acercarse al palacio real, su principal ambición.
No puedo explicar cómo es que yo tenía tantas ganas de reír cuando al mismo tiempo sentía tanta tensión, el descaro de Kakita me pareció tierno y un poco sagaz por atreverse a tantear terreno con el tío Canas de esa forma tan despreocupada y descarada.
El viejo no respondió de inmediato, se dedicaba a observarla con suma atención mientras aquel hombre de belleza sin igual le servía una porción de un caldo de algas al joven Kim, una vez que el silencioso hombre terminó su oficio los ojos del viejo pasaron casi de forma fugaz por mi rostro, provocando que un frío recorriera vertiginoso por el conducto de mi garganta hasta caer en mi estómago, en otras circunstancias habría sentido que simplemente acababa de tragar saliva. Sus ojos imponentes pasaron de mí hacia Kakita.
El mismo hombre que servía al joven Kim, ahora le estaba sirviendo al tío Canas, mientras la mujer servía a Kakita y otro joven me servía a mí. Tuve que reprimir mi deseo de pedirle al muchacho que se detuviera, que yo me serviría solo. No podría acostumbrarme a esto, me resultaba bastante incómodo.
—Yo también estoy seguro de ello —respondió el viejo para volver a posar en mí esos ojos que me hablaban con advertencia muda mientras tomaba los palillos de base plateada y mangos dorados sin perder la rigidez.
—Imagínese, ni siquiera pude conocer El Palacio de Amalienborg, ¿puede creerlo? —mi hermana echó un sonoro bufido para acompañar su exagerada expresión de decepción.
Ese mundo de la realeza es algo que ha formado parte de sus intereses de toda la vida, yo llevaba años ahorrando para cumplir uno de sus mayores sueños, y pensar que estuvimos tan cerca de lograrlo al cien por ciento, pero por razones que aún son desconocidas para mí, no pudo ser y entiendo lo frustrada que debía estar sintiéndose desde el viaje de regreso. De hecho, me sorprendía en sobremanera, era muy obvio que lo estaba tomando muy bien.
Solo en ese momento, cuando ella lo mencionó es que me dedico forzosamente a reparar en que Kakita no se había quejado ni una sola vez por la interrupción de la excursión, pues, como ella acababa de mencionar, aún no habíamos visitado el gran palacio real, ese era el objetivo principal del viaje, sin embargo, cuando en su momento el tío Canas dio la orden de que en unas horas estaríamos viajando devuelta a Corea de Sur, con toda la simpleza del mundo aceptó sin hacer el mínimo rechiste, cosa muy extraña en ella, aun así, a pesar de lo acontecido, lo pasé por alto, quizá debido a que yo tenía demasiados pensamientos y emociones revueltos, cuyo peso era mucho mayor que darme a la tarea de andar pensando en esos detalles.
—Sobrina, usted debe saber de sobra que la situación ameritaba medidas drásticas. No podía permitir que ustedes permanecieran en aquel país cuando es evidente que estaban en peligro y mucho menos si el señor Kim ya se había implicado en el asunto.
A la mención del joven Kim yo miré de forma automática hacia él y me encontré con la sorpresa de que sus almendrados y grandes ojos dorados me estaban observando ¿a mí? Algo torpe, él condujo sus orbes hacia el fino tazón que reposaba en la superficie de la mesa en frente de él y empezó a llevarse a la boca un poco del caldo humante que le había servido el hombre castaño de hombros anchos y cara de kent, el novio de barbie.
Sí, había asuntos de bastante mucho más peso que requerían de toda mi atención, por un lado, estaba la alusión de que Kakita se encontrara en peligro y no tener idea de cómo, de quién o de qué debía protegerla estando tan lejos de nuestra patria y, por el otro, también estaba la presencia arrolladora del señor Kim, que para mí fue demasiado impactante ese más que inesperado encuentro con él. Tenía tantas ganas de saber qué hacía él en ese país, pero más que eso, porqué terminó andando en semejantes condiciones, realmente no poder preguntar sobre aquello me dejaba totalmente fuera de base, provocando que mis pensamientos perdieran la capacidad de mantenerse en orden.
—Al principio el señor Kim no quería implicarse en el asunto —Kakita se removió en su asiento regalando una mirada furtiva pero coqueta al joven Kim—, pero yo en este momento dudo que fuera una casualidad que nos encontráramos en ese horrible lugar, qué otra cosa podría ser si no es el propio destino.
¿El único que se siente perdido soy yo? Me moría por preguntar de qué se trataba el jodido "asunto". Pero ahí estaba mi problema de toda la vida, ese algo inexistente que, en momentos como éste, no me permitía hablar, expresarme.
Me sentía totalmente excluido. Era frustrante.
El joven Kim se aclaró la garganta antes de hablar. Pero mi tío le tomó la delantera.
—Ya escuchamos suficiente de eso durante el viaje hasta aquí.
—Pero si solo abría la boca un momento antes de que usted me mandara a callar. Además, agradecer con palabras nunca será suficiente comparado con lo que el señor Kim hizo por mí, me salvó la vida y ahora debo ser suya.
No pude evitar el breve ataque de tos que tuve que controlar de la forma más disimulada posible.
El joven Kim estuvo a punto de escupir caldo, pero no sé cómo rayos se las apañó para que no se derramara en lo más mínimo. Tomó con delicadeza la servilleta y limpió las comisuras de sus labios.
—No, estás muy joven para comprometerte, no te has graduado aún.
¿Comprometerse? Yo estaba más que de acuerdo con el viejo, las mujeres de hoy en día no se comprometen hasta que logran llevar a flote su carrera y ella apenas ha finalizado el primer semestre en la universidad.
Kakita soltó una risita que yo conocía a la perfección, ya tenía algo tramado y estaba llevando la situación justo a donde quería.
—Es cierto no me he graduado aún, ¿pero el señor Kim y yo podemos comprometernos y casarnos después de la graduación?
Yo no me atrevía a mirar al señor Kim, la osadía de mi hermana ya llegaba al punto de la insolencia. Esta vez sí que el viejo nos va a mandar a vivir a los suburbios. Dudo mucho que quiera seguir soportando a un curioso como yo y a una joven tan osada como Kakita. ¿Cómo podría siquiera pensar que él se fijaría en ella? ¿o tan solo se trataba de mi ferviente deseo de que no lo hiciera?
El señor Kim no emitió el mínimo sonido. Imaginé que dejaría al viejo hacer lo propio respecto al tema, él mismo debía encargarse de poner a su sobrina en su lugar. ¿O no?
De pronto la entrada de un hombre me sacó de mis pensamientos, piel tersa y lechosa como la de una señorita, cabello negro ridículamente lacio y sedoso. Sus pasos, a pesar de lucir bastante seguros, provocaban el menor ruido, casi tan silencioso como un ninja, su cara tenía facciones finas y ojos gatunos, pero era de pocos amigos. Aquella expresión tan seria que se gastaba y algo en la forma de sus ojos, predicaban que era de cuidado. Su traje totalmente negro como el del tipo que continuaba parado como una estatua a unos pasos detrás del asiento del joven Kim.
Al verlo, tío Canas se puso de pie como un resorte, pensé que solicitaría que agregaran otro plato a la mesa para el nuevo invitado, sin embargo, el tipo se acercó con pasos rápidos a un costado del viejo. Secreteó algo breve en su oído provocando que el inmutable viejo Jeon extendiera sus párpados más de lo normal y engrandeciendo sus ojos.
—Si vas a salir, hay algo que debo hablar antes contigo —de pronto la voz profunda y serena del joven Kim llenó el lugar dejando un eco inexistente en mi hueca cabeza y no sé si me sentí feliz de que así fuera o si debía sentirme triste, preocupado por lo que fuera aquello de debía informarle a al tío Canas.
El viejo dio un leve asentimiento.
Mirando hacia su jefe, el hombre pelinegro se hizo hacia atrás hasta llegar a toparse casi con la pared manteniendo una postura recta y alerta igual a la del otro tipo de negro.
El viejo se retiró de la mesa y el joven Kim lo imitó para luego seguirlo. Se dirigían hacia el ala prohibida.
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Muchas gracias por leer. Su apoyo me motiva a seguir la historia.
Tengo mucho miedo de decepcionarlos.
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