Capítulo 03
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LA PERSONIFICACIÓN DE LOUIS HANZEL
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Nayeon había dejado al taxista con el pueblerino a bordo en la entrada del hotel. Le pidió al desaliñado desconocido que permaneciera en la comodidad del auto, mientras ella resolvía cómo pagarle el viaje al conductor. Se acomodó el cabello, que estaba bastante despeinado y se sacudió como pudo la tierra que le había quedado impregnada cuando había sido arrastrada por el suelo por aquel terrorífico hombre. Caminó hacia el interior del hotel mirando hacia todos lados con los nervios un poco menos alteados y las cienes martillándole en cada pulsación.
Como había perdido su celular en ínterin de su esfuerzo por escapar de su verdugo, fue directamente a recepción para pedir que le permitieran hacer una llamada.
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—¿¡Qué hiciste qué!?
Nayeon fue directo al tema del pago del taxista al hablar con su hermano, ya que debía ser breve durante la llamada. No podía mantener por más tiempo esperando al taxista, ya después le explicaría a su hermano mayor que, una vez más, el tío Heechul había contratado a alguien allá en Dinamarca para hacerle daño.
Jeon Jungkook no podía negar que esta vez sí se sentía enojado con su Kakita, podía soportar sus arrebatos cuando se trataba de hacer compras, pero el hecho de tomar un taxi para cruzar la gran ciudad ya era demasiado. ¿Cuánto le costaría el nuevo capricho de su hermanita?
Aunque él no estaba a su lado sabía que de los ojos del moreno brotaba fuego y se esparcían chispas. Nayeon se percató de ello por los sonidos de su fuerte respiración contra el auricular.
—Fue una emergencia —quiso aclarar la castaña entendiendo que su hermano mayor estaba pensando que había vuelto en taxi sin esperar al grupo de la expedición por puro gusto—, tengo un testigo y eso es bueno, porque lo que me pasó te parecerá imposible de creer.
El pueblerino apareció al lado de Nayeon y la recepcionista lo miró de arriba abajo con repudio. La castaña le brindó una sonrisa de disculpa a la señorita, tenía claro que la facha de su acompañante no era apropiada para ningún lugar —hermanote, te espero en la entrada del hotel junto al taxi, por favor, no tardes, ¿sí?
Una vez que Nayeon colgó la llamada, el harapiento de movimientos serenos se aproximó hasta quedar un poco más cerca del mesón para dirigirse a la recepcionista.
—¿Disculpe, puedo hacer una llamada también? —pidió el hombre con voz profunda y calmada en el lenguaje que Nayeon no entendía. La recepcionista inmediatamente negó y le informó a Nayeon que el "señor" no podía estar ahí.
—Lo siento, pero son las políticas del hotel —la recepcionista le entregaba una mirada totalmente neutra a su huésped.
Ambos se acercaban de nueva cuenta al taxi que esperaba afuera, frente al hotel.
—¿Qué es lo que le dijiste a la señorita? —Nayeon preguntó por curiosidad, a pesar de que sospechaba que posiblemente no obtendría ninguna respuesta de parte del pueblerino.
—Le pedí que me permitiera hacer una llamada —respondió encogiéndose de hombros sorprendiendo a la joven por vez que caminaban hacia la salida del hotel.
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Nayeon había prometido prestarle el celular de Jungkook al hombre que la ayudó a salir de su terrible situación, pues era lo menos que podía hacer. En cuanto su hermano llegó hasta ellos le pidió el dispositivo y no se lo tendió al pueblerino, que se encontraba a unos cuantos metros de distancia de ella porque ya conocía a su hermano, hasta que el mismo estuviera ocupado con el taxista.
Antes de facilitar el dispositivo la joven le indicó al hombre que le permitiría realizar solamente una llamada y esto era con con una previa condición.
Jungkook había pagado el taxi y observó que su hermana parecía discutir discretamente con un pordiosero, se aproximó hasta quedar de pie junto a su Kakita llevando una tremenda cara de póker.
—La llamada debe ser en alta voz —la curiosidad por aquel lugareño misterioso era tanta que rayaba en la indiscreción, imposible de ocultar para la joven.
El pueblerino no tuvo más remedio que aceptar las condiciones de la chica y clavó ligeramente sus ojos en los de ella mientras tomaba el celular de sus delicadas manos.
Jungkook se puso en alerta y se irguió un poco más de la cuenta al percatarse de la mirada de reproche que le brindaba ese mendigo a su hermanita. Sus ojos se clavaron desafiantes en los de aquel hombre que no parecía intimidarse con facilidad. Podía jurar que tenía su misma estatura, pero su complexión era mucho más delgada, así que algo de ventaja le llevaba en el caso de que se presentara la ocasión de medir fuerzas.
Había una particularidad en aquellos ojos claros en la que Jungkook no se tomó la molestia de reparar, dada la inquietante y desconocida situación del momento. Solo pensaba en cómo regañar a su hermana porque, primero lo del taxi y ahora le presta su teléfono a un hombre que parecía que ha olvidado que existe el agua y el jabón hacía meses.
El hombre marcó un número con mucha agilidad y empezó a alejarse de la pareja de hermanos sin desprender su vista de la desafiante de Jungkook, la cual iba bajando la guardia gradualmente.
Aún manteniendo sus ojos en los de aquel hombre que se había alejado tan solo unos pasos de ellos, el hermano mayor se inclinó un poco para acercar sus labios al oído de su hermana y susurrarle que por su culpa se había quedado prácticamente sin dinero, pues el taxi le costó una fortuna. Jungkook pretendía seguir su silencioso reproche cuando recibió un codazo en el costado de parte de su hermanita.
—¿No leíste que le marcó al tío canas? —soltó Nayeon sin ningún secretismo y en ese momento Jungkook se congeló. Ese hombre desconocido estaba molestando a su tío Jeon, cosa que ni él mismo se atrevía a hacer a menos que alguna ocasión lo ameritara. Dando zancadas se acercó dispuesto a arrebatarle el dispositivo al desaliñado hombre, pero cuando puso atención a la conversación esto le hizo detener sus impulsos.
—Señor, ¡me alegra tanto saber que está bien! ¿qué hace con el teléfono de mi sobrino?, más bien, ¿dónde ha estado? —a través del altavoz, la voz de su tío denotaba muchas emociones juntas y una risa suave y acompasada salió de la garganta de aquel sujeto al escucharlo—. Le tengo buenas noticias, señor, el reloj sonó hace cuatro horas y veintiún minutos. Y usted que se había dado por vencido con ese aparato.
—En realidad me había dado por vencido con todo. Perdón, ¿hace cuatro horas?, ¿eso dices? —Jungkook no hizo nada más que quedarse escuchando boquiabierto, esa forma de hablarle a su tío no era la de un desconocido, además, si no se conocieran el viejo ya hubiera cerrado la llamada—. ¡No puede ser!, la conocí justo hace unas horas, ¡es increíble!
Por encima de todo el pelaje regado en su rostro, ambos hermanos notaron la expresión de felicidad en el extraño pueblerino.
—Mis sobrinos están de viaje en Dinamarca, pero... ¿Cómo es que los encontró? ¿No me diga que usted se quedó ahí todo ese tiempo?, ¿sabe cuánto le he buscado? me he gastado la mitad de su fortuna tratando de encontrarlo. Gracias al cielo que ustedes se encontraron. ¿Están todos bien?
Otra risa un poco más fuerte salió de aquel andrajoso hombre.
—Sí, todos estamos bien, pero me temo que alguien quiere asesinar a la niña —respondió el pueblerino mirando hacia Nayeon.
Jungkook tomó esas palabras como una indirecta que hacía alusión a la propia persona del pueblerino. Se colocó delante de su hermana, interponiéndose entre el hombre y ella. Ese instinto protector lo adoptó desde que sus padres murieron. Su mandíbula apretada y su mirada desafiante pusieron en alerta al hombre que usaba su teléfono. Miró por sobre su hombro a Nayeon, quien lo halaba por el borde de su camisa estampada y lo llamaba entre susurros.
—Hermanote, hay algo de lo que debemos hablar.
El hombre se volvió a alejar unos pasos tomando precaución.
—Creo que lo mejor será que hables con tu sobrino antes de que yo siga diciendo cosas que él pueda malinterpretar y, a propósito, perdí mis documentos durante el accidente, no tengo dinero y por lo que escuché hace un momento, creo que su sobrino tampoco —el hombre, con seriedad en lo poco que se podía ver en su rostro, estaba tendiendo el dispositivo hacia Jungkook mientras la voz del señor Jeon se hacía escuchar en altavoz.
—Eso es de gravedad, no creo que mi sobrino HeeChul tenga suficiente dinero como para pagar un contacto en Dinamarca, pero, antes que nada, debo velar por la seguridad de todos, así que hoy mismo iré por ustedes.
Jungkook tomó la llamada entregándole una mirada desconfiada al hombre. Le quitó el modo altavoz para hablar con su tío.
—Tío, soy yo —hubo un momento de silencio, Nayeon miraba intranquila a su hermano —. ¿En peligro?, pero... —su tío había interrumpido las quejas de Jungkook y Nayeon tenía la angustia pintada en su rostro—. Sí, aun me queda algunos doscientos dólares y la tarjeta de crédito —hubo otra pausa, en la que Jungkook solo asentía como si su tío pudiera mirarle, cosa que causó un poco de gracia en el hombre que a él le estaba generando mucha más que intriga.
La llamada terminó sin oportunidad de concluir la conversación, Jungkook se había quedado sin saldo en su teléfono y de inmediato estaba recibiendo una video llamada de su tío a la que él accedió con rapidez.
—Jungkook, hijo, ¿puedes pasarme con el caballero? —a regañadientes, el joven hizo lo que su tío le pidió.
—¡Jesús!, ¿pero qué es lo que ha hecho con su cuerpo, señor? —el hombre dejó salir varias carcajadas por la reacción del señor Jeon al ver las condiciones en las que se encontraba—. Necesita un baño y un corte de cabello urgente.
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El hombre con aspecto de mendigo, después de cortase el cabello y afeitarse, a los ojos de Nayeon, resultó ser el hombre más hermoso del universo. Su cabello castaño y ligeramente ondulado caía suave partido a la mitad sobre su frente, su mandíbula afilada y su marco de rostro perfecto donde encajaban sus encantadores ojos casi color miel, con forma almendrada y esa nariz ligeramente pronunciada tallada perfectamente por los mismos ángeles, nada con qué comparar sus labios con esa forma bellamente acorazonada y ese tono rojizo natural que los hacían tan apetecibles, solo le faltaba ser rico para representar perfectamente a su Louis Hanzel. Porque su belleza era innegablemente sinigual.
Sin embargo, a los ojos de Jungkook, quien también pudo apreciar todos esos mismos atributos, era la imagen viva del hombre que nunca había dejado de aparecer en sus más hermosos y también mojados sueños. Desde el instante en que lo vio después de haberse aseado, su corazón empezó a golpear las paredes interiores de su pecho como si su vida dependiera de ese momento. Era irracional, no podía ser él, pero eran tan parecidos, y casualmente su tío lo llama señor, al igual que como lo hacía con el señor Kim.
Usted es muy tacaño, pero su ropa no me queda tan mal, ¿verdad, joven Jungkook? —el aludido no respondió y el hombre que esperaba que él le comprara ropa nueva con su tarjeta de crédito, miró hacia Nayeon quien solo se encogió de hombros ante la incomodidad de la situación.
—No lo digo solo por la ropa, sino porque solo pagó una habitación para los dos en el hotel —aclaró señalando a ambos hermanos de forma alternada.
El señor Jeon, con una sola llamada al dueño del hotel, había hecho los arreglos para que los chicos pudieran entrar acompañados del pueblerino. Le había dado la orden a Jungkook para que le comprara ropa nueva con su tarjeta, pero en vez de eso accedió a prestarle algunas piezas suyas. No iba a gastar lo poco que le quedaba en ese extraño hombre a menos que realmente fuera necesario.
Jungkook hizo una ligera mueca con sus labios, sintiéndose avergonzado, no podía mirar a ese hombre a los ojos, ya no. Era cierto que solo pagó una habitación en aquel hotel, pero lo hizo porque así el dinero que había ahorrado para el viaje le rendiría un poco más para complacer a su hermana.
—Le agradezco mucho que me haya salvado, tengo claro que le debo la vida, pero eso no le da el derecho de molestar así a mi hermano —Nayeon aprovechó que Jungkook desviara la mirada para guiñarle un ojo al hombre que aún no se había presentado con ellos—, él es tacaño, sí, pero eso no es algo de su incumbencia, señor.
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Hacía aproximadamente dos horas Jungkook había accedido a regañadientes a realizar un avance de efectivo con su tarjeta de crédito. Su hermana y él habían discutido porque ella leyó en la pantalla del ATM que la cuenta tenía todo el límite disponible más un saldo exageradamente alto a su favor. Él había explicado una y otra vez, que eso debía ser obra de su tío, sin embargo, ella pretendía no creerle solo para molestarlo.
Los tres estaban en el aeropuerto por instrucciones del señor Jeon, quien había dicho que, una vez que ellos estuvieran seguros, se encargaría de informar a la agencia de la excursión la salida de emergencia del país de sus sobrinos.
El señor Jeon llegó hasta ellos con un sobre transparente en las manos el cual entregó al desconocido acompañante en sus manos luego de hacer una pronunciada reverencia.
El hombre tomó el sobre plastificado en el cual se apreciaba un pasaporte como parte de su contenido.
Jungkook moría de curiosidad por saber cómo es que su tío tenía a mano este documento si el hombre había dicho claramente que lo había perdido.
—Es bueno verte, en persona, Jeon —el desconocido sonrió levemente hacia el hombre con la cabeza llena de canas.
—Es bueno verlo aseado y dispuesto, señor Kim.
«¿Señor Kim?»
Jungkook se quedó paralizado, su momento de shock fue interrumpido con la risueña voz de su hermana.
—¡Tío Canas! —la más baja de estatura se lanzó a los brazos de su tío abuelo, sacándole una gran sonrisa mientras le devolvía el abrazo.
Todos, salvo Jungkook, iban caminando hacia la zona de revisión de documentos antes de abordar el avión privado que los esperaba.
Esa voz profunda, ese rostro, el color de sus ojos, todo concuerda salvo que no aparentaba tener treinta y tantos años, es por eso que Jungkook no queriendo engañarse a sí mismo pensó que no podía tratarse del mismo señor Kim. El pelinegro peleaba con la madeja de preguntas que se formaba en su mente. No se percató de que los otros tres lo estaban dejando atrás.
Uno de ellos se detuvo y miró girándose hacia el chico —¿No viene, joven Jungkook? —esa forma de hablar, esos ojos color miel, esa mirada que se clavaba en lo más hondo de su ser, intimidándolo hasta la médula.
«No puede ser, ese hombre no se ve como alguien que me dobla la edad, no puede ser él».
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El tío Jeon al igual que el joven Kim se complacieron en ir todo el largo viaje en un intrigante y torturador silencio. Antes de abordar el avión privado, solo nos aclararon que teníamos que conversar sobre todo lo ocurrido, pero que lo haríamos en la residencia donde nos quedaríamos sí o sí, hasta que se tomara otra decisión.
Kakita venía todo el viaje en el avión pidiendo al tío canas que le prestara su celular, ya que el mío se había quedado sin saldo. El viejo no perdía la compostura, pero se le notaba la poca paciencia que le iba restando para tratar con la terquedad de mi enérgica hermana.
—Jeon Nayeon, creo que nuestro tío habló lo suficientemente claro cuando dijo que lo haría en algún momento que estuviéramos en su residencia —reprendí con seriedad, mi voz se escuchó mucho más intimidante y tosca de que lo yo pretendía. Por un segundo Kakita me entregó una mirada de miedo, pero no me arrepentí de retarla en ese momento, no quería que por su insistencia el tío canas nos lanzara sin paracaídas desde aquella altura, eso lo que el lado descabellado de mi mente pensó cuando vi la mirada que le entregaba a Kakita unos segundos atrás.
—¿Qué dices?, deberías ponerte de mi lado —el miedo que infringí en ella fue tan efímero como un suspiro—, tengo mucho que contarle a Mina —por vez que me lanzaba tal reproche, Neyeon se cruzó de brazos haciendo un gran puchero mientras zapateaba el piso bajo su asiento. Por el rabillo del ojo puede apreciar una mirada divertida en el joven Kim, quien llevaba tiempo fingiendo estar dormido. Al verle, un sentimiento de calidez se posó en mi corazón, haciéndome estremecer.
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