II. Decisión
Debía tomar una decisión rápido, dudaba si podría continuar con aquella deliciosa y maldita mentira. Se engañaba a sí mismo diciendo que era obvio lo que debía hacer.
Con Becky las cosas eran sencillas, seguras. Demasiado. Su relación, sin dudas, era una de las cosas por la cual agradecía a la vida. La mujer siempre lo había apoyado en sus decisiones. Nunca se apartó de su lado, aún cuando le contó que él era el hombre araña y que posiblemente estaría en eterno peligro, su única respuesta fue "cariño, no soy una de las mejores agentes de Shield solo por tener estos ojos. No debes preocuparte por mi", seguido de un cálido beso y un guiño de ojo.
-Hola, моя любовь.- saludó la mujer recién llegada. Peter la besó y le dedicó una pequeña sonrisa.
-Ya ordené la pizza.- informó mientras observaba a la mujer ingresar a la habitación.- Hoy nos toca los juegos del hambre.
- ¡Oh Peeta, bebé!- escucho que respondió.
A Peter le divertía estar con ella, compartían ciertos intereses y pasatiempos. Así que cuando ella le propuso tener una cita aceptó, si bien la veía como una amiga, ¿qué tan mal podría acabar eso?
Obviamente aquello se le fue de las manos, nunca tuvo el coraje de decirle que en realidad la apreciaba, pero no como ella anhelaba. El lazo que los unía cada vez se iba estrechando, la pasaban bien y tenían muchas cosas en común, así que terminó convirtiéndose de que estaba enamorado.
El compromiso no tardó en llegar, sus profesiones los hacía estar siempre al límite y no veían el por qué no hacerlo.
Y ahora estaba allí, en aquel embrollo que no lo dejaba dormir.
Su matrimonio funcionaba perfectamente y sin embargo, no podía abandonar aquel sucio hábito que adquirió con James, se había vuelto adicto a él. Con el castaño sentía una adrenalina que lo hacía salirse de su aburrida vida como fotógrafo y encendía los rutinarios patrullajes nocturnos, era como si al tener el tacto sobre su piel la vida cobrara sentido. Cada beso era un recordatorio de todo aquello que podía poseer con solo desearlo. La constante lucha por el poder era lo que mantenía alerta y le producía un exquisito cosquilleo de incertidumbre.
Peter no podía simplemente cortar eso de su vida, no quería.
Solo había dos opción: abandonar a James y hacer como si nada o dejar a su esposa y ver que le deparaba el destino.
Luego de otra larga hora sin prestar atención al televisor, al fin pudo saber que hacer. Acabaría con aquel matrimonio antes de lastimar aún más a esa maravillosa mujer que no lo merecía.
Cuando estaba por abrir la boca para decírselo a la agente, el ruido de la entrada se oyó.
-Chicos, estoy en casa.- la voz de Barnes llegó hasta ellos.
Becky llamó a su hermano diciéndole que tenía algo que contarles. Peter frunció el ceño.
-¿Qué paso, pequeña garrapata?- preguntó James, disfrutando molestar a su hermana. Esta le tiro un almohadón en la cara.
La mayor de los Barnes apagó el aparato donde se reproducía la película, se paró enfrente y mirando a los dos castaños empezó a hablar.
-Bueno, yo quería decirles que quizás ambos sean susplantados como mis chicos favoritos.- avisó sonriente y sonrojada, jugaba con sus manos claramente nerviosa.
-No entiendo.- manifestó el arácnido.
-Eso.- replicó el otro.
Becky rodó los ojos y soltó: -Estoy embarazada.
-¿Qué?- dijeron Peter y James al unísono.
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