Aldemar

Lo que sucedió entre Elizabeth Velasco y yo, fue un juego más de la vida. Y si soy completamente sincero, siempre lo estuve esperando. Casi todos los días, antes de su amarga despedida, yo ya despertaba temiendo su adiós, sin embargo, nada me preparó para ese momento.

La vi partir fingiendo que creía sus motivos para terminar conmigo, que creía en todos sus dichos para decirme adiós. Subí al cuarto agobiado para sentarme en la cama que habíamos compartido, llevándome las sábanas hasta la nariz y aspirar su aroma. Instantes después, permití que las lágrimas se derramaran por ese amor perdido.

Nunca fui una persona impulsiva, siempre pensé mucho las cosas antes de hacerlas; sin embargo, con Beth era todo tan diferente, mis sentimientos por ella eran tan fuertes que todo lo que yo era antes, no importaba. Esa tarde deseaba verla nuevamente y la mejor excusa que tuve fue ir a regresarle las fotos y los recuerdos. También quería preguntarle una vez más porqué terminaba la relación, no deseaba oír más mentiras pero sobre todo necesitaba volverla a ver. Aquello fue un error más en mi larga lista, pues perdí el control y terminé sintiéndome como un soberano idiota.

La preciosa chica que yo amaba, mi Beth era otra persona que permaneció fría y distante incluso más indiferente que antes. Elizabeth era como una estatua de mármol, detrás de la cual mi querida Beth decidió esconderse.

Horas después, en la oscuridad de mi cuarto pensé muchísimo en lo que hasta el momento había sido mi vida. Y no por primera vez reconocí lo afortunado que era al tener junto a mí, personas que me amaban incondicionalmente y que siempre me apoyaron. Recordé mis pensamientos y creencias sobre el amor de pareja antes de conocer a Elizabeth y la poca fé que tenia de conocer a alguien que llegara a amarme.

Y sin embargo sucedió, y fui muy feliz con ella el corto tiempo que duró nuestro noviazgo. No obstante ya no estaríamos juntos y de ella solo conservaría los recuerdos, los buenos y los malos.

Allí sobre el colchón, oyendo los ruidos del viejo apartamento busqué la manera de resignarme aceptando que nuestra relación terminó en el momento en que tenía que terminar. Más tarde sería peor el dolor.

—¿Te quieres ir a vivir a Florida? —Decidí que no podía quedarme en la isla tan cerca y a la vez tan lejos de Elizabeth. Mis tíos no podían mirarse más sorprendidos, ajenos a mi ruptura amorosa.

—Así es, ¿crees que el tío Ricardo pueda recibirme en su casa? —Dos pares de ojos me miraron fijamente mientras picoteaba mis huevos revueltos con jamón.

Con aquella pregunta inicio mi nueva vida lejos de la isla que me vio nacer y asumía yo, de la mujer que amaba. La tarde que abordé ese avión con destino a Estados Unidos lo hice ilusionado y dispuesto a dejar atrás, aunque fuera temporalmente, parte de mi historia.

FIN

Editada 09/14/2023