Capítulo 7
Nuestro segundo encuentro, ¿o fue el tercero?
Beth
Una vez fuera del apartamento bajé cinco escalones hasta la acera. El viejo edificio donde se celebraba el cumpleaños, era una construcción de cuatro pisos enclavada en una esquina de la popular Avenida Borinquen.
No contaba con estacionamiento o áreas verdes, alrededor encontrabas negocios varios, unos cuantos dedicados a la venta de licores y de ambiente nocturno con música tropical que a esa hora, un cuarto para las diez de la noche, apenas comenzaban su jornada. La Avenida Borinquen, era una aleación de negocios y viviendas de manera exitosa.
La salsa y el merengue se oían por doquier. En la zona se mezclaban dos culturas caribeñas muy parecidas: La cultura Dominicana y la cultura Puertorriqueña.
Aquel sector era uno de mucho movimiento vehicular y de personas a pie, solas o en grupo, recorriendo las calles. Luego de estar afuera menos de cinco minutos decidí volver a la fiesta porque de pronto me sentía intranquila. Me propuse que, buscaría la manera de integrarme al ambiente lo más alejada que pudiera del vanidoso amigo de Yesenia y giré para volver al interior.
—¡Hola nena! ¿Por qué estás tan solita?—
De reojo pude ver dos hombres acercándose por mi costado derecho. Todos mis sentidos se alertaron, mas no con la rapidez necesaria para subir los escalones frente a mi. Y alejarme de aquellos individuos.
—¿Qué pasa linda, acaso te comieron la lengua los ratones? —dijo el más alto y flaco con aquella despreocupada manera de hablar. Los tipos se detuvieron uno al lado del otro frente a mi, obstaculizado mi huida.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y retrocedí varios pasos.
—¿Pueden dejarme pasar?
Traté que mi voz no flaqueara.
—No tan rápido beba —dijo el más grueso mientras me echaba una mirada llena de obscenidad, sus intenciones eran las peores y me arrepentí de haber salido. Vislumbre nerviosa los cinco escalones y la entrada del edificio, no se veía un alma.
¿Qué tan viable era empujar a los dos hombres para colarme por el espacio entre ellos y correr hacia la puerta principal del edificio?
No, aquello no funcionaria, me dije.
Necesitaba que Yesenia echara de menos mi presencia y saliera a buscarme en compañía de su novio Antonio.
El tipo más alto se atrevió a alargar una de sus manos para agarrarme del antebrazo derecho. Mi reacción fue retorcerme tratando de zafarme pero su mano parecía una garra con sus dedos hundidos en mi piel. Era tan irreal verme en esa situación.
—¿Qué te pasa? ¡No, me toques! — exclamé ofendida y airadamente. A nuestro alrededor las personas continuaban en lo suyo, ajenas a lo que pasaba, ya fuera a propósito o por distracción.
Muchas veces oí a mis padres comentar sobre la delincuencia en el país, hablaban entre otras cosas sobre el narcotráfico, y la venta y consumo de drogas entre la juventud.
Papá comentaba sobre la inseguridad en las calles y mencionaba delitos tales como, asaltos a mano armada a personas y negocios. Aseguraba que si las cosas seguían así, dentro de algunos años no se podría vivir con tranquilidad en la isla. Al oírlos me parecía que exageraban pero ahora me encontraba viviendo el peligro en carne propia.
—¡Tranquila mami! ¿por qué te pones difícil mi amor? Es mejor flojita y cooperando!.—exclamó uno de los tipos—. ¡Qué tal un paseíto con nosotros por el callejón! —sugirió con el mismo tono lascivo.
Su compañero no dejaba de reírse, sus odiosas risotadas penetraban en mi perturbado cerebro y la desesperación tomaba el control de mis emociones.
—¡Cabrón ella esta bien jovencita y bonita...y huele tan bien! —El que reía de aquella forma tan horrenda y desesperante, acercó su regordete rostro a mi cuello mientras esnifaba ruidosamente. Aterrada y llena de asco levanté la mano y con mis uñas logré alcanzar su mejilla.
—¡Maldita perra!—gritó al sentirse herido, entre tanto se llevaba una de sus mugrosas manos sobre la mejilla lastimada.
El flaco que todavía sujetaba mi brazo derecho, casi arrastro de mi con fuerza hacia su costado izquierdo, di patadas y pude pegarle una buena en la pantorrilla.
—¡Eres brava! ¡Así me gustan las mujeres! —exclamó luego de soltar una sarta de obscenidades.
Como si fuera en camara lenta lo vi alzar su brazo libre, su mano dispuesta a cruzarme el rostro de un golpe. Precisamente fue cuando se escuchó el potente rugir de un motor que, al parecer disuadió de sus intenciones al hombre, sin embargo él me mantuvo a su lado pasando su brazo alrededor de mi cintura. Podia sentir los acelerados latidos del corazón en mi caja torácica, en mis fosas nasales sentía el agrío olor a sudor que expedía aquel hombre y las nauseas me acometieron.
Un hombre estacionó una enorme moto sobre la acera a poca distancia de nosotros. Era imposible que no nos viera. Ese hombre era mi única esperanza, no podía permitir que se fuera.
Mientras yo pensaba como llamar la atención del extraño, fue grande mi sorpresa al verlo acercarse sin dudar o mostrar inseguridad y temor. A solo unos pasos, el joven retiro el reluciente casco color negro de su cabeza y una gran cantidad de emociones se apoderaron de mi, al reconocerlo. Incrédula, casi olvide en la situación que me encontraba al tener de frente nuevamente a Aldemar.
—¿Qué se supone estas haciendo Carlos? —inquirió Aldemar una vez de frente a nosotros. Fue evidente la familiaridad entre ellos.
—¡Vaya, si es el super héroe de la cuadra! —exclamó el tipo con sobrepeso en tono burlón, cambiando su postura con la intención de hacerle frente al recién llegado.
—Primo primito no quieras salvar al mundo, esto no es contigo, esto es entre mi mujer y yo —dijo el alto y flaco.
¿Qué dice? ¿Qué soy su mujer?
¿Aldemar y este delincuente son primos? pensé horrorizada.
—¿Tu mujer? No me veas cara de idiota porque, no lo soy. Estás más que loco si piensas que voy a dar media vuelta ignorando la situación y, dejándola en tus manos —Ante esas palabras no pude menos que gemir de angustia.
—No quiero problemas, primo —mencionó el tal Carlos entonando aquella oración arrastrando las silabas mientras se balanceaba de atrás hacia adelante.
—¿Tú no te cansas de meterte en lo que no te importa, chico? Y Siempre apareces donde nadie te llama —comentó el otro— . Vete al carajo...—En segundos Carlos se alejó de mí, para acercarse a su amigo y golpearlo en la parte posterior de la cabeza. El tipo, tomado de sorpresa, trastabillo hacia adelante e hizo silencio de manera abrupta dejando en el aire lo que pensaba decir.
—¡Ya está bueno Joel! —exclamó Carlos, su amigo y cómplice maldijo por lo bajo pero, permaneció callado, era evidente cuál de los dos era el líder—. ¿A qué viniste Aldemar? —A pesar de mantenerme casi en la misma posición note que, la expresión del tal Carlos se suavizaba al centrar su atención en su primo.
Respire hondo, agradecida del aire limpio que oxigenaba mi sangre. Retrocedí aún dispersa y perdí el balance cayendo sentada en el primer escalón.
—Vine a traerte algo de dinero que te envió tu madre, pero veo que vas de mal en peor —contestó Aldemar—.Ahora andas con éste, asechando mujeres —añadió y sacudió su cabeza con tristeza.
Carlos no parecía afectado al oír mencionar a su madre que, supuse era la amable mujer que conocí en la tienda de abarrotes.
No quería moverme, permanecí rígida con temor de volver a llamar la atención de aquellos dos delincuentes.
—¡Bah! Déjate de sentimentalismos primo y ocúpate de tus asuntos —dijo Carlos con burla y se alejó unos pasos con el tal Joel a sus espaldas— . ¡Ah! olvidaba mi dinero. ¡Al viejo le daría un infarto si supiera que vienes a traerlo! —exclamó burlón y se echó a reír, el otro lo imito.
—Más se horrorizaría si supiera en que andas —comentó Aldemar, y le paso un sobre blanco. Carlos lo agarró sin mirar dos veces a su primo y se alejó mientras le echaba un rápido vistazo a su contenido.
—Lo siento mucho, Beth —Fue lo primero que dijo Aldemar cuando los otros se fueron y me tendió su mano derecha para ayudarme a levantar. No dude en tomarla y aceptar su ayuda.
—Gracias, muchas gracias —De pronto todo el miedo y la angustia que sentía se apoderaron de mi cuerpo. Un nudo en la garganta me impidió continuar hablando y, cálidas lágrimas llenaron mis ojos.
Estando frente a él me abracé, sentía frío. Y fue entonces que me vi abrigada por los brazos de Aldemar que me rodearon cálidamente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro