Capítulo 6
El cumpleaños
Beth
—¿Puedo opinar?—inquirí, interrumpiendo tanta habladuría— .Papá dudo mucho que tu ahijado quiera pasar parte de su tiempo con una adolescente de dieciséis años que seguramente no tendrá nada interesante que decirle —añadí hipotéticamente.
Papá suspiro y mostró una sonrisa condescendiente, era claro que no le daba mucha importancia a mis palabras.
No conocía a Diego y no me encontraba en posición de saber cual sería su reacción. En cambio, conocía a mi padre y sabia lo persuasivo que podia llegar a ser. Por otro lado, estaba la amistad que unía a las dos familias de por medio.
Si a Diego no le molestaba malgastar unas cuantas horas de su existencia con una adolescente para complacer a su padre y padrino, probablemente lo vería llegar a la casa un buen día e invitarme a salir.
Seguramente yo me evitaría reclamos e indirectas que podrían durar semanas, aceptando salir con él.
Estaba segura de que el ahijado de papá encontraría finalmente una buena excusa para no volver a buscarme, y no era que me desvalorara o me sintiera a menos pero algo me dijo que ese chico y yo no teníamos mucho en común. De seguro juntos nos aburriríamos de lo lindo.
—Estoy seguro que Diego y tu se llevaran muy bien — comentó papá, y me pregunté que tan bien creía conocer a un ahijado con el que no compartía a menudo.
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Los siguientes días fueron de gran actividad extracurricular en el colegio Espíritu Sagrado, donde estudiaba el undécimo grado ya que se acercaba el mes de diciembre. Me convencieron para que participara en la obra de teatro que presentarían en el festival navideño. Asi fue como acepté darle vida al fantasma de la Navidad futura en la obra: A Christmas Carol de Charles Dickens, teníamos poco para prepararnos pero lo hicimos con mucha emoción.
Pronto llegó el cumpleaños de la compañera de escuela de mi amiga y, no negaré que la perpestiva de encontrarme en la fiesta con Aldemar me parecía muy posible y era definitivamente un aliciente para ir. Después de todo, los tres asistían a la misma escuela superior.
Aquello último lo sabia porque en días pasados aborde a Yesenia con preguntas sobre Aldemar. Le conté que él era el chico del almacén del que le hable hace unos meses atrás. Mi amiga no pudo ocultar la sorpresa, tampoco que Aldemar no era una de sus personas favoritas. Yesenia fue muy evasiva con el tema del chico, contrario a su apasionado comportamiento cuando hablaba del tal Roberto, el mejor amigo de su novio.
Mi amiga me comento que lo conocía y que asistían a la misma escuela. Además de aquello solo mencionó que Aldemar vivía con sus tíos y un primo, y que era un muchacho muy callado y serio.
Cuando intente continuar hablando sobre él, mi amiga cambio de tema. Yo decidí dejarlo por la paz pero en el fondo guardaba la esperanza de volverlo a ver en unos días.
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Mis padres estuvieron de acuerdo en que fuera a pasar la noche con Yesenia. Nada de mencionar salidas a fiestas de cumpleaños. La emoción de la expectativa de un nuevo encuentro con Aldemar revoloteaba a mi alrededor.
En la tarde del sábado Sergio pasó a buscarme, en su casa me esperaba Yesenia para arreglarnos juntas. Yesenia y Maggie me recibieron con gran algarabía.
Escogí un jean color negro adornado de brillantes aplicaciones en los bolsillos delanteros y una blusa de tela semi transparente color Malva de mangas cortas. Los jeans, eran mi prenda de vestir favorita.
Dejé mi cabello suelto luego de alisarlo con la plancha y use muy poco maquillaje. Después de terminar de arreglarme, me senté sobre la cama de mi amiga mientras ella se tomaba su tiempo en estar lista.
Entre tanto, Yesenia se concentraba en su delineado gatuno yo me ocupe de acomodar dentro de la bolsita de regalo algunas chucherías para la festejada. Mi amiga y yo no dejamos de conversar, y echar broma sobre los temas más variados.
Por un momento, mi mente se transporto algunos años atrás cuando Sergio llevaba a Yesenia y Adrian, su hermano mayor, a mi casa. Recuerdo cuanto nos divertíamos jugando. Lejos de ser una amistad efímera la unión entre Yesenia y yo perduraba, y siempre mantuvimos la comunicación a pesar de no vivir cerca o asistir a las mismas escuelas.
Fueron los golpes de Maggie sobre la puerta cerrada buscando que la abrieran lo que me regresó al presente. La pequeña gritaba nuestros nombres con autoridad, oí a su padre llamarla con cariño ofreciéndole unas galletas.
Cuando Yesenia estuvo lista, se puso de pie y modelo frente a mi. La miré y sonriendo con aprobación:
Mi amiga llevaba una mini falda en tela de jeans color azul oscuro y una camisa corta de color blanco que dejaba ver su ombligo adornado con un arete plateado. Completó su atuendo con una chaqueta negra en jeans hasta las caderas y calzaba sandalias. Yesenia siempre fue más llamativa que yo en su manera de vestir y maquillarse.
—Estas deslumbrante, amiga —comenté.
—Tu no te quedas atrás, deja que Roberto te vea —dijo ella y soltó una risita.
En ese momento, antes de salir para el cumpleaños me abstuve de comentar mi recelo sobre la insistencia de mi amiga en ser una especie de cupido entre aquel chico y yo.
Y debo decir que no me equivoque, Roberto era el tipo de persona que no me atraía para nada. Físicamente era guapo, de cabello negro un poco largo y ojos azules pero hasta ahí.
El muchacho resultó ser un egocéntrico que no hablaba de otra cosa o persona que no fuera él. Después de las presentaciones, el vanidoso chico comenzó un monólogo sobre su vida, sus logros y planes a futuro. En un momento dado pensé que me diría lo afortunada que era de conocerlo.
Yesenia se fue a bailar con su novio y, yo comencé a sentirme atrapada sentada sobre un desvencijado sofá junto aquel presuntuoso tipo.
La música estruendosa, el calor casi sofocante, el humo de cigarillo y la compañía de Roberto hablándome casi al oído amenazaban con convertir una fiesta donde debía divertirme, en un lugar desagradable.
No puedo negar que mi incomodidad se hizo más intensa conforme pasaban los minutos y, me daba cuenta de que Aldemar no se encontraba entre los invitados. Enojada me puse de pie y salí del apartamento.
Con algo de dificultad cruce el pasillo que, para ese momento se encontraba repleto de muchachería bailando la pegajosa música que se dejaba oír desde el interior de la vivienda, sujetando vasos plásticos de bebidas varias entre risas y bulla.
Bajé las escaleras mientras algunas personas subían y empuje la puerta que daba a la calle. Respire profundamente y solté poco a poco el aire por la boca, nunca pensé que salir del apartamento podría meterme en problemas.
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