Capítulo 54
Arrinconada
Beth
Permanecí sentada al borde de mi cama por largos minutos sin desear moverme y, pidiéndole a Dios permanecer así para siempre porqué de esa manera mi padre no me obligaría a lastimar a Aldemar. Fue un día largo y una noche tediosa buscando alternativas, alguna esperanza, pero terminé agotada mental y físicamente.
Vi el amanecer desde mi ventana, un amanecer sin él, en un duerme vela intermitente plagado de pesadillas, ansiedad y frustración.
Decidí levantarme, no tenía caso continuar en la cama y casi como una sonámbula me dispuse a darme una ducha.
— ¡Elizabeth! —Cerré la puerta del baño sin darle la oportunidad a mamá de hablar. Me desnudé rápidamente y me metí bajo la tibia agua.
—¡Elizabeth! — Mamá golpeaba la puerta con nerviosismo, mientras yo me apuraba por terminar mi aseo para salir envuelta en una toalla.
—¿Iras a verlo? —Como una demente entre en el walking closet y rebusqué en mis gavetas— .Es lo mejor —dijo.
Mientras mamá hablaba me vestía con jeans azules, una simple camiseta con logo y calzaba zapatos tenis sin medias. Terminé frente al espejo recogiendo mi cabello en un desordenado moño y sin pronunciar palabra me dirigí al pasillo.
— ¡Elizabeth! —Leonor me agarró por el brazo—. Recuerda que tu padre no bromea y mucho menos amenaza en vano —Con suavidad retiré la mano de mamá del brazo.
—Lo sé —dije.
Bajé corriendo las escaleras para cruzar la sala y el recibidor hasta la puerta principal. Las manos me temblaban cuando intentaba abrir la puerta del carro temiendo que papá saliera de la casa en cualquier momento, pero nada paso. Logré salir manejando, pero algunas calles de distancia me detuve, abrí las ventanillas y respiré profundamente. Resultaba difícil mantenerme calmada cuando un cúmulo de sensaciones y sentimientos negativos se adueñaba de mí.
Necesitaba aclarar mis pensamientos, aún cuando sabía que solo existía un camino a seguir. Golpeé el guía del auto varias veces, descargando la frustración y el coraje que volvieron a agobiarme mientras regresaron las lágrimas.
Lloré por largos minutos hasta sentirme seca, cuando logré sosegarme busqué en mi cartera un espejo para mirar mi imagen largo rato. La persona que devolvía la mirada lucía un pálido rostro de ojos grandes y enrojecidos, no podía dejar que él me viera así, no me creería el teatro. Me arreglé lo mejor que pude, aunque ante mis ojos no fue mucho lo que pude hacer.
Cuando me estacioné junto a la acera frente al negocio de los tíos de Aldemar, por un momento temí ver a papá por los alrededores listo para obligarme a volver a la casa y dispuesto a llamar a su abogado para perjudicar a Aldemar y su familia. Pero no fue así, papá al parecer había preferido esperar por mí.
Sin embargo, hubo alguien que cruzó la calle corriendo para llegar hasta mí. Aldemar abrió la puerta del carro de un tirón sin despegarme la mirada de encima, pude ver en sus hermosos ojos la desesperación que sentía, un reflejo de la mía.
—¡Beth mi amor! —exclamó abalanzándose sobre mi para abrazarme fuerte. Aspiré profundamente su aroma para guardarlo en mis recuerdos, para no olvidarlo nunca.
—Dios mío amor no sabes lo desesperado que estaba sin saber de ti, ¿por qué no me contestaste el celular?, te llamé muchas veces y te dejé varios mensajes. Fui hasta tu casa y me dijeron que no estabas...—Aldemar no tenía idea de lo mucho que me afectaban sus palabras, porque no tenía respuestas, porque la decisión estaba tomada y no por mí.
—¿Qué sucede preciosa? —Estaba tan cerca como quizás no lo volviera a estar jamás. Levanté una de mis manos y le acaricié el rostro sintiendo lo áspero de sus mejillas por el incipiente vello facial de un día sin rasurar. No quería perder el tiempo hablando, solo necesitaba sentir sus labios sobre los míos.
—No hablemos ahora —pedí y subí mi otra mano hasta su rostro para acercarlo y apresar sus labios con los míos sedienta de él. Aldemar me recibió con igual ímpetu, abrazándome por la cintura, arrodillado frente a mí.
—Por Dios cuanto te extrañé—lo oí murmurar sobre mi oído cuando separó sus labios de los míos, me aferré a él, ocultando mi rostro en el hueco entre su hombro y cuello. No podía mirarlo de frente, permanecimos abrazados unos segundos.
Las palabras se negaban a salir de mis labios. Aldemar me apartó un poco para mirarme de frente, pero yo desvié la vista, no podía mirarlo a los ojos, si lo hacía flaquearía.
—No sé qué está pasando, pero tampoco te voy a presionar, vamos a dar un paseo y me cuentas cuando quieras —dijo.
—No creo...
—¡Elizabeth! —Mercedes se acercó a nosotros del brazo del tío Hernán —. Qué bueno, estas de regreso chiquilla, ya Aldemar estaba un poco nervioso—Aldemar se puso de pie para dejar que su tía me diera un fuerte abrazo, al que yo correspondí emocionada.
—Bienvenida a casa, Elizabeth —saludo el tío Hernán e imitó a su esposa.
—Gracias. —Los tíos de Aldemar no se merecían el mal rato que pasarían si mi padre cumplía su amenaza. Y por si eso fuera poco, lo que oí a continuación me convenció de no darle más largas al asunto para desilusionar a Aldemar.
— ¿Ya se van? —preguntó Aldemar.
—Aunque tu tía no quiera tiene que ir al médico, sabes que desde hace días no se ha sentido muy bien. —Me llevé una de las manos al cuello, si aún tenía dudas de que era lo correcto, las palabras de Hernán me aclararon las ideas. Yo no sería la causante del sufrimiento de Mercedes, sufrimiento que podía llevarla a la tumba. Aldemar jamás me lo perdonaría.
Después de algunas palabras más los tíos de Aldemar se alejaron entre murmullos y gestos cómplices.
—Acompañarme arriba a ponerme unos zapatos, cuando te vi llegar no me detuve ni siquiera para ponerme los zapatos—mencionó Aldemar risueño mientras me mostraba sus pies desnudos. Mi cabeza parecía flotar en tanto caminaba junto a él hasta su apartamento.
—Déjame buscar por aquí lo tenis...— Entré detrás de él al cuarto y, mientras Aldemar buscaba debajo de la cama los tenis, yo paseaba mi mirada por su habitación memorizando todos los detalles.
Su cama con las sábanas hechas un lío como si recién se hubiese levantado, la mesita esquinera y sobre ella su reloj despertador, un libro cerrado, y una foto de nosotros, abrazados y sonrientes. Paseé la mirada por la pared y por la persiana entreabierta desde donde pude ver mi carro.
—Listo, ya podemos irnos —Aldemar se puso de pie después de calzarse sus tenis. Esta sería la última vez que lo tendría frente a mí, quizás jamás lo volvería a ver. Rodeé su cuello con mis brazos y acerqué mi boca a la suya.
—Bésame —Le pedí y él no se hizo de rogar. Sentí sus brazos cerrándose alrededor de mi cintura.
No podía despedirme de Aldemar sin sentirlo nuevamente mío. Aldemar parecía complacido en dejarse llevar hasta la cama, donde lentamente lo empujé para que se sentara y abrirle la camisa con afán. Me despojé de mi camiseta y mi sostén, para abrazarlo mientras lo besaba en el cuello. Sentí sus manos en mis senos, acariciándolos con ardor, las inhibiciones no existían, con manos temblorosas terminé de desnudarlo y él a mí. Entre nosotros solo se oían gemidos y jadeos productos del placer que experimentábamos.
Con cada caricia, con cada beso me despedía de mi amor, sintiéndome segura de que jamás amaría a otro hombre como amaba a Aldemar. Gruesas lágrimas bañaron mis mejillas, mientras él me poseía. Y por primera vez, pude experimentar a cabalidad un estallido de placer que me abarco desde la cabeza a los pies. Aldemar descansó su cabeza entre mis pechos mientras yo le acariciaba sus rizados cabellos.
Estuvimos tanto tiempo abrazados, respirando casi al unísono, que deseé poder cerrar los ojos y dormirme a su lado. Olvidar las amenazas de papá , el miedo a perderlo y sobre todo olvidarme de que tenía que lastimarlo.
—¿Beth?, ¿quieres decirme ahora que te sucede? —No me preguntes, rogué sin palabras.
Aldemar me acaricio la espalda, primero con sus manos y después con sus labios, lo oí suspirar y levantarse. Siguieron segundos en que cerré los ojos y presté atención a sus movimientos, pude imaginarlo en el baño, aseándose después de quitarse el preservativo. Oí el agua del lavamos correr y el inodoro al jalar la cadena. Rodé sobre mi estómago y me senté en el borde de la cama cubriendo mi cuerpo desnudo con la sábana. Mis pies encima de mi ropa, la desesperación amenazando con hacerme perder el control.
Aldemar regresó al dormitorio.
—Lo lamento —murmuré cuando sentí una de sus manos sobre mi hombro desnudo.
—Dime que te atormenta preciosa, podemos resolverlo juntos.
— ¡No, no podemos Aldemar! —exclamé y lo miré de la manera más indiferente que pude, Aldemar debía dar por ciertas mis próximas palabras— .Créeme que no quiero lastimarte, pero necesito decirte lo que siento —Aldemar se acuclillo a mi lado, vistiendo solo un pantalón corto.
—Eso es lo que quiero —dijo él, mostrando en su tono de voz la incertidumbre que sentía— .Te escucho —Era el momento de decirle la verdad y de planear como engañar a mi padre. Sin embargo, el miedo a lo que pudiese ocurrir, a lo que papá se atrevería con tal de dañarlo, me detuvo. No era valiente, la sola idea de verlo a él y a su familia en problemas legales, aunque estos no prosperaran, me aterraba. Se me nubló la mente, sentí frío y por un momento pensé que me quedaría muda para siempre.
—Tuve oportunidad de pensar mucho en nosotros —comencé, repitiendo una de las muchas frases que practiqué.
—Yo no dejé de pensar en ti ni un solo momento —Aquello no ayudaba, me mordí los labios para evitar un quejido, ¿Cómo viviría sin Aldemar a mi lado? Sentí que moría poco a poco.
— Aldemar, no podemos continuar la relación —murmuré y por un momento pensé que no me había escuchado porque no dijo nada, solo me miraba fijamente, sin parpadear.
—¿Bromeas? —preguntó mientras se ponía de pie. Cerré los ojos unos segundos— No me gusta esa clase de broma, amor.
—No es broma, hablo en serio —apunté—. Si continuamos solo nos haremos daño o mejor dicho, te hare daño —Al decir aquello no mentía.
—¿Por qué me dices todo esto? —Note los primeros signos de incredulidad en su tono de voz —.¿Por qué ahora?
—He pensado mucho y creo que es lo mejor.—Así de sencillo y también de absurdo y ridículo.
—¡Maravilloso! —exclamo él y aplaudió varias veces— .Tu padre supo de nuestra relación y además sabe que soy VIH positivo, ¿Te pidió que me dijeras todo esto? —De la desesperación paso a la ira. Aldemar solo complicaría las cosas si no me creía, si se enfrentaba a mi padre.
—Esa es la razón de todo esto. De tu silencio, de esa desesperación que te vi en los ojos cuando llegaste —
—¡Te equivocas, esto es cosa mía, nadie me obliga, estos días lejos de ti me abrieron los ojos! — exclamé sin levantar la mirada.
—¡Mírame, Elizabeth, mírame de frente y dame una razón válida para esto! —exigió Aldemar— .Mírame y dime porqué quieres terminar la relación cuando hacia solo días decías amarme. —Me puse de pie con la sábana alrededor de mi cuerpo, levanté el rostro para mirarlo a los ojos y en ellos vi verdadera desesperación, se me estrujó el alma.
—¡No te amo, Aldemar! Me atraes físicamente y quizás siento un cariño por ti, pero no amor —exclamé para continuar con la farsa.
Lo oí jadear como si le hubiese propinado un golpe en el estómago, vi sorpresa y dolor en su mirada.
—Estos días lejos de ti, me sirvieron para darme cuenta de que lo que creí sentir por ti no es real. Estaba confundida, pero en el viaje pensé mucho en el futuro y no creo poder continuar con nuestra relación —Aldemar no dijo nada.
—Me di cuenta de que no podría bregar con todo lo de tu condición de salud, que viviría en una constante zozobra —añadí.
—Mientes —murmuró. Sentí que me moría y lo peor era que con cada palabra lo mataba a él— .Me mientes—aseguró con vehemencia.
—Solo vine a despedirme, el tiempo que estuvimos separados me sirvió para darme cuenta de que no es amor lo que siento por ti, si continuamos, solo te haría infeliz—me mordí los labios.
—¿Por qué me mientes, Beth? —Aldemar caminó hasta que estuvo frente a la única persiana dándome la espalda— .¿Por qué lo haces?—Su voz falló en la última frase. Me llevé las manos al rostro y me lo cubrí con ellas.
—No quiero continuar esta relación, no hay un futuro juntos Aldemar, no te amo, solo siento por ti pena...lástima, no lo sé ...—murmuré levantando la mirada.
—¡Cállate, cállate! —gritó él como jamás lo hizo antes mientras se volteaba manoteando al aire y fijando su mirada llena de angustia y desilusión en mí. En un inesperado movimiento se me abalanzó encima para abrazarme.
«¿Quieres ver a Aldemar y a su familia en la cárcel? » Me susurró al oído una odiosa vocecita.
—¡Por Dios Beth, dime que te sucede, quiero la verdad! —suplicó con sus brazos rodeando mi cintura y el rostro oculto en mis cabellos— .¡No puedo creer en tus palabras cuando te he sentido tan mía, cuando todo tu ser me grita que me ama! - Yo no podía ceder, rendirme en sus brazos sería tan fácil.
«Que pena por ese par de ancianos, sufrirán mucho al ver a su sobrino en la cárcel »La voz de mi padre, con su tono venenoso y burlón me provocó escalofríos y de un empujón alejé a Aldemar de mí.
—Entiéndeme por favor, y no hagas las cosas más difíciles —Le supliqué alejándome de él. Lo oí soltar una especie de gruñido.
—Está bien, tus ganas, te creo. Vete, no tenemos más nada que hablar —Aquella frase era lo que esperaba y a la misma vez temía oír.
Lo oí caminar y salir del cuarto cerrando la puerta detrás de él. No pude aguantar más y cubriéndome el rostro con ambas manos di rienda suelta a todo mi dolor, mi angustia y desesperación. Gruesas lágrimas bañaron mi rostro, y por un momento pensé que no podría detenerlas.
Me mordí los labios hasta que noté el sabor de mi propia sangre. Agobiada, sequé mi rostro con las manos y me vestí sin perder más tiempo,necesitaba llegar a mi casa, no quería a mi padre por allí. Respiré pausadamente,concentrándome en calmarme, recogí mi cartera y me acerqué a la puerta cerrada.
Detrás de esa puerta me esperaba Aldemar, mi verdadero amor, de quien me enamoré a pesar de todo, y a quien tenía que decirle adiós, aunque sintiera que se me iba la vida. Esa tarde el destino me separaba de él. Abrí la puerta, allí estaba él pegado a la pared, cabizbajo y silencioso.
— Aldemar... —Me dio la espalda.
— ¡Vete Elizabeth! —Ya no me llamaba Beth, su Beth. Ahora era un frio y distante Elizabeth. Pensé en abrazarlo y contarle todo, pero apreté los puños de mis manos y me mordí la lengua, rogándole a cielo que pronto tuviese la oportunidad de hacerlo.
No pronuncie más palabras y bajé corriendo la escalera hacia la calle. Cruce y abrí la puerta del carro sin mirar atrás pero no aguanté los deseos de volverlo a ver y miré a mis espaldas porque sabía que él estaría allí, a la distancia. Y así fue, se encontraba allí y pude mirarlo unos segundos antes de con rapidez meterme en el carro, encenderlo y arrancar hacia la avenida sin tomar la más mínima precaución.
Editada 09/14/2023
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