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Capítulo 53


A solo pasos del abismo que nos separa

Beth

—¿Qué te parece tan gracioso? —preguntó papá, su voz me trajo de vuelta a la realidad. Pensaba en Aldemar, nuestros recuerdos me hacían feliz más no lo dije. Lo menos que deseaba era una nueva confrontación con mi padre.

—Elizabeth está enamorada del chico —murmura mamá casi como si no quisiera ser escuchada. Papá deja caer con fuerza su mano derecha sobre la superficie del escritorio. Fue un ruido fuerte y sordo, no pude evitar sobresaltarme.

—Muy bien, entonces dejemos que la muchacha continúe su relación con ese individuo que no aporta nada a su vida y como si no fuera suficiente, enferme con una condición que hasta hoy es incurable —Lo miré fijamente, pero él no me devolvió la mirada.

—Eres injusto y cruel —murmuré.

—¡Bah! Eso lo he escuchado antes —comentó él en tono de burla.

—Y continuarás escuchándolo —desafié.

Volví a buscar su mirada con la mía de manera insistente hasta que me la sostuvo. Sus ojos verdes y ovalados como los míos me miraron con el mismo desafío que yo lo miraba a él, pero no fue solo eso, pude ver algo en su mirada que me provocó escalofríos desde la nuca hasta los dedos de los pies.

En su mirada reinaba la maldad.

—Creo que te pareceré más que cruel cuando escuches lo que tengo para decirte —

La ansiedad frente a lo desconocido no me permitía mantenerme quieta, sacudí ambos brazos en gestos desesperados mientras caminaba algunos pasos al frente y de regreso.

—¿A dónde me enviaras a vivir? ¿ al continente africano? —Mis palabras no dejan de destilar temor.

—Mejor que eso, irás con tu adorada tía Antonella —informó papá con sus labios, dibujando una fina sonrisa de suficiencia— .Te iras a Inglaterra con ella, pero antes vas a asegurarte que tu querido novio se olvide de tu existencia —añadió. Me invadió el temor y la impotencia ante sus dichos.

—Eso no sucederá, Aldemar no me olvidará—dije mirándolo fijamente, odiando su burlona sonrisita.

¿Irme a Inglaterra? ¡Dios mío, eso está al otro lado del mundo!

—Te equivocas Elizabeth, tú misma te encargaras de que así suceda —aseguro él. Dejé escapar una ruidosa y nerviosa carcajada.

—No me hagas reír —dije manteniendo la mirada sobre él, pero papá ya no sonreía.

—Por favor, hija —suplicó mamá, la miré por varios segundos, Diego no me quitaba los ojos de encima despertando mi incomodidad.

—Podrás obligarme a viajar lejos, separarme de él, más no lograras que lo olvide y menos que él me olvide a mí —aseguré.

—No sé si tú lo olvidaras, pero ese muchachito no querrá volver a verte jamás. —Su seguridad me comenzaba a inquietar. Mi padre guardó silencio unos segundos, seguramente  analizando que decir.

—Quiero pensar que tu nobleza y ese afán de identificarte con los más necesitados te han convencido de estar enamorada de un hombre enfermo —dijo mientras yo buscaba sentido a sus palabras— . Es claro que eres joven e impulsiva y sé que ese chico comprenderá lo influenciable que puedes llegar a ser —Volví a mirarlo más que intrigada, mientras él parecía cavilar. Está vez papá no ignoró mi mirada, está vez miró directamente mis ojos.

—Sin embargo, eso no impedirá que ese muchacho deseará no haberte conocido nunca —agregó y se encogió de hombros. Moví la cabeza en señal de negación lentamente.

—¿De qué hablas? —pregunté, más solo fue cuestión de segundos comenzar entender los malvados propósitos de Ignacio Velasco— .Yo lo amo, no le haré daño.

—¡Seguro!, precisamente por ese amor que dices tenerle le evitaras mayores sufrimientos —dijo— .Pienso que prefieres que sufra unos meses a que sufra unos años en el encierro, lejos de su familia. Para un chico con su condición de salud puede ser fatal, incluso puede no salir vivo del encierro. —Lo entendía, pero mi mente insistía en negarse a procesar sus palabras, su significado.

—Quiero que te arregles, y que vayas a verlo —Anticipe lo peor— .Le explicaras a tu novio que estuviste confundida, dile que el viaje a Nueva York te ayudó a aclarar tus sentimientos por él y comprendiste que no lo amas y que solo sientes lástima por él —Solté un bufido al escuchar esa última palabra, no podía pensar.

—Deja en claro que no lo amas, confíale que estar lejos de él estos días te sirvió para comprender tus verdaderos sentimientos. Él debe entender y aceptar que la relación entre ustedes, tiene que terminar —La insidiosa voz de papá pareció taladrar mi cerebro.

"Esto no puede estar pasando" —me dije y miré a mí alrededor. Mamá parecía una estatua sentada muy derecha y cabizbaja en el otro extremo de la habitación. Miré a Diego cuya mirada iba y venía de papá a mí.

—No creerás que voy a hacer semejante estupidez —Fue lo primero que salió de mi boca.

—Si, si lo creo. —Él no bromeaba.

¿Por qué pensar que lo hacía?, papá nunca bromea.

—No lo haré, podrás enviarme lejos de aquí, alejarme de él para siempre pero no lo lastimaré de esa manera —volví a negarme.

—¿Prefieres que tu amorcito termine en la cárcel? —Aquella pregunta estrujo mi corazón al darme cuenta de que mi padre estaba dispuesto a todo, no solo para alejarme de Aldemar, sino para lastimarlo.

—¿Crees que no voy a salir de aquí directo al cuartel y denunciar a ese sinvergüenza? —preguntó. Por un momento pude ver la rabia que trataba de mantener a raya. Comprendí que se sentía burlado, no solo por mí; sino por Aldemar.

—¿Por qué haces esto? —grité desesperada, aunque ya tenía una idea. Caminé gesticulando hasta llegar de frente al escritorio y sobre el recargué mis puños.

Papá tomo una bocanada de aire.

—Quiero que vayas con ese tipo y termines tu ridícula relación con él —Estampó uno de sus puños en la superficie del escritorio y se puso de pie, mientras yo retrocedía.

—Te quiero lejos de ese tipo y para mí no es suficiente que te vayas del país, quiero que él te odie, que no quiera saber nada más de ti —Siento mis ojos arder, mi garganta cerrarse y unas ganas terribles de gritar.

—¡No me obligues a hacerlo, papá! —Sentí a mamá a mi lado, ya no tenía control, las lágrimas me nublaban la vista y los sollozos atenazaban mi garganta, descontrolados.

—Arréglate, quiero que luzcas tranquila cuando le digas que no lo amas —ordenó, mientras yo cabizbaja casi me bebía mis lágrimas — .Lastímalo tanto, que cuando piense en ti, sea con odio —Levanté la cabeza de súbito y lo miré.

—¡No lo haré! —grite casi fuera de mí.

—¡Si lo harás! —grito él  de vuelta inclinándose sobre el escritorio.

—Por favor, Ignacio, no la obligues. Yo puedo ir con ese muchacho y exigirle que no se vuelva a acercar a Elizabeth —gritó mamá para hacerse oír. Papá la miro airado.

—¿Es qué no entiendes, mujer? —inquirió—. Solo Elizabeth tiene el poder de alejarlo de su vida.

—¡Estas loco! ¡No voy a lastimar a Aldemar! —exclamé y corrí a la puerta para abrirla de un tirón. Casi corriendo subí las escaleras, lo único que deseaba era estar en la soledad de mi cuarto.

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No tenía una idea clara del paso del tiempo, de lo único que estaba segura era de que no había dejado de llorar, me sentía débil, agotada. No deseaba oír más reclamos, tampoco justificarme como si hubiese cometido un crimen. Sin embargo, cuando mamá se presentó por la habitación rogando que le abriera la puerta, le permití que tratara de explicarme el proceder de mi padre.

—Tienes que entenderlo —dijo—. No pretendas que no pasa nada, que no existe ningún problema. Elizabeth, tu relación con ese muchacho es un sin sentido. —La miré furiosa más guardé silencio.

—Aldemar es un jovencito enfermo, a su lado no vivirás una vida plena como te la mereces. Tu futuro será incierto y lo más inquietante, tu salud estará siempre pendiendo de un hilo —añadió sin amilanarse ante mi actitud— .Piénsalo Elizabeth y entenderás nuestra preocupación, pero sobre todo nuestra oposición. —El silencio ocupó la habitación por unos minutos.

—Hija, cualquier padre en nuestra situación haría lo mismo —Cuando volvió a dirigirse a mi parecía hablarle a una niña pequeña.

—Puedo entender sus miedos, lo que no entiendo es el afán de papá de hacerle daño a Aldemar. —Se quebró mi voz.

—Tu padre quiere separarte definitivamente de ese muchacho. Ignacio tiene miedo de que lo busques cuando cumplas la mayoría de edad —mencionó mamá. Si hacia lo que mi padre me ordenaba y Aldemar creía en mis dichos le rompería el corazón, lo lastimaría muchísimo y sus sentimientos hacia mí se convertirían en odio, sentí que podía enfermarme de solo pensarlo.

—No lo haré, no lastimaré a Aldemar de esa manera.

—Elizabeth, tu padre es capaz de todo para lograr sus propósitos —avisó mamá y se oía genuinamente preocupada—. No me gustaría ver a Aldemar víctima de la injusticia, ya bastante tiene viviendo con esa grave enfermedad, por favor hija, piénsalo.

En esos instantes la idea de que era una maldición más en la vida de Aldemar casi me doblega, pero al recordar lo que vivimos, el sentimiento fuerte y genuino que existía entre nosotros, lo felices que somos cuando estamos juntos, una sonrisa floreció en mis labios.

—No, no lo voy a hacer. —Interiormente estaba temblando, dudando de poder mantener mi firmeza.

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Contrario a lo que esperaba, papá no fue por la habitación a insistir sobre el tema, lo cual me pareció muy extraño. Esa noche casi no dormí, mi mente parecía un tobogán; dándole vueltas a la manera de defender mi relación con Aldemar, y más importante aún, no lastimarlo. Incomunicada una vez más en menos de un año, mamá me confisco el celular, no pude encontrar la manera de enviarle a Aldemar ni siquiera un mensaje de texto.

El porqué del peculiar silencio de mi padre entró con él a mi dormitorio la mañana siguiente y, me di cuenta de lo estúpida que fui al pensar que haría las cosas a mi manera. Junto a papá se encontraba su abogado.

—Elizabeth, mira quien nos acompaña hoy —comentó papá en tono jovial, como si el señor Barquet estuviese en nuestra casa para una visita social.

Sabía que estaba a solo pasos del abismo que comenzaba a abrirse entre Aldemar y yo.

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El hombre pequeño de rostro amable y bonachón podría engañar a cualquiera, más no a mí que conocía de su experiencia, su fama y su sagacidad. No en balde mi padre confiaba todos sus asuntos personales y, también los del banco a su bufete de abogados.

    —El licenciado Barquet ha venido a orientarme sobre qué hacer cuando un sinvergüenza y abusador engaña a tu hija menor de edad —comentó papá en tono casual. Mientras sentía hundirme en la desesperanza, vi entrar a mamá a la habitación y a pesar de su supuesta sorpresa supe que ella sabía de aquello probablemente desde la noche anterior.

—No solo eso Ignacio, por lo que me dices ese individuo además es portador del virus de la inmunodeficiencia humana, una enfermedad incurable y potencialmente mortal —Al oírlo mencionar la condición de Aldemar con tanto desprecio y desparpajo, sentí deseos de brincarle encima a ese viejo ridículo para abofetearlo— .Su hija es una víctima de ese degenerado. —Aquella frase fue la gota que derramó el vaso.

— ¡Ya basta!, ¡no saben lo que dicen! —Tres pares de ojos se posaron sobre mi persona. Mamá lucia asustada y llorosa, el licenciado me miraba escéptico y papá, bueno mi padre era todo condescendientes sonrisas.

—Discúlpela licenciado, Elizabeth está muy nerviosa y sensible a raíz de toda esta situación —dijo.

—Cálmate muchacha, es natural que veas las cosas así —dijo el abogado, con sus pequeños ojillos calculadores y fríos— .Estás confundida, ese muchacho se ha burlado de ti y de tu familia—Solo los quería a todos fuera del cuarto.

—Mi hija terminará por entender que solo queremos lo mejor para ella —terció mi padre—. Esta situación es tan molesta, pero pronto será solo un mal recuerdo. —Sentí que perdía fuerzas, la cabeza me pesaba temiendo caer en cualquier momento al suelo. Me senté en el borde de la cama bajando la cabeza y apoyándola sobre mis rodillas.

—Si yo fuera tú, le sometía cargos con todo el peso de la ley, no solo a él, sino a toda su familia. —Entendí que era hasta allí donde mi padre quería llevarme. Ya no se trataba solo de Aldemar, sino de su familia.

¿Cómo reaccionaría la tía Mercedes a toda la situación? Su salud no era la mejor. Ya no se trataba solo de ver a Aldemar envuelto en problemas legales, si no a su esposo y hasta a ella misma. ¿Podía ser eso posible?

Casi pude ver como el agua crecía y crecía hasta cubrir mi cabeza, estaba atrapada.

—Su familia es cómplice de toda esta barbaridad, los tíos conocían la situación de su sobrino —En poco tiempo el licenciado Barquet parecía estar al tanto de la situación familiar de mi novio.

—Que difícil situación para ese par de ancianos —comentó mi padre— .Lo sentiré mucho, pero esto no se puede quedar así, ese muchacho tiene que aprender a ser responsable —Tanta hipocresía me provocaba nauseas.

—Me alejaré de él, me iré a China si así lo quieres, pero déjalos en paz —dije haciendo un gran esfuerzo para que mi voz se oyera firme. Percibí que el acompañante de papá salía de la habitación.

—Ignacio querido, Elizabeth está dispuesta a terminar su relación con ese muchacho sin necesidad de hacerle daño a él y menos a su familia —oí que decía mamá.

—Perfecto, entonces ella ya sabe que hacer —sentenció papá.

Nuevamente el silencio se hizo con el espacio, por algunos segundos lo único que se percibía eran nuestras respiraciones.

—Quiero a ese tipo fuera de nuestras vidas, quiero que vuelvas a ser Elizabeth mi hija, mi única hija. La chica que estudiará medicina y que, con el paso del tiempo, se casará con un hombre sano para darme nietos hermosos, fuertes y saludables. Jamás aceptaré a ese tipo en tu vida, en nuestra familia —dijo con ímpetu— . Para eso tu misma tienes que desilusionarlo, lastimarlo tanto que no quiera saber nada de ti —concluyó. Dejé que las lágrimas fluyeran libres por mi rostro, mientras intentaba ahogar un intenso alarido mezcla de impotencia, rabia y dolor.

Editado 09/14/2023

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