Capítulo 50
Con el cielo como testigo
Beth
De un solo movimiento Aldemar abarcó mi rostro con sus manos y, atacó mi boca con la suya para besarnos con ardor. Llevé mis manos a la parte posterior de mi cuello para soltar el lazo de la parte superior del traje de baño, enseguida mis pálidos senos quedaron expuestos y erguidos frente a él, nunca antes habíamos llegado tan lejos.
Me separé de él buscando aire y, oírlo jadear explotó un ramalazo de placer en mí. Volvimos a besarnos mientras yo ocupaba mis manos con su camisilla, que pronto ocupo un lugar en algún punto. Nos abrazamos agitados y la sensación de sentir su piel desnuda contra la mía junto a sus manos acariciando mi espalda, fue fascinante.
Volvimos a separarnos para mirarnos de frente. Abandoné la claridad de sus ojos azules y paseé la mirada por su rostro deteniéndome sobre sus labios entreabiertos. En esos momentos, Aldemar levantaba sus manos y acariciaba con suavidad la piel de mi vientre desnudo; mientras su ardiente mirada se posaba sobre mis senos.
Aunque mi primer pensamiento fue cubrir la desnudez de mi torso con las manos, lo que hice fue volver a lanzarme a sus brazos buscando nuevamente sus labios. Rodamos sobre la manta sin importar la comida que pudiésemos voltear, no dejamos de besarnos entre tentativas caricias, mientras nuestras inquietas manos buscaban experimentar y conocer el cuerpo del otro. Me las ingenie para tener nuevamente a Aldemar debajo de mí, era allí donde quería estar, con el control de la situación al momento. Era una postura natural y a su vez poderosa. Con mis manos sobre sus hombros me dediqué a depositar pequeños besos sobre su pecho desnudo, mientras él acariciaba mis senos enviando pequeñas descargas a mi vientre bajo. Llevé las manos hasta su cintura y por primera vez me atreví a tocar su entrepierna.
—No...—Lo oí protestar, aunque de manera muy débil. No me di por vencida, al sentir su masculinidad, supe que Aldemar estaba igual de preparado que yo para llevar este encuentro hasta el final.
—No me rechaces —susurré sobre su oreja, abandonando la postura encima de él para incorporarme y ofrecerle el sobre plateado que contenía el preservativo, y evité mirarlo a los ojos. Aldemar se puso de pie y me ofreció su mano para ayudarme a levantar. Por unos segundos tuve el temor de que se alejara, pero contrario a eso me cobijo con sus brazos.
—No quiero ser una desilusión para ti Elizabeth —murmuro entre mis desordenados cabellos.
—No lo seremos —Sentí sus dedos inexpertos luchando con el zipper de mi pantalón y yo busqué desasirme del que lo cubría a él, mientras nuestros labios volvieron a acariciarse.
Caímos sobre la manta completamente desnudos, sin falsos pudores, solo éramos él y yo. Aldemar me besaba toda, mientras yo no dejaba de acariciar con mis inexpertas manos su pecho, su abdomen y miembro que se sentía preparado para al acto sexual igual que estaba yo. Éramos dos criaturas enamoradas e inexpertas amándose. Nada de lo que imaginé se comparaba con lo que sentía en esos momentos. Cuando Aldemar me poseyó, experimenté un mar de sensaciones en todo mi cuerpo, el dolor de la primera vez paso casi desapercibido bajo el calor de nuestra unión.
Sé que fue mucho más de lo que ambos esperamos al ser dos inexpertos dando y recibiendo torpes caricias y besos. El amor estaba presente, también la atracción física y aquellos deseos de sentir la piel del otro.
—Beth, mi amor, mi precioso amor. —Lo oí decir y sentí su estremecimiento.
Sudorosos y cansados, permanecimos uno al lado del otro sobre la desordenada manta. La fresca brisa marina refrescando nuestras pieles desnudas en aquella playa desierta testigo de nuestra entrega. Cuando Aldemar me recorrió el estómago con su mano hasta mi ombligo, abrí los ojos y lo miré muy cerca de mí con una leve sonrisa en sus labios.
—Eres tan hermosa, de piel tan suave y olor tan dulce. No puedo dejar de mirarte, nunca podría olvidarte Beth —Aunque sus últimas palabras no me agradaron del todo, decidí pasarlas por alto y quedarme con las primeras. Me volteé para quedar de frente, con una mano sirviendo de apoyo a mi cabeza como estaba él y sonreí.
—Tu eres perfecto Aldemar, te amo —aseguré y con mi mano libre acaricié su pecho desnudo. Aldemar era delgado, pero lucia músculos en los lugares indicados, y para mí era hermoso, enamorada lo recorrí con la mirada.
—No me mires así —dijo él supuestamente avergonzado cuando su mirada no podía ser más picara.
—¿Por qué?, ¿no te gusta? —Quise saber.
—No que va, el problema es que me encanta. ¿Sabes que eres una seductora, Elizabeth Velasco? —Me confió y agarró su camisilla para cubrirse la entrepierna.
Le dediqué una picara mirada pasando por alto su movimiento. Aldemar dejó escapar unas sonoras carcajadas de alegría y me abrazó compartiendo el calor corporal, los rastros de sudor que poco a poco se secaban sobre nuestra piel y la arena que cubría la mayor parte de nuestros cuerpos.
—Somos dos inexpertos que aprenderemos juntos —dijo él contestando mis dudas—. Ni siquiera en mis sueños más alocados imaginé que sería así la primera vez —confesó dándole voz a mis pensamientos. Estaba a punto de añadir algo cuando oímos el motor de una embarcación no lejos del lugar donde estábamos completamente desnudos. De inmediato nos vestimos a toda prisa para sentarnos uno al lado del otro muy derechitos, segundos después nos miramos y explotamos a carcajadas. Si hubiese llegado alguien, el desorden a nuestro alrededor sería la muda evidencia de nuestro apasionado encuentro.
—Tengo que buscar un zafacón —murmuró él mirando a su alrededor. Miré hacia el horizonte y pude ver una embarcación. Por un momento temí que fuera Diego con sus amigos, pero era una lancha cualquiera que pasaba a toda velocidad.
Nos sentamos muy juntos compartiendo algunas galletas saladas y bebiendo agua de sendas botellas. Ninguno habló nada más sobre lo que había pasado entre nosotros y como llevaríamos la relación en adelante. Sin embargo, pude notar como mi novio se retraía mirando pensativo la lejanía del mar abierto. Podía imaginar lo que pensaba sin mucho margen para equivocarme, Aldemar seguramente se cuestionaba si hizo lo correcto. No quería asumir nada, pero sus supuestas dudas me incomodaron, no quería verlo recriminándose más adelante o cuestionándose si nuestra relación tenía futuro.
En esa ocasión aparenté no darme cuenta de su cambio de ánimo y lo que hice fue recostar mi cabeza sobre mi mochila sin intenciones de dormir, pero caí rendida en un profundo sueño.
*********************************
Abrí los ojos de golpe, respiré profundo incorporándome. Oía las olas del mar rompiendo en la orilla, con su murmullo hipnotizador. Pude sentir la brisa salada refrescar mi rostro y levanté mi cabello para sentirla en mi acalorada nuca. A mis fosas nasales llegó el aroma salino que aspiré agradecida. Los rayos del sol menguaban a cada minuto que pasaba, dando paso al atardecer.
Entonces me di cuenta que, Aldemar no estaba a mi lado. La playa parecía tan desierta como cuando llegamos, pero ya no me pareció acogedora. Una sensación de abandono se apodero de mí, pero afortunadamente no duró mucho, pues lo vi acercarse cargando una bolsa casi llena de caracoles y muy sonriente, al parecer se encontraba más animado. Me puse de pie y lo recibí con un largo beso. Iniciamos el regreso al balneario tomados de la mano y despreocupados. En playa Flamenco, nuestros amigos nos esperaban.
—Pensamos que los habían secuestrado —comentó Yesenia en tono bromista, pero yo que la conocía bien me di cuenta que nuestra tardanza la tenía un poco ansiosa.
Mi amiga intentó en varias ocasiones preguntarme sobre las horas fuera del campamento, pero por una cosa o la otra el tema quedaba pendiente, para ella, pues yo no pensaba compartir con mi amiga nada de lo que sucedió entre Aldemar y yo.
Al caer la noche, fuimos en grupo a cenar mariscos en uno de los restaurantes cercanos y al día siguiente en la tarde, después de disfrutar de un buen chapuzón en las cristalinas aguas iniciamos el camino de regreso a San Juan. Aldemar y yo, sentados en los asientos de la última fila de la minivan de Luis, aprovechamos el momento, nos besamos y acariciamos sutilmente.
************************
Al llegar a la casa me esperaba mamá con una expresión de euforia en el rostro. En sus manos enarbolaba tres boletos de avión hacia New York. Y mientras ella no podía ocultar su alegría y emoción, a mí se me estaba dando muy mal disimular la angustia que de pronto me invadió. Cuando papá apareció por la sala me incliné para dejar la mochila en el suelo, tratando de ocultar mi rostro.
—Qué bueno que estas ya aquí, hija —dijo papá mientras me abrazaba por los hombros y estampaba un sonoro beso en mi mejilla— .Ese perfume no me agrada amor, en New York tu madre te comprara algunos, ella tiene muy buen gusto —embocé una pequeña sonrisa algo turbada por aquel inesperado comentario. El perfume que olía papá era probablemente la mezcla del mío con el de Aldemar.
—Seguro que si —dijo mamá, acercándose a papá en tanto yo me dejaba caer en unos de los muebles.
— No sabía que habían comprado los boletos —mencioné por decir algo.
—Los compré está mañana, tu padre me pidió anoche que así lo hiciera. Saldremos pasado mañana —Demasiada información para digerir, me dije. Mantuve en mi rostro una sonrisa fría y estirada, temiendo preguntar por cuanto tiempo estaríamos fuera, pero mi padre me ahorro el trabajo.
—Estaremos siete grandiosos días en la ciudad de New York —mencionó. Cerré los ojos unos instantes— .Pareces agobiada —añadió y me sorprendí un poco al darme cuenta de que me miraba fijamente.
—Solo cansada, papá.
—Es comprensible Ignacio ¿cómo te fue con tus amigos, hija? —inquirió Leonor interesada.
—De lo mejor, nos divertimos mucho —dije y me puse de pie. Ansiaba desaparecer y refugiarme en mi cuarto.
—La niña tiene que estar muy cansada Ignacio, ya mañana descansara y el martes estará como nueva para nuestro viaje — Mamá parecía tan ansiosa como yo por mi salida.
—Sí, creo que merezco un buen descanso, todo estuvo súper divertido y la playa no podía ser más hermosa —dije sin poder evitar que imágenes de mi encuentro romántico con Aldemar llegaran a mi mente— . Creo que me voy a dormir —
Antes de dormir llamaría a Aldemar, necesitaba decirle que en menos de setenta y dos horas viajaría a Nueva York, noticia que seguramente no le gustaría nada, aunque ya teníamos una idea.
—Descansa mucho, para que el martes estés regia —aconsejo papá.
—Así lo hare —dije y sin darle tiempo a que comenzaran a hablar sobre lo divertido que era todo en la Gran Manzana agarré mis cosas y subí las escaleras.
—Me imaginé que algo así pasaría —mencionó Aldemar al oír mis lamentos. Me senté sobre la cama.
—¿Lo dices en serio?
—Cuando me dejaste en casa, recordé que ese viaje estaba pendiente, tú ya lo sabias Beth, ¿recuerdas?
—Sí, tienes razón —dije sin ocultar mi pesar.
—No conozco bien a tu padre, pero me da la impresión de que no deja muchas cosas en veremos —comentó — .Te vas muy pronto —añadió.
—No quiero ir —dije triste.
—Sabes que no tienes alternativa, mi amor —Lo oí decir.
—No quiero que nos separen, Aldemar.
—No será definitivo, solo estaremos lejos siete días y me llamaras de vez en cuando.
—¿De vez en cuando?, te llamaré todos los días.
—Entonces listo, no tienes por qué atormentarte, quiero que disfrutes ese viaje, gózatelo con tus padres. —No pude evitar dejar escapar un suspiro— .Debes compartir con ellos, es una lástima que yo no pueda ser parte de ello.
—Lo serás —Aldemar guardó silencio— .Algún día lo serás —aseguré. Y si no era así, no me importaba después que él y yo estuviésemos juntos.
******************************
Aldemar
Elizabeth y sus padres se fueron de viaje. Mi novia estaría casi ocho días lejos de mí y yo comenzaba a extrañarla, de hecho, la comencé a extrañar antes de que se fuera. Aquellos pensamientos y la angustia que generaban me hicieron preguntarme;
¿Qué seria de mi si Beth me dijera adiós definitivamente? ¿Me hundiría en la depresión?, o por el contrario me superaría haciéndome más fuerte. Fui incapaz de aclarar mis dudas.
Editado 09/13/2023
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro