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Capítulo 5


La primera vez que oí el nombre de Diego

Beth

Más tarde, por la noche me encontraba en el apartamento donde vivían Sergio y sus hijos rodeada de sus amistades. El ambiente en la casa era de algarabía y se apreciaban ricos olores que hacían agua la boca.

Maggie, la hija menor y agasajada lucia hermosa en su traje nuevo y las pantallas de oro con un pequeño rubí en el centro que mamá compró para ella. Yo hubiese preferido regalarle una muñeca pero mi madre insistió como siempre en lucirse con un valioso regalo.

La pequeña nació con síndrome de Down y en su carita redonda evidenciaba rasgos característicos de su condición. A sus nueve años se comportaba en todos los aspectos como una preescolar de cuatro años.

La niña era adorable, a mí me gustaba abrazarla y oír su risa cerca de mi oído. Maggie no hablaba mucho pero todo lo que no podía decir con palabras lo decía con gestos y sonrisas. Cuando se enojaba torcía su boca en un gracioso puchero que a todos nos hacía reír menos a ella. Esa noche, Maggie no podía estar más feliz celebrando junto a su familia y amigos su cumpleaños.

Yesenia revoloteaba a mi alrededor esmerándose en atenderme, algo que me hacía sentir un poco incómoda. Sin embargo, no proteste porque no quise hacerla sentir mal.

Me propuse disfrutar la pequeña fiesta. Junto a Maggie y su familia cantamos cumpleaños feliz haciendo gran algarabía, me uní a los aplausos cuando la niña apago sus nueve velitas y ayude a mi amiga a repartir el pastel con mantecado. También reí muchísimo.

Terminamos la fiesta bailando todos juntos reguetón en el medio de la sala.

—Dentro de unos días es el cumpleaños de una compañera de clases y quiero que vengas conmigo, amiga —dijo Yesenia.

Maggie dormía cerca de mi sobre uno de los muebles. Vi a Sergio cruzar de la sala a la cocina y volver. Antes de poder responder mi amiga ya estaba quejándose.

—Por favor no me digas que no, amiguis. Estoy loca porque conozcas a Tony y su amigo Roberto.

Tony era el novio de Yesenia y Roberto su amigo. Yesenia parecía empeñada en empatarme con el tal Roberto. No era la primera vez que me hablaba de él e insistía en querer presentarnos.

—No sigas con el empeño de empatarme con el amigo de tu novio, Yessenia. Si te acompaño al cumpleaños es para pasarla bien, nada de querer buscarme pareja —aclaré.

Yesenia torció el gesto en un puchero casi como su hermana Maggie.

Al final, quede con Yesenia para acompañarla a la dichosa fiesta de cumpleaños. Tendría que decirle a mis padres que solo seria una noche de chicas en el apartamento de mi amiga. Sergio siempre protestaba en contra de conspirar para mentirles a mis padres. Tenía auténtico miedo de que algún día las cosas se salieran de control y él saliera perjudicado.

Mis padres jamás me darían su permiso para ir a una fiesta en un lugar desconocido para ellos, mucho menos en el barrio donde vivía Yesenia.

Sergio fue muy insistente sobre aquello último y yo como siempre hacía, busqué tranquilizarlo asegurándole que no me metería en problemas estando bajo su tutela.

Esa noche en especial intente asegurarme unos minutos a solas con mi amiga para preguntarle si conocía al sobrino de los dueños de la tienda «Los girasoles». Estaba casi segura de que mi amiga conocía a Aldemar.

Ansiaba mencionarle que el chico del almacén, del que le hable hace un año atrás vivía cerca de ella y probablemente hasta iban a la misma escuela. Sin embargo su padre no nos dejó solas y poco tiempo después me apuro para llevarme de regreso a casa. Entre una cosa y la otra no tuve la oportunidad de mencionarle sobre Aldemar a mi amiga.

*******************************



Los fines de semana casi siempre eran los días en que mis padres y yo compartíamos más.

Sábados y domingos desayunábamos juntos, en ocasiones el resto del día lo pasábamos disfrutando de la piscina y un poco de sol. Había días en que mis padres tenían algún compromiso al que yo declinaba acompañarlos y optaba por quedarme en casa con Micaela.

Aquel sábado me parecía que no íbamos a estar fuera de casa, el rostro inusualmente cansado de mamá me dijo que no había dormido mucho y que, seguramente llegó en la madrugada junto a papá del coctel al que asistieron la pasada noche. Papá por el contrario, lucia despierto y listo para hacer sus ejercicios en la piscina.

Cuando bajé a tomar mi tardío desayuno mis padres hablaban sobre un viejo amigo de papá que regreso al país luego de vivir años en Estados Unidos.

—¿El cirujano plástico? por supuesto que lo recuerdo —inquirió mamá con tono expectante—. Creo que tendré que hacerle una visita próximamente para que me evalué, quizás ya es hora de hacerme unos arreglitos —añadió tocándose los párpados y las mejillas.

—No digas tonterías querida, tú eres realmente hermosa y no necesitas nada —dijo papá en tono adulador.

Su mirada paso de mamá a mí.

—El hijo de Arturo, Diego y su hija Aurora viajaron con él. Me encantaría que tú y los chicos de Arturo se conozcan —mencionó mirándome fijamente, una orgullosa sonrisa marcaba sus facciones—. Diego también es mi ahijado ¿no es cierto Leonor? —añadió.

Mamá confirmo sus palabras con un rápido movimiento de cabeza.

Yo no recordaba nada del tal Diego que debería ser por lo menos cinco años mayor que yo. Si tenía algún recuerdo de él y su familia de seguro se esfumaron con el pasar de los años.

—Creo que Elizabeth era muy pequeña cuando Diego frecuentaba la casa —mencionó mamá.

Yo terminé mis huevos revueltos y bebí un poco de jugo de naranja. Papá centro su atención en mi madre.

—Sí, es cierto pero ahora Elizabeth es toda una jovencita que está por cumplir diecisiete años y creo que ya es hora que salga a divertirse y coseche más amistades —manifestó él.

Como odiaba cuando hablaba con tanta finura.

—Pienso que Diego es el compañero perfecto para nuestra hija, Leonor. —Por un momento me pareció que había desaparecido y que solo estaban ellos dos en el comedor hablando de mí.

—Lo que tú digas Ignacio —contestó mamá entusiasmada— .Disfrutaré muchísimo ir de compras con Elizabeth, una tarea que hemos postergado pero que ahora necesitamos realizar porque ella no puede salir con tu ahijado mal vestida —añadió provocando que casi me ahogara con el jugo.

Aquello me confirmó que definitivamente había desaparecido. Ser invisible debe ser emocionante pero yo lo único que sentía era un gran enojo hacia mis padres que se sentaban a planear mis futuras salidas con aquel fulano llamado Diego Palacios, un completo extraño para mi.

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