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Capítulo 49


Frente a las olas del mar

Beth

Como cierre de vacaciones, Aldemar y yo planeamos una excursión de varios días a la playa. Con nosotros viajaría Yesenia y su amigo Luis, además de Norma y José Juan un par de primos ex compañeros de clases y amigos de mi novio. Ese fin de semana, mi padre tuvo que salir a un viaje de negocios inesperado y, convencer a mamá de darme permiso para ir el fin de semana con Yesenia no fue difícil.

Viajaríamos a Culebra, una isla municipio al este de Puerto Rico; donde montaríamos un campamento y pernoctaríamos desde el viernes hasta el domingo. Para llegar a la pequeña isla abordaríamos un barco en el puerto de Fajardo, el viaje por mar tomaba alrededor de cincuenta minutos. Era la primera vez que visitaría el hermoso balneario de playa Flamenco y esperaba emocionada la ocasión. Aldemar tampoco había estado en la isla y no dejaba de hablar sobre los diferentes deportes acuáticos disponibles para practicar.

Playa Flamenco se extendía por una milla alrededor de una bahía protegida en forma de herradura. El lugar era una enorme extensión de fina arena, aguas cristalinas y numerosas palmeras. El sitio perfecto para pasarla bien al lado de tu persona preferida.
Cuando llegamos al balneario, abordamos un taxi y una vez estuvimos en el área designada nos dedicamos a montar el campamento.

Había dos casetas de campanas bastante espaciosas, en la primera dormiríamos Yesenia, Norma y yo; mientras que los varones pasarían las noches en la otra. Al principio del viaje me encontraba un poco preocupada por la absurda actitud que Yesenia solía mostrar hacia Aldemar pero me di cuenta aliviada de que mi amiga parecía más cómoda cerca de él, quizás debido a que por esos días mi mejor amiga solo tenía ojos para su amigo, futuro novio, Luis.

Con la caída de la tarde, Aldemar y yo disfrutábamos de la brisa marina sentados en sendas sillas de playa cuando presenciamos un inesperado avistamiento, Diego Palacios apareció caminando sobre la tibia arena junto a uno de sus amigos. Cuando lo vi no lo podía creer, me quité la gafas de sol y parpadeé repetidamente. La expresión de Aldemar dijo más qué mil palabras juntas.

—¿Qué hace este tipo aquí?, ¿es que acaso no existen otras playas en Puerto Rico en las cuales pasar el fin de semana? —Lo oí mascullar mientras yo más pasmada no podía estar.

—Hola Elizabeth, pensé que se me haría más difícil encontrarte —Fue el saludo de Diego en tanto se inclinaba para besarme la mejilla.

—Hola chica, ¿cómo estás? —saludó Pablo Meliá el mejor amigo de Diego, al que conocí en una ocasión.

—Hola muchachos, que sorpresa tan grande verlos por aquí —dije enfatizando la palabra grande. Pablo pareció un poco incómodo, mientras que Diego no dejaba de sonreír.

—¡Aldemar gusto en verte! —Diego acompañó su saludo con un simple y rápido vistazo, su atención estaba centrada en mí, y ni siquiera se tomó la molestia de presentar a su amigo con Aldemar.

—Hola Diego... —Aldemar se puso de pie mostrándole la misma indiferencia. Sin embargo, se giró hasta quedar frente a Pablo— .Aldemar Menéndez, soy el novio de Beth mucho gusto. —Le ofreció la mano y el muchacho la estrecho con una sonrisa.

—Hola Aldemar, gusto en conocerte —respondió Pablo. Miré a Diego y por su expresión supe que no le agrado la camarería entre su mejor amigo y mi novio.

Aldemar volvió a sentarse y yo bajé mis gafas sobre mis ojos, mientras Diego se acuclillaba a mi lado. Su amigo Pablo enseguida se dispersó, dedicándose a coquetear con unas jovencitas a unos pasos de nosotros.

—Leonor me comentó que estarías en Playa Flamenco este fin de semana y, pensé que sería buena idea navegar por estas aguas —comentó y señaló hacia la lejanía— .Ese es nuestro yate ¿te acuerdas cuando salimos a navegar en el? —Estaba segura de que mamá le dio aquellas indicaciones a Diego con el firme propósito de que el estudiante de medicina llegara al balneario.

La actitud despreocupada de Diego y su alusión a mi viaje con él hace unos meses, tenía la idea de molestar a Aldemar.

—El mar es todo tuyo, Diego —dije y busqué una de las manos de mi novio, con la mía— .Aldemar y yo preferimos un buen chapuzón en la playa —añadí apretando la mano de Aldemar.

—Seguro, pero aún así están invitados a dar un paseo con nosotros, a ti te encantó nadar en mar abierto en aquella ocasión, lo disfrutaste muchísimo y yo también —Su rostro de sonrisa angelical no me engañó, algo en sus ojos me dio a entender que estaba gozando con todo aquello, disfrutando lo que sus comentarios provocarían después. Yo no supe que más decir y sentí cuando la mano de Aldemar se desprendió de la mía. Lo miré, pero él tenía el rostro volteado.

—Mañana vendré por aquí a buscarlos, ya verán cómo nos divertiremos, tus amigos también pueden venir, el yate es enorme, ¿recuerdas?

—No creo que...

—Seguro, te estaremos esperando súper emocionados, me encantaría nadar en mar abierto —comentó Aldemar interrumpiendo mi intento de réplica, empapando sus palabras de la agria dulzura del sarcasmo, mientras se ponía de pie llevándose las manos a la cintura y separando las piernas. Diego enderezó su postura y yo lo imité sin dejar de fijarme en Aldemar, en su actitud molesta que le advertía a Diego no continuar porque no lo toleraría.

—Tranquilo amigo, ya me voy —murmuró Diego— .Nos vemos, Elizabeth.

Aldemar no le quito los ojos de encima a Diego mientras este, en compañía de su amigo se marchaban por donde llegaron. La pareja pronto se perdió entre los bañistas. Puse mi mano sobre el antebrazo de Aldemar y sentí como aflojaba los músculos que tenía en tensión, como se relajaba.

—Aldemar...

—Dame unos minutos, por favor —Me pidió y giro dándome la espalda.

Me sentí abandonada, aunque me encontraba rodeada de gente. Odiaba cuando Aldemar se aislaba enojado, aunque su enfado no estuviese provocado por mí.

—No dejes que Diego arruine el fin de semana —dije utilizando un tono suave y dulce.

—Eso trato, no dejar que ese estúpido me saque de las casillas, pero créeme, es un poco difícil —dijo y cerró los ojos. Me acerqué y le rodeé la cintura con mis brazos, apoyando mi mejilla sobre su espalda y aspirando su aroma. Aldemar no se giró, permaneció de pie con los brazos a su costado.

—Provocar problemas entre nosotros era la clara intención de Diego.

—No sabía nada de ese viaje en yate, tampoco, del chapuzón en mar abierto —Esto último lo pronunció en un tono de voz chillón burlándose de Diego.

—Eso sucedió cuando tú y yo estábamos separados, y solo una vez —comenté, aunque verlo celoso me gusto más de lo que pensé.

—Él quiere que se repita —comentó—. Quizás sea lo mejor para ti. Después de todo, Diego si puede ofrecerte todo lo que te mereces —añadió. Levanté una de mis cejas ante su comentario segura de que había más.

—No digas tonterías, Aldemar —dije alejándome un poco para mirarlo de frente— .Lo único que deseo es estar contigo, no me interesa el yate, solo quiero estar contigo—aseguré. Aldemar sonrió levemente.

—Coño es que ese tipo me cae tan mal, no sabes el esfuerzo que hice para no decirle unas cuantas —comentó—. Se cree que puede hacer lo que quiere en todo momento y no entiende que tú eres mi novia, que no quieres nada con él ¿por qué no se da por vencido?

Decidí callar, oírlo desahogarse. Después de todo, yo también me había sentido así al darme cuenta de que Limarie no dejaba de aprovechar cualquier ocasión para acercarse a él.

—¡Hey, par de enamorados vengan a ayudarnos a cocinar! —Yesenia llamó nuestra atención, disipando un poco la tensión entre nosotros. Oí suspirar a Aldemar, quizás dándose por vencido y luego se colocó frente a mí para rodearme con sus brazos y darme un fuerte abrazo.

Segundos después, tomados de la mano caminamos hasta reunirnos con los demás y juntos preparamos la cena. Más tarde, nos sentamos a compartir la comida mientras contábamos anécdotas propias y ajenas. El amigo de Yesenia, futuro novio según ella, llevaba la voz cantante y nos hizo reír a todos con sus locuras. Aldemar nos sorprendió contando chistes realmente buenos. Un grupo de cuatro chicos que tenían sus casetas cerca de nuestro pequeño campamento, buscó hacer amistad con nosotros y nos acompañaron durante la velada.

La noche se asentó sobre la playa bajando un poco la temperatura. El rumor de las olas rompiendo en la playa y la suave brisa contribuyeron a relajarnos. Aldemar y yo, sentados muy juntos y un poco apartados de los demás dimos rienda suelta a los besos y las caricias.

********😍😍😍😍*********

Aún antes de abrir los ojos sabía que el día estaba precioso y un sentimiento de felicidad abarcó mi pecho.

—Buenos días, mi amor. —Abrí los ojos y sonreí mientras enfocaba el rostro de Aldemar que me saludaba desde la abertura de la caseta. Traté de incorporarme, pero uno de los brazos de Norma justo encima de mis cabellos, pillándolos, me impidieron moverme.

—¡Norma, despierta! —La llamé con suavidad, entre tanto buscaba liberar mi pelo de su involuntaria prisión. Aldemar apenas podía contener la risa y, la taza de chocolate caliente que llevaba en una de sus manos amenazaba con derramarse.

—¡Vas a hacer un gran reguero y de paso quemaras a alguien con esa bebida caliente, Aldemar! —exclamó Norma mientras se incorporaba, con sus ojos fijos en la taza— .¿Qué haces aquí?, no se supone que entres así, sin avisar —añadió verdaderamente indignada.

—Solo vine a despertar a mi novia —protestó Aldemar conteniendo la risa—. No es para tanto —dijo. Una vez logré ponerme de pie le quité la taza de la mano.

—Pudiste quemarnos con ese chocolate —reprochó Norma—. Guarden sus arrumacos para cuando estén solos —añadió y volvió a acurrucarse en su saco de dormir. Aldemar y yo nos encogimos de hombros simultáneamente.

—Buenos Días, mi amor —Aldemar repitió su saludo una vez fuera de la caseta, esta vez acompañado de un rápido beso en mis labios. Yo bebí un sorbo de mi chocolate.

—Buenos días bello—dije acariciando sus cabellos.

—Tengo dos sándwiches esperando por nosotros, después nos escaparemos —Aquello último no solo despertó en mí una sensación de anhelo y anticipación nunca antes experimentada, sino que realmente me sorprendió.

Una hora después subíamos una pendiente rocosa. Aldemar iba al frente y yo de su mano. Él se cuidaba de guiarnos por el mejor camino, evitando una caída. Cuando llegamos arriba, disfrutamos una hermosa vista del mar. A esa altura disfrutamos respirando aire puro y salobre.

—¡Qué hermosa vista! —Lo oí decir con la mirada perdida en la lejanía, en el azul intenso del mar.

Disfruté de su perfil sin que él volteara a verme, mientras contemplaba la inmensa extensión de agua salada. Nunca dejaría de admirar su atractivo y pensar en lo afortunada que soy al tenerlo a mi lado. No importaban los ángulos o los perfiles, Aldemar estaba buenísimo. Alcé mi mano libre para acariciar sus alborotados cabellos castaños que, llevaba un poco largos en la nuca. El me miro con sus ojos claros, de esa manera que me provocaba sentirme especial y única a su lado.

—¿No te parece hermoso, Beth?

—Si —contesté embelesada por algo más que el paisaje. Aldemar me miró atentamente.

—¿Pasa algo? —preguntó en tanto yo giraba para otear parte de la extensión de playa visible.

—Me preguntaba dónde te gustaría que preparáramos nuestro pequeño picnic al bajar a la playa —mencioné.

—Donde tú quieras. —Tomándome de la mano me ayudó a bajar por las escarpadas piedras, si fue difícil subir, más lo fue bajar. Una vez abajo emprendimos el camino hacia las palmeras para refugiarnos a su sombra. El astro rey se encontraba en todo su apogeo.

Nuestros pasos nos habían llevado a una extensión de playa desierta y claramente no apta para bañistas, pero un buen lugar para estar completamente solos. Lo primero que colocamos fue una enorme manta sobre la arena, seguido de un pequeño cooler donde manteníamos los refrescos y demás cosas de comer, frías y frescas.

—¿Tienes hambre? —pregunté. Antes de dejar el balneario habíamos desayunado, pero casi era la una de la tarde.

—Un poco —dijo él de pie, pendiente a cada uno de mis movimientos.

—Siéntate yo te sirvo —dije mientras sacaba de mi mochila dos envases cerrados, uno con galletas saladas, el otro con peras troceadas. Ambos alimentos complementaban muy bien con el jamón dulce, el queso Suizo y las aceitunas en conserva que tenía en la pequeña neverita, todo pensado para ser un almuerzo ligero.

—Esa mochila se parece al sombrero de un mago...cuidado y no salte un conejo —Aquel comentario me recordó la cajita de cartón brillante con dos sobrecitos de preservativos, el tercer sobre se encontraba en uno de los bolsillos de mi pantalón corto, sentí un sofocón subiendo por mi rostro. Bajé la cabeza, fingiendo estar ocupada.

—Qué te parece si comemos algo y luego de reposar nos damos un buen chapuzón en el mar. —Lo oí decir, cuando yo tenía otros planes en la cabeza.

Me coloqué sobre los ojos las gafas que llevaba a forma de diadema sobre la cabeza.

—Déjame ayudarte —Aldemar comenzó con la tarea de preparar dos porciones casi exactas en sendos platillos plásticos, mientras yo servía el jugo. Bebí un buen sorbo de jugo de frutas mientras le ofrecía un vaso a Aldemar. Hacía mucho calor pese a que una brisa fresca proveniente del mar acariciaba nuestra piel.

Mientras yo me sentía cada vez más nerviosa ingeniándome la mejor forma de acercarme a él, Aldemar parecía enajenado con el paisaje y disfrutando del almuerzo. Por momentos, me dio la impresión de que estaba ajeno hasta a mi presencia y me pregunté si no lo hacía adrede.

La idea de propiciar en este paseo un encuentro íntimo entre nosotros siempre estuvo ahí, pese a que yo tenía cero experiencias sexuales, pero al ver lo desinteresado que él parecía l, me hizo replantarme mis intensiones. Además de que, como toda principiante por momentos me atacaba la inseguridad.

Así, entre la comida y una insulsa plática sobre caracoles y animalitos marinos, familia de los cangrejos el tiempo paso. Era Aldemar quien llevaba la voz principal en nuestra conversación, yo le contestaba casi todo con monosílabos sin abundar.

—Beth —Lo oí llamarme—. No sé qué te tiene tan preocupada ¿quieres decirme, por favor?

Lo miré y no aparte mis ojos de él ni por un instante. Después de dejar mi vaso apoyado en mi mochila, gateé hasta Aldemar y lo despojé del suyo. En el bolsillo de mi pantalón corto sentí las orillas del empaque plástico del condón presionar mi piel.

¿Qué quieres que te diga?, ¿qué muero de ganas de hacer el amor?

Atrevida me subí sobre sus piernas extendidas para sentarme sobre ellas. Me di cuenta cuando lo miré a los ojos que, Aldemar se encontraba sorprendido y muy asustado al igual que yo, pero en sus ojos azul grisáceos pude ver la chispa que necesitaba para continuar mi avance, entendí que él me deseaba tanto como yo a él.

—Solo deseo que me beses. No quiero más palabras amor, solo sentir tus labios sobre los mios —Aún después de muchos años, todavía no me explico de donde saqué toda aquella labia, lo que si recuerdo es que funcionó.

Editada 09/13/2023

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