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Capítulo 46


¿Quieres ser mi novia?

Beth



No eran ni las ocho de la mañana cuando Yesenia se estacionó al borde de la acera frente al negocio de los tíos de Aldemar. Un enorme y sucio camión de recogido de basura se movía lento colectando desperdicios, el olor que despedía era nauseabundo.

—Si no me voy de aquí juro que vomitaré—comentó mi amiga haciendo caras. Yo solo le eché sobre los hombros mi brazo izquierdo para acercarla un poco a mí y besarla en la mejilla.

—Gracias por traerme, amiga. Te quiero mucho. —Le dije sincera.

Aunque sabía que no estaba de acuerdo con la relación entre Aldemar y yo, Yesenia jamás me traicionaría. Mi amiga nunca iría con mis padres a contarles que yo volvía a ver a Aldemar, tampoco se había negado  a ayudarme a llegar al albergue o en este caso, hasta el apartamento donde vivía él con sus tíos.

—Ya me voy, solo espero que tu troglodita preferido este en casa. —Así llamaba Yesenia a Aldemar desde anoche, cuando le conté su reacción ante la sugerencia de mamá, también decía que era muy delicado. Yo compartía en parte la opinión de mi amiga, aunque entendía mejor sus motivos. Ya más diestra con el manejo de las muletas, no necesité la ayuda de Yesenia para bajarme del carro.

—Cualquier problema que tengas no dudes en llamarme —dijo ella antes de que yo cerrara la puerta. Aunque a penas dormí no tenía sueño. Lo único que deseaba era ver a Aldemar y  me dispuse a llamarlo al celular.

—¡Beth! —oí su voz llamar mi nombre y levanté la vista, enseguida me di cuenta por su expresión cansada que al parecer tampoco descanso mucho. Aldemar llegó hasta mí y quede prendida de su clara mirada. De improviso me atrapó entre sus brazos, y cuando perdí el paso me sostuvo fuerte y sin vacilación.

—Es inútil, no puedo alejarme de ti —confesó llenando de dicha mi pecho.

—No quiero que te alejes —dije arrimándome más a su pecho — .Te amo.

—Yo te amo más que a mi vida, Beth —expresó Aldemar con la voz quebrada—.Y no quiero dañarte.

—De que otra manera podrías dañarme, si no es alejándome de ti —dije sin temor a oírme cursi. Aldemar inclinó un poco su rostro para buscar mi boca. Nos besamos lentamente disfrutando el uno del otro, segundos después nos separamos casi sin aliento y, en mi caso con mi pierna izquierda temblorosa.

—Vayámonos de aquí. —Me propuso.

De ahí en adelante, me dejé guiar por él. Ya sentada a su lado en el interior del vehículo de sus tíos, hablamos poco. Aldemar manejaba con su mano izquierda sobre el volante, mientras acariciaba una de mis manos con la derecha. Me relajé disfrutando de los movimientos circulares que sus dedos hacían en mi palma. Tanto me desconecté de mi entorno que me sorprendí mucho al ver hacia donde nos dirigíamos.

—Si viene un policía tendremos problemas Aldemar —mencioné al verlo maniobrar para estacionar sobre una parte de la acera frente a un lugar que visitamos en nuestra primera cita. Yo no salía de mi asombro porque, no podía imaginar que hacíamos allí.

—Lo que tengo que decirte no me tomará mucho tiempo, preciosa —Aldemar me ayudo a salir del carro, el viento allí por ser un lugar muy cerca del mar se dejaba sentir bastante fuerte agitando nuestros cabellos.

—Aquí fue nuestra primera cita, ¿recuerdas? —

—¿Cómo olvidarlo? —Aldemar atrapó con una de sus manos varios mechones de mi largo cabello llevándoselos a los labios.

—Deseaba tanto que me besaras, pero nunca lo hiciste —musité.

—¿Cómo? ¿así? —murmuró él acercando su rostro a mi cuello para depositar un camino de ligeros besos en dirección a mi acalorada mejilla y entreabiertos labios. Yo cerré los ojos estremeciéndome bajo sus caricias. —. Yo también moría de ganas de besarte Beth —Aldemar me atrajo hacia él con unos de sus brazos alrededor de mi cintura y la adrenalina hizo de las suyas con mi estómago.

—Quiero pedirte que seas mi novia —Lo escuché decir mientras lo miraba dar dos pasos atrás haciendo espacio para arrodillarse frente a mí. Aldemar tomó mi mano izquierda y atrapó mi mirada con la suya.

—¿Quieres ser mi novia, Elizabeth? —Se veía guapísimo con sus cabellos un poco largos y despeinados al viento, sus ojos azules grisáceos que reflejaban una ternura difícil de imaginar en alguien más y embozando aquella sonrisa torcida que yo tanto amaba.

¿Como negarme a su petición?, si era lo que siempre soñé desde que lo volví a ver. 

***********************

Cuando regresé a casa esa tarde, estaba segura de que nada borraría de mi rostro la enorme sonrisa de felicidad que llevaba plasmada en mis labios desde que Aldemar me pidió ser su novia y yo acepte. Ni siquiera la inesperada visita de Diego.

—Mira quien está esperándote amiga —comentó Yesenia siendo la primera en darse cuenta de la presencia de Palacios de pie junto a su carro. Yo retiré la mirada de la pantalla del celular donde miraba algunas fotografías de Aldemar tomadas por mí ese mismo día, para prestarle atención a lo que señalaba mi amiga.

—¡Carajo! —exclamé algo hastiada. Lo menos que quería era un encuentro con Diego.

Yesenia estacionó el auto justo al lado del carro de Diego y apagó el motor. Como casi todas las tardes, mi amiga esperaría el regreso de su padre y ambos se marcharían  juntos a su casa, aunque en algunas ocasiones Yesenia pasaba la noche conmigo si así quería.

Tenía tanto que agradecerle a mi mejor amiga, pues nunca me había abandonado y siempre me apoyaba en mis encuentros con Aldemar a pesar de no estar del todo de acuerdo con mi relación amorosa.

—Te veo mañana amiguis. —Con esa frase bañada de extrema dulzura se despidió Yesenia antes de bajar del carro, la miré saludar a Diego con un gesto para después continuar caminando hacia la casa.

Un Diego sonriente se arrimó por la ventanilla del lado del copiloto donde yo continuaba y, me dispuse a abrir la puerta mientras él retrocedía.

—¿Qué te sucedió? —Su pregunta en genuino tono de sorpresa al ver mi pierna enyesada me indicó que no había hablado con mis padres recientemente. Bajó la vista y fingió repasar el casi inmaculado yeso con la mirada, solo Aldemar se animó a perpetuar la costumbre de escribir algún mensaje o dibujar sobre el blanco material, para después alzarme de hombros.

A grandes rasgos, le conté a Diego sobre el resbalón que di y su evidente consecuencia mientras caminamos hacia la casa. Mi intención era deshacerme de él allí antes de entrar y que lo vieran mis padres, porqué deseaba irme a mi cuarto y descansar un poco tras un agitado día que comenzó bastante temprano. Sin embargo, me di cuenta de que las intenciones de Diego eran otras.

—Gracias a Dios que no paso a mayores —Lo oí mencionar en referencia a mi incidente —Hacía semanas que no sabía de ti, ni siquiera hablamos por teléfono desde aquella tarde en la playa —añadió y pasó a comentar que estuvo de viaje visitando a su abuela materna en Miami, asunto del cual yo estaba al corriente. 

Diego hizo un rápido movimiento y tomo con firmeza una de mis manos en la suya. Automáticamente sentí deseos de retirar mi mano, pero lo vi como un gesto muy rudo y vacilante permití su contacto prestando atención a sus palabras.

—Estás aún más hermosa que la última vez que te vi —manifestó buscando con su mirada la mía. Con la excusa de acomodar mejor las muletas procurando estabilidad, retiré mi mano sin saber que contestar a su halago, o si debía contestar algo, tampoco encontraba donde llevar la mirada. 

—Tenía tantos deseos de verte y si soy sincero, pedirte disculpas por mi mal comportamiento aquella tarde. Todavía no puedo creer la manera tan inmadura que actué —agregó Diego con tono sincero mientras yo daba pequeños saltitos al movilizarme sin dejar de sonreír levemente y mover la cabeza negativamente. Deseaba que Diego entendiera por la expresión de mi rostro y gestos que lo que pasó en la playa era ya algo sin importancia, que no guardaba rencor o me sentía incómoda por ello y que finalmente interpretara también mi cansancio arriba de los soportes de metal.

—¿Qué te parece si vamos a comer un helado y conversamos un poco? —Ante su pregunta perdí las esperanzas de que hubiese entendido el mensaje y supe que tendría que hablarle claramente si lo quería lejos de mí, pero hablarle sobre Aldemar y mi relación con él pudiera ser como echarme la soga al cuello. Aquellos pensamientos no hicieron más que cambiarme el humor, comenzaba a molestarme.

—¿Qué pasa Elizabeth? —Diego se movió buscando conectar su mirada con la mía quizás algo en mi expresión había logrado levantar sus alarmas. —Me parece que hay algo que tienes que decirme...y creo saber por dónde viene la cosa —Las últimas palabras las dijo en un tono entre incrédulo y molesto.

Hubo un lapso de silencio entre nosotros, yo dejé de moverme y apenas llenaba mis pulmones de oxígeno. Solo se escuchaban los ruidos ambientales y la casi inexistente brisa moviendo las hojas de la copa de los árboles.

—Seguramente regresas de verlo a él ¿tu amiga Yesenia te sirve de chofer? —El tonito que usó no me gusto, pero decidí no dar muestras de ello, tampoco acepté sus afirmaciones. Cuando lo miré de frente sus ojos brillaban y apretaba sus labios en una mueca de enojo.

—Nunca antes me paso esto, comportarme como un estúpido ante una chica que evidentemente prefiere a otro —dijo haciendo clara referencia a lo que sucedió en la playa semanas atrás. Diego se movió lejos de mí y entonces volvió sobre sus pasos haciendo un movimiento de negación con la cabeza.

—¿Qué harás cuando tus padres se enteren que vuelves a salir con ese tipo? —Pude decirle que eso no era su problema, pero preferí encogerme de hombros y hacer una mueca de incertidumbre. Nos miramos de frente por largos segundos.

—Cuando llegué el momento pensaré que hacer, aunque admito que esperó mis padres acepten mi relación con Aldemar, que entiendan que lo amo —Diego se llevó una de sus manos a la cabeza y tuve la impresión de que aquello último le supo a hiel.

—Mucha suerte con eso, Elizabeth. —Lo vi buscar algo en unos de los bolsillos de sus jeans—. Recuerda que mis sentimientos son reales y que estoy aquí por si me necesitas, cuídate esa pierna —añadió y lo vi alejarse de camino a su auto.

Permanecí en el mismo lugar minutos después de ver irse a Diego y, antes de subir los escalones hasta la casa dejé escapar un suspiro de alivio porque sentía que había salido victoriosa de aquel inesperado encuentro que pudo haber sido el reinicio de los problemas con mis padres. Y solo esperaba que a Diego nunca se le ocurriera mencionar frente a mi familia lo que sucedió en la playa, y mucho menos sus sospechas, confirmadas por mí, de que yo volvía a verme con Aldemar.

Aquella tarde, lejos me encontraba de saber que Diego Palacios se había tomado toda aquella conversación como un rotundo y humillante rechazo de mi parte en favor de un tipo al que él no consideraba un verdadero rival. Y que muy pronto la vida le daría la oportunidad de presenciar, en primera fila, como todas mis esperanzas en favor de la compresión de mi familia se perdían en un profundo abismo.

Editado 09/09/2023

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