Capítulo 4
Su entorno
Beth
El interior del comercio estaba fresco y pude notar que en esos momentos no había muchos clientes. El lugar olía a lavanda, pan fresco y café, mezclado con otros olores que no pude identificar.
Detrás del mostrador se encontraba un hombre alto y delgado de cabello oscuro y lacio plagado de canas. A su lado una mujer muy guapa, alta y regordeta de facciones suaves y cabellos color castaño claro recogidos en un moño alto.
Mientras el hombre miraba serio, su compañera era toda sonrisas.
—Ella es Elizabeth.
Aldemar se dirigió a ambas personas detrás del mostrador.
—Hola muchacha —saludó la mujer quien supuse se trataba de su tía. El hombre estaba ocupado atendiendo a una mujer. Aldemar se dirigió a las neveras y, desde allí me preguntó que quería beber.
—Uno de frutas —dije mientras le dedicaba una sonrisa a la mujer detrás del mostrador.
—Sale para mi ángel refresco de frutas —dijo él tan bajito que solo yo pude oírlo, mientras me entregaba una lata fría junto con un sorbeto.
La tía de Aldemar parecía ser una mujer muy simpática.
—Elizabeth está esperando que regrese Sergio del taller de Pedro con la goma reparada —explicó Aldemar cuando su tía concentro toda su atención en nosotros.
—Seguro que puedes esperar aquí a Sergio, allá afuera el calor es terrible. Yo soy la tía de este chamaco y me llamo Mercedes —comentó en tono jocoso y amable.
Aldemar hizo una mueca y se alzó de hombros. Mercedes se alejo a despachar el pedido de otro cliente recién llegado.
—¿Él es tu tío? —pregunté curiosa señalando con un gesto al hombre tan serio que se encontraba no lejos de nosotros.
—Sí, es un poco intimidante cuando lo conoces pero es un pan de Dios una vez agarras confianza —dijo y no pude evitar mirarlo con escepticismo.
Aunque siendo justa, cuando volví a ver a Aldemar hace minutos me pareció una persona difícil y de un momento a otro mi perspectiva cambio.
—Vives con tus tíos, y tus padres ¿dónde están?
—Ambos murieron.
Ante aquella inesperada respuesta me pasme por unos segundos.
—Perdona, no sabía. —No supe si mis palabras eran las correctas, por supuesto que no lo sabía, lo acababa de volver a ver.
—No tenías porque, además eso sucedió hace muchos años —comentó él y bebió de su refresco. Miré de reojo al serio tío de Aldemar sintiéndome cohibida y fuera de lugar bajo su escrutinio.
—Creo que mejor espero a Sergio afuera, lo menos que quiero es distraerte —dije. Aldemar no alcanzo a contestar, en esos momentos vimos regresar a Sergio y su prisa era más que evidente.
—Tenemos que darnos prisa —dijo y todas mis expectativas de hablar un rato más con Aldemar rodaron por el piso ante sus próximas palabras.
—Ven muchacho, ayúdame por favor —hice una mueca sin ocultar mi contrariedad.
Abanicándome el rostro con una mano vi como Aldemar ponía en práctica sus conocimientos para cambiar la goma. Lo cierto fue que, hizo la mayoría del trabajo mientras Sergio no dejaba de quejarse por el calor y la hora. Yo no dejé de mirarlo, mis ojos parecían tener voluntad propia y lo único que deseaban era estar sobre él.
Pero no tuvimos oportunidad de volver a hablar, en cuanto la goma estuvo lista Sergio me apuró para que nos fuéramos y solo pude despedirme de Aldemar brevemente.
Aquel día fue oficialmente el comienzo de nuestra historia juntos.
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Vivo con mis padres en una urbanización donde la mayoría de las familias que viven allí tienen bastante poder adquisitivo, es decir dinero. Mi padre dirige uno de los bancos más conocidos del país y mi madre escribe artículos sobre moda y etiqueta para una exitosa revista.
Esa tarde cuando llegamos después de toda la odisea con la goma, fue Micaela la que nos recibió sin ocultar su preocupación por nuestra tardanza.
Micaela Medina ha estado a mi lado desde que tengo uso de razón aunque sé que llegó a cuidar de mi mucho antes, cuando yo solo tenia meses de nacida.
Al parecer, mi nacimiento no fue impedimento para que mamá continuara empleando la mayoría de su tiempo representando el papel que más le gustaba, ser la esposa perfecta de su querido y exitoso marido Ignacio Velasco.
Es por esta razón que, Micaela se hizo cargo al principio de atenderme las veinticuatro horas del día dejando libre a mamá para ir a los eventos sociales y participar en obras de caridad. Debo decir que soy hija unica, mis padres decidieron no tener más hijos después de varios intentos fallidos.
Mi relación con ellos es la que cualquier adolescente de dieciséis años puede tener con sus padres, con sus altas y bajas. Son mis padres y los amo.
Eso sí, tenemos caracteres muy diferentes.
Mi padre es un hombre serio, huraño y muy controlado. Papá es clasista y vive preocupado por el que dirán y en guardar las apariencias.
Físicamente es un hombre que se cuida bastante, es bastante atractivo, alto y esbelto. Con su cabello ondulado castaño rojizo y sus ojos verdes, duros y fríos.
Leonor mi madre, es bastante guapa. Tiene el cabello lacio y rubio, obviamente teñido, y lo lleva largo hasta los hombros. Sus ojos son grandes y grises, su boca pequeña de labios gruesos y como papá, cuida todo lo que come y va cuatro veces al gyn a ejercitar su cuerpo.
Mamá es inteligente y educada, la compañera perfecta para un hombre tan ocupado como papá. Ella está pendiente a que todo marche bien dentro de la casa, quizás es un poco caprichosa y superficial, pero también tiene un excelente sentido del humor que suaviza un poco la seriedad de su esposo.
De esas dos personas nací yo, heredé el cabello castaño rojizo de papá y sus ojos verdes, mientras la boca pequeña de labios algo gruesos y la nariz respingona es de mamá.
Mas cuando observo mi reflejo en el espejo, en muchas ocasiones deseo ser tal alta y esbelta como ella, sin embargo lo que veo es una chica que mide cinco pies y cinco pulgadas, con más redondeces de las que quisiera tener.
«Son inseguridades que tiene cualquier adolescente »—digo para aplacar ese sentimiento de que estoy mal, de que no debo sentirme así con mi cuerpo.
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Después de escaparme de los dichos de Micaela sobre los contratiempos de la vida, subí a mi cuarto. Mi habitación es espaciosa, con mucha luz. Está decorada en colores claros y cuento con un pequeño balcón que mira hacia la calle principal. Es mi lugar preferido de la enorme casa.
Entré al cuarto y me dirigí al escritorio para encender la computadora portátil mientras me sacudía los zapatos escolares y dejaba mi enorme mochila en un rincón.
Con alegría e ilusión leí el último mensaje que recibí de mi tía Antonella, la hermana menor de papá, la aventurera de la familia. Antonella era mi ejemplo a seguir en la vida, ella era un espíritu libre que vive viajando por el mundo sin darle explicaciones a nadie.
El libre albedrío era algo que no disfrutaría hasta independizarme, mientras tanto continuaría siendo sobre protegida por mis padres con la excusa de que al ser la hija de un importante hombre de negocios no podia andar por ahí en lugares peligrosos, expuesta a un secuestro o algo peor.
Mis padres pretenden escoger hasta mis amistades y, algo que les molesta y desilusiona es que, mi mejor amiga sea Yesenia López. Una muchacha de clase media que vivía en uno de los barrios más pobres de la ciudad.
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