Capítulo 39
Confiando en ti
Beth
Con mi mirada busqué transmitirle a Aldemar que estaba dispuesta no solo a escucharlo, sino a entender aquello que tanto parecía atormentarlo. Deseaba ser justa y no minimizar lo que él necesitaba compartir conmigo.
Sin embargo, la atención de Aldemar se desvió, ya no me miraba, miraba a alguien o algo más a mis espaldas.
―¿Cuándo podemos vernos? ―preguntó Aldemar, pero no tuve tiempo de contestar.
—¡ELIZABETH! —No vi a Diego hasta que se encontraba a mi lado, agitado y sudoroso mirando curioso entre Aldemar y yo.
Mi atención estaba sobre Aldemar y su bello rostro marcado por la desesperación y algo más que no pude definir en ese momento.
―¿Dónde te he visto antes? —preguntó Diego escrutando fijamente el rostro de Aldemar— ¡Ya te recuerdo, eres el chico de la fiesta de navidad en el colegio y también te vi semanas después en el cine! ―exclamó con gran efusividad y desplazando su mirada hacia mí buscando confirmar lo dicho.
―Tienes buena memoria ―dijo Aldemar ante mi silencio. Me encontraba ansiosa por oír lo que tenía que decirme Aldemar, aunque entendía que la llegada de Diego complicaba el momento ya de por si incómodo.
―¿Qué sucede?, ¿interrumpo algo? —inquirió Diego entrecerrando los ojos, mientras volvía a pasear su mirada entre ambos quizás a la espera de que cualquiera de los dos reaccionara.
¿Qué diría Diego si le confirmaba que su presencia no era necesaria, y que me hiciera el favor de irse por donde llego?
—Tú eres Aldemar, ¿cierto? —No tardo en decir Diego, pero no miraba a Aldemar sino a mí, lo hacía fijamente pendiente al más mínimo parpadeo— .Él es el chico que tus padres no quieren cerca de ti —añadió sin reparo, cualquiera diría que aquella fue una revelación divina.
Realicé un gesto afirmativo con la cabeza y los hombros mientras le devolvía la mirada.
―Quiero hablar con él unos minutos ―mencioné, intentando que Diego entendiera mi deseo de quedarme a solas con Aldemar quien no había dicho nada más y, asumía yo permanecía a la espera de poder decir lo que tanto le molestaba.
No sé qué esperaba más, de seguro no era el ataque de risas que sobrecogió a Diego. Aquellas carcajadas extremadamente ruidosas y odiosas acompañadas de palmadas, señalamientos y sacudidas.
Me pareció eterno su despliegue de burla, eterno y de muy mal gusto. El enojo se hizo presente cuando me puse frente a él sin quitarle la mirada de encima.
―No puedo creer lo pendejo que soy, me traes hasta acá con el solo propósito de verlo a él―dijo con incredulidad después de echarme un vistazo―. Muy inteligente de tu parte ―añadió cuando las risotadas se lo permitieron y mientras mantenía su cuerpo doblado con las manos sobre las rodillas.
Me tomó pocos segundos procesar sus absurdos dichos y reponerme de la sorpresa.
―¿Sabes qué? Piensa lo que quieras y déjame unos minutos...
―No me voy a ir, vinimos juntos y nos iremos juntos Elizabeth. ―La fingida alegría de Diego desapareció y cuando menos lo esperaba lo tenía de frente con una de sus manos agarrándome la muñeca. Un poco más enojada que segundos antes, traté de zafarme de su agarre.
―¿Puedes soltarme?―Vi a Aldemar acercarse unos pasos por el rabillo del ojo, en tanto Diego apretaba los labios a la misma vez que su mano sobre mi muñeca.
—Suéltala ¿quieres? —Aldemar estaba justo a mi lado enfrentándose a Diego.
Diego me soltó al tiempo que me empujaba levemente y, de la sorpresa di un paso atrás mientras él, en actitud altanera y problemática se mantuvo cara a cara con Aldemar.
Se evaluaban mutuamente enfrentados y aquello no me hizo gracia.
—¡No te metas en esto amigo! ―exclamó Diego acercándose más a Aldemar si eso era posible, quizás consciente de que físicamente era más alto y pesado que su opuesto.
—No soy tu amigo —contestó Aldemar sin dar un paso atrás o amedrentarse.
Diego soltó una desagradable risotada mientras miraba alrededor haciendo gestos despectivos.
—¿Por qué no me esperas allá donde dejamos las sillas? —intervine de la manera más sosegada tratando de hacer contacto visual con Diego.
—¡No voy a dejarte sola con este tipo, por algo tus padres no lo quieren cerca de ti!―Fue su contestación.
—Entonces dame espacio ―dije al tiempo que tomaba una de las manos de Aldemar y logrando persuadirlo de seguirme en la dirección contraria.
—¿Por qué insistes en verte con este tipo?, sabes que tus padres no lo quieren cerca de ti. Si no vienes conmigo voy a ir directo con Ignacio y le contaré lo que ha pasado aquí.
—Ve con quien quieras Diego —dije en tono retador. En ese momento no pensé en las consecuencias de mis actos. Mi prioridad era oír lo que Aldemar quería decirme, con la esperanza de que después hallaríamos la manera de continuar viéndonos.
—¡Así será señorita testaruda! —exclamó Diego y me miró a los ojos donde pude ver mucho dolor y rabia por mi rechazo, a grandes zancadas se alejó de nosotros.
De manera inesperada, Aldemar me echo los brazos estrechándome en un fuerte abrazo. Yo no hice otra cosa que, rodear su cintura con mis brazos y abandonarme con el rostro sobre su pecho por unos largos segundos a la cálida sensación que abarcó mi cuerpo.
―¿Cuándo puedo verte Beth? Necesito sincerarme contigo, pero no es algo que pueda hacer con prisas y creo que hoy no será el día. ―Sentí su cálido aliento sobre mi oreja al hablar― .Te prometo que te llamaré mañana, quiero llevarte a un lugar muy especial y allí contarte un poco más de mi vida. ―Yo no quería esperar, ¿y si no volvía a saber de él? ¿Si el destino o lo que fuera volvía a interponerse en nuestros planes?
¿Cómo podía estar segura de que Aldemar no cambiaría de opinión y pasaba de largo ante su promesa? Ya una vez lo hizo.
«Todo se resume a confiar en él» ―pensé.
Aun con aquello último en mente, las dudas prevalecían. Aldemar aflojó su abrazo para separarse un poco y poder mirarme a los ojos.
―Te doy mi palabra, Beth.
Yo dudaba y lo que sucedió segundos después fue, el principio de nuestro casual encuentro en aquel lugar y de mi indecisión.
De pronto me vi empujada por Limarie lejos de Aldemar, al estar desprevenida casi caigo sobre la caliente arena. Y mientras ella se abalanzaba sobre Aldemar, la rabia me subía de los pies a la cabeza.
―Me dejaste solita Aldemar, eso no se le hace a tu futura novia. ―La oí decir usando un tono dulzón que me pareció repugnante. Mi corazón pareció dar un salto al vacío y todo se cubrió ante mis ojos con un manto rojo.
Busqué con la mirada la de Aldemar sin poder evitar una mueca de disgusto e incredulidad.
¿Futura novia?
Miré a Limarie quien me dedicó una sonrisita. Aldemar se apartó de ella para acercarse a mí.
―Elizabeth...
Con Aldemar frente a mí, en su mirada pude ver que no sabía que decir, ya fuera por lo absurdo de la situación o porque no esperaba en absoluto los dichos de Limarie, que bien podían ser ciertos o no. Aquello último yo no lo podía saber.
―No me falles Aldemar, esta vez no me falles ―dije en clara referencia a su promesa de llamarme, aunque bien aquella frase podía abarcar todo lo que estaba sucediendo.
―No lo haré, preciosa. ―dijo él y de un rápido movimiento acaricio mi mejilla con uno de sus dedos, provocando en mi interior como si miles de mariposas batieran sus alas y que por un milisegundo olvidara hasta la incómoda presencia de la delgada chica en bikini.
Después de dar un rápido vistazo en dirección a Limarie quien me devolvió la mirada con petulancia, encaminé mis pasos lejos de la orilla tratando de orientarme en busca de Diego.
Editado 08/27/2023
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