Capítulo 35
Cobarde
Aldemar
Abril 2010
El mes de abril nunca fue especial a pesar de ser el mes de mi nacimiento.
—Hoy te veo muy animado, Aldemar —dijo la tía en cuanto me vio aparecer por la cocina—. Debe ser porque cumples la mayoría de edad.
—Eso depende tía, cumplir dieciocho años para algunos trámites no es tener mayoría de edad —dije.
—O será que, las salidas con Limarie están obrando maravillas en tu estado de ánimo —comentó curiosa.
Limarie y yo habíamos salido al cine el sábado anterior, Mercedes parecía no poderse contener para abordarme a preguntas.
—¡Nah! —manifesté y le di un mordisco a mi sándwich.
—¿Saldrán hoy?
—No.
—¿Por qué no? Hoy es un día especial mi amor —mencionó y me abrazo por el cuello, ya se había tardado—. ¡Felicidades, Aldemar que cumplas mucho más, que Dios te bendiga! —añadió con aspavientos, mientras buscaba en uno de los gabinetes inferiores una caja envuelta en papel de regalo bastante grande.
—Esto es para ti, esperó que te guste y lo disfrutes —dijo al volver a acercarse para dejar el regalo frente a mí. Me puse de pie y la abracé con fuerza.
Mi familia nunca olvidaba mi cumpleaños. Al principio, celebrar un año más de vida debido a mi condición era considerado por ellos como un logro. Este año en particular, que enferme de gravedad y sabia lo angustiados que estaban todos por mi salud.
—Para mí, este día es muy especial —dijo Mercedes con sentimiento y volvió a abrazarme, esta vez muy fuerte—. Te amo hijo.
—Y yo a ti tía.
—¡Felicidades, Aldemar! —exclamó Hernán y se unió a nuestras muestras de cariño.
El día transcurrió con normalidad, asistí a clases y para casi todos pasó desapercibido, gracias a Dios, todo el asunto de mi cumpleaños. Solo Limarie se acercó a felicitarme. Además de ella, recibí una llamada de Jonathan mi único amigo verdadero que vivía lejos.
Era una tarde muy calurosa y únicamente deseaba llegar a la casa para darme un prolongado baño, luego buscaría que hacer ya que Hernán me prohibió ayudarlo en el negocio por ser día de mi santo. Quizás pasaría el resto de la tarde frente al televisor jugando videojuegos.
Antes de subir al apartamento, entré al colmado con la intención de llevarme una botella de soda bien fría. Hernán tenía una amena conversación con dos de sus amigos y ni siquiera me miro, yo dejé el negocio y pasé a la trastienda para salir por la puerta que daba a la escalera y subir a la casa.
En esos momentos el teléfono fijo timbro. Pensé pasar de largo, pero la costumbre peso más y lo descolgué.
—Colmado los girasoles, buenas tardes —Saludé mientras trataba de destapar la botella, tenía una sed sofocante.
—¿Aldemar eres tú? —Cuando oí la voz de Elizabeth casi me ahogué con la burbujeante bebida y, sentí un vacío en la boca del estómago. Mis piernas se aflojaron y mi corazón aceleró su ritmo cortándome el aliento —. Qué bueno escuchar al fin tu voz, feliz cumpleaños —añadió sincera, pero noté cierto tono contenido en su voz.
«¿Dios mío, que voy a hacer con todo esto que siento por ella?» —me pregunté.
—Gracias Elizabeth —contesté después de tragar la gaseosa que bajo por mi esófago de manera dolorosa por unos segundos—. ¿Cómo estás? —A mis oídos se oyó tan vacío.
—De seguro no tan bien como tú. Me quede esperando tu llamada —dijo ella sin ocultar el tono de reclamo—. Sin embargo, después de lo que paso con mi familia entiendo tus dudas, pero no por eso ya no quiero verte o hablar contigo.
—Yo también quería oírte —
«¡¿Qué haces estúpido?!»—preguntó la voz de mi conciencia.
—Disculparme por desaparecer como lo hice —añadí.
—¿Por qué no nos vemos? —La oí preguntar—. Te quiero Aldemar —Su confesión me tomo desprevenido y me dejó mudo.
Realmente no encontraba que decir a semejante confesión. Yo guardaba los mismos sentimientos por ella y así se lo dije.
—Yo también te quiero Beth, pero no creo que sea buena idea vernos. Sabes que tus padres no me ven con buenos ojos —mencioné más que nada en mi afán de mantenerme alejado de ella, aunque ansiara correr a su lado. Nuestra situación seguia igual, el abismo entre ella y yo estaba bien definido desde el día en que nos conocimos.
—Gracias por llamarme, pero si te empeñas en verme podrías provocar problemas con tus padres —Oí lo que me pareció un sollozo contenido al otro lado de la línea telefónica.
—¿Vas a continuar rechazándome y lejos de mí? —preguntó después de unos segundos en silencio.
—No te rechazo Beth, no lo veas así, pero mantenernos alejados es mejor —dije—. Me tengo que ir Beth, tengo que colgar, estoy trabajando.
—Por favor Aldemar, no cuelgues. —La cobardía fue más fuerte que todo, no podía sincerarme con ella.
—Adiós Beth —murmure, haciendo un gran esfuerzo por no gritar de rabia. Colgué el teléfono con firmeza sin permitirme dudar, luego me dispuse a dejarlo mal puesto a propósito para evitar recibir otra llamada de ella y subí las escaleras directo a mi cuarto donde me encerré hasta el día siguiente.
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Esa noche soñé con ella, fue un sueño hermoso, fui feliz con Beth entre mis brazos mientras la besaba como nunca lo hice cuando tuve la oportunidad.
Recordar el escenario que mi mente creo, me mantuvo silencioso y más meditabundo que de costumbre. Sin embargo, Mercedes no comentó nada creo qué por primera vez en años, decidió que calladita se veía más bonita.
Después de desayunar, abandoné el apartamento con dirección a la escuela y mis deberes diarios. Era un lindo y soleado día, camino a la escuela saludé a casi todas las personas con las que a diario me cruzaba. Era temprano, antes de las ocho de la mañana y una tenue brisa se dejaba sentir.
Todavía repasaba en mi mente la última conversación con Beth y, me convencí de que después de mi mal trato ella no volvería a llamarme. Debía aceptar que, Elizabeth había pasado por mi vida para llenarla de ilusión y hacerme soñar despierto, pero que solo fue un ave de paso.
Sin deseos de encerrarme en el cuarto a rumiar desgracias, decidí ayudar a mis tíos en el colmado. Todavía no estaba seguro, pero probablemente en la noche iría al cine e invitaría a Limarie.
Después de abandonar los predios de la escuela un poco más tarde de lo común por pasar a la biblioteca a tomar prestado unos libros me apure a llegar al negocio. A esa hora, casi las cuatro de la tarde el sol se manifestaba castigador sobre las cabezas descubiertas de los transeúntes.
Al doblar la esquina, reconocí a Beth de inmediato. Su alta figura en su uniforme escolar, los largos cabellos castaño-rojizos que lucían como una maraña abultada sobre su inclinado rostro y apenas mecida por la poca brisa. Allí se encontraba ella, con su espalda pegada sobre la maltratada pared de un local abandonado a dos o tres negocios del colmado.
"Dios mío" —pensé y me llevé una mano a la cabeza para peinarme los cabellos, mis sentimientos a flor de piel.
Beth parecía nerviosa. Desde lejos la observé sin que me viera y, vi como miraba de un lado a otro quizás buscándome.
Yo no podía alejar mi vista de ella sintiendo en mi pecho una sensación indescriptible. Experimentaba emociones tales como: alegría ligada con temor y una enorme ansiedad. Pensé retroceder e irme por donde llegué pasando desapercibido para ella y, estuve unos segundos como un estúpido mirando la acera frente a mí como si fuera el desconocido camino al cielo, pero a la misma vez el camino al calvario.
Me acerqué poco a poco, anticipando el momento en que ella se voltearía y posaría sus ojos verdes sobre mí. Cuando lo hizo, su rostro se ilumino y la más bella sonrisa distendio su boca.
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—¡Aldemar!...—exclamó ella y corrió la corta distancia que nos separaba.
—Beth...—murmuré.
Elizabeth se abalanzo sobre mí y yo tuve que estabilizarme bien para evitar caer al suelo. Me rodeo con sus brazos para abrazarme fuertemente, abrazo que yo no dude en responder con la misma fuerza. Desesperado, entendía que pronto tendría que alejarla de mi nuevamente. Aspire su aroma con mi nariz en el hueco de su cuello, mientras mi corazón se llenaba de dicha con solo tenerla entre mis brazos y oírla reír.
—Aldemar, no sabes cuánto necesitaba verte, tenerte cerca —dijo ella mientras tomaba entre sus manos mi rostro en tanto yo no quitaba mis manos de su cintura.
Mientras más tardara en abrir mi boca, más tiempo podría tenerla así en mis brazos.
—No podía esperar un día más sin verte —Yo tampoco hubiese esperado más, tarde o temprano iría a buscarla, aunque solo nos hiciésemos más daño. Porque verla y oírla, era una necesidad casi física. Nos separamos un poco, el necesario para vernos a la cara.
—Di algo Aldemar —pidió ella anhelante.
—No digas más, solo abrázame —dije yo.
Y abrazados permanecimos varios minutos.
—No puedo continuar sin estar cerca de ti.
—Beth esto no está bien —dije, pero todo sonaba tan inútil a mis oídos
—. Tendrás problemas con tus padres si te encuentran aquí.
—Ellos no tienen por qué saberlo
—contestó—. Solo quería verte, ayer fuiste tan seco conmigo, yo sé que mi padre fue muy desagradable contigo, pero creo que lo que sentimos vale la pena ¿o no Aldemar?
—Beth...
—Te quiero Aldemar —dijo. Deseaba mantenerla entre mis brazos y besarla, contrario a lo que me prometí a mí mismo.
—No permitas que los prejuicios de mis padres nos separen.
Endurecí mis facciones y mi corazón, si no lo hacía estaba perdido y conmigo la tranquilidad. Beth se alejó de mí para mirarme al rostro, la duda marcada en sus bellas facciones.
—Por favor —dijo mientras alargaba su mano y tocaba mi antebrazo. Aspiré su perfume y sentí la calidez de sus dedos sobre mi piel.
—No está bien que estés aquí —Voltee la cara, no debía permitir que ella viera lo vulnerable que me sentía en su presencia. Tenía que hacerle entender que vernos nos perjudicaría a ambos. Era tarea difícil, porque yo mismo no lo aceptaba y resultaba tan desgastante—. Somos muy jóvenes, todo esto pasara, y la vida continuará, no hay que aferrarse.
Cuando alcé la vista la vi llorar, aunque ella trataba de ocultar su lindo rostro de mi vista. Nuestras miradas se encontraron y no sé si pude ocultar todo el amor que sentía por ella. En su mirada yo pude ver el mismo sentimiento, pero también coraje y desilusión, amarga desilusión.
—Es mejor que sigas tu vida sin mí Beth, créeme —dije—. Lamento mucho el daño que te estoy causando, no hubiese querido que esto terminara así.
—¡Esto! —exclamó ella ahogada en llanto—. ¿Así llamas a la relación que teníamos?
—Escucha...
—Que desilusión Aldemar —dijo y se alejó unos pasos de mí como si yo apestara, quizás comprendiendo que no daría marcha atrás, o bien que el Aldemar con el que pasó semanas no era real, solo una fantasía. Beth se limpió las lágrimas con la palma de su mano.
—Si así lo quieres, si eso es lo que deseas no volveré a buscarte —dijo ella con un hilo de voz. Yo sacudí la cabeza lentamente de manera afirmativa, de arriba abajo sin animarme a buscar su mirada nuevamente.
—Me parece perfecto Aldemar. —La oí decir, su tono de voz reflejaba su lucha con los deseos de gritar para dejar libre la rabia y la frustración. Lo podía imaginar, porque yo sentía lo mismo.
Elizabeth se giró para darme la espalda y comenzó a alejarse. Yo levanté la mirada y, di un paso adelante vacilante mientras la miraba perderse calle abajo.
Editada 08/26/2023
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