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Capítulo 33


El destino decidió una vez más

Beth


Vi la silueta de mi padre en cuanto las luces del carro iluminaron el área al entrar al patio de la casa. No pude verle el rostro con claridad, pero supe que estaba enojado, si no, no estaría esperándome afuera. Cuando Aldemar apagó el motor del vehículo, vi saliendo de la casa a mi madre y Micaela, ya estaba el equipo completo.

—No quiero bajarme —dije— .No, no quiero bajarme y dejarte Aldemar.

—No será así, siempre estaremos juntos Beth. —Vi que mi padre caminó varios pasos con claras intenciones de acercarse al Toyota.

—Acompáñame, por favor —pedí algo insegura sobre lo correcto de esa petición.

—Claro —Noté en su tono de voz un atisbo de la misma inseguridad que sentía yo, pero no me di tiempo a pensar y abrí la puerta.

Aldemar estuvo a mi lado antes de que pusiera los dos pies en el suelo y, tomo mi mano para ayudarme a salir del carro.

—Vamos Beth —dijo y sonrió tratando de darme ánimo.

Agarrados de la mano nos acercamos a los escalones que llevaban a la puerta principal, de pie en esa pequeña escalera estaba mi padre.

—Buenas noches —Saludamos al unísono Aldemar y yo, aquello era una muestra del nerviosismo que nos agobiaba.

—Al fin llegas jovencita —dijo mi padre mientras mamá y Micaela se acercaban.

—Papá quiero presentarte a Aldemar Menéndez, Aldemar, él es Ignacio Velasco mi padre — dije tratando de pasar por alto la actitud a todas luces hostil de mi padre.

—Mucho gusto señor —dijo Aldemar y extendió la mano. Papá no era mal educado y se la estrecho rápidamente, pero no sonrió.

—Quisiera decir lo mismo jovencito, pero es mejor que se vaya para su casa, mi hija y yo tenemos que hablar. —Mis más grandes temores comenzaban a materializarse frente a mi cara y me sentí impotente. Aldemar apretó mi mano, quizás en un intento para indicarme que me mantuviera callada. Así lo hice, lo último que deseaba era pasar un bochorno frente a Aldemar, así que me mordí la lengua.

—Es mejor que te vayas a casa muchacho —repitió papá mirando directamente a Aldemar.

"Lo está botando", —pensé y sentí como me ardía el rostro. Miré incrédula hacia mamá buscando apoyo ante la actitud de papá.

—Y no vuelva por aquí —añadió con desprecio sin dejar de mirar de arriba abajo a mi amigo. No lo podía permitir y estaba a punto de protestar, pero Aldemar se adelantó a hablar.

—Lamento mucho que este enojado con nosotros señor Velasco, me disculpo con su familia... —Aldemar intento comunicarse con papá, pero él lo interrumpió bruscamente.

—Mi hija se llama Elizabeth y no me interesa oír sus disculpas jovencito. Lo único que deseo es que abandoné mi propiedad en este momento y que no vuelva por aquí —dijo mirándolo directamente. Aldemar en ningún momento bajo la cabeza y, a mí me pareció haber caído en un universo paralelo donde mi padre era una persona despreciable.

—No lo quiero cerca de mi hija esperó que le haya quedado claro —añadió y subió varios escalones.

—Ignacio querido, toma las cosas con calma —Mi madre se situó a sus espaldas para intervenir por primera vez en la incómoda situación.

—Cuando Elizabeth se comporté sólo entonces, yo tendré calma Leonor.

Miré a Aldemar que aún tenía mi mano entre la suya, nuestras miradas se encontraron, fue cuestión de segundos, ni él ni yo nos esperábamos esta clase de reacción tan extremista de parte de mi padre. Yo leí en sus ojos miedo e intuía que en los míos se reflejaba puro terror.

—Entremos a la casa y hablemos allí —volvió a intervenir mamá.

—Eso haremos cuando este joven se marche.

—¿Se puede saber que te sucede?, no tienes derecho de tratar mal a las personas, no lo conoces y eres muy injusto con él. —Exploté al borde de las lágrimas y, se me hizo imposible aguantar el torrente de palabras junto con el sentimiento de impotencia y desilusión.

—Y no lo quiero conocer, por encima de su ropa veo de donde viene, no sé para qué pierdes tu tiempo con él —comentó papá de manera despreciativa y dio media vuelta para alejarse.

—Ya fue suficiente Elizabeth, entra a la casa —ordenó antes de seguir.

Mamá solo tenía ojos para papá, lo único que parecía preocuparle era que no perdiera la calma.

—¡No, no voy a entrar! —grite desesperada—.¡Mamá haz algo, no te quedes callada, no seas injusta tú también! —añadí desesperada.

—Elizabeth por favor —dijo mamá mirándome suplicante.

—No, no entraré —negué.

Aldemar se colocó frente a mi logrando toda mi atención por unos instantes.

—Entra Beth, si no lo haces tendremos más problemas —advirtió.

—Escucha el sabio consejo de tu amigo Elizabeth, él puede tener muchos problemas si llamo a la policía y digo que entró con malas intenciones a mi casa —amenazo papá.

—¡Estas mal de la cabeza! —exclamé tocándome con un dedo la frente—.Diré que lo acusas por maldad, que él no entro por la fuerza, que él es mi amigo. —Aquello provoco una risotada en mi padre.

—¿A quién crees le creerían?, a una muchachita histérica o al señor Velasco, presidente del Banco Nacional —Puntualizó él con gran elocuencia.

—¡Ya basta, Ignacio! —Intervino mamá— .Entra a la casa Elizabeth.

—No mamá no quiero.

—Haz lo que te digo.

—Pero mamá...

—Entra a la casa Beth, te prometo llamarte mañana —dijo Aldemar cerca de mi oreja antes de desplazarse a mi lado.

Me sentía acorralada y tenía ganas de gritar, de aferrarme a Aldemar y no dejarlo ir. Vi como mamá agarraba a papá por el antebrazo y lo dirigía a la puerta con Micaela pisándole los talones.

—No dejes de llamarme —dije sin importar el tono de súplica que envolvió mis palabras mientras buscaba su mirada con la mía. Aldemar beso mis manos tiernamente y con delicadeza.Yo lo abracé desesperada, llenándome los pulmones con su perfume, con su olor.

—Ve, entra a la casa —insistió mientras nos fundimos en un prolongado abrazo.

—Llámame, por favor —Volví a pedirle antes de dejar sus brazos.

—Sí —contestó y dio media vuelta después de dedicarme su hermosa sonrisa.

Lo vi alejarse con pasos lentos, casi arrastrando los pies. Me quedé fuera de la casa hasta que su carro desapareció de vista y con el rostro bañado en lágrimas me voltee para entrar en la casa.

*******************

En la amplia sala se encontraban mis padres y Micaela con semblante apesadumbrado, esperándome. Mientras mamá lucia rígida sentada en una de las tres butacas, mi padre se desplazaba de una esquina a otra detrás del sofá más grande. Me recordó a un enorme León paseándose por sus dominios.

Mamá posó su mirada en mi intensamente, como casi nunca lo hacía.

—Has pasado más de dos meses engañándonos Elizabeth —inicio papá—. Tu comportamiento me ha sorprendido mucho, pero mucho más me ha sorprendido tu encandilamiento con ese tipo —añadió mientras se movía hasta quedar de frente al mueble donde se dejó caer.

—Aldemar es un buen muchacho —dije. Para mi aquello último era lo único que importaba a esas alturas.

—Será lo que tú quieras, aunque dudo mucho de que sus intenciones sean buenas cuando permitió que nos mintieras —mencionó papá.

—Él no estaba claro en cuál era mi situación —aclaré—. Es más, nunca nos pusimos de acuerdo sobre eso, fui yo la que decidí no decirles nada porque me esperaba tu absurda reacción —dije aquello y lo miré de frente, desafiante arqueando mi ceja derecha.

—Quiero que subas inmediatamente a tu cuarto y no bajes hasta mañana. —Fue lo siguiente que dijo él.

—No soy un bebé, no puedes castigarme —Protesté parada en el medio del salón.

—¿Ah no? Claro que puedo, así aprenderás a obedecerme, y a no mezclarte con gente que no te conviene —explicó él.

—No me has dejado hablar, tampoco le ofreciste una oportunidad a Aldemar para hablar contigo, para conocerlo —dije exasperada haciendo gestos con ambas manos, gestos de la más pura desesperación.

—Ese muchacho es muy importante para ti ¿verdad Elizabeth? —intervino mamá.

No esperaba oírla decir nada, miré a papá e intuí que él tampoco esperaba la intervención de mamá y mucho menos con aquella afirmación.

—Por favor Leonor, ¿qué importante puede ser ese muchacho en la vida de tu hija? —Se burló mi padre arrastrando las palabras mientras daba dos palmadas sobre su rodilla.

Caminé varios pasos por la sala y me detuve frente a mamá.

—Mucho, Aldemar es muy importante para mí porque lo amo. —Ya estaba dicho.

Oí la carcajada de papá, estruendosa y horrible a mis oídos.

—¡Elizabeth! —exclamó Leonor.

—Por favor Leonor ¿le vas a creer a esta muchachita inconsciente? —dijo papá y se levantó de un salto.

—No soy una inconsciente y estoy segura de mis sentimientos hacia Aldemar —aseguré con firmeza sin dejar de mirar a mi madre directo a los ojos—. Enamorarse no es pecado —añadí.

—Enamorarse de ese tipo es más que un pecado —acotó papá—. No voy a continuar con esta discusión sin sentido, no te quiero más con él. Ahora sube y déjame el celular aquí. —Apreté los dientes. Sentí que mi cabeza me daba vueltas, que me faltaba el aire.

—No me puedes hacer eso papá —protesté llorosa.

—No digas estupideces —dijo él y se acercó a mí con una mano extendida—. No quiero usar la fuerza Elizabeth, tú siempre has sido una muchacha tranquila, sosegada, obediente y ahora de buenas a primeras te comportas como una rebelde, pero ¿qué puedo esperar si llevas semanas en compañía de ese individuo?

—Papá por favor, créeme cuando te digo que Aldemar no es mala influencia para mí, al contrario —mencioné buscando la manera de llegar a él, quizás tocar alguna fibra sensible en su inflexible y obstinado carácter.

—Dame tú teléfono ahora —Vi a mamá acercarse por mi costado.

—Vamos nena, coopera —dijo ella.

—Mamá ¿por qué me hacen esto? — La miré suplicante —. Estoy enamorada y él es un buen muchacho —añadí.

—Leonor habla con tu hija y hazle entender —dijo papá—. Y quiero ese celular cuando subas —añadió.

—Papá... —Era inútil, papá no me quiso oír. No me escuchó esa noche y tampoco después. Ignacio no me oyó nunca. Lo vi dar media vuelta y dirigirse a las escaleras con rumbo a la planta superior.

Caminaba orgulloso y altivo. Siempre lo intuí, pero ahora comprobaba que Ignacio Velasco poseía un corazón duro, no podía ser de otra manera para triunfar como lo había hecho todos estos años en los negocios. Sin embargo, esperaba que con su familia fuese menos recio y todas estas semanas guardé esperanzas de convencerlo de mi amor por Aldemar.

—¡No me voy a dar por vencida! —grite inútilmente. Dejé que las lágrimas abandonaran mis ojos ya no importaba. Siguiendo los pasos de mi padre empecé a subir la escalera.

—Elizabeth... —Oí la voz de mamá, pero no me voltee —. Elizabeth dame el celular —pidió.

Cansada y agobiada casi me arranque la cartera del hombro y la lancé al suelo. Me volteé y subí los escalones de dos en dos.

**********************

Creo que jamás he llorado tanto como esa noche. Sentía una opresión en el pecho, era como si el corazón mismo me doliera, como si estuviera herido con miles de rasguños que supuraban tristeza y desamor.

Necesitaba oír la voz de Aldemar, asegurarme de que juntos podríamos contra la oposición sin sentido de mi familia. La promesa de su llamada no sirvió de nada porque mi celular seguramente se encontraba dentro de la cartera de mamá, inalcanzable para mi y llamarme a la casa tampoco resultaría ya que nadie me pasaría su llamada. 

Agotada me dejé vencer por el sueño, pero mi tiempo de descanso estuvo repleto de inquietantes imágenes de Aldemar alejándose de mí.

Editada 08/26/2023

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