
Capítulo 32
Reunión familiar
Beth
Aldemar me miró con sus hermosos ojos azul grisáceos.
—Siento haberte hecho esperar —dije estremeciéndome bajo su cálido contacto visual.
Aldemar extendió su mano derecha, yo descansé en ella mi mano izquierda y él se la llevó a los labios. ¿Qué importaba que nuestra intimidad no llegara a más? Yo me sentía en el cielo cada vez que él me tocaba, y sus besos tan inocentes estaban cargados de sentimientos.
—Valió la pena esperarte —musitó contra mi piel—.Estás hermosa, increíblemente bella.Tengo algo para ti.
Aldemar no me dio tiempo a hacer preguntas y dejó en mi mano una cajita redonda que yo abrí torpemente. En su interior, sobre un pequeño cojín forrado de tela color dorada descansaba un hermoso brazalete de plata. Su diseño sencillo de pequeñas hojas entrelazadas unas con otras me fascino.
—¡Me encanta, gracias! —dije gratamente sorprendida, mientras él se ocupaba de colocar la prenda alrededor de mi muñeca admirando por unos segundos los lindos destellos plateados del brazalete.
**************
La familia de Aldemar me recibió de la mejor manera, hasta su tío Hernán, siempre tan serio conmigo, me dedicó una de sus raras sonrisas. Mercedes y su hijo Miguel me abrazaron cálidamente y me dieron sendos besos en la mejilla. Nos reunimos en la sala donde la mesa del centro estaba repleta de bandejas con entremeses.
—Bienvenida a tu casa, Elizabeth —dijo Mercedes.
Aldemar me tomo la mano y guio de mi hasta uno de los muebles de la sala. El apartamento en el segundo piso del negocio familiar lucía acogedor, espacioso y muy limpio.
Estábamos pasándola de maravilla y jamás hubiese adivinado lo que me esperaba cuando regresara a casa. Reí con las ocurrencias de Aldemar y, puse mucha atención cuando su tía Mercedes comenzó a hablar sobre la infancia de su querido sobrino; después de todo, ella era una de las personas que mejor lo conocía.
—Estaba loca porque Aldemar te invitara a comer y, espero que te guste el flan de queso, Elizabeth —dijo Mercedes. Pude notar la mirada huidiza de Aldemar y vi su mueca.
—Me encanta —dije mirando curiosa a mi amigo.
—Es el postre de esta noche y Aldemar lo preparó especialmente para ti —comentó ella muy emocionada. Me desplacé un poco para poder mirar a Aldemar de frente en espera de que dijera algo, pero su primo se le adelanto.
—Hacía tiempo que no lo preparaba, se nota que eres muy especial para él —comentó Miguel mientras apilaba sobre una servilleta unas cuantas galletitas saladas y pedacitos de jamón y queso.
No despegué la vista de Aldemar mientras sentía una ola de calor cubrir mis mejillas, mi amigo miró al suelo por unos segundos y cuando subió la vista para mirarme vi como su rostro también estaba pintado de rojo, no podía creer que estuviere sonrojado.
—Igual que él para mí —contesté con firmeza y coloqué mi mano sobre su rodilla.
—¡Qué bonito! —exclamó Miguel y me pregunté si su primo trataba con todo el tema del postre avergonzar a Aldemar. Si era así, me resultaba evidente el porqué. Aldemar era tan diferente de Miguel, su carácter sosegado, de fácil trato, y la dulzura con la que trataba a sus tíos, no era común en un adolescente de diecisiete años. Y estaba segura de que eso era lo que le chocaba a su primo, que Aldemar se daba a querer de todos.
Todos, menos Miguel nos sentamos a la mesa del comedor a saborear la rica cena que Mercedes cocinó. Al probar la comida pude comprobar lo que Aldemar decía, su tía tenía buena sazón para cocinar.
Con su primo lejos, Aldemar se mostró más comunicativo y abierto, quizás con la confianza de que nadie se burlaría de él.
Yo no dejaba de mirarlo, no podía apartar mis ojos de él. Sus gestos, sonrisas y muecas, todo él me gustaba. Estábamos cenando en agradable compañía y, así hubiese continuado todo si no hubiese sido por la inesperada visita de una vecina llamada Limarie y su hermano pequeño Raúl.
Al parecer, la muchacha llegó sin avisar llevando su hermanito a rastras. Todos parecían realmente sorprendidos con su visita, mientras que a mí me pareció con solo verla que llegó a propósito, a sabiendas de que yo estaría allí. Miré a Aldemar, y él me devolvió la mirada sonriente e indiferente a la inesperada llegada de los visitantes.
—Buenas noches a todos —Saludó la morena cuando Mercedes la escoltó junto a su hermano al comedor.
Después de los saludos y presentaciones, esto último solo por mí, la tal Limarie prácticamente se auto invito a cenar. Me di cuenta de su insistente mirada sobre Aldemar y estuve segura de que, a esa chica le encantaba mi amigo.
—Voy a buscar dos sillas más. —Se ofreció Hernán.
Mi apetito disminuyó y empecé a juguetear con el resto de la comida. Tratando de disimular, me fijé en el bonito rostro de la chica en especial su sonrisa, en sus cabellos largos y oscuros, y en su casi extrema delgadez que le brindaba un aura de delicadeza.
Y me sentí incómoda al darme cuenta de que, me comparaba con ella preguntándome a quien encontraría Aldemar más atractiva. De pronto me sentí muy irritable y mucho más cuando noté que ella descaradamente no le quitaba los ojos de encima a Aldemar, a la vez que trataba de monopolizar su atención.
Quién me diría que, una velada que comenzó muy bien se convertiría en un trago pesado para mí.
Tiempo después de que termináramos de comer, le pedí a Aldemar que me llevara a casa, me di cuenta de que mi inquietud no era solo por la presencia de Limarie y sus coqueteos hacia Aldemar, era también la preocupación por lo que me esperaba de regreso a casa. Durante toda la velada intenté colocar una barrera entre el lindo momento que disfrutaba con la familia de Aldemar y lo que sentía era inevitable, la reacción de mis padres a mis amoríos con Aldemar.
—Vuelve pronto Elizabeth, nos encantó tenerte con nosotros —dijo Mercedes y fue apoyada por su esposo con un vigoroso sacudir de cabeza mientras nos despedíamos.
—Yo también espero que vuelvas pronto, Elizabeth —añadió Hernán y sonrió con timidez.
—Esperó estar por aquí más a menudo, gracias por todo —contesté.
En cuanto salimos del apartamento de Aldemar mi inquietud se exacerbo, pudiera decir que nunca me sentí así antes. No quería llegar a casa y estuve a punto de decirle a Aldemar que no me llevara, más no lo hice.
—¿Qué sucede Beth?, desde que salimos de la casa te noto callada y pensativa, no es por Limarie, ¿verdad? —preguntó. Yo solo quería que el camino a mi casa se hiciera más y más largo para poder estar más tiempo junto a él.
—No, no —dije aunque en un momento dado así fue. En el apartamento me sentía incómoda por la presencia de Limarie, pero ahora era otra cosa, tenía miedo de llegar a mi casa y encontrarme a mi padre esperándome, no sabía cómo nos trataría.
—Algo te pasa —dijo Aldemar.
—Quisiera poder quedarme más tiempo contigo —dije.
—Yo también deseó lo mismo —confesó—.Pero, es tarde y en tu casa deben de estar esperándote.
—Sí —Eso era lo que me preocupaba.
Ansiosa me moví en el asiento, no encontraba como sentarme cómoda, parecía que tenía agujas en todo mi cuerpo.Tenía la sensación de que entre Aldemar y yo las cosas quedarían incompletas.
—¿Puedes detenerte un momento? —pedí, estábamos muy cerca de mi casa.
—Seguro.
Aldemar hizo lo que le pedí y se estacionó, sin apagar el motor del vehículo, en una calle bastante iluminada asegurándose que los pestillos de las puertas estuviesen abajo. Después se volteó para mirarme. Yo permanecí con mi vista al frente.
—Dime que te preocupa —pidió.
Yo no deseaba mirarlo, porque sabía que si lo hacía me abalanzaría sobre él para abrazarlo y besarlo. Y es que sentía qué si no lo hacía, no habría un después para nosotros.
—Me preocupan mis padres Aldemar, y no quiero ir a casa —Tenía que confesarlo, intuía que él me daría valor, que borraría de mi ese temor que me carcomía los nervios.
—Mírame Beth —pidió suavemente y automáticamente mi cuerpo se relajó, mis músculos cedieron y me sentí más tranquila. Poco a poco voltee mi cuerpo y estuvimos frente a frente.
—No tienes por qué estar nerviosa, todo irá bien. Puedo presentarme con ellos, no veo porque quisieran prohibirte mi amistad —dijo tomándome de las manos, las suyas estaban tan cálidas. Sin embargo, yo sentía las mías sudorosas y frías.
—No conoces a mis padres —dije aunque él me contagio un poco de su optimismo.
—No, pero creo que hay un Dios allá arriba que todo lo puede y Él sabe que yo no podría estar lejos de ti —mencionó. Aldemar volvió a mirarme de esa manera tan especial y yo esperaba que llegara el ansiado beso en los labios.
—Yo tampoco podría estar lejos de ti Aldemar —confesé y acaricié su mejilla con mi mano. Él la atrapo en la suya y beso cada uno de mis dedos, poco a poco. Creí que me desmayaría del placer que provoco en mí.
En un rápido movimiento y sin pensarlo mucho lo envolví con mis brazos buscando abrazarlo fuerte para no soltarlo jamás.
—Bésame, Aldemar —murmuré cerca de su oreja antes de separarme un poco para buscar con mi mirada la suya.
Aldemar tomo mi rostro entre sus manos.
—Bésame —Volví a decir y cerré mis ojos esperando que acercara su boca a la mía.
El momento había llegado, nuestro primer beso. Sin embargo, ninguno de los dos contaba con el policía que tocó en el cristal de una de las puertas y nos alumbró con una potente linterna. Nos separamos al instante y Aldemar bajo la ventanilla, mientras yo miraba avergonzada hacia mi lado derecho donde vi a otro policía.
—Jovencito, aquí no es un sitio seguro para que un par de adolescentes estén solos —Oí que decía el policía del lado de Aldemar—.Lleva a tu novia a su casa hijo y después vete a la tuya — añadió.
—Si oficial —contesto él.
—Vamos muévanse.
Con un rápido movimiento de cabeza Aldemar se despidió del policía y puso en marcha el carro, pronto nos alejamos de los agentes de la ley. No paso mucho tiempo para que nos echáramos a reír, quizás del susto o la vergüenza. Y aunque me sentía más tranquila, no dejé de desear ese beso que esperaba desde hacía mucho.
Editada 08/26/2023
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