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Capítulo 28


Encuentro incómodo


Beth


—¿Qué te gustaría comer? —Su voz me devolvió a la realidad y me di cuenta de que estábamos por llegar a las escaleras eléctricas que nos llevarían al área destinada a lugares de comida rápida—¡Hey estabas en otro mundo! —comentó y levantó mi rostro colocando varios dedos bajo mi barbilla.

—Mmm algo —dije, me alejé un poco y bajé la mirada.

Rehuía su mirada a propósito, no quería que se diera cuenta de que no solo me encontraba distraída, sino inquieta.

Me vería absurda confesándole como me afectaba su actitud.

—Necesito decirte algo —dijo él.

—Dime. —Fue mi simple contestación.

Aldemar de repente y sin aviso agarro mis manos.

—Hace rato, en la fuente, me comporte de un modo brusco y antipático —dijo e hizo una mueca —. Perdóname —añadió sin dar más explicaciones.

—Pensé que me dejarías allí plantada —dije, entonces fue él quien bajo la mirada y confirme mis sospechas.

—Lo pensé. —A continuación, silencio.

No me atreví a preguntarle por qué me rehuía.

Quise ser audaz así como pensaba eran algunas de mis compañeras de colegio con los chicos.

Ellas si sabían cómo tratar con los muchachos. Yo era una verdadera novata y no pude hacerlo.

—No te preocupes, Aldemar —dije y traté de mostrar mi mejor sonrisa, aunque en ese momento, parte de la ilusión con que había llegado a nuestra segunda cita ya no estaba.

Entreví que Aldemar necesitaba decirme algo más, pero al igual que yo, dudaba.

—Busquemos donde sentarnos —sugerí tratando de aligerar el ambiente.

Mientras tanto, me dije que Aldemar era muy tímido y que era eso lo que le impedía intimar. Me negaba a cuestionar lo real de la atracción entre los dos.

Escogimos comer comida mexicana y, minutos después disfrutábamos de sendos burritos acompañados de nachos bañados en queso derretido y salsa picante.

Compartir el almuerzo aligero el ambiente entre nosotros y Aldemar terminó haciendo chistes bastante graciosos manteniéndome entretenida. Y era que, para mí era suficiente con solo mirarlo mientras hablaba, oír su voz y observar sus gestos tenia casi un efecto hipnótico.

En un momento dado intenté hacerle unas cuentas preguntas sobre su vida, pero me di cuenta de que terminaba yo contándole algo más sobre la mía.

—¿Te gustaría ir al cine? —pregunté.

—Me encantaría ir contigo al cine —aceptó—. ¿Cuál película quieres ver?

—No lo sé, una de acción no estaría mal o un thriller —comenté.

—Escogemos después de ver que películas están en cartelera — dijo y una vez más, compare su forma de ser con lo que había notado en otros muchachos con los que traté mayormente en el colegio.

Él era tan educado y hasta formal. También era amable y considerado. Su forma de hablar y comportarse no guardaba similitud con la manera de hablar y relacionarse con sus pares de un muchacho de diecisiete años en esa época.

Probablemente se debía a la crianza de sus tíos, aunque su primo Miguel era todo lo contrario a él. Eso me decía que, Aldemar era así por naturaleza.

Entonces, se me ocurrió mencionar la promesa de la cita anterior donde me aseguró de que en nuestro segundo encuentro me hablaría sobre él.

—Debo confesar que tengo miedo, esperaba que olvidaras ese asunto si aceptaba ir al cine —dijo fingiendo una expresión compungida.

Lo miré batiendo mis pestañas esperando lucir como una niña indefensa.

—Además, yo aún no he terminado —dijo levantando su ceja derecha, eso hacía que su mirada se viera provocadora.

—Será otro día, porque hoy es mi turno, y no me vas a venir con evasivas —advertí muy seria señalándole con uno de mis dedos.

—Está bien, me rindo, pero déjame recoger estos platos y llevarlos al zafacón —dijo—. Regresó ahora para su interrogatorio, oficial —añadió e hizo el saludo marcial, con su mano en la frente, como hacen los soldados en el ejército.

Me eché a reír sintiéndome dichosa nuevamente, pero mi alegría estaba destinada a verse interrumpida, para variar.

—¡Elizabeth Velasco, que contenta te ves! Ese chico tan bello que está contigo debe de ser muy divertido ¿de dónde lo sacaste? —aquella voz me resultó familiar.

Automáticamente la sonrisa se esfumó de mis labios cuando vi a dos de mis compañeras de clases. Jennifer Galán y María del Pilar Sanromán se encontraban frente a mí.

De ellas mi mirada pasó a Aldemar que, al verlas vacilo y se detuvo a distancia. Lo menos que esperaba era un encuentro con aquellas dos.

—Hola —Saludé, me puse de pie.

La rubia, Jennifer era la más guapa de las dos. En el colegio casi todos los varones la admiraban por su gracia y belleza. Era sociable, extrovertida y muy popular. Sus calificaciones no eran las más sobresalientes, pero al parecer eso se le perdonaba.

Al mirarla con su falda corta que dejaba ver unas piernas tonificadas y bronceadas, desee que Aldemar estuviese lejos, no quería que viera a mi despampanante compañera de clases.

María del Pilar poseía una belleza diferente a su inseparable amiga, era morena, exótica, con su cabello negro y largo. De actitud enigmática y muy inteligente.

Marípily y Jennifer solían mirar a los demás por encima del hombro. Me pregunté por qué se tomaron la molestia de acercarse a mí ya que, ninguna de las dos era mi amiga, aunque ambas asistían a clases conmigo.

Pero la respuesta estuvo frente a mí en un instante.

—Hola. —Aldemar se detuvo a mi lado, después de saludarlas educadamente no mostró mayor interés en ellas.

Sin embargo, aquellas dos insistían en conocer a Aldemar y no paraban de coquetear con él. Podría apostar sin temor a equivocarme que, Jennifer practicaba diariamente frente a un espejo los pucheros que hizo frente a mi amigo pensando que se veía sexy.

—Jennifer, María, él es Aldemar —mencioné ansiosa por verlas lejos de nosotros.

—¡Que nombre tan bonito! —exclamó María del Pilar y soltó una risita. Yo bajé la mirada y la fijé por unos segundos en mis Vans negras.

—¿Eres de aquí?,porque ni tu nombre o apariencia encaja con el típico boricua —mencionó Jennifer en referencia al castaño claro de sus cabellos, su piel clara y su color de ojos. Para mí fue un comentario sin sentido. En Puerto Rico convivíamos diferentes razas.

—¿Sí? —contestó él.

—Pareces argentino o español —comentó Jennifer—. Yo estuve en España el año pasado y los chicos allá lucen como tú —añadió.

—Pues lamento desilusionarlas, pero, soy de aquí como el coquí —dijo él.

Mis compañeras de clases estallaron en carcajadas agitando sus largas cabelleras y pasaron a preguntarle a Aldemar que parentesco lo unía a mí.

Para mí suponer que Aldemar y yo éramos familia fue una manera de menospreciarme.

Fue como decir: «Un chico tan bello solo puede ser su primo, jamás su novio».

—Aldemar es mi novio —Después de decir aquella frase me arrepentí, pero no por eso dejé de mirarlas directo y de manera desafiante. Lo que no hice fue mirar en dirección a Aldemar.

Las chicas no ocultaron la sorpresa.

—¿En serio? —preguntó Jennifer exagerando su gesto de sorpresa —. Sin duda eres un chico fuera de lo común —añadió y me miró con una media sonrisa.

María del Pilar dejó escapar una risita. Eran un par de brujas.

—¡Que va, soy muy común!, y un afortunado por tener a mi lado una chica tan hermosa como mi Beth —comentó Aldemar dejando a mis compañeras de clases más que asombradas, atónitas.

Yo me sentía igual que ellas. Y en mi vientre el revoloteo de miles de mariposas.

Aldemar tomó una de mis manos con su derecha antes de dirigirse nuevamente a mí.

—Hay que darse prisa amor,la película debe de estar por comenzar —Entonces tiro de mi mano—. Cuídense muchachas —Se despidió en dirección a las chicas.

Cuando nos encontramos suficientemente lejos de aquellas dos, solté su mano y me alejé sin rumbo fijo. Tenía afán de dejarlo atrás y perderme entre la gente, era así de enorme la vergüenza que experimentaba.

No pensé en lo dramática que parecería a los ojos de Aldemar, quizás hasta ridícula pero, más ridícula fui al dejarme provocar por aquellas dos e inventar un absurdo noviazgo.

—¡Beth, espera! —

Estaba frente a la escalera eléctrica y me subí a ella, oí mi nombre, pero no mire atrás, en esos momentos lo único que deseaba era correr.

Era tanta la turbación que no quería enfrentarme a mi amigo. El día estuvo plagado de errores y esté fue el peor.

—Permiso, perdóneme,señora... —Lo oí llegar hasta mí cuando ya estábamos en el segundo piso—.¡Beth!—Volvió a llamarme con su respiración agitada

Suspiré dándome por vencida y me detuve pero no lo mire.

—Mírame —pidió él.

Al no lograr lo que se proponía, Aldemar tomó mi mano derecha con su diestra atrayéndome hacía él para abrazarme.

—No me pidas que te mire, no puedo —murmuré con el rostro oculto en su pecho.

—Si puedes, no estoy enojado, al contrario, estoy orgulloso de tu actitud. Me gustó lo que hiciste, le callaste la boca a esas dos —dijo—. Y te diré algo más, ellas no son tus amigas.

Me separé un poco de él para poder mirarle a la cara. Aldemar sonreía.

—Jamás lo han sido, las sinvergüenzas te llamaron raro por estar conmigo —

Aldemar no dejaba de sonreír. Me miraba de esa manera especial como él solo podía.

Nos separamos mas no dejamos de tomarnos las manos.

—¿Qué nos importa lo que esas dos piensen? —preguntó él.

Yo no supe que contestarle.

—No permitamos que esas dos nos amarguen el resto del paseo —Miré a sus ojos azul grisáceo y por un instante me perdí en ellos—.Olvidemos nuestro encuentro con ellas —sugirió con su voz suave, como una caricia.

Guarde silencio.

—Tenemos algo pendiente y estoy preparado para que me hagas todas las preguntas que gustes —dijo y yo no pude menos que sonreír.

—¿Todas?

—Si, todas —murmuro él y beso el dorso de mi mano.

Editada 08/25/2023

Plaza Las Americas

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