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Capítulo 19




Tú claro, yo oscuro


Beth  


Diego nos alcanzó casi corriendo con dos gigantescos envases plásticos que, asumí se encontraban llenos de soda y una enorme bolsa rebosante de palomitas de maíz a punto de derramarse en el suelo.

    —La película está por comenzar — añadió, situándose entre Aldemar y yo, que nos separamos instintivamente al verlo llegar.

Diego presto atención al chico a su derecha reconociéndolo.

—Hola amigo ¿cómo estás? —saludó simpático.

Aldemar y Diego estrecharon manos —Bien, bien —emitió Aldemar.

Agarré de las manos de Diego la bolsa de palomitas de maíz.

—La película va a comenzar, Elizabeth —insistió Diego, encaminándose de regreso a las salas —Cuídate amigo.

—Nos vemos luego —Me dio la impresión de que, la intención de Aldemar era entrar a los aseos y con aquello supe que nuestro encuentro en el pasillo fue casual, en ningún momento él me buscaba.

Una vez más, Aldemar se alejaba de mí y por unos instantes mi mente quedó en blanco.

   —¡Vamos Elizabeth! —Me urgió Diego y, con su mano libre agarro una de las mías.

El contacto de Diego me libero del atontamiento en el que me encontraba y mientras dejaba que él llevara de mi hice un esfuerzo por ocultar mi enojo.

Durante la película, mi cerebro no dejo de procesar una y otra vez toda mi corta historia con Aldemar. Mientras Diego se disfrutaba los momentos de tensión de la película, yo me preguntaba si algún día podría conocer al verdadero Aldemar.

Ese que se escondía detrás de su timidez y que salía corriendo lejos de mi a la menor oportunidad.


********************

Aldemar 


Al regreso de mi salida al cine con Jonathan, abrí la primera gaveta de la mesa de noche y levanté un cuaderno donde solía garabatear pensamientos, varios de vez en cuando. Entre dos de sus páginas centrales se hallaba la servilleta blanca con el número de Beth.

Una servilleta cualquiera, bastante arrugada y a la misma vez plisada gracias a la presión entre las páginas del cuaderno. 

Hacía mucho más de una semana que guardaba aquella servilleta, no solo de las miradas curiosas de mi familia, sino de la mía. La razón me decía que no debía llamarla, en eso estaba claro.

Sin embargo, ardía en deseos por oír su voz.

Al recordar nuestro nuevo encuentro horas atrás, sonreí con pesar. Rememoré sus palabras cuando reclamó mi  errático comportamiento que yo no podía explicar.

Volví a colocar el cuaderno en el interior de la gaveta y de un solo movimiento la cerré. Me dije que era mejor dejar las cosas como estaban entre nosotros, un par de encuentros y más adelante el olvido.

Si Elizabeth se enteraba de mi condición seguramente me rechazaría, por lo poco que la conocía no sería un rechazo con ofensas y miradas de asco, pero rechazo igual.

Su repudio sería algo que me dolería demasiado.


********************




El lunes siguiente a mi encuentro con Beth, tuve mi última cita del año en la clínica pública a la que asistía desde hacía mucho. Visitaba la clínica cada cuatro meses para las evaluaciones médicas.

Esa mañana me encontraba de muy mal humor.

Para variar, nótese el sarcasmo, la clínica se encontraba atestada de gente que no dejaba de hablar, algunas personas en voz tal alta que molestaban.

Tía Mercedes me acompañaba a pesar de que, esa mañana le sugerí que se quedara en casa. Era uno de los pocos días que resentía estar acompañado.

Llevábamos aproximadamente una hora esperando mi turno cuando entró una pareja y se sentó cerca de nosotros. Era una mujer de mediana edad y la que parecía ser su hija, una chica de mi edad, de cabellos largos y oscuros, casi negros.

Agarré el periódico que cargaba Mercedes y me oculté detrás cuando me di cuenta de que la chica no dejaba de mirarme.

Además, me percate que Mercedes entablaba conversación con la mujer que acompañaba a la chica de cabellos oscuros y conociéndola sería cuestión de tiempo para que quisiera incluirme en su chachara.

A mi tía le encantaba hablar y, si las personas le daban la oportunidad no tenía reparos en interrogarlas, todo con genuino interés quizás en busca de ofrecer su ayuda, nunca con malicia.

   —Aldemar hijo, ésta es Elisa Medina y su hija Limarie Vélez. Hace poco se mudaron al barrio, desde Estados Unidos —dijo Mercedes.

«Lo sabía, solo era cuestión de minutos para que me presentara con esas dos» —pensé incómodo.

Luché con el impulso de levantarme y salir a la calle a respirar un poco de aire fresco. No lo hice porque entendía sería una grosería que mi tía no toleraría.  

Bajé el periódico lentamente y sonreí a medias antes de decir un escueto;

   —Hola.

   —Hola muchacho —saludó la madre casi de la misma precisa manera que yo. Percibí que no era una persona comunicativa.

   —Hola Aldemar —Fue el saludo de la hija, que sonrió mostrando unos dientes con soportes dentales.

Hice un movimiento con la cabeza en señal de asentimiento y volví a esconderme detrás del rotativo. Un poco más tarde me llamaron.

Después de ver al médico e ir a tomarme muestras de sangre para los estudios trimestrales, en el pasillo volví a ver a la muchacha nueva que nuevamente se mostró simpática.

Continuaba de mal humor y sin deseos de socializar.

Al terminar, salí a la sala de espera de la clínica y me di cuenta de que Elisa y Mercedes parecían encaminarse a ser grandes amigas.

—Aldemar, invite a Elisa y sus hijos a pasar por la casa en Noche Buena. Ellos no tienen a dónde ir y viven cerca —dijo Mercedes.

No me esperaba aquella invitación y, traté de mostrarme de acuerdo. Sin embargo, verdaderamente me enojé con la tía y opte, por salir del edificio sin decir más.

Seguramente Mercedes me reclamaría mi apatía.

Sin embargo, cuando hablamos no me dijo nada sobre mi desplante a las vecinas, pero si se explayó contándome su vida y circunstancias.

Según Mercedes, Elisa se contagió con el virus, pero no se dio cuenta hasta que se embarazo de su hijo menor Raúl. Ya para ese momento, comenzaba a ser obligatorio para las mujeres embarazadas someterse a la prueba como parte de los exámenes prenatales.

Los médicos actuaron acordes con el estatus positivo de la madre y su hijo menor nació VIH negativo. En el caso de Limarie, la historia fue distinta.

Como su madre desconocía estar infectada con el virus, la niña nació por parto natural y fue lactada ocurriendo la transmisión perinatal.

  —Estas tan callado —comentó de pronto Mercedes, desviándose del tema de conversación.

  —Siempre he sido así, es mi carácter tía —dije.

   —Siempre has sido introvertido, pero ahora te noto peor —Su comentario provoco una sonrisa en mí.

  —Si, es posible —Fue lo único que contesté.

  —Esa chica Limarie pondría llegar a ser tu amiga, Aldemar —dijo y pude notar un atisbo de vacilación en su voz.

Estábamos llegando al barrio.

   —Es muy bonita, simpática y sería bueno para ti que entablaras amistad con ella.

No entendía porque su sugerencia me caía como balde de agua fría.

—Seguro que sí, ella es como yo — contesté—. Entre nosotros no habría problemas, los dos somos positivos —añadí destilando amargura.

Quizás al estar tan sensible, sentía que mi tía ponía etiquetas y aquello me trajo desilusión. No lo esperaba de ella.

—Estás malinterpretando mi sugerencia —mencionó ella ofendida.

Tuve que aceptar que tenía razón, en ningún momento la tía mencionó la enfermedad, lo cierto era que mi ánimo se encontraba por el piso y su comentario me pareció ofensivo.

Estacioné el carro de los tíos detrás del edificio y, puse mis manos sobre el manubrio para descansar la frente sobre ellas.

—Nunca te encasillaría hijo —comentó Mercedes con un tono de pesar en su voz.

—No me hagas caso tía, últimamente no me he sentido muy bien.

  —Lo he notado. Te veo desanimado.

  —Hoy no es mi mejor día —Ninguno de los dos bajamos del auto—. Perdóname por mortificarte.

—Estoy aquí para ti hijo. No dudes en hablarme. Si te comenté sobre la hija de Elisa, es porque eres joven y como todo joven necesitas reunirte con personas de tu misma edad, pasear, ir al cine y la playa.

No es la primera vez que escucho esas palabras, lo cierto era que soy poco sociable y me definiría como un solitario.

El que consideraba mi único amigo, Jonathan vivía desde hacía años en otro pueblo de la isla y eran muy pocas las ocasiones en que nos reuníamos.

—Tía, nunca he sido persona de salir, tú sabes que prefiero quedarme en casa. —Le recordé.

   —Divertirte un poco no le hace mal a nadie —dijo— .Lo único que te pediría sería que, trates de ser amable con Elisa y sus hijos cuando vengan a cenar a la casa dentro de unos días, pero se que lo harás, siempre lo haces  —Una media sonrisa se dibujó en mis labios.

Un poco más tarde, salí a pasear sin rumbo fijo en la motocicleta que había comprado hacía unos meses atrás. A mis tíos, no les gustaba mucho mi reciente adquisición, pero para mí, era la mejor terapia.

A bordo del vehículo solía sentirme libre, no pensaba en nada, solo me concentraba en manejar, pero me di cuenta de que, ya no era así.

No dejaba de pensar en Elizabeth y las dudas iban y venían.

Aumente la velocidad sin saber muy bien que buscaba, hacia donde me dirigía. Lo que si tenía claro era que, mientras más rápido mejor.

Casi sin darme cuenta, fui a parar a un área de mucha actividad y lindas playas cerca del aeropuerto. La brisa llevaba el aroma de agua salada y el olor penetrante de humo de fogón, donde los múltiples negocios cocinaban las ricas frituras.

Esa tarde noche me lancé al mar vistiendo solo mis jeans, para nadar más allá de los límites.

Flotando en las cálidas aguas del océano Atlántico, fantaseé con llevar a Beth a un paseo en motora y visitar juntos el Viejo San Juan.

Tiempo después sentado sobre la arena, con la brisa marina secando mi ropa y mirando el mar, donde en la lejanía pude ver un crucero, me dije por undécima vez, que alejarme de Beth era lo mejor que podía hacer por los dos.

Ella quizás pensaría en mí unos cuantos días más, luego me olvidaría.

Aquello ultimo sin duda pasaría, pero no por eso no dolía.

No me atrevía a decir que la amaba, porque sería eso, un atrevimiento. Sin embargo, lo que ella despertaba en mi me inquietaba, llenándome de dudas.

Eran emociones nuevas que me costaba controlar, tanto como me costaba mantenerme lejos de ella.

❤️❤️❤️❤️❤️

Editado 08/18/2023

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