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Capítulo 17


¿Es tiempo de darse por vencida?

Beth


—¡Elizabeth! —

Yesenia no salió sola a buscarme, Diego Palacios la acompañaba. La pareja dio con nosotros de frente, regresando al edificio. Aldemar, fue el primero en echar a caminar y yo lo seguía.

—¡Aquí están! —mencionó mi amiga, aunque solo puso su mirada sobre mí, ignorando a Aldemar, como siempre.

Yesenia y Diego cerraban el camino, mi mirada navegó desde la pareja frente a nosotros hacia Aldemar que, no disimulo su incomodidad.

Yo poco hice para ocultar mi desaprobación y disgusto, y estaba segura que mi amiga lo notaría.

Diego centró su atención inmediatamente en Aldemar, extendiendo una de sus manos en dirección a él y colocando una media sonrisa en sus labios. Él no ocultó la curiosidad que mi nuevo amigo le suscitó. 

—¿Qué tal? ¿Cómo te va? Yo soy Diego Palacios, mucho gusto —No dudó en auto presentarse, su tono de voz era amistoso, aunque a mí, su lenguaje corporal me pareció altanero.

—Aldemar —contestó el chico de los ojos bellos tras darle un breve apretón de manos a Diego. Observe que Aldemar evitó hacer contacto visual con él, pero me di cuenta de que rehuía también de mi mirada.

Segundos después, Aldemar tocó suavemente y de manera breve mi antebrazo —Luego nos vemos, Elizabeth —dijo, su difusa atención se centró por instantes en nosotros tres —Que pasen buenas noches —agregó alejándose, sin darme tiempo a reaccionar.

Diego pareció encontrar divertida la situación porque se echó a reír, segundos después, mi amiga lo imitó y aquello no hizo más que avivar mi enojo.

Eché a caminar dejando atrás las risas de aquellos dos e ignorado el llamado de Yesenia.

En el interior del edificio la fiesta continuaba en todo su apogeo, con un vistazo en dirección al DJs, localicé nuevamente a Aldemar al lado de su primo.

Me fui a sentar junto a mi abuela, de pronto sentía las piernas flojas producto del coraje que sentía y el nerviosismo. Inesperadamente, sentí una de las manos de Diego sobre mi hombro, ya no reía a carcajadas.

—¿Estás bien? —preguntó con tono de duda, acercó su rostro bien afeitado, al mío.

Me limité a moverme un poco hacia atrás sobre la silla y sacudir la cabeza en modo afirmativo. Sabía que era absurdo culpar a Diego e incluso a Yesenia de mis desavenencias con Aldemar, pero en esta ocasión así lo advertía porque llegaron a interrumpir nuestro encuentro.

Aun así, me dije que sera una tontería, Diego no tenía certeza de mi incomodidad y mucho menos del motivo.

Diego se alejó unos pasos de la mesa e inesperadamente comenzó a hacer gestos y ejecutar movimientos exagerados al ritmo de la música, todo a propósito, buscando hacerme sonreír.

—¡Acompáñame a bailar! —gritó para que pudiera escucharlo— . ¡Vamos anímate, deja esa carita de amargada y baila conmigo!

El estudiante de medicina tenía razón, no existían motivos válidos para amargarme la fiesta de navidad.

Dispuesta a disfrutar lo que restaba de la actividad me puse de pie para acompañarlo a la pista, donde mi amiga Yesenia ya bailaba.

Una vez en la pista, Diego no dejaba de brincar y sacudir los brazos al ritmo de la música frente a mí, yo me concentré en él, en su actitud alegre y vibrante energía.

Me dispuse a imitarlo y a propósito evité llevar mi atención sobre la esquina donde estaban Aldemar y su primo.

Pronto me descubrí riendo, dando vueltas y moviendo las caderas al ritmo de un merengue dominicano. No paré de bailar hasta que mis piernas me pidieron un descanso.

Poco después, se sirvió el buffet y la pista quedo desierta, casi todos los invitados nos formamos en dos filas para llegar a las mesas y servirnos la comida. Aún con Diego a mi lado, que no dejaba de hacer comentarios divertidos y variados, no me pasó desapercibida la presencia de Aldemar justo frente a nosotros.

En más de una ocasión, nuestras miradas se cruzaron.

Después de la cena la pista de baile volvió a ser el centro de atención de la actividad.

Desde la mesa donde compartía con la familia López, la indecisión no dejaba que le prestara verdadera atención al intento de conversación de Yesenia, tampoco volví con Diego a la pista y agradecí que mi amiga decidió que necesitaba bailar un reggaetón y se llevara a Diego como su compañero.

Necesitaba estar sola para pensar.

Un vistazo a la mesa donde se encontraban mi familia y los Palacios me indico que pronto abandonarían la actividad, mamá decía que era de mala educación quedarse hasta el final de una fiesta.

Aquella certeza me impulso a ponerme de pie llevando oculta en la palma de mi mano una servilleta estrujada y con mi número de móvil escrito.

Justo fue cuando vi a mamá ponerse de pie seguida de mi padre, este último se inclinó sobre mi abuela para ayudarla a levantarse.

«Quizás mañana me arrepentiré,»—pensé mientras caminaba lejos de la mesa. Y sin vacilar, me acerqué nuevamente a Aldemar.

Ante su atontada expresión, agarré su mano derecha para dejar el pedazo de papel arrugado sobre el que con tanta ilusión escribí.

***********

Esa noche no dormí hasta la madrugada pensando en él, esperando su llamada con el móvil a resguardo debajo de la almohada. Sin embargo, la ansiada llamada nunca llegó.

Inquieta, logré conciliar el sueño.

En la mañana, lo primero que recordé fue su presencia en mis sueños, su mirada triste y temerosa. Rememoré haberle tendido los brazos mientras él no hacía otra cosa sino alejarse.

Los próximos días estuvieron llenos de inquietud y mal humor. Me aislé de mis padres, de Yesenia y las chicas del colegio.

La inseguridad y las dudas no cesaban, también me sentí defraudada. Y era que la ilusión todavía vivía en mí.

¿Por qué no llamo?

«No llamo porque no le interesas» —me dije y reclamé lo estúpida que era al insistir acercarme a una persona que no sentía el mismo interés hacia mí.

  Al final del domingo una sensación de tristeza me embargo y me quede dormida entre auto reclamos y frustraciones.

*****************

Mamá estaba muy entretenida organizando las fiestas que se avecinaban. Pasaríamos la Nochebuena en la casa de abuela Belinda y la fiesta de fin de año sería en nuestra casa.

Ella planeaba una gran celebración y en ambas ocasiones la familia Palacios estaba invitada.

Por esos días Diego no dejo de llamarme, contrario a lo que yo esperaba, para invitarme a dar un paseo en su nuevo auto, o al cine. Yo me excusé mencionando lo ocupada que me encontraba con los exámenes finales.

Lo cierto era que, no deseaba salir con Diego por más atractivo y divertido que fuera. Era con otra persona con quien iría al fin del mundo si me lo pidiera.

Lamentablemente, Aldemar parecía no pensar lo mismo.

Y yo un día aseguraba frente al espejo que no volvería a buscarlo, para al siguiente pensar de qué manera llegaría por el negocio donde trabajaba Aldemar.

Aunque, luego de algunas horas volvía a reclamarme mis vanas ilusiones y en la soledad de mi cuarto daba rienda suelta al enojo que llenaba mis ojos de ardientes lágrimas.

Y no faltó la ocasión en que pensara no ser suficientemente bonita o delgada como para gustarle a Aldemar y, casi me convencí de que Aldemar tenía una hermosa novia ante la que yo no podía competir.

Aquellos pensamientos me atormentaron por semanas, las mismas semanas que estuve esperando su llamada, una llamada que jamás llego.

Editada 08/02/2023

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