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Capítulo 16

Noche estrellada


Beth



La noche estaba clara. La brisa suave y fresca agitaba nuestros cabellos, mientras en silencio caminamos alejándonos del edificio y así de cualquiera que quisiera hacer mal tercio.

Recorrimos la vereda que rodeaba el edificio, con la música perdiéndose en la lejanía. El terreno que albergaba el colegio donde estudiaba desde que tenía uso de razón, era enorme.

Una vez se atravesaba la entrada flaqueada por dos altos y pesados portones de hierro, el colegio te recibía con la hermosa vista de sus cuidados jardines y espectacular fuente de agua.

Al cruzar la verde área, un imponente edificio principal rodeado de varios de menor grandeza, era el corazón de la institución educativa que, desde el año 1935 abrió sus puertas en San Juan de Puerto Rico, con el firme propósito de dejar su huella en la sociedad puertorriqueña.

«El sector de la sociedad claramente adinerada que pudiera costear el paso de sus hijos por tan distinguido y costoso colegio» —pensé no por primera vez, mientras caminaba detrás de Aldemar en dirección a la imponente fuente de agua.

Su mano nunca abandonó la mía.

Aldemar me guio hasta que ambos nos sentamos en uno de los bancos de cemento, ubicados alrededor de la estructura de cerámica y mármol. Las gotas de rocío que saltaban de la fuente, humedecían el ambiente a nuestro alrededor.

"Lo tengo cerca, tan cerca que puedo notar las pequeñas pecas que salpican el puente de su nariz. No es normal lo que siento, apenas lo he visto un par de veces" —pensé.

Me pierdo en su mirada, sus ojos están mirando los míos fijamente.

Siento su aliento tibio y mentolado acariciando mi rostro y, por primera vez deseé besarlo.

«No, no te atrevas, Elizabeth»

No hice otra cosa sino dejar escapar una tonta risa que él correspondió con su linda sonrisa.

—Logramos escapar —mencionó en tono triunfal antes de echar un rápido vistazo hacía donde se llevaba a cabo la actividad.

Los dos entendíamos y no fue necesario explicar más. Allí no estaba Yesenia, tampoco Miguel y mucho menos su tío Hernán.

El cielo se apreciaba despejado y las estrellas brillaban con ímpetu en el lienzo azul profundo del firmamento.

Buscando romper el repentino silencio que comenzaba a ponerme nerviosa, no se me ocurrió otra cosa que poner en práctica mis conocimientos astrales.

Elevé la vista al cielo para probar suerte con un reto inspirado en la constelación de Orión.

—A qué no me dices el nombre de esa constelación —mencioné sin bajar la mirada y señalando la noche estrellada. De reojo, vi como Aldemar me echaba un rápido vistazo antes de llevar su mirada al cielo.

No sabía que esperar, pero de seguro no un despliegue de conocimiento.

—Constelación de Orión, quizás la más prominente y conocida del cielo. Sus estrellas son visibles desde ambos hemisferios, haciendo que esta constelación sea reconocida mundialmente. Es visible en el hemisferio norte durante el invierno. Rigel, es su estrella más brillante —emitió Aldemar como si estuviese leyendo de un texto—.¿Conoces que existen varias leyendas sobre Orión, hijo de Poseidón dios del mar y Euryale, hija del dios Minos de Creta?

Bajé la vista y la posé sobre él, por un instante no supe que decir. Me encontraba gratamente impresionada. No pensaba que Aldemar fuera un ignorante, pero lo cierto era que ese tipo de conocimiento solo lo tenía una persona interesada en aquellos temas, como yo.

Me encantaba todo lo que tuviese que ver con las constelaciones, el firmamento y el espacio. Pensar que Aldemar compartía uno de mis intereses, me emocionaba.

—Si, lo sé. En unas cuantas, Orión es un personaje repulsivo —dije en tono de censura.

Aldemar hizo un movimiento afirmativo y, se acomodó mejor buscando mirarme de frente, yo lo imité.

—A mí me gusta la versión que sostiene que Artemisa se enamoró de Orión, despertando los celos de su hermano Apolo. Un día, Apolo viendo a Orión a lo lejos desafío a su hermana y la reto a que no podía asestarle una flecha a un animal que se movía a lo lejos dentro del bosque. Artemisa aceptó el reto, lanzo su flecha y dio, como siempre, en el blanco —mencionó Aldemar mientras narraba aquella conocida leyenda, fue tanta mi concentración que pude ver claramente en mi mente el triste desenlace — . Cuando Artemisa fue a ver a su presa , se dio cuenta de que había aniquilado a su amado Orión. Cuenta la leyenda que, fue tan grande su tristeza que decidió colocar a Orión en el cielo para su consuelo.

Lo dicho, un triste desenlace.

Su manera de hablar me tenía casi hipnotizada, si bien sabía que debía decir algo.

—Artemisa debió de ser prudente y no dejarse llevar por los malintencionados retos de su hermano gemelo Apolo —dije escrudiñando su rostro. Aldemar hizo un gesto levantando sus cejas y, embozando una leve sonrisa que manifestaba algo que podía ser pesar.

—Así tenía que ser.

Con ese simple decreto su voz se perdió y los próximos segundos ambos los perdimos reconociéndonos mutuamente.

—¿Qué es una fiesta sin baile? —preguntó él de pronto. Su rostro adornado con aquella sonrisa torcida que tanto me gustaba.

Atontada como me encontraba tardé unos segundos en procesar lo que decía y otro poco en entender lo que implicaba la pregunta.

—¿Te gusta bailar? ¿Quieres bailar conmigo? —Aldemar se levantó y extendió una de sus manos hacia mí.

Nuevamente la sorpresa me hizo dudar unos instantes.

Una vez repuesta, le ofrecí mi mano derecha para que casi la arropara con la suya y me dejé guiar.

Pensé que entraríamos al gimnasio y ocuparíamos la improvisada pista de baile como los demás, sin embargo, Aldemar me llevo hasta un espacio que se abría en la vereda algo retirado del edificio, pero lo suficientemente cerca como para oír bastante clara la música del interior.

Y como si todo estuviese planeado con antelación, una conocida balada tomó el lugar de un moderno y vigoroso ritmo.

Aldemar acerco su cuerpo al mío mientras posaba su mano derecha sobre mi cintura. Yo pude sentir como mi pulso se aceleraba y los nervios amenazaban con volverme torpe.

Sin dejar de sostener con su mano izquierda, mi derecha a la altura del hombro, Aldemar inicio los movimientos para bailar aquella balada que hablaba del amor a primera vista, un amor inesperado y avasallante.

Posé mi mano izquierda sobre su hombro e inclinando un poco el rostro me dejé llevar, disfrutando de la calidez que emanaba su piel, de su aroma y de todas las sensaciones que su cercanía me hacía experimentar.

Con Aldemar me sentía tan bien, no deseaba que me soltara y mucho menos que este momento se acabara.

Levanté el rostro, mi mirada y la de él se encontraban atadas, atrapadas por el momento, la música y ese embrujo que parecía envolvernos.

Y otra vez esos deseos de probar sus labios.

¿Sentirá él lo mismo que yo cuando estamos tan cerca?

Los acordes de la suave melodía se desvanecieron, dándole paso a un pegajoso ritmo caribeño. Nos separamos, Aldemar bajo el rostro y dejo escapar una suave risa.

Mi mano izquierda todavía unida a la suya derecha. Yo ansiaba encontrar su mirada nuevamente para buscar en ella la claridad para mis dudas.

Cuando finalmente volvemos a mirarnos a los ojos, sonrió feliz casi segura de que Aldemar comparte mis emociones y dispuesta a comprobarlo.

—Estoy seguro de que, debe de haber más de una persona preguntándose donde te escondes —mencionó él en tono inquieto, note cómo se alejaba dos o tres pasos.

«Ese comentario es una forma de poner distancia entre nosotros» —pensé con la familiar sensación de que Aldemar por alguna razón solía sabotearse a sí mismo.

O como sucedió semanas atrás, permitía que alguien más lo hiciera.

  —Deben de estar bailando y pasándola bien. No creo que se preocupen —dije restándole importancia a su mención. Respeté su espacio, no busqué acercarme o tocarlo.

Y sinceramente, volví a dudar de la reciprocidad de nuestros sentimientos. Quizás, era tan fuerte mi atracción hacia él que me empeñaba en pasar por alto las señales de rechazo que enviaba.

¿Sería eso posible?

—¡Elizabeth! —No fui la única que reconoció la voz de Yesenia.

Aldemar giro rápidamente su rostro hacia la derecha con anticipación, yo no pude menos que sentir enojo por lo inoportuna que era mi amiga Yesenia mientras mi cerebro pensaba con celeridad de qué manera extendía el tiempo con él.

Editada 08/02/2023

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