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Parte I. Humilladas


La cultura griega se construyó sobre los valores de la victoria y el imperialismo, una cultura en la que la mujer se convirtió en una moneda de cambio, que ni siquiera era considerada una entidad jurídica de derechos. En las guerras, eran ellas finalmente las víctimas, aunque esto se ha normalizado hasta pasar desapercibido. Muchas veces la guerra no ha tenido como objetivo único la conquista de territorios, sino la obtención de nuevas mujeres. La victoria estaba ligada a ellas ya que quedaban cautivas y en propiedad de los hombres pasando a formar parte del botín, lo que suponía para ellas violaciones y esclavitud. El género es un elemento que marca, pues el destino de las mujeres: vencidas y apresadas, y de los hombres: héroes muertos por su patria.

Esto supone para el vencedor una doble victoria y para el vencido una doble humillación, ya que la unión sexual con las mujeres del enemigo también era para ellos una conquista. Esto es reflejado en el ámbito lingüístico ya que usaban la expresión peiran para referirse tanto a la conquista de una ciudad, como al asalto sexual a una mujer y por tanto la "conquista" de ellas. Aunque no existe ningún término para referirse a la violación sexual, hybris que se entiende como un ataque sexual cometido, no contra la mujer, sino contra el hombre al cual pertenece y quien recibe la compensación económica establecida por ley, lo que supone un incentivo más para violarlas, ya que así́ ultrajan su identidad, generando deshonor a la víctima.

Supone también una humillación porque la mujer es para ellos la que porta la buena reputación de una familia, el axioma. Como decíamos, la mujer en la cultura griega no es concebida como persona jurídica con derechos, es una propiedad del hombre, por lo que es el deber de los hombres de la familia protegerla para que tanto ella, como el axioma no pueda verse corrompido.

Es asociada a ella la virginidad, destinada a ser su virtud fundamental y condición de la identidad femenina, la cual no es más que otra construcción simbólica creada por los hombres para organizar la forma de repartir a las mujeres. De esta forma la monogamia de las mujeres asegura el privilegio sexual y progenitor de los hombres. La idea de deshonor está arraigado a la violencia sexual, en algunas ciudades para evitar este tipo de deshonor incluso quemaban a las mujeres antes de que el enemigo las tomara cautivas, por lo que además de sufrir los fatales acontecimientos de las guerras, padecían agresiones sexuales por parte de los hombres por haber nacido en un cuerpo sexuado en femenino, además de la privación de sus libertades, que incluso les suponía la muerte.

Este tipo de violencia contra las mujeres encuentra su justificación, en que los hombres experimentan los deseos sexuales de una manera más intensa que las mujeres, y por consiguiente les es muy difícil contenerse, razón por la que deben estar protegidas. En la sociedad griega se intentó enlazar la violación a la barbarie y a la tiranía, por lo que en la literatura del momento se representaban los hombres de bien que mantenían el control de sus deseos. Incluso hay quien clasifica el matrimonio como una manera de legalizar la prostitución materializada a través de un contrato.

En esta relación, la mujer debía ser fiel y sus deberes eran el cuidado tanto del marido como de sus hijos. Mientras que la fidelidad del hombre era un hecho que no se tenía en cuenta, porque de ellos lo que se valora es su potencia sexual, por la que como ya se ha comentado, se valoriza su masculinidad. La maternidad también una construcción social que se sustenta en el hecho biológico de que las mujeres son las que dan a luz, por esta razón se convierte en una característica de una mujer el hecho de ser madre y tener instinto maternal.

Si por el contrario no tiene hijos o no posee el instinto maternal se considera una mala mujer, puesto que no puede estar sola, ya que entonces no tiene ninguna función en la sociedad, porque no posee nada de lo que se atribuye a su identidad, y por tanto no puede integrarse en ella, porque la mujer, como argumenta Lagarde, es solo un individuo que vive para los otros, pero que no puede tener un vida propia, ya que como la propia autora define la existencia de las mujeres carece de "sentido" hasta que establece relaciones con los demás, y hace su cada acción de su vida en base al resto.

«En el sentido patriarcal de la vida las mujeres deben vivir de espaldas a ellas mismas, como seres-para-los-otros. La perspectiva de género expresa las aspiraciones de las mujeres y sus acciones para salir de la enajenación para actuar cada una como un ser-para-sí y, al hacerlo, enfrentar la opresión, mejorar sus condiciones de vida, ocuparse de sí misma y convertirse por esa vía en protagonista de su vida.» (Lagarde, M. 1996: 18)

Bibliografía: 

Antela-Bernardez, Borja. "Vencidas, Violadas, Vendidas: Mujeres Griegas Y Violencia Sexual En Asedios Romanos." Klio 90, no. 2 (2008). doi:10.1524/klio.2008.0012.

Butler, J. (2004). "Introducción" en Deshacer el género. Barcelona: Paidós Studio Chadwick, W. (2007). Women, Art, And Society (4.a ed.). Thames & Hudson. Goñi Zubieta, C. (2006): Medias miradas, un análisis cultural de la imagen femenina, Barcelona, Anagrama 

Lagarde, Marcela. (1997). Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia. Madrid: horas y HORAS

Molas Font, M., Zaragoza Gras, S., Huntingford Antigas, E. y López Guerra, S., (2006). La Violencia De Género En La Antigüedad. Madrid: Instituto de la Mujer. Murray, J. H. (1999). Hamlet en la holocubierta / Hamlet in Holocubierta. Paidos Iberica Ediciones S a.

Torras, Meri. 2007. Cuerpo e Identidad. Estudios de género y Sexualidad. Bellaterra: Edicions 





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